Retrocedimos a la edad de la inocencia política, cuando aún no era evidente a nivel popular que el peronismo es experto en dividir a la oposición con distintas estrategias: de la seducción por izquierda y por derecha al mismo tiempo, a la fragmentación propia en distintas listas peronistas y una ley de lemas de facto, pasando por la fabricación de colectoras y espejismos opositores. De golpe otra vez somos jóvenes, no aprendimos nada, no sabíamos: la seducción de una tercera opción lo prometió todo, ya mismo. ¿Cómo que no son un partido realmente? ¿Cómo que no tienen equipo, que no pueden gobernar, que no tiene sentido ir por la presidencia sin haber pasado por una mísera intendencia, que necesitan experiencia? Vos lo decís de tibia. Y así volvemos a la fragmentación opositora como antes de 2015, incluso con un déjà vu de 2011. Con números mucho mejores, desde ya, porque un 23,8% no es despreciable en absoluto, pero con un futuro incierto. Y sin poder legislativo.
Juntos por el Cambio construyó una coalición luego de mucha experiencia acumulada en la oposición y la certeza de que la única manera de terminar con ocho décadas de fracaso era la unidad. Esa unidad se sostuvo contra todos los pronósticos y todos los embates, pero más importante aún, fue construyendo poder y avanzando año tras año hasta llegar al umbral del control de ambas cámaras. Hoy esa posibilidad se perdió gracias a la división del electorado opositor con la tercera vía creada por el peronismo.
Gracias al paupérrimo análisis político de los medios, la gente hoy se ilusiona con épicas fiscalizadoras y alquimias imposibles, sin siquiera comprender lo que hizo con el voto a La Libertad Avanza: liquidar las mayorías necesarias para los cambios de fondo que paradójicamente tanto le exigían a JxC. Aparentemente, los cuatro años de gobierno de Cambiemos en minoría en ambas cámaras –con los límites al saneamiento del sistema político que eso implica– no enseñaron lo suficiente. Tampoco los cuatro años siguientes, con una lupa rigurosa sobre cada mínima votación en la cámara de Diputados, ayudaron a entender el poder de un cuerpo legislativo propio cuando del otro lado te quieren llevar puesto. Y qué decir del valor de la exitosa campaña para cinco senadores encabezada por Patricia Bullrich en 2021, que no fue un emoji de redes sino la posibilidad cierta de quitarle la mayoría en el Senado al peronismo por primera vez en la historia de la democracia, la posibilidad de que el Senado dejara de ser la tumba de los proyectos de cambio profundo, desde la ley Mucci en 1983 hasta hoy.
La gente hoy se ilusiona con alquimias imposibles sin comprender qué hizo con el voto a LLA: liquidar las mayorías necesarias para los cambios que tanto le exigían a JxC.
Créase o no, muchos exigían cambios drásticos e inmediatos pero nunca calcularon cómo lograrlos dentro del sistema político republicano real. Los votantes que con su decisión nos hicieron retroceder desde el umbral de las mayorías a la resistencia de años atrás reaccionan con enojo si se les presentan las consecuencias de sus actos. Pero los números son los que son: gracias a la división del electorado opositor el peronismo tiene quórum propio en el Senado. En Diputados se necesita un milagro directamente, considerando el armado massista de las listas de LLA y el efecto insidioso de la tercera vía sobre la unidad de JxC. Quienes demandaban más dureza y cambios reales podrían haber calculado un corte de boleta entre presidente y legisladores, si lo que querían realmente es lo que piden ahora, una alianza opositora con Javier Milei a la cabeza. ¿Realmente no se dieron cuenta antes de lo que hacían? A los descontentos con JxC les dió lo mismo controlar el Congreso que perderlo. La decisión soberana tiene consecuencias, pero plantearlas de frente suscita enojo: tapame ese espejo por favor.
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El regreso a la inocencia ciudadana. A la oposición se le exigió más dureza y depurar el acuerdismo con el peronismo prolijo y fantasmas afines: en lugar de una decisión de cúpulas, JxC respondió con una interna transparente. Reacción inmediata del establishment mediático y del votante: “¡Únanse!”, “¡Pero echen a los radicales!”, “¡No se peleen!”, “¡Pero fuera los traidores!” Pese a todo, se logró el triunfo de Bullrich, se unió la coalición bajo su conducción y se trazó el rumbo hacia la pelea a fondo contra el populismo y las mafias: no, eso tampoco. La opción opositora es Milei y la consecuencia de las decisiones soberanas hasta ahora son que Axel Kicillof retenga la provincia de Buenos Aires gracias a la tercera vía mileísta, que Sergio Massa recupere un amplio margen de maniobra en el Congreso, y que el fin de la impunidad a través de una justicia independiente sea improbable nuevamente. Quienes abandonaron a JxC por la ley de alquileres y afines recalaron en esta playa a bordo de una tercera vía que llevó adentro a Luis Barrionuevo, a condenados por la ley y a candidatos vinculados al terrorismo iraní y al chavismo.
Todo fue advertido, todo fue ignorado
Aquí abro un paréntesis: aún sin los números finales disponibles, el voto de los argentinos en el exterior fue contundente en su apoyo a JxC. Ese voto es el otro lado del espejo del voto en el territorio nacional: ahí siempre ganó la opción republicana antipopulista por márgenes más que amplios, y el peronismo perdió a lo bestia. Aun con la tercera vía para fragmentar a la oposición, aun con las mil trabas impuestas por el Gobierno y el sistema electoral en el exterior, ahí Bullrich lideró cómoda (Aclaración: Por mi trabajo como coordinadora de JxC en el exterior y de la fiscalización en el mundo, dispongo de los certificados de los fiscales del 80% de las mesas en el exterior y las cifras son correctas, si bien no oficiales. Aclaración para los amigos de Chequeado, que calificaron mi información como “falsa”, sin siquiera molestarse en consultar.) He ahí un buen análisis para el que tenga ganas de incursionar en la investigación de la diáspora argentina: la expulsión de los argentinos de su propia tierra, las heridas a la clase media, el impacto económico de las remesas en un país empobrecido y las consecuencias de la expulsión en el tejido social y el sistema político local. El país se transformó en estos veinte años.
La unidad opositora en este momento es otra vez una quimera. Es muy posible que la coalición sea otra víctima de la tercera vía.
Se pide autocrítica luego de dividir a la oposición con el voto y liquidar toda posibilidad de cambio: es ridículo, pero lo acepto. Sin ser representante de JxC, afirmo que hasta la conducción de Bullrich la coalición fue una fuerza política temerosa, incapaz de conducir a un electorado volátil, infantilizado y sin registro de las consecuencias. Quien quiera continuar en la senda republicana tendrá que hablarle con contundencia y claridad a todo el sistema, sin temor, sin pagarle tributo a nadie, sin la mínima vergüenza de ser quienes son. Y por supuesto, avalar esa posición en los hechos.
La unidad opositora en este momento es otra vez una quimera. Es muy posible que la coalición sea otra víctima de la tercera vía y que haya que seguir desde este retroceso al pasado con lo que quede, en un país nuevo, pauperizado y fallido: esta vez háganlo con hambre de poder y riéndose de la estupidez incoherente del sistema y los lugares comunes del análisis político. Si la vamos a hacer, hagámosla bien.
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