HIGH SIERRA
Cazafantasmas

No tengas miedo

Tuvimos una charla catártica con el director y guionista Gabriel Medina sobre film noirs, sobre Hamlet y sobre el precio de ser libre.

“El miedo y la cobardía son mis temas preferidos”, dice Gabriel Medina, director de Los paranoicos, en un momento de la charla, y es imposible no ponerse a hablar de la realidad. A riesgo de ponerme autorreferencial y develar el truco, reconozco que estos diálogos de los jueves son para hablar de cine y series, pero también para, hablando de cine y series, hablar de otras cosas. A veces el lector tendrá que intuir cuáles son esas otras cosas. Otras veces, como hoy, brotan en un torrente catártico.

La grieta –estoy hartísimo de leer y de escribir esa palabra, pero es irreemplazable– es una sola, pero las ideas que hay a cada lado son variadas. Y quizás lo individual versus lo colectivo sea una de las divisiones que mejor englobe todo. De eso hablamos con Gabriel Medina, pero también de muchas cosas más: de los artistas que callan, del fanatismo y del precio que hay que pagar por la libertad.

Gabriel Medina

Cuando escribo, leo y escucho música, sobre todo al principio. Y cuando llega un determinado momento, me interno a ver cine porque siento que el proceso de escritura me lo está pidiendo. En  el caso de la serie que acabo de terminar de escribir –de la que no puedo contar mucho, sólo que es una comedia dramática–, leí Maupassant, Mario Levrero, libros sobre física cuántica y vi mucho film noir. En Había una vez en Hollywood hubo mucha inspiración para la serie y para todo lo que estoy haciendo. En cuanto a música, esta vez sonó mucho trip hop, techno minimalista, synthwave y algo de TV on the Radio.

También de a poco, muy de a poquito, estoy trabajando en un documental sobre un material de registro de Florencia Grieco, de cuando viajó a Corea del Norte para escribir su libro En Corea del Norte. Estoy haciendo un documental con ese material, que es una suerte de found footage de alguien que logró registrar momentos de la cotidianidad de las calles de ese hermético y mítico país. Pero estoy buscando el lenguaje. Eso es algo que va lento, de a poco.

Diego Papic

¿Y cómo se conecta la comedia dramática con el film noir?

Gabriel Medina

Bueno, es que hay una trama que está traccionada por el misterio, por la figura de alguien que no está y una mujer que esconde algo. Están los personajes al margen del mundo con sus dilemas morales y sus problemas afectivos y a la vez con la necesidad de resolver lo inconcluso.

Lo de Corea del Norte esta buenísimo, pero es experimental, es más bien un poema contemplativo. La idea es que viajes a otro planeta. No hay una interpelación explícita al sistema ni al comunismo ni nada de eso.  Es un viaje. Con una mirada, obviamente, eso no puede no estar. Pero es registro. Imagen-tiempo. Tipo esa obra maestra de Corneliu Porumboiu llamada The Second Game, o tal vez algo del videasta Bill Viola o James Benning…

Diego Papic

¿Y qué noirs estuviste viendo?

Gabriel Medina

Volví a ver los noirs de Sam Fuller, que los había visto en su mayoría en un cineclub que había arriba de Liberarte en 16mm. Vi de vuelta High Sierra, de Raoul Walsh. Me la había olvidado. Me gusta mucho esa película, la posibilidad de cambiar y no hacerlo, asumir el destino trágico.

Lo que me gusta del film noir es que el espectador puede pensar acerca de la ética y las decisiones del personaje, te deja ese lugar, lo entendés y hay opciones, aunque a veces elijan la que vos no elegirías. Está bueno entender el porqué lo hacen y eso es como si fuese una lección: Oye, te dije que no abras esa puerta, ¿porque lo vuelves a hacer? ¿Me explico? Me gustan las preguntas. Me gustan las decisiones. En los policiales, la mente les juega en contra a los protagonistas. Más que la vida, es la mente.

Diego Papic

Es interesante esta mirada diferente de los noirs, que en general uno imaginaría que tienen una mirada cínica y pesimista. Pero esa es la mirada superficial.

Gabriel Medina

Yo lo veo así, casi como que el héroe, si pierde o muere, lo hace por el espectador, se sacrifica por la historia y por una lógica y no así por un efecto o un devenir inevitable porque “el mundo siempre fue y será una porquería”, algo que nos ha hecho mucho mal. El mundo somos nosotros. Y podemos no ser una porquería. Podemos ser mejores y las historias a veces están ahí para que nos miremos al espejo. Hamlet lo explica bien. En eso creo.

Hoy hay una moda nihilista y efectista. Mirá vos Parasite o la misma Nomadland, todos retratos muy poco humanistas de la realidad. Yo necesito más Había una vez en Hollywood y menos Parasite. Bong Joon Ho había hecho películas mucho mejores que esa. ¿Para qué hizo eso? Tiene mucho talento y grandes momentos, pero es una película horrible. Salto de ahí y me veo una de Nanni Moretti directo.

Diego Papic

Me quedé pensando en High Sierra y los noirs. No sé si justo esa es un noir porque, claro, no es para nada cínica ni nihilista, y si bien es una tragedia, de una manera medio retorcida uno puede pensar que hay un final feliz. Bogart termina “libre”. Pero me gusta la idea que tenés de la tragedia. Es cierto que la inevitabilidad de la muerte de Bogart está dada más por la estructura de tragedia del guion que por la historia. Hubo mil robos que salieron bien, mil veces el protagonista se queda con la chica, etc.

Pero me gustaría que amplíes lo de Hamlet.

Gabriel Medina

Viste. Es un noir que no es noir, pero un poco sí lo es. Entra dentro del noir para mí.

Hamlet es un tema que me apasiona. Estamos hablando tal vez de uno de los textos más importantes de la humanidad. De alguna manera, resume a la perfección mi concepto del arte, sobre todo de eso que llaman texto-espectáculo, y termina confirmándome que el cine es el arte más sublime que alcanzó la civilización. Hamlet concibe a la representación como un espejo que intenta reflejar la totalidad y, sin darse cuenta, la completa, porque esa totalidad es irrepresentable si no existe un observador que la piense y luego la comparta con el prójimo, con quien se producirá la magia: los choques de puntos de vista sobre lo que vieron ambos mediante la representación artística. Y a partir de allí, un cambio, una revolución en el estado de las cosas. Y el cine logra llevar ese arte de la representación a un lugar único, donde la naturaleza, que sólo es posible de ser en tanto es observada, puede además registrar y manipular el tiempo, nada más y nada menos. Es la posibilidad de soñar despierto el sueño de otro y pensarlo y disfrutarlo.

Y a la vez Hamlet habla de la corrupción moral y del concepto de poder. Hamlet es la obra perfecta. Ser o no ser, esa es la cuestión. Es el dilema existencial del ser humano en constante conflicto, es la ambigüedad de las fuerzas internas que nos empujan a pensar el bien y el mal, es la realidad puesta en jaque, definiendo que es relativa, que la búsqueda es interior y que sólo en un viaje introspectivo donde nos enfrentemos a nuestros peores demonios podremos encontrar la paz y la reconciliación con nosotros mismos. Y entonces sí, luego vamos a poder pararnos con una mirada clara, o lo más clara posible, ante un prójimo y ante un “mundo”.

Hamlet me enseñó que hay conflictos que no sólo se manifiestan antes que en ningún otro lado, sino que necesitan ser manifestados mediante un lenguaje artístico. Y además, como si fuera poco, Hamlet habla del miedo como la principal enfermedad de una sociedad. El miedo y la cobardía, mis temas preferidos.

Diego Papic

El miedo y la cobardía son dos grandes temas hoy. Por un lado, está el miedo a la peste, que yo creo que desde el Gobierno (quizás sea un problema mundial, igual) se estimula. Lo que veo desde el año pasado es que más que eslóganes del tipo “no tenga miedo, tenga cuidado” como aquel de la epidemia de cólera allá por principios de los ’90, hay como un estímulo de la paranoia. Te vas a morir, te vas a quedar sin respirador, etc. Todavía no sé bien por qué. No me gustan las teorías conspirativas, pero el resultado es una película distópica en la que el Estado controla cada rincón de tu vida.

Eso por el lado del miedo. Y la cobardía es la otra cara de la moneda. Hay miedo a decir que el Rey está desnudo. ¿Es miedo? En algunos casos creo que sí. ¿Miedo a qué? A no pertenecer, a ser señalado.

Gabriel Medina

Yo tiendo a pensar que todos, y también me incluyo, somos o hemos sido víctimas del miedo a un nivel superlativo. En general, hay varias generaciones que fueron educadas con una concepción dualista del mundo, en la que uno está separado de “lo otro”. Ese “otro” es el responsable de darte o quitarte. Cuando uno es capaz de perder el miedo, al hacer un trabajo introspectivo, esa cosmovisión dualista se transforma y tomás noción de que todo está interrelacionado. No hay un afuera responsable por vos, sos vos y nada más.

Mucha gente en el ámbito de la cultura depende del Estado, directa o indirectamente, y hoy manifestarte opositor a las políticas socioeconómicas y culturales del kirchnerismo te juega en contra, quedás al margen. Hay mucha gente con miedo, entonces, a que ese poder deje de darles. Y por eso callan las atrocidades que suceden todos los días. Eso pasa desde la clase media acomodada hasta las clases más bajas. Cuando pateas el conurbano o provincias como las que tuve la suerte de caminar yo, como Santiago del Estero, Tucumán, Chaco o ciertos lugares de la Patagonia argentina, ves cómo la gente vive con miedo al poder porque el Estado omnipresente lo gobierna todo y puede dejarlos en la calle de un día para el otro, o bien puede amenazarte de muerte.

El futuro de este pueblo se define a partir de un cambio individual. Desde el poder sólo se puede allanar el camino para combatir la centralización del poder. Es decir, respetar por ejemplo la división de poderes y ejemplificar con la acción y la palabra de los funcionarios que son servidores del ciudadano, haciendo respetar las leyes que nosotros mismos decimos y decidimos respetar. Se puede construir el camino para eliminar la desnutrición alimentaria, pero a la par de la desnutrición educativa. Alimento, educación para la emancipación y cultura. Todo eso va de la mano.

Cuando digo educación para la emancipación hablo de una educación que haga hincapié en el humanismo y deje esa concepción dualista de lado, que brinde las herramientas para que el niño se transforme en una persona crítica y reflexiva, pero que esencialmente sepa mirarse a sí mismo, sepa discernir si está pensando por sí mismo o si está siendo manipulado por un pensamiento de carácter colectivo o por miedo al otro, a la crítica, a la estigmatización, a que ese otro te quite el pan o peor, la vida.

Es sin miedo. Y Hamlet habla de eso. ¿O qué es sino el miedo lo que pudre y corrompe el universo de esa trama? Ser o no ser, esa es la cuestión. Y se es en función de uno mismo, nunca jamás en función de un afuera, de un otro. Una vez una novia me pidió hace como veinte años que esté más presente en la relación porque yo sólo estaba dedicado al cine. Nunca me olvido que le dije que “si estás pidiéndome que elija entre el cine y vos, yo elijo el cine”. ¿Parece egoísta? La cuestión es que tenía en claro que si yo no estoy bien conmigo mismo, no voy a poder estar bien con nadie y menos con vos. Este es el mejor momento de mi vida, pero necesito ser, y entonces después voy a poder estar bien con vos.

Esa filosofía la seguí y la sigo aplicando siempre. Antes de protestar por la tala de bosques, hay que procurar cuidar las plantas de tu balcón. Por eso me parece un símbolo de decadencia moral que el Presidente, en plena crisis frente al descubrimiento del caso del robo de vacunas –y me gusta decirle robo, porque las vacunas se compraron con nuestra plata y había un protocolo y una ética que indicaba que debían ir primero a los más vulnerables–, haya dicho que no es delito saltearse en la fila. Esa es la diferencia: no es delito, pero es una inmoralidad. Mis amigos no se saltean la fila, yo no me salteo la fila y me parece mal colarse. No somos perfectos, pero necesitamos hacer el esfuerzo todos los días por ser buenas personas. Es un trabajo y es muy difícil ser buena persona. Desconfío de quien así se asume, pues claramente no se ha mirado a sí mismo. Asomarte al otro lado del espejo es encontrarte con todas tus miserias y también con todas tus virtudes.

Hace unos años pasaba por el hoy extinto puente de Juan B. Justo y Córdoba y había una pintada espantosa, como esos monstruos horribles que hacía Rocambole, con una leyenda que decía “el odio es mi guía, el miedo mi alimento”. No sé lo del odio, es para otro debate, pero que el miedo es el alimento del poder y es la manera de controlar nuestras vidas no existe ninguna duda. No sólo para Argentina, sino para todo el mundo. La pandemia fue el puntapié inicial para sistematizar un control social como jamás se ha visto en la historia de la civilización. Hoy somos menos libres que ayer. Lo bueno sería que entendamos que nuestro mundo interior, ese diálogo interno que podemos tener con nosotros mismos, es una realidad tangible donde somos infinitamente libres y es donde se encuentra, a través del conocimiento, la llave para la libertad.

Diego Papic

Uno puede llegar a comprender que la gente común, o la gente menos privilegiada, digamos, tenga miedo o prefiera no meterse en quilombos directamente porque tiene que vivir y en Argentina vivir ya es un quilombo. Pero es menos entendible en los artistas. Es cierto que por ahí un artista depende más del Estado que un verdulero –con todo respeto por los verduleros–, pero no es sólo eso. Buñuel filmó en México, dentro de la industria, y se las arregló para decir cosas que son revulsivas aún hoy. No sé si fue valentía, o no solamente. Fue inteligencia, creatividad, talento, claro. Pero además pensaba eso. Me pregunto si los artistas hoy –desde ya que es una generalización horrible esta– tienen miedo al poder o son el poder. Me pregunto si tienen miedo de hablar del robo de vacunas o si creen que no fue un robo, que los padres de Vizzotti merecían vacunarse antes porque son del palo.

Gabriel Medina

Yo creo que hay una necesidad de pertenecer a un colectivo porque el miedo a la libertad espanta. También hay gente que cree que el fin justifica los medios y que esto son los efectos colaterales de una revolución para un país y un mundo mejor. Y creo que hay mucha ignorancia también. Está eso de diferenciarse de “la derecha” y que antes que nada, esto es mejor. Me parece casi infantil hablar de la derecha o la izquierda. ¿Qué es la derecha y qué la izquierda? Yo quiero ser libre de elegir un retazo de cada cosa en pos de algo mejor para mi desarrollo individual, porque como te dije antes, si no evolucionamos individualmente no es posible compartir nada positivo con el prójimo, y eso sólo lo garantiza la libertad; la concentración de poder quita libertad a los individuos y eso es lo que está pasando ahora, según mi punto de vista.

El silencio del mundo artístico sobre lo que está ocurriendo en Cuba hoy justamente con los jóvenes artistas es muy impresionante. ¿Por qué callan? ¿Por miedo a ser estigmatizados como “funcionales a la derecha”, “macristas”, “traidores”? ¿O bien por miedo a que no te den el subsidio o te dejen afuera de algún festival o de dar clases en la escuela de San Antonio de los Baños? Yo me cansé de guardarme mis opiniones y ahora no me importa lo que digan de mí. Yo sé que he reflexionado mucho para llegar a donde estoy, que me ha costado mucho y que si hay algo que representa el mal es el poder concentrado con un discurso absolutista. El resto es maquillaje.

Y realmente ya no sé a qué se refieren con “la derecha”, porque si vamos a la definición tradicional del término, este Gobierno no sólo es de derecha sino que, lo más rescatable de ese arquetipo ideológico, que es el concepto de libertad de mercado, el kirchnerismo lo desechó en pos de un intervencionismo estatal monopólico donde sólo entra en juego el capitalismo de amigos (y cada vez menos amigos). Por lo tanto no sólo son de derecha, sino que además son autoritarios en el libre mercado y socios exclusivamente de dictaduras atroces o grupos fundamentalistas.

Y aclaro que es raro, porque no veo maldad en mis pares, ni tengo odio. Eso es lo más loco. Porque en general es de lo que se acusa al disidente cuando se enoja o se expresa en público. Pero no tengo odio, tengo muchas personas cercanas que apoyan este Gobierno de buena fe, hay gente a la que le tengo mucho afecto, son grandes personas en su cotidianidad, y que no se saltearían la fila, pero aún así creen que “el mundo siempre fue y será una porquería”, que esto es “la ley de la selva” y que todos roban, y así. Ven las cosas desde una óptica binaria. Malos y buenos. Meten la ideología en el medio. Y la ideología te ciega la mente. A las ideologías se las combate. Lo que se debería discutir son filosofías. Para ellos yo soy o funcional a la derecha o soy la derecha, bueno. Cuando pasa esto me acuerdo de la canción de Sumo y me digo “yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos”. Grandes artistas, sobre todo músicos, me han dejado de seguir en Twitter por mis opiniones sobre este Gobierno. Eso me entristeció mucho, muchísimo. Pero ese es el precio supongo. Ya lo pasé.

¿No es increíble que un publicitario te tilde como “gorila de derecha” mientras banca al Gobierno, a Maduro y a Putin, a la vez que cobra millones de dólares haciendo publicidad de Coca-Cola? ¿De qué izquierda o derecha estamos hablando? Hace casi dos años que hay millones de pibes que no tienen clases. No tienen clases. Repito: no tienen clases. No hablo de clases virtuales como las que tuvo mi hijo, hablo de que la escuela es lo único que tienen como luz y referente, y se la sacaron, porque la pobreza es tal que es imposible e infame hablar de clases virtuales para un chico de Laferrere que se tiene que cuidar de las balas, de su familia descompuesta y de la falta de alimento. ¿De qué me están hablando? No hay coherencia. Lo grave es que abunda el fanatismo, y el fanatismo no dialoga.

Y después hay muchos que creen en un relato que se desmorona ante la vista de todos y no lo ven. Pero eso es ignorancia, basta leer e informarse para argumentar en vez de opinar y darte cuenta de que eso que te venden no existe. Ahora, ojo, porque esa es la famosa banalización del mal. Yo no puedo decir que defiendo los derechos humanos y a la vez defender, en privado o en público, al régimen de Maduro o la dictadura que hay en Cuba. O peor, a Putin. ¿Cómo vas a festejar a Putin? Te das cuenta de que es ignorancia. Sólo basta leer un poco, no sé, a las Pussy Riot. ¿No leyeron los libros de las Pussy Riot en cana? ¿No leyeron el diario de esa chica? ¿Cómo podés tolerar que el Presidente diga que se quiere abrazar a semejante personaje como es Putin, un conservador? Ese sí que cumple con el guion perfecto del arquetipo de derecha, y a la vez es un casi dictador sentado sobre el mayor arsenal nuclear del planeta. Pero lo aplauden. En fin.

O peor, callar la desaparición de Facundo Astudillo, de Tehuel, las muertes en Santiago y Formosa, Gildo Insfrán y las aberraciones que está cometiendo. Decía un pensador que admiro mucho y conozco desde hace poco, Humberto Maturana, que “el fanático es aquel que no quiere reflexionar acerca de lo que dice y hace”. La contraargumentación típica del “ah, pero Macri”, que antes era el “ah, pero Menem”, es el ejemplo concreto de que uno está hablando o con un ignorante o con un fanático, pues evaden la reflexión con un contrafáctico.

Me subió la presión. Nunca me expresé de esta manera.

Diego Papic

Está bueno esto. Es catártico y necesario. Y aunque haya gente que te deja de seguir en redes, seguro hay otros que te leen y por lo menos dicen “ok, se puede decir esto, se puede ser artista y pensar así”. En realidad debería ser obvio, porque como vos decís, es delirante tener que ser “el distinto” por repudiar a Putin, debería ser lo corriente.

Pero quiero volver al cine. Una de las cosas que más me molestan del kirchnerismo es cómo politiza hasta lo más personal. Ojo, me encanta la política, soy de los niños precoces que leía el diario a los diez años. Pero no me gusta cuando lo invade todo obligatoriamente. Y acá estamos, en una charla que arrancó con el cine, hablando de política.

Entonces, volviendo al cine pero linkeando con lo que estamos hablando. ¿Hay películas hoy que desafíen ideológicamente el estado actual? Evidentemente en Argentina no, por lo que hablamos antes. ¿Afuera? La semana pasada hablamos con Javier Porta Fouz de Clint Eastwood. Vos mencionaste Había una vez en Hollywood. ¿Hay algo más?

Gabriel Medina

Claramente Había una vez en Hollywood es insuperable en ese aspecto, pero la reciente Love and Monsters me pareció bastante subversiva e incorrecta. Es una película que cree en el individuo, claramente, y deja en claro que la idealización y la romantización de algo sirven por el camino recorrido, no por el fin en sí mismo. Es una gran historia, pero sobre todo derrumba e interpela el concepto de prejuicio, cree en los grises, no hay blancos y negros, hay ética y comportamientos, pero fundamentalmente habla de salir afuera y perder el miedo, porque la resignación, como decía alguien, es el suicidio permanente. Parece una película hecha para adolescentes encerrados en sus deptos, parece querer gritarles y decirles que no hay que seguir esperando, que hay que salir e ir a buscar, y que sólo de uno depende, de uno mismo y de nadie más. Gran película. Una pulp movie de aquellas.

Me gustó mucho la de Paul Greengrass, News from the World. Un western apocalíptico que viene a preguntarse por dónde empezamos, por dónde se arranca, y es muy interesante porque interpela un mundo de fake news y empodera la noción de credibilidad, la palabra, a la persona. Es decir, ¿hoy a quién le crees? Creo que en ese sentido es interesante lo de Tom Hanks, cuando se da cuenta de que siendo sincero con su moral puede ser creíble en su trabajo de mensajero. Porque hoy se trata de eso, de quién es tu fuente, a quién y por qué le crees. Y yo prefiero creer al que es y ha sido lo más coherente con su discurso a lo largo de su historia en su obra y en su vida. Y reflexionar. Y entonces, depositar confianza. Qué tema, ¿no? La confianza. Aunque no se trata sólo de eso, sino de,  justamente, coherencia. La película cree en los afectos y en que por la verdad y por el prójimo vale la pena jugarse todo, aun así hayas perdido todo, como el personaje de Tom, que deambula como un fantasma evadiendo la pregunta “¿para qué vivo? ¿qué sentido tiene mi vida?”. Bueno, ahí el Dios guion le pone a la niña para enseñarle, como en The Road, que hacer el bien es el único sentido. Pero antes recorre un viaje interno y esa reflexión llega al final, como corresponde.

Lo más disruptivo del cine nacional sigue siendo Martín Rejtman. Su último trabajo, Shakti, es extraordinario. Luego no vi nada que me traiga algo nuevo. Debe haber, porque veo poco, soy muy caótico en mi consumo. Siempre algo me sorprende. Ahora recuerdo que hace unos días vi por tercera vez Badur Hogar, de Rodrigo Moscoso. Es una comedia hermosa. Soy muy fan de esa película. Me hace reír y me pone feliz. Tiene lo mejor del cine clásico, te brinda una pregunta y te la envuelve con felicidad. Badur Hogar es mucho más de lo que parece ser y merece más reconocimiento y difusión.

También ví No va más, de Filipelli. Me gustó mucho. Me hizo llorar. Es tal vez lo más moderno que dio el cine argentino en los últimos años. Una gran película. Extremadamente honesta y visceral, punk. Totalmente punk. Esa película también de alguna manera viene a decirnos que si no estás muerto, dejes el lugar de víctima y salgas a vivir la vida. Es una película que habla de la vida y sin embargo es un viejo director solo y encerrado, pero te contagia unas ganas enormes de salir, salir a respirar.

 

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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