Fuego Amigo

Rajar de la ciudad

Preparativos para una Argentina sin ley.

En la nuca ella tenía olor a naranja a la que le da el sol en un lugar donde no existen los problemas. Le pregunté el nombre del perfume y solo entendí “Lanvin”; lo repetí, como se dice en Avellaneda, para sentir el respingo de horror y la vocación docente. Hay que apreciar cuando estás en una experiencia positiva. Empecé a quedarme dormido. Pensé en Grabois dando ese discurso el otro día, me acordé de la parte de la sangre, empecé a pensar en cómo evacuar de la ciudad a mi familia.

Tengo un hijo que tiene una madre que es mi socia en el proyecto. Todo esto a lo largo de una vida. Es una película grande que pasa rápido. Imaginé desde arriba la ciudad tomada en cuatro horas. Multitudes de pobres a los que considero mis hermanos, pero qué miedo, por favor. La clave es verla venir antes de que se pudra: llenar el tanque de nafta, tener dónde caer, llevar cuatro remeras, tres pantalones, dos sweaters y una campera. Agregaría unos cortos, por si la cosa se alarga.

Cuando no tenés ningún control sobre lo que puede explotar tenés que usar el tiempo en las cosas útiles que podés hacer. Ayer me terminaron un conducto, una acción concreta ante la posibilidad de una Argentina sin ley.

Intenté volver al Italpark de los olores, conectarme con todo lo lindo inmediatamente al lado. A los dos minutos estaba otra vez diagramando el Operativo Rajar de la Ciudad. El primer punto es subir a mi ex señora a mi delirio, superar la parte en la que me da la razón como a los locos, exponer claramente el sentido de prevenirse, no romper tanto los huevos, intentar conseguir una hora de quality time, pedir huevos revueltos, agarrarnos la mano 20 segundos.

Necesitaba dormir ocho horas inmediatamente. Le dije a la chica con olor rico que me iba a empastillar.

Pensé en la campera con corderito de Patton. Fue la señal de alarma. Necesitaba dormir ocho horas inmediatamente. Le dije a la chica con olor rico que me iba a empastillar. Ella, que es un amor, me dijo que podíamos pasar la noche hablando. Le dije que tenía que dormir. Me tiré en la boca, medio de lejos, dos de Zolpidem y fui una versión distinta del chico super cute de los doce días de romance hasta ese momento.

A los tres minutos le estaba abriendo la puerta: dos extraños. Volví sosteniéndome los pantalones sin cinturón, la locura se lleva cosas.

Rápido para abajo

Me desperté habiendo descansado. Fui al bar. Hice la de preguntarle a uno que sabe y uno que no para entender cuál es el razonamiento que va. El economista que no entiende de política me dijo que venía la bolivariana de inmediato. Le escribí a Beto Valdez. Me encanta decirle Betoben. Me dijo que todo va rápidamente para abajo, por ahora sin estallido. Me volvió el alma al cuerpo. Una vez en 2003 Betoben me dijo exactamente cómo iba a ser el kirchnerismo.

Pero mi mente perservera. Fui al hospital, la chica de la farmacia se hizo la que me creía el cuento de que me iba a de viaje y me vendió cuatro meses de medicación. Volví a casa con un ítem chequeado de la lista: no puedo exponer mi salud mental a que a Grabois se le ocurra cortar en Medrano y Perón.

Abrí el ropero y revisé el uniforme: necesito cinco camisas, unos mocasines de Correa, unos borceguíes al tobillo, preparar el recambio para la calzonería y las medias. Compré seis boxers Kevingston: recomiendo mucho, son frescos y duran mil años. Le metí seis cuotas para ganarle al sistema. La chica no sabía hacer el calculo para aplicar el descuento. Yo tampoco, me daba cuenta de que estaba sumando mal pero no sabía cuanto era el número correcto. Por suerte vino uno y lo resolvió.

Compré seis pares de medias azules Stylo media caña. Ya tengo de ésas, las medias tienen que ser todas iguales, sobre todo cuando hay clima destituyente. En Big and Tall tenían cuotas y el mismo precio que hace dos meses. Compré tres camisas celestes. Después pensé que hubiera sido más de fajina seis remeras con cuello negras, pero con pantalón azul van mal. No hay que descuajeringar el look todavía.

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Pensé que lo mejor era tomar todo esto como una aventura. Si la vida es breve que sea enorme, que parezca un daguerrotipo o una película con Kate Winslet. Me lavo la cabeza en esa línea, es mi única manera de huir hacia la tranquilidad. En el bar estaba un hombre práctico, particularmente tiburón, al que Cristina le hace bullying. Verde como soy le pregunté si estaba preocupado; se rió, feliz de sí mismo, y me preguntó si lo veía con cara de preocupado.

Me da nostalgia cuando algo de la vida va a cambiar. Siempre lo veo venir. Me reía con mis amigos del Ministerio de Producción. Hablaba con Jose Sanz, sentados los dos en el pasillo, y sabía que eso se acababa. La sensación del 10 de febrero, del verano que se termina.

Esto es el presente

Siento que me van a gustar las carencias de corral que se vienen, pero también voy a extrañar el boludeo, los pibes despreocupados. Estaba pensando en todas las variantes de lo ralo y me di cuenta de que a la noche tenía un casorio.

Se casaron Luciano Dolber y Julieta Álvarez Marafoschi. Me encantó conocerla, bailamos y me hizo sentir parte de la fiesta de una manera muy linda. La gente, muy simpática. Le había pedido a Rodri que me lleve un rivotril, así que fui tomando cachitos para que no me diera ansiedad social toda la parte de conversar. Me resulta terrible cuando ya es obvio que no hay tema y estamos los dos viendo cómo despegar.

En eso me crucé con uno y me salió negarlo. Un amigo me había contado que el tipo había sido choto. El tema de negar en un casorio a un tipo que conocés es que después lo tenés que sostener. Pensé en quién soy yo para negar a un tipo, empecé a ver como cortarla. Por las maneras misteriosas del Señor, cuando fui a la mesa lo tenía enfrente. Dije, listo, no lo vi nunca en mi vida. El tipo, que corrió sus grandes premios, aplicó lo mismo, pero igual fue todo muy incómodo. En la pista de baile le pedí disculpas por no saludarlo y le dije que era por haber garcado a un amigo. Negó para no reconocer y quedamos con el saludo habilitado.

Después bailé desatado cuatro horas. Ahora escribo y muevo los hombros, Bailé impulsado solamente por la euforia. Una chica me había dicho en la parte de afuera de la fiesta que había que pensar en el pasado, presente, futuro. Yo como un gil le dije que no me parecía tanto tema. En el medio de la pista me dijo “este es el presente” y no me dio más bola.

Estaba cansado, pensando si no sería la última fiesta de mi vida, cuando apareció y cantó Banana.

Estaba cansado, pensando si no sería la última fiesta de mi vida, cuando apareció y cantó Banana. Casi me muero. Está muy entero, se ve que entrena, tiene la tranquilidad genética de las hectáreas en la mirada. No puedo creer lo bien que la pasé, fue una ducha de Pinamar ’91 cuando me estaba poniendo el casco para ir a la guerra.

“¿A ver esa pijita, Pater?”, le dije en el baño al cura Fabián Báez. Siempre que lo quiero escandalizar me dice “yo confieso, pibe”. Salimos a conversar. Le conté que entrevisté 50 cristiano evangélicos, le dije que lo que más me conmovió es que sienten a Jesús al lado, en todas las cosas. El Pater me dijo que la otra cosa que hay que hacer para acercarse a Jesús es sentir el dolor del otro. Me hizo un cuento de Jesús diciéndole a Tomás que le toque la herida. Me lo imaginé. Jesús entero a pesar de la tierra y la sangre seca, jefe, low profile, un poco hinchado las pelotas de tener que andar explicando tanto.

Alguien tiene que decir que es el tiempo de la hermandad. Ser gaucho está buenísimo, no se puede quedar con la solidaridad Grabois, que anda meneando la muerte para asustar a la gente. Grabois, te lo pido, no seas así. Mi intuición es que sos buen pibe, me preocupa que metas las manos en el miedo de la gente justo ahora. Ojalá sea estrés, me parece que no te cuidás mucho, los mejores que vi se cuidan como caballos de carrera. Toman té verde.

 

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Lisandro Varela

Autor de www.50argentinos.com, una herramienta de entrevistas en profundidad que sirve para enterarse de cosas. En Twitter e Instagram es @buenbipolar.

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