Es cierto que Francia sufre varias fracturas sociales, pero los disturbios de los últimos días parecen obedecer a otra tradición igual de francesa: las ganas de salir a la calle a destruir cosas.
Elon rompe Twitter y Zuckerberg hace leña del árbol caído, pero la impresión es que las redes sociales están estancadas. Todo lo que vemos hoy ya lo vimos antes en otro lado.
Una sociedad donde cualquiera siente que puede decir cualquier cosa tiene sus problemas. Pero peor es vivir en una sociedad donde reinan la censura o la autocensura.
La cooptación partidista y las políticas identitarias alejaron a una de las ONG más influyentes del mundo de los ideales universalistas que la fundaron.
Si las opciones siguen siendo Seúl o Pyongyang, no queda otra que ganar la disputa política para poder, por fin, dedicarnos a las cosas que realmente queremos.
“Romper el silencio”, “cruzar”, “batalla campal”, son algunas expresiones que inundaron el lenguaje cotidiano periodístico y significan demasiadas cosas, es decir que ya no significan nada.
El productor y ex funcionario habla sobre el déficit de representatividad cultural y política del campo y de cómo debería encarar el próximo gobierno el problema de las retenciones.
El deterioro del sistema de salud es cada vez más evidente para todos sus usuarios. El secreto del problema es que no hay secreto: no se puede ir por detrás de la inflación.
Pese a que las autoridades educativas se apuraron a celebrar los resultados del último operativo, parece poco probable que los daños causados por las cuarentenas se hayan podido superar.
Las políticas identitarias borran la complejidad y ambigüedad de las cosas, transformándonos en ‘chatbots’ desprovistos de las imprecisiones que hacen a la densidad del lenguaje.