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No seas flojo, man

Los movimientos del oficialismo para suspender, posponer o empiojar las PASO sugieren debilidad, no fortaleza.

El ministro de Salud, Ginés González García, horadó esta mañana un poquito más la legitimidad de las PASO al decir que la situación sanitaria no estará como para votar en agosto –“es un riesgo innecesario”, explicó–, a pesar de que para entonces su propio gobierno espera tener completado o bastante avanzado el plan de vacunación, de que más de 50 países han votado con normalidad (y protocolos) desde el estallido de la pandemia y de que en Argentina mismo votaron más de 100.000 bolivianos en las elecciones generales, en octubre del año pasado.

Las declaraciones de Ginés se suman al paciente goteo de opiniones y maniobras oficialistas recientes para suspender, posponer o empiojar las PASO, sin modificar el sistema de fondo pero aprovechando un año turbulento para mejorar sus chances y complicar las de la oposición. El goteo empezó hace tres meses, como una propuesta de una mayoría de gobernadores al Presidente Fernández, que en su momento fue desmentida por La Cámpora, en los medios pero también en conversaciones con la oposición. Hace dos semanas, fuentes no identificadas volvieron a poner el tema sobre la mesa, involucrando esta vez a Máximo Kirchner.

Las explicaciones sobre la conveniencia de estas iniciativas fueron mutando. Hasta no hace mucho el énfasis estaba en que no se podía votar en plena pandemia, por razones epidemiológicas. Ahora se rescata el argumento de su costo o se lo vincula con la marcha del plan de vacunación, que viene demorado, incluso según los parámetros oficiales. Massa, que arriesga poco, dijo hace unos días que prefiere “gastar plata en vacunas y no en elecciones”, una señal de que algún proceso está en marcha.

no es sólo maquiavelismo

Estos movimientos y murmullos para toquetear las PASO han sido recibidos por la oposición como un intento del oficialismo de cambiar las reglas de juego en año electoral, para sacar un provecho. Argumentan, con razón, que es una falta de respeto a las instituciones y a las reglas que nos pusimos para dirimir nuestros conflictos. Y que pone en juego la transparencia del proceso electoral. Juntos por el Cambio ya dijo que hará lo necesario para que se respete el sistema electoral vigente, sancionado, vale la pena aclarar, por un Congreso con mayoría kirchnerista durante un gobierno kirchnerista.

A mí lo que me llama la atención de esta movida, además de su flagrante desapego por las normas, es la sensación de debilidad que expresa. No de fortaleza. Nadie que se siente confiado en sus posibilidades se arriesga a manipular abiertamente las reglas de juego, y los pueriles argumentos para hacerlo (las condiciones epidemiológicas, el presupuesto, el calendario de vacunación) no hacen más que exacerbar esta situación. Uno tiende a ver maquiavelismo y “partido de poder” en todo lo que hace el peronismo, pero esta intención de manipular el calendario y el sistema de votación para mí muestra también un indudable miedo a perder.

La doble táctica (manipulación del calendario y candidatos falsos) no funcionó y Néstor Kirchner, como cabeza de lista, perdió cómodamente contra Francisco de Narváez.

No sería la primera vez que les pasa. En 2009, todavía bajo el liderazgo estratégico de Néstor Kirchner, el Frente para la Victoria movió la fecha de las elecciones (de octubre a junio), con la excusa de la crisis financiera global, y llenó las listas con dirigentes conocidos pero que no iban a asumir el cargo para el que iban a ser elegidos, como el entonces gobernador bonaerense, Daniel Scioli, y el jefe de Gabinete, Sergio Massa, entre otros. Aquella triquiñuela fue conocida como las “candidaturas testimoniales”, y funcionaba bajo la premisa de que votantes poco sofisticados iban a ver esos nombres, en aquel momento populares, e iban a introducir su boleta en la urna. La doble táctica (manipulación del calendario y candidatos falsos) no funcionó y Néstor Kirchner, como cabeza de lista, perdió cómodamente contra Francisco de Narváez.

Si fracasó porque los bonaerenses castigaron la transparencia del oportunismo de Néstor o simplemente porque castigaron al gobierno por la recesión imperante (o por su manejo del conflicto con el campo), es otra discusión, imposible de saldar en este espacio. Pero lo que está claro es que la doble manipulación ciertamente no tuvo el efecto esperado por el oficialismo de entonces, que recurrió a aquellas artimañas porque sospechaba con razón (verificada después en las urnas) que algo no estaba bien en la relación del kirchnerismo con la sociedad. 

Por eso digo que, además del enchastre institucional que supone manipular el sistema de votación, estos movimientos del oficialismo pueden leerse como una señal de debilidad, o al menos de preocupación. El plancito económico hasta las elecciones parece ser resistir con lo que hay, tratando de controlar la inflación pisando precios y tarifas y evitando a toda costa una devaluación del dólar oficial. Pero nadie en el gobierno parece tener demasiadas esperanzas de un crecimiento sensible para el bolsillo antes de octubre –y ciertamente no antes de agosto– aunque los números oficiales, que compararán contra el momento más estricto de la cuarentena, probablemente mostrarán crecimiento con respecto a 2020.

el derecho a reformar

Dos o tres párrafos finales sobre los oficialistas que recuerdan los intentos de algunos dirigentes del gobierno anterior por reformar las PASO. Por un lado, cualquiera tiene derecho a reformar algo que le parece que funciona insatisfactoriamente, a través de los canales institucionales. Las propias PASO son muy mejorables. Para empezar, alargan demasiado el año electoral, que con el calendario actual empieza en abril, con las primeras negociaciones de las alianzas, y termina en octubre o, si hay segunda vuelta, a fines de noviembre. Demasiado tiempo, que quita a los políticos del foco en gobernar o legislar o hacer el trabajo para el cual fueron votados. Y es imposible pedirle a un político que no piense en las elecciones: es parte esencial de su trabajo y lo que lo mantiene en carrera. 

Mi opinión personal, parecida a la de algunos dirigentes de Juntos por el Cambio, como Alfredo Cornejo, es que una reforma explorable de las PASO sería restringir la obligatoriedad de las elecciones primarias a aquellos cargos donde haya competencia interna efectiva: transformar las PASO en algo así como unas PAS. No se votan los cargos en los que una alianza ya eligió a su candidato o candidata. Esto acortaría el calendario para las posiciones donde no hay competencia (últimamente, la mayoría) y le aliviaría a las primarias su carácter de gran encuesta nacional en la que se han convertido en los últimos ciclos electorales.

Por otra parte, aunque es cierto que dirigentes de Cambiemos sugirieron en 2019 suspender las PASO, de una forma similar a lo que el Gobierno está intentando ahora, lo cierto es que no ocurrió: cuando el tema llegó a la conducción de los partidos prevaleció la opinión de no cambiar las reglas de juego durante el año electoral, que es la situación específica en la que el oficialismo actual está metido. Nadie en el Frente de Todos está proponiendo una reforma profunda del sistema electoral, a través de un estudio sereno de sus pros y sus contras, con la participación de todos los bloques y expertos en la materia. Si así fuera, estarían en su derecho. Lo que quieren, según todos los reportes, es suspender las PASO una vez y retomarlas en 2023. Porque les importan poco las reglas, pero también porque temen ser castigados.

 

 

 

 

 

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Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

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