Fuego Amigo

Las tres caras de Byung-Chul Han

En 'Infocracia', el filósofo coreano-alemán mantiene su línea de libros anteriores: es un crítico mediocre de la democracia liberal pero un observador perspicaz de ciertos fenómenos sociales.

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han tiene tres facetas: la de hablador, la de comentarista enemigo y la de observador perspicaz. Como hablador, a Han se le rebalsa la boca como una bañadera llena de agua; se habla encima; dice todo como viene, amontonado y sin orden; es un borbotón en el que se revuelven ideas, conceptos, palabras, visiones y observaciones, de modo que por momentos es difícil encontrar un hilo. Sin embargo, después de leerlo bastante, con mucho esfuerzo o a toda velocidad, te queda la idea de que el señor vio algo interesante.

Como comentarista crítico o enemigo de lo que ve, Han se sube a la corriente de Foucault, Habermas y Arendt. Una especie de pos-marxismo. Ataca a “los poderosos” neoliberales que diseñarían una sociedad opresora y defiende a unos supuestos buenos, que serían los débiles dominados, que casi no pueden hacer nada, sólo debatirse sometidos en un mar ajeno. La primera parte de su libro Infocracia: la digitalización y la democracia, publicado recientemente, está llena de eso. Este comentarista enemigo no se pregunta ni se contesta tres cosas básicas: a) quiénes son los poderosos; b) cuál es la finalidad o el propósito de su dominio y diseños; c) cuáles son las reglas a las que están sometidos esos poderosos.

Me da la impresión de que Han y los suyos son intelectuales a quienes no les gusta lo que ven y entonces la emprenden como Don Quijote contra los molinos de viento. Les encanta hacer asociaciones de ideas e inventar palabras, porque no pueden expresarse simplemente con palabras, porque están inventando cosas supuestamente originales o brillantes. Endiosan al pueblo, pero odian a los hombres comunes y a su sentido común. Odian a Ronald Reagan (“un actor”, según Han, y no un líder con ideas valiosas y claras) y se aman a sí mismos como integrantes de una élite iluminada, que realmente comprende lo comunitario, lo complejo, lo relevante. Por eso tienen su propio idioma, por momentos casi incomprensible.

Endiosan al pueblo, pero odian a los hombres comunes y a su sentido común.

La tercera faceta de Han es la más interesante. Es un observador perspicaz de ciertos fenómenos y de sus consecuencias. Por ejemplo, pone en valor el fenómeno del pensamiento dominantemente audiovisual, como un pensamiento superficial, simplificador, que reprime, dice, “prácticas cognitivas que consumen tiempo, como el saber, la experiencia y el conocimiento”.

El anti-hedonismo

Luego agrega que eso provoca una incapacidad de escuchar y de empatía, porque se desdibuja al otro, que es quién podría explicar las cosas de un modo diferente o sacarte del error. Eso a su vez genera una necesidad de identidad y comunidad que se da –de un modo adolescente– por la incorporación de muchas personas a una tribu, en la que sólo importa atacar al enemigo y justificar a los propios, y allí la verdad y los hechos pasan a ser irrelevantes. Esa es la sociedad polarizada en la que el diálogo es vituperado y casi imposible.

Es acertado cómo Han describe el proceso de la toma digital de datos sobre los sentimientos, aficiones y acciones de las personas, que permite una manipulación subconsciente y masiva de esas personas, llevándolas al tribalismo por la participación en grupos que refuerzan sus creencias e impiden el diálogo y el razonamiento.

También me parece interesante, por fin, la salida conservadora y anti-hedonista de Han a tanto desastre, que se nota cuando observa que en este contexto digital “todos los deseos y todas las necesidades deben ser satisfechos de inmediato; la gente está obnubilada por la diversión, el consumo y el placer”. Un poco más adelante escribe: “Se están disolviendo los contextos culturales y las tradiciones que nos anclan en un común mundo de la vida”. Me gusta cuando defiende la racionalidad comunicativa basada en la autonomía y la libertad del individuo, cuando identifica razonamiento con aprendizaje y cuando promueve el impulso a la verdad contra aquellos a los que les es indiferente la distinción entre mentira y verdad, los bullshiters, como Hitler cuando decía que las mentiras sólo pueden tener éxito si son enormes. La democracia, concluye, “requiere de aquellas personas que se atreven a decir la verdad”.

INFOCRACIA
La digitalización y la democracia
Byung-Chul Han
Taurus. 2022
$1500. 112 páginas

 

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Federico Pinedo

Abogado. Ex senador nacional y ex diputado nacional.

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