Fuego Amigo

Orgullo para todos

Las consignas K de la Marcha del Orgullo LGBTQ empiezan a ser cuestionadas por las bases. Parte de la batalla cultural consiste en recuperar esos espacios para sus representados.

El sábado 5 de noviembre se llevará a cabo en Buenos Aires la 31ª Marcha del Orgullo. Según informa su sitio web, la comisión organizadora está integrada por más de 40 organizaciones pertenecientes al universo LGBTQ. Entre los reclamos, además del de una Ley Integral para Personas Trans y otras cuestiones relacionadas con el colectivo, piden “Fuera el FMI y sus políticas de ajuste” y “Libertad a Milagro Sala y demás preses polítiques”.

Resulta un experimento revelador entrar al tuit en el que expresan esos reclamos y observar los comentarios. Un aluvión abrumador de personas, muchas de ellas con la bandera multicolor, se quejan porque esos reclamos son partidistas y no los representan. “No, no voy. Vergüenza que metan sus exigencias partidarias en una marcha que es de TODOS”, dice Diego. “Pedir vacuna contra la viruela símica ni en pedo, ¿no? Parece la marcha del orgullo kirchnerista. Un asco”, dice Guido. “Realmente me parece que se está perdiendo la idea originaria de la marcha. ¿Qué carajo tiene que ver Milagro Sala con los derechos LGBT+? ¿Qué carajo tiene que ver el FMI con la visibilidad trans? Soy parte de la comunidad, pero considero que ya están haciendo cualquier cosa”, dice Matías. Estos son sólo tres de los primeros que se pueden ver de un pantallazo. Hay cientos de comentarios así, y el tuit obtuvo más comentarios que likes, lo que en Twitter suele ser prueba de su impopularidad.

Algo parecido pasó con la marcha feminista del 8M. El documento que se leyó en el escenario comenzaba con la consigna “que la paguen quienes la fugaron” y en sus siete páginas tampoco faltó el pedido de libertad a Milagro Sala. En aquel momento la periodista de Infobae Mercedes Funes, una de las fundadoras del movimiento Ni Una Menos, tuiteó:

El tuit obtuvo 24.800 likes. Pocos días después se animó a escribir una nota, en la que dijo: “Mi sensación es que, en este contexto, que la primera consigna de la convocatoria y del documento que firmaron distintas organizaciones en el Día de las Mujeres Trabajadoras haya sido contra el FMI fue un poco desconocer la diversidad del movimiento y también regalarle una agenda que nos costó y nos cuesta demasiado instalar a las mujeres a una cuestión que la excede”.

La captura de las organizaciones civiles por parte del kirchnerismo no es nueva. Pero hace no tantos años quedaba mal señalar que algún comunicado o posición política tenía un tintes partidarios y no guardaba relación con la lucha principal. La respuesta solía ir por el lado de que “todo es político” (confundiendo política con política partidaria) o por el de que “hay muchas consignas, no te pueden representar todas”. Y miles de gays no K iban a la Marcha del Orgullo sin chistar, y miles de mujeres no K a la del 8M. Esto parece estar cambiando.

Recuperar los espacios

Es importante entender algo. El kirchnerismo es lo que en álgebra se llama un “elemento absorbente”. Es como el cero en las multiplicaciones. Cualquier número multiplicado por cero, da cero. De la misma manera, un gay kirchnerista va a ser kirchnerista antes que gay, una mujer kirchnerista va a ser kirchnerista antes que mujer, un periodista kirchnerista va a ser kirchnerista antes que periodista, un astronauta kirchnerista va a ser kirchnerista antes que astronauta. Toda organización capturada por el kirchnerismo será un arma del kirchnerismo antes que un arma del colectivo que según su estatuto representa.

Recuperarlas no significa transformarlas en un arma de Juntos por el Cambio o del liberalismo. No se trata de que la Marcha del Orgullo pase a exigir la privatización de Aerolíneas Argentinas o, la del 8M, la reforma laboral. (Que estos ejemplos causen gracia y resulten inverosímiles es muestra de hasta qué punto nos debería resultar inaceptable lo contrario.) Se trata de recuperarlas para sus representados, que pueden ser cristinistas, macristas, trotskistas, libertarios, tinistas o trekkies, pero todos con un interés compartido, que es el que la organización en cuestión viene a proteger y defender.

Se trata de recuperarlas para sus representados, que pueden ser cristinistas, macristas, trotskistas, libertarios, tinistas o trekkies, pero todos con un interés compartido.

Desde hace un tiempo está de moda hablar de la batalla cultural y de cuál debería ser el papel de JxC en ella, en particular si vuelve al Gobierno. Algunos dicen que el gobierno de Mauricio Macri debió haber sido más activo en la construcción de un relato. Yo creo que la parte más abstracta de la batalla cultural, la de las ideas, está en una etapa mucho más favorable a nosotros respecto de 2015. Pero ahora viene la parte más concreta: que esas ideas tengan representación acorde en todos los espacios de la sociedad.

Y eso no va a depender de un gobierno. Depende de cada uno de nosotros, desde el lugar que nos toque. Lamentablemente no soy gay ni mujer y no tengo incidencia en ninguno de los dos casos que estoy usando como ejemplo. Y tampoco pretendo incurrir en los pecados de mansplaining o heterosplaining. Me decía Mariano, miembro de la comunidad LGBTQ marplatense: “Por eso hay que ir con los camiones y coparles la marcha. Que no crean que es de ellos”. Yo le contesté: “No, hacer otra más grande”. Y me dijo: “Ya lo quisieron hacer y no era lo mismo”.

El dilema no es fácil de resolver. ¿Ir a las marchas con consignas propias aunque desde el escenario oficial vociferen otras? ¿No ir, deslegitimarlas, pero regalarle así un espacio al kirchnerismo? Cada uno hará lo que sienta. Sí creo que hay que dejar de aceptar estas cosas pasivamente como si estuvieran bien o fueran inevitables y que la solución definitiva está en recuperar los lugares de decisión. PRO Diversidad, por ejemplo, consiguió recién este año tener voz y voto en la Comisión Organizadora de la Marcha del Orgullo. Lógicamente, están en minoría. Pero esa proporción ideológica en los estamentos burocráticos no refleja todavía la proporción ideológica de sus representados.

La única manera de que eso cambie es que todos nos involucremos, en principio no siendo indiferentes y en lo posible más activamente. Los ejemplos que di al comienzo de la nota son una muestra de que algo está empezando a cambiar. Ojalá esta percepción no sea apenas una expresión de deseos.

 

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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