VICTORIA MORETE
Entrevistas

Mariano Cohn y Gastón Duprat

Los creadores de 'El encargado' cuentan por qué a pesar de todo se consideran progres, cómo es trabajar con un gigante como Disney y juran que sus películas y series no son misántropas.

Los directores Mariano Cohn (Buenos Aires, 1975) y Gastón Duprat (Bahía Blanca, 1969) construyeron una obra popular y a la vez de autor, que pasa del cine a la televisión o de la ficción al documental, pero siempre mantiene su marca y sus obsesiones: una crítica aguda y feroz al universo cultural que tan bien conocen y al que ellos también pertenecen, la observación impiadosa de la hipocresía de los integrantes de los distintos estratos de la sociedad, la desmitificación de los fetiches nacionales y la embestida contra el discurso progre.

Sus películas y series tienen éxito, pero con El encargado superaron todo. La serie (cuya tercera temporada se estrenará en breve) se convirtió, por muy lejos, en la más vista en la historia de todas las plataformas de la Argentina. Y, sin embargo, son una rara avis en el ecosistema del cine nacional, donde el discurso progresista es la norma y salir en Instagram sosteniendo un cartel para militar una causa, una obligación. Cohn y Duprat no sólo se burlan de todo eso en su obra, también lo hacen en las entrevistas.

En estos meses en los que el mundillo del cine salió in toto a repudiar todo ajuste en el INCAA sin una mínima voluntad de autocrítica –logrando así exactamente lo contrario, el cierre temporal–, ellos no tuvieron pruritos en no plegarse automáticamente al discurso general. Dijeron que está bien que exista el INCAA, pero que tiene que funcionar de otra manera. Charlamos con ellos acerca de esto, pero también sobre la hipocresía del mundo artístico, si sus películas y series son misántropas o no, por qué a pesar de todo se consideran progres y cómo es trabajar con un gigante como Disney.

En el ambiente de la cultura muchos piensan como ustedes (no la mayoría, pero muchos), pero casi ninguno se anima a decirlo en voz alta. ¿Por qué ustedes sí?

Mariano: Siempre dijimos lo que se nos cantó, en todos los gobiernos de todos los colores, sin ningún límite ni especulación. Hoy el mundo del cine levanta la mano por primera vez por el asunto del INCAA, pero nosotros hablamos desde siempre. Creo que hoy muchos comparten con nosotros la idea de que venía funcionando muy mal desde hace muchos años, pero que no debe cerrarse sino lograr que funcione bien. La mayor parte del presupuesto va a la burocracia y la planta de empleados y no a las películas, entre otras muchas cosas anacrónicas. El Instituto de Cine debe seguir funcionando, pero no de esa manera, con un sistema a la cubana con comités que deciden qué película se hace o no. Eso no es ninguna novedad y estaba a la vista desde hacía años. A partir de ahora, la responsabilidad de mostrar qué se encontró y resolver cómo se sigue, sí es de esta administración al 100%. Me parece bien que se genere un debate y se discuta cómo y con qué sistema debería funcionar el INCAA, claro que, en un tiempo razonable, porque mientras tanto está todo parado. Está lleno de ejemplos exitosos y virtuosos en todo el mundo que se pueden emular, por ejemplo, el sistema español.

Gastón: Escuchá una increíble que nos pasó a nosotros. Un comité decidía, con la película terminada, si correspondía que fuese de Interés Especial o no. El 99% de las películas era calificado siempre de Interés Especial, y de eso dependía el apoyo o no a la película. Se sometió Mi obra maestra (2018) a ese comité. Era el regreso de Luis Brandoni al cine después de doce años, que había estado soslayado todo ese tiempo por cuestiones políticas. La “lista blanca” le decía él, era una lista que no necesitaba escribirse, porque los productores y directores se reprimían solitos, no lo llamaban nunca por chupamedias del poder. La película estaba coprotagonizada por Guillermo Francella. El comité estaba presidido por la que era la presidenta de la Asociación Argentina de Actores en aquel momento [Alejandra Darín], y la declararon sin interés. Argumentaron por escrito que la película no reunía “valores morales destacables, porque los personajes protagónicos, a pesar de no haberlo logrado, habían intentado envenenar a otro”. Espectacular, de antología esa resolución, que aún conservamos enmarcada.

Mariano: A pesar de que uno asocia a los artistas con la rebeldía, hoy son un sector anquilosado, que prefieren que nada cambie nunca. “El cine no se toca” repiten como un mantra, cuando en realidad lo que se está poniendo en cuestión es el funcionamiento del INCAA. Parece que nos quieren decir que no se puede cuestionar nada, que hay que dejar todo como está para siempre, aunque esté a la vista lo pésimo que funcionaba.

Gastón: Los artistas son infumables con su supuesta superioridad moral. Que son frágiles, que son necesarios, que hay que protegerlos… No entiendo por qué piensan que son más importantes que un farmacéutico, un cocinero o un delivery. Hay mucha hipocresía en esos videos donde repiten consignas con cara de circunstancia, en los banderazos, en los abrazos a edificios, cuando suben a recibir un premio y hacen su discurso… un plomazo. Pero hay un spot puntual que intenta defender al cine que supera todo. El súmun del chauvinismo. Es la selección de fútbol cantando el himno en la final del Mundial, intercalado por imágenes de películas argentinas. Cine, patria y fútbol, no me imagino peor asociación que puede sufrir cualquier creación, cualquier película. Un horror.

¿Les trajo algún problema con la gente con la que trabajan? Porque sacando a los protagonistas (Francella, Oscar Martínez, Brandoni), la mayoría de los actores y de los técnicos deben ser kirchneristas. ¿Cómo es el ambiente de trabajo?

Gastón: El clima de trabajo es muy bueno en nuestras series y películas. Hay respeto y buena energía porque todos aprendemos un montón filmando, técnicos, actores, nosotros. Es una experiencia colectiva muy intensa y exigente que no da para blabletas políticas que son de la boca para afuera, y están a un año luz de la realidad diaria. Lo digo porque la verdadera ideología es lo que hacemos todos los días, no a quién votamos o qué opinamos con nuestra bocota.

Mariano: No te voy a negar que muchas veces andan revoloteando por el set, entre los técnicos, los del sindicato, con posiciones anacrónicas, muy fuera de época, como si se siguiera filmando en blanco y negro, en celuloide y editando con moviola. Por ejemplo, cuando vino Robert De Niro a filmar a Argentina [en 2022 para la serie Nada, estrenada el año pasado en Star+], la Asociación Argentina de Actores quiso prohibirnos el uso de teleprompter. De Niro pidió esta tecnología como apoyo para hacer una escena con un texto re largo. Del sindicato nos mandaron una carta diciéndonos que en Argentina los actores debían saber el texto de memoria y que estaba prohibido el uso de teleprompter “en todo el territorio nacional”. Muy ridículo, imagínate… decirle a De Niro cómo tiene que actuar. Obvio que no les dimos ni bola y De Niro tuvo su teleprompter.

¿Cómo fue trabajar con Dady Brieva? Para mí, su personaje en El ciudadano ilustre incluso parodia de alguna manera al resentido peronista.

Gastón: No definiría al personaje como resentido peronista, lo siento más contradictorio. La construcción la hizo junto a nosotros de manera muy consciente, se cagaba de risa. Se reía porque conocía varios así de su pueblo, parecidos a ese bicho que interpretaba. Le encantó hacer ese personaje. Jamás elegimos o no a un actor por lo que piensa de política, llamamos al que nos parece ideal para cada rol. Muchas veces las posiciones políticas públicas, para un lado o para otro, no tienen nada que ver con la ontología profunda de las personas, que sí se pone en juego en acciones o decisiones que en algún momento te propone la diaria.

Mariano: Dady trabajó muy bien con Oscar Martínez en El ciudadano ilustre, aunque eran el agua y el aceite en todo sentido, y eso se notaba en la pantalla, sumó. También fue todo perfecto en 4×4, donde actuó con Beto Brandoni. Dady le decía, amigable: vos tendrías que haber sido peronista, Beto. Y Beto le decía: las pelotas. En esta película, el papel del médico desquiciado por la inseguridad que hace Dady no es un papel que agarre cualquier actor, porque era una papa caliente, muy poco empático, incorrecto y peligroso. Fue generoso y se tiró a la pileta con nosotros.

Cuando veo los comentarios de sus películas en Letterboxd, la mayoría de los negativos son de usuarios argentinos y la mayoría de los positivos son de usuarios extranjeros. ¿Por qué les parece que pasa eso?

Mariano: No sabía, pero me parece lógico que pase eso. Me acuerdo de que en la primera crítica que salió de El ciudadano ilustre, el crítico estaba bastante ofendido porque en el despacho del intendente chantún del pueblo habíamos puesto un retrato de Perón dominando la escena, y eso le parecía algo subrayado y hasta agraviante. ¡Pero el cuadro estaba en la intendencia del pueblo real! No tocamos nada, lo dejamos tal cual el despacho real. Hasta el desodorante de ambiente que estaba al lado del cuadro, que se prendía automático y tiraba un rocío cada cinco minutos. En esa comidilla tan local un crítico de afuera no entra.

Gastón: Creo que muchos críticos patalean porque se sienten aludidos por comentarios a cierto mundo progre que hay en nuestras películas, y que los incluye. Hablar sobre eso no es usual en el cine argentino y ofende a mansalva. Entonces chillan. No les gusta lo que les devuelve el espejo. Nuestras películas tocan esos temas con cierta arrogancia, y a muchos les parece mal que alguien levante la cabeza y diga lo que piensa sobre ese mundo. Prefieren películas sobre una familia disfuncional que va a tirar las cenizas del abuelo a una playa en invierno, películas de iniciación sexual adolescente, o sobre el mundo de la marginalidad del conurbano, donde sus propias vidas no son aludidas. Nosotros, en definitiva, y mal que nos pese, somos progres también, ¿cómo no vamos a criticar nuestro propio universo y nuestras propias ideas? Si uno no puede criticarlas o burlarse, o al menos ponerlas en entredicho, esas ideas serían una prisión.

¿En qué se definen “progres”? ¿Por qué creen que se volvió medio una mala palabra? ¿Por qué decís “mal que nos pese”?

Mariano: Porque hoy eso se convirtió en algo muy anacrónico. Gente con un discurso buenista y que repite consignas nobles, pero sólo de la boca para afuera, porque en su vida real no quieren que nada cambie, están cómodos, inmóviles, encerrados adentro de cuatro ideas políticas rancias. Esas ideas políticas son sólo enunciados orales sin ninguna aplicación en la vida cotidiana de nadie. Es re fácil sentir que cumpliste y adherir a una causa haciendo un posteo o poniendo un like en una red social mientras seguís siendo el mismo salame de siempre.

Gastón: A los progres les gustan ciertos artistas, ciertas comidas y adhieren a ciertas causas, todo desde la comodidad de su sillón y sin mover un dedo, escuchando a Jarrett mientras se tiran pedos. Es sólo discurso, cero acción, cero injerencia en la realidad. Hoy son, junto a los artistas en general, el sector social más chanta y aburguesado.

El otro día se viralizó un video en el que vos y Mariano dicen que no les gusta el fútbol y generó una catarata de indignación. Muchos dijeron “entonces sus películas son autobiográficas, ellos son como sus personajes”. ¿Qué hay de misantropía y qué de autocrítica en sus películas?

Gastón: Creo que más bien retratamos los claroscuros que tienen todas las personas. Cuando eso lo ponés en el cine, muchos prefieren catalogarlo como misantropía para exculparse y no verse ellos mismos interpelados. La realidad es misantrópica en todo caso. Autocrítica, claro que hay, siempre: la historia de El hombre de al lado le pasó a mi hermano Andrés [Duprat, guionista de la película], sólo que no dejó morir a su vecino, no llegó hasta esa fase, digamos. (risas)

Mariano: El fútbol como espectáculo para mí es intrascendente, no me conmueve. Lo interesante es todo lo que ocurre alrededor: la enajenación, la violencia, el patrioterismo, la frustración mal canalizada. Nuestros dos próximos proyectos tienen que ver con el tema: una es la película con De Niro que haremos el año que viene sobre un ídolo popular, ya retirado y en completa decadencia, cuyo entorno de obsecuentes, novias, ex mujeres, amigos, abogados, contadores, agentes y demás se niegan a dejar de vivir de él, aunque el tipo ya está en la lona. Y la otra es directamente sobre el fútbol, ahí van a tener buen argumento para bardearnos y decir que somos unos amargos antipatrióticos.

¿Me pueden contar un poco más de esto?

Gastón: Va de un crack de fútbol que un día manda todo al carajo en el momento más alto de su carrera.

Mariano: Pará, no cuentes más que la van a querer cancelar antes de que la filmemos. Igual tiene final feliz, para que se queden tranquilos los futboleros. (risas)

Gastón: El protagonista no te lo puedo decir, pero es un actor de mediana edad, Oscar winner.

También muchos de los que se indignaron por el video contra el fútbol los acusaron de antipopulares, pero a la vez sus productos son pensados para ser populares, y en general lo son, y sus influencias son populares, no elitistas.

Gastón: Una vez que ves un cine lleno con una película tuya, instantáneamente dejás de lado la boludez de que lo masivo es de mala calidad. Esa es una defensa muy rudimentaria. Yo antes de estrenar una película en la Lugones me mato. El verdadero éxito artístico es cuando calidad y masividad se logran unir, algo complejísimo y que sucede poco. Yo no tengo influencias cinéfilas, la verdad, de aquí me gustan mucho varias películas de Alejandro Doria –completamente ninguneado en Argentina–, que justamente eran películas de mucha calidad, incorrectas en su discurso y muy taquilleras. La influencia viene más por otros sectores: Calamaro, Charly, Gasalla… artistas geniales, cero condescendientes, filosos e hiperpopulares.

Mariano: No diseñamos nuestros trabajos para que sean populares, para nada. El encargado y Nada tienen éxito, pero las hicimos de un modo tan artesanal y autoral como cuando hacíamos videoarte en los ’90 o el programa Televisión Abierta, que era un disparate. Cero especulación. Cero focus groups. Nos divierte poner nuestras ideas sobre el mundo en nuestras pelis y series, sentimos que esas ideas estarían ausentes en el cine argentino, donde, salvo excepciones, las temáticas son más bien uniformes y alineadas, con un estilo gris que se solidificó a lo largo de los años de subvención mal ejecutada, que no seducen a nadie, ni al público masivo, ni al público más experto; es decir, no apuntan a nada ni a nadie, ni reflexionan sobre nada nuevo o que inquiete a alguien. En general se filmaba por inercia, y eso sin querer generó un estilo, y por eso hay muchos que le huyen al cine argentino y no quieren fumarse esos bodrios, menos aún pagando una entrada.

Cuando terminamos de ver El encargado, estuvimos un rato largo con unos amigos discutiendo si Eliseo es psicópata o no. Yo decía que no. Coincido con la nena del final de la primera temporada que le dice “vos te hacés el malo, pero en el fondo sos bueno”. ¿Cómo la vieron en el resto de Latinoamérica? ¿Tuvieron algún contacto con público de afuera?

Gastón: En España no pueden creer la mala hostia (como dicen ellos) que tiene el personaje de Eliseo. Pegó muchísimo allá, hay fanáticos.

Mariano: Para mí, Eliseo es fascinante. Es un depredador. Pero tiene la austeridad de un monje tibetano. Me gusta mucho que no desee nada de lo que tienen los propietarios del edificio, nada de lo material, ni de lo suntuario. Lo único que le interesa es tener poder y usarlo para divertirse, ahí reside todo. Eso, y que asusta a la gente que pasa caminando, son las cosas que más disfruto del personaje.

Hay un lugar común que dice que las plataformas tipo Netflix o Disney son demasiado políticamente correctas o woke. ¿Cuál es la experiencia de ustedes?

Mariano: En el caso nuestro, con Disney, a ellos les gusta lo que hacemos, conocen nuestro estilo, que tiene bastante de incorrección, y apuestan. Nos movemos con mucha libertad. Pero me consta que no es así en todas las plataformas. Cada serie que nos encargan no deja de ser un reto muy desafiante, son artefactos carísimos de varios millones de dólares. Disney apostó con varias series nuestras bastante incorrectas o a contramano de lo woke, como El encargado o Bellas Artes. También se la jugaron con lo de De Niro, fue una apuesta enorme. Por suerte, todos estos contenidos bastante desafiantes tuvieron una tremenda respuesta de público, y eso las avala. No nos objetan los contenidos, libertad total. De todos modos, nosotros no podríamos trabajar de otra manera. Eso no quiere decir que no escuchemos opiniones, eso lo hicimos siempre.

Gastón: Es verdad, tenemos un sistema bastante democrático para trabajar, compartiendo ideas con los productores, actores y el equipo, al revés de esa cosa vertical y milica del cine, donde el director decide todo solo (aunque no tenga idea de lo que está haciendo), nadie le dice nada, y así se pone la película de sombrero, como hay tantos casos. Personalmente, me gusta escuchar opiniones sobre lo que estamos tramando. En Disney lo hacen con complicidad y entendiendo que nosotros tenemos ciertos temas de interés y cierta mirada sobre el mundo. Si ves Bellas Artes vas a ver temas muy espinosos tratados con mucho desparpajo. Y ni hablar de la segunda temporada, que se estrena este año, que es mucho más picante. Y la tercera temporada de El encargado, que se viene ahora, toca mucho tema sensible, ya verán. Ahí sí que nos vamos a tener que ir a vivir a Uruguay (risas).

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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