BUENOS MUCHACHOS (WARNER BROS.)
Cazafantasmas

Siempre los malditos dólares

Hablamos con el consultor Pablo Siciliano sobre las películas que nos cambiaron la vida, por qué ir al cine es una experiencia del siglo XX y cuántos seguidores tendría Van Gogh en Instagram.

Puede que no haya mejor resultado de una charla que cuando te hace cambiar de opinión sobre algo. Pasa poco y hoy me pasó. Charlé con mi amigo Pablo Siciliano, guionista y realizador audiovisual que hoy tiene una empresa que brinda servicios de comunicación estratégica. Hablamos de Melville, de Malle, de Gene Hackman, pero sobre todo me hizo darme cuenta de que eso que yo creía de que las películas no te cambiaban la vida era una equivocación.

Pablo Siciliano

Estuve viendo mucho cine, pero hay dos películas que me gustaron especialmente: El tren, de John Frankenheimer, y El último suspiro, de Jean-Pierre Melville. La primera tiene un conflicto maravilloso: la Segunda Guerra Mundial está por terminar y un oficial nazi en la Francia ocupada quiere llevarse las obras de artistas como Picasso o Degas a Alemania. Los encargados de sabotear ese plan son unos trabajadores de la Resistencia que no tienen la menor idea sobre arte pero que entienden que eso es algo importante. Es decir, los héroes dan la vida por custodiar obras que no comprenden por un sentido de patriotismo y de justicia general que te conmueve. Lo que siempre me gustó del cine es que te enseña a vivir, a ser mejor persona, a entender lo que significa la ética.

En El último suspiro los personajes son criminales y delincuentes, pero a su vez tienen un código de conducta y una lealtad irrompible.

Cuando empecé a ver cine de manera más o menos industrial, lo que me gustaba de películas como por ejemplo El joven Lincoln sobre todas las cosas es que eran un manual para la vida. No sé dónde hubiera capturado eso si no fuera por las películas.

Diego Papic

Hay un pregunta que siempre se repite y que a mí me molesta que es “qué película (o libro o disco) te cambió la vida” y a mí me molesta porque no creo que ninguna película me haya cambiado la vida literalmente. ¿A vos sí?

Pablo Siciliano

Jaja. Es cierto, sí, no hay manera de que una película te cambie la vida. Lo que sí es cierto es que terminé anotándome en la carrera de cine por Buenos muchachos o Tiempos violentos, una influencia típica de cualquier persona de mi generación. Creo que esas dos películas fueron las primeras que me hicieron pensar en el cine como herramienta porque, bueno, eso es básicamente lo que hacen, ¿no? Ambas son experimentos de montaje porque son también ejercicios de la memoria. O sea, en un sentido muy pragmático, aunque no emocional, tuvieron un efecto directo en mi biografía.

Diego Papic

Es cierto, esas dos películas fueron fundamentales para mí también. Es una cuestión generacional, obviamente. Pero además creo que ambas, sin ser experimentales sin particularmente artie, ponen en primer plano el artificio del cine. Creo que ahí empecé a sospechar que había algo más detrás de qué te están contando y es el cómo. Buenos muchachos me acuerdo que la vi en video, yo tendría catorce años más o menos. No sabía lo que era un plano secuencia pero percibía que algo raro había en esa escena del Copacabana. Quizás era medio cínico cuando decía que una película no te podía cambiar la vida. Es cierto que no tu vida entendida como tu biografía, pero sí quizás tu biografía cinéfila.

Pablo Siciliano

Lo que contás lo podría haber escrito yo, palabra por palabra. El plano secuencia de la entrada al Copacabana me generó la misma impresión poderosa porque pude ver que detrás de esa coreografía había un camarógrafo, un director de fotografía, un director disfrutando de su dispositivo. Te diría que en ese preciso momento perdí la inocencia con la que miraba, no sé, las películas de Disney. Recordemos que, además, en lugar de ingresar al Copacabana por la puerta principal Ray Liotta la lleva a Lorraine Bracco por la cocina y por unos pasillos oscuros hasta llegar al escenario central. Scorsese es perfectamente consciente de que nos está mostrando el carácter artificial no del bar sino del cine en general. Él siempre fue un director de los ’70, ese período increíble de la “autoconciencia”. Bueno, eso es autoconciencia en estado puro.

Diego Papic

Claro, entra por atrás y llega adelante de todo, adonde le ponen una mesa especialmente para él. Una metáfora de toda su vida. Y ella se enamora en ese momento.

Pablo Siciliano

Si. Hay otro plano genial en esa película, cuando Ray Liotta de chico ve a través de la ventana a los mafiosos que se juntan en una esquina y hacen lo que quieren en contraste con su padre trabajador. Toda la película es el viaje al otro lado de la ventana, digamos. En Hollywood es una narración muy común: “cuidado con lo que deseas”. Alicia quiere un libro con dibujos y bueno, se cumple su deseo y ese sueño se transforma en una especie de pesadilla. Lo mismo le pasa al personaje de Liotta.

Diego Papic

No me acuerdo quién fue que comparaba las películas de mafia de Scorsese con las de Coppola y decía que las de Scorsese mostraban fascinación por ese mundo mientras que las de Coppola, repulsión. Pasa en todas las de Scorsese. Una de mis favoritas es Después de hora, en la que un aburrido oficinista se pierde en el Soho de Manhattan una noche pesadillesca y recorre todos los rincones más marginales y bohemios, y en un momento cae en un boliche medio punk sadomaso y se lo ve al propio Scorsese haciendo un cameo disfrazado de milico apuntando a la muchedumbre de freaks con un reflector. Es el católico que observa de lejos a los freaks. Un voyeur. Eso es un director de cine, después de todo. Quizás un cinéfilo también.

Pablo Siciliano

Si, me acuerdo de ese plano de Scorsese con el reflector y tiene ese sentido que mencionás. Yo creo que El padrino es un estudio sobre el poder, sus mecanismos y sus gestos, su naturaleza inevitablemente corrupta. Todo el conflicto de la película se origina porque Sonny dice algo de más frente a Sollozzo, es decir, porque no sabe manejar el poder. En cambio, los personajes de Scorsese nunca tienen poder, son tipos mediocres desesperados por cumplir el sueño americano a cualquier costo.

Scorsese siempre pone escenas ambiguas al cierre de sus películas. En Buenos muchachos lo ves a Liotta en bata levantando el diario en la puerta de su casa prefabricada, en El lobo de Wall Street ves al policía volviendo a su casa en subte. En sus películas casi todo gira alrededor del dinero, típica ambición de gente mediocre. Como dice Joe Pesci en Casino, “always the dollars, always the fuckin’ dollars”.

Diego Papic

Es verdad. Bueno, toda la trama de Después de hora avanza gracias a la ausencia de dinero. Empieza cuando Griffin Dunne pierde el billete en el taxi. Pero decime qué otras películas te “cambiaron la vida”.

Pablo Siciliano

A los 16 años vi, en un lapso muy corto de tiempo, Robocop y El vengador del futuro, de Paul Verhoeven, y ambas me volaron la cabeza. Tienen una visión muy oscura y pesimista de la tecnología y el modo en que puede ser utilizada por el poder como herramienta de opresión. Una idea muy actual, ¿no? A su vez, ambas son como historietas, pulp fictions poco pretenciosos pero muy entretenidos. Me gusta que no tengan mensajes “grandes” y espirituales, son crudas. Y en ambas los cuerpos humanos son permanentemente mutilados, incinerados, desintegrados. Estamos en un universo dominado por las máquinas en el que la materia biológica es débil y desechable.

Diego Papic

En otras conversaciones como estas hablamos con David Obarrio y Daniel Alaniz y dijimos que los ’90 había sido la última gran década del cine, al menos del cine americano. ¿Qué pensás? Hay que tener cuidado de no confundirse por una cuestión generacional.

Pablo Siciliano

Es probable que los ’90 sean la última gran década del cine por cuestiones muy lógicas. Lo más importante es lo tecnológico: la aparición de internet y de los smartphones cambió totalmente nuestros consumos. Suena como una obviedad, pero justamente por eso uno tiende a olvidarlo.

Hace un par de semanas me bajé y vi en el sillón de mi casa dos o tres películas de Louis Malle mientras chequeaba en el celular cosas sobre él. Me imagino que todo el mundo ve películas así. Es casi demencial. Esa experiencia cambia a su vez la industria: ya no necesitás ir al cine para ver cine. Los otros días Pablo Maurette decía en un grupo de Whatsapp que compartimos con vos, La Llamada Fatal, que “ir al cine es una experiencia del siglo XX”, como ir a un museo. Fui hace poco al Atlas de Patio Bullrich, la pasé increíble pero sí, fue una situación de otro mundo.

Las grandes compañías como Disney hacen películas franquiciables, con el modelo Star Wars en la cabeza, en los que la entrada sea un elemento más de los ingresos entre muñequitos, parques de diversiones temáticos, etc. Todo eso hace más problemático el financiamiento para el cine adulto, que era todo un segmento de producción en los ’90. Cuando Brad Pitt incursionó en la producción de películas salió horrorizado pensando en eso, en que es difícil conseguir plata para hacer cine y que, aun cuando la consigas, es muy difícil ganar algo.

Hoy el “segmento adulto” se canaliza a través de las series o de las películas para Netflix y aunque aparecieron cosas muy buenas, es cierto que en los ’90 podías ir a ver una película de Lasse Hallström y a la semana siguiente otra de Frank Darabont y luego otra de Alan Pakula y luego otra de James Mangold, a quien mencionaron en la charla anterior. Ninguno de ellos es necesariamente un genio absoluto del cine pero son grandes directores que hoy no sé bien qué hacen. Quizás el cine adulto se haya muerto cuando Gene Hackman decidió desaparecer de la escena pública. La vio antes que todos. Es una buena metáfora.

Esto me hizo pensar en una charla que tuve hace poco con amigos. Si hoy sos Van Gogh, Matisse o Wilder, un genio artístico, ¿qué estás haciendo? ¿En qué rubro estás metido? ¿Sos programador?

Diego Papic

Hasta antes de la pandemia parecía que el cine en las salas de cine quedaba sólo para los tanques de superhéroes, pero la pandemia les dio el tiro de gracia a las salas. Fijate lo que pasó con Black Widow.

Yo no soy un purista, igual. Me gusta poder ver en mi casa La venganza del muerto como vi el otro día, una película que de otra manera no hubiera podido ver (ok, tengo la suerte de tener una buena tele y buena internet). Me conformo con que las salas sigan existiendo para ocasiones especiales, estrenos muy grandes o rescates. Hace poco estrenaron Los inútiles. Hace un par de años (prepandemia) fui al cine a ver Alien.

En cuanto a Van Gogh, quizás tendría un perfil en Instagram con millones de seguidores, por ahí le iría mejor que como le fue. O quizás se anotaría en Mecenazgo de CABA.

Pablo Siciliano

Yo tampoco soy purista, por eso te contaba la anécdota de Malle. Es el mejor plan del mundo. Justo la peli que fui a ver al Atlas fue Los inútiles, de Fellini. Terminé llorando emocionado. Qué hermoso es el cine cuando está bien hecho.

 

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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