Hernán Schell es crítico, guionista y profesor de cine. Ha dictado infinidad de cursos, entre ellos sobre el cine de Stanley Kubrick (del que sin dudas es un especialista y sobre quien está escribiendo un libro), sobre la nouvelle vague, sobre el cine americano de los ’70, y demás. No sólo es un cinéfilo apasionado, sino también un gran lector de crítica: puede hablar tanto del cine de Buster Keaton como de los textos de Manny Farber o Adrian Martin con la misma soltura, trazando relaciones insospechadas.
Empezamos preguntándole qué películas vio últimamente y la charla fluyó.
Hernán Schell
La verdad que todo lo interesante que he visto tiene más de veinte años de antigüedad. Por decirte un ejemplo: en los últimos días las películas que reví fueron El placer de Max Ophüls (top 5 personal), El año que vivimos en peligro y Matrimonio por conveniencia de Peter Weir (una muy buena película y una obra maestra respectivamente) y Rescatando al soldado Ryan (una película mucho más deforme de lo que recordaba).
No es que reniegue del cine actual. Mi propio laburo de docente me obliga a rever antes que ver cosas nuevas y mi beba que tiene ahora nueve meses me impide tener el tiempo para ver estrenos asiduamente y mucho menos descubrir un nuevo cine o realizadores nuevos. Esta es una razón por la cual que cada vez que digo a lo que me dedico, antepongo la docencia o el guion antes que la crítica. Una de las funciones de la crítica, creo yo, es estar ávido de conocer cosas nuevas. Hoy ya casi no puedo hacer eso.
Diego Papic
Siempre pensé que la velocidad en la que en general deben publicarse las críticas atenta contra su calidad. Es más, voy a tirar una hipótesis: uno no ve realmente una película hasta que la ve por segunda vez. ¿Qué opinás?
Hernán Schell
Sí, seguro. Esa es una de las razones por las cuales no me gustaba demasiado hacer crónicas de festivales. Cada vez que escribía terminaba diciendo “creo que” o “puede que algo se me haya escapado”. Tal vez por eso es que los festivales (o al menos el ejercicio de tomarse uno en serio viendo varias películas al día) sirven muchísimo para tener primeras impresiones, para intuir grandes películas, pero pocas veces para realmente descubrir grandes películas. Eso se ve después.
Respecto de la calidad de las críticas que salen de una escritura rápida, creo que no aplica a todas. Hay grandes críticas que salen de primeras impresiones fugaces. Pero eso le sale en general a gente que también maneja grandes ideas previas sobre el cine que les permite encajarlas en esa película. Muchas de las mejores notas que escribí se dieron a partir de primeras miradas, pero era porque justo esa película manejaba una idea sobre el cine que venía rumiando hace mucho. Los grandes críticos suelen escribir una gran cantidad de grandes notas en buena parte porque manejan muchísimas ideas sobre el cine, o la escritura o incluso el mundo (o las tres cosas juntas) antes siquiera de ver la película. Entonces cuando ven películas, aunque sea por primera vez, logran decir cosas geniales. El ejemplo paradigmático es André Bazin: tenía ideas brillantes y las aplicaba a lo que veía. El resultado era que muchas veces las ideas de la crítica eran muchísimo más interesante que la película. Pero qué sé yo, críticos como Bazin, Manny Farber, Serge Daney están en el Olimpo de la crítica. Yo que soy del resto de los mortales críticos, tuve que conformarme con encontrar de vez en cuando alguna película que justo encajara con una idea previa interesante.
Diego Papic
En lo que decís subyace una idea que comparto. Si bien, al menos en teoría, toda película podría originar grandes textos, en general hay películas que nos motivan más que otras y eso muchas veces no tiene que ver con la calidad de las películas. Hay películas malas que nos hacen pensar sobre el cine mucho más que otras que por ahí son buenas pero no nos sugieren demasiado para pensar sobre ellas. No sé qué opinás. A mí me pasaba cuando tenía que escribir sobre estrenos.
Hernán Schell
Sí, claro, hay malas películas clave, término que acuñó Pauline Kael, si mal no recuerdo. A veces lo son porque revelan un estado particular del cine o una limitación de un director de cine personal (las malas películas de los grandes directores suelen fascinarme porque es como si contemplaras su talón de Aquiles), pero a veces también porque revelan algo que el propio crítico ve como su límite de aquello que no le gusta en el cine.
El ejemplo paradigmático es “El travelling de Kapò” de Serge Daney, donde Daney es capaz de destrozar una película incluso sin haberla visto porque sabe de inmediato que hay algo contra lo que él reacciona inmediatamente. Pero, por ejemplo, recuerdo “Cazadores de la aventura perdida” de Ángel Faretta, un texto de los ’80 sobre Indiana Jones y Star Wars donde Faretta define un aspecto que él considera nocivo a la hora de plantear el entretenimiento. Adoro esos dos textos y los leí miles de veces, no porque coincida tanto con ellos, sino porque son tomas de posición muy personales y muy originales de críticos que encontraron un límite propio, qué es lo que no toleran.
Diego Papic
Ahí hay una diferencia clave entre dos tipos de crítica: la crítica “de recomendación” (o reseña) y la crítica de análisis, que es algo que hasta puede ir separado de la película. Lo hablé acá con Javier Porta Fouz, que me dijo que por ahí lee críticas de películas que no va a ver y es como otra dimensión de la crítica.
Creo que cuando se habla mal de la crítica, en general se habla del “reseñismo”, que es cada vez más abundante gracias a las redes sociales y la proliferación de blogs y medios digitales y la avidez por decir algo antes que el resto. Como no pueden ser originales, al menos quieren ser veloces.
Hernán Schell
Sí, son diferenciaciones que vienen también de una concepción personal de la crítica. Yo vengo de El Amante, de la época en la que Porta Fouz era editor y Jefe de Redacción, y era una revista que buscaba la polémica constante, no sólo con lectores sino incluso entre los redactores. Si se veía que había una opinión en contra de una película que veinte creían genial o viceversa, se trataba de que en ese mismo número o números separados estuvieran las dos miradas. Me acuerdo que la primera vez que compré la revista no me había gustado un choto porque no entendía cómo la misma revista en donde un redactor decía que algo era bueno, otro, en otra página, decía que eso mismo era malo. Años después me uní a esa revista y entendí el juego. Había una búsqueda ahí de que se revelara no sólo la película sino sobre todo el crítico que había atrás.
Volviendo a Farber, él decía que lo que menos importaba de un crítico era si la película le había gustado o no. Él fue absolutamente consecuente con eso. Vos lees un texto de Manny Farber y ves su pasión por la escritura, por inventar terminologías nuevas, por la digresión. Adrian Martin, quizás el mejor crítico vivo, decía que el gran error que tuvieron los continuadores de Farber fue simplemente quedarse con sus gustos. Entonces como Farber deploraba el cine pomposo y adoraba un cine más libre e impredecible, lo único que tomaron fue eso. Que es la parte fácil. Lo jodido está en lo otro, en tener una personalidad a la hora de expresar qué películas te gustan o no.
Hoy con Faretta y algunos “farettianos” pasa algo muy similar. Lo que toman son los gustos de él, y aquellos ligados al cine, porque justamente los ligados a la literatura, la filosofía, la música, ya son mucho más demandantes y exigen más tiempo. Y lo que hacen además es tomar solamente su idea de la primera y segunda historia. De ahí que las críticas de algunos farettianos parecieran ser meras interpretaciones de cómo este objeto representa tal o cual cosa y más que a Faretta haciendo interpretaciones basadas en su erudición y originalidad (que en varios textos de él he apreciado, sin ser farettiano), lo que terminás teniendo es algo similar a Charles Manson interpretando mensajes escondidos en las canciones de Los Beatles.
Diego Papic
Me acuerdo de la interpretación de Faretta de la secuencia del hospital en El padrino. Cuando Michael va a visitar a su padre y descubre que está sin custodia y tiene que protegerlo. Lo vi en una charla y fue inolvidable, nos reveló un sentido oculto incluso con detalles que no sé si no habrán estado ocultos para el propio Coppola (recuerdo el sándwich cortado al medio como símbolo de la duplicidad de Michael, que en ese momento bisagra de su biografía estaba pasando de ser un respetable veterano de guerra a un mafioso). Pero es cierto que eso parece más un show. Si esa charla hubiera sido una película y Faretta tuviera que hacer la crítica, quizás hablaría de la aventura perdida también.
Vos sos especialista en Stanley Kubrick y su cine es muy propenso a esos análisis. Es célebre el documental Room 237, aunque no sé si te gusta.
Hernán Schell
Ese documental me divierte mucho, a pesar (o quizás porque) de cada diez ideas que hay ahí sobre El resplandor, nueve son un disparate que bordea lo psicótico. Igual no sólo El resplandor despierta esas teorías. También 2001, La naranja mecánica y Ojos bien cerrados son generadoras de las interpretaciones más libres que te puedas imaginar.
Un poco te lo entiendo, estoy escribiendo un libro sobre Stanley Kubrick y hay películas que cuando te gustan no podés parar de encontrarles capas, capas y capas. El Amante tenía una mirada en general muy detractora de Kubrick y lo que he notado es que el gusto o no por él depende mucho también de cómo te posiciones de antemano frente a su cine. Así como existen los “kubrickianos” fanáticos que ven en cualquier plano una intención, una genialidad, un código a descifrar, es muy común encontrar la idea de que Kubrick hace las cosas porque sí, como sin otro sentido que sus caprichos.
Recuerdo una crítica de Santiago García, por ejemplo, en la que decía que Yorgos Lanthimos hace “travellings que convierten a Stanley Kubrick en Yasujiro Ozu por su esteticismo sin justificación”. Y hace dos años tuve otra conversación con otro ex-El Amante, Juan Villegas, que me preguntaba cómo podía defender el uso de las velas en Barry Lyndon. Es una pregunta rara, porque no se suelen preguntar cosas como si se defiende o no el no uso de la música en Los pájaros de Hitchcock o la construcción de una casa de muñecas gigante en El terror de las chicas de Jerry Lewis. Son decisiones extravagantes y distintas que en el caso de Hitchcock y Lewis se les encuentra un sentido y en el caso de Kubrick en vez de buscárselo se lo ve como un acto de pedantería o gratuidad.
A mí no me ha costado encontrarle sentido a los largos movimientos de cámara de Kubrick en 2001, a las velas y el uso de la hora mágica en Barry Lyndon o el trabajo con la steadycam de El resplandor. Pero creo que también ahí juega mucho la predisposición que tenés con determinado director. Kubrick es un realizador que cae mal, y no sé por qué en especial en mucha crítica argentina, entonces creo que se llega a conclusiones a partir de bases ya de por sí poco favorables hacia él. Pasa todo el tiempo eso en la crítica. A mí me pasó mil veces. Recuerdo en una clase, haciéndome el canchero como docente, empecé a hablar mal de Birdman y a decir lo gratuito que me parecía ese larguísimo plano secuencia. De pronto un alumno al que le gustaba la película me dijo que había un sentido allí, ya que la película hablaba del mundo teatral, donde todo era finalmente una sola toma, donde no había repetición. La película me sigue pareciendo pésima, pero es una interpretación válida, y quizás al momento de verla la hubiera odiado (un poco) menos si veía eso más como un gesto acorde con un pensamiento antes que como una extravagancia molesta.
Sospecho que es por eso que puede aburrir tanto a cierta crítica una película como Barry Lyndon mientras pueden ver con total tranquilidad películas como Jeanne Dielman de Chantal Akerman o Out 1 de Jacques Rivette, películas que me gustan mucho pero que son claramente más exigentes que un film hipernarrativo con batallas e historias de amor como Barry Lyndon. Es muy complicado que te guste algo cuando ves velas o los exteriores filmados en la hora mágica y sólo ves un pomposo haciendo cualquier cosa.
Para mí Kubrick no es un pretencioso sino alguien con ambiciones genuinas. De ahí que puedo ver algunas de sus películas mil veces. Calculo que hoy también Kubrick se me vuelve un caso paradójico y fascinante. Por un lado es un director cuyas películas están muy vivas, algo que hasta creo que sus mayores detractores no pueden negar. Recuerdo una crítica extraordinaria de Quintín del ’99 que, si bien era muy favorable a la película, apostaba que su figura, que había sido muy respetada antes, ahora iba a desvanecerse. Expresa una confusión común al día de hoy, que es la idea de que Kubrick fue un director que en algún momento tuvo un gran consenso a favor, y eso es falso. Fue un director muy discutido. Y su figura luego, lejos de ser olvidada, se hizo más grande. Películas suyas como Barry Lyndon o la propia Ojos bien cerrados se valoraron mucho más a partir del siglo XXI. Hubo estudios extraordinarios de su obra, como el James Naremore (On Kubrick), Michel Chion (Kubrick’s Cinema Odyssey) o Michael Herr (Kubrick). Pero además su obra sigue muy viva. Se la pasa siendo homenajeada y referenciada en programas de televisión, publicidades, cine de acción en vivo y animación.
Pero al mismo tiempo hay algo en Kubrick que parece de otro tiempo, que es la preocupación de un artista popular por captar una imagen distinta. Kubrick no paraba hasta conseguir un plano que no se pareciera a nada y las productoras le permitían esa experimentación formal aunque al tipo le llevara meses o incluso años lograrla. Yo había dicho al principio que no estaba en contra del cine contemporáneo. Bueno, en un aspecto sí y es referido al mainstream. Cada vez más lo noto menos preocupado por cómo se ven o escuchan las películas. Con las películas de Marvel, incluso cuando hay algunas que me gustan mucho, me pasa eso, siento que tienen una forma de representar estéticamente las cosas que se repite. Pocos directores (quizás ninguno, al menos en el cine más comercial americano) como Kubrick estuvo tan obsesionado por cómo se veían o escuchaban sus películas. Hasta era capaz de ir a cines para ver si sus películas se estaban viendo bien. Hoy en día, con la posibilidad de que ver películas en salas de cine sea una actividad elitista, y con el reinado de un digital cada vez más feo visto mayormente en plataformas caseras, ese tipo de arte kubrickiano parece ciencia ficción. Y apena un poco eso.
Diego Papic
A mí me gusta Kubrick y cuando leía El Amante en los ‘90 me peleaba mentalmente con ellos. Pero volví a ver El resplandor hace relativamente poco y me pareció mala. Es todo muy arbitrario. No hay una progresión en el personaje de Nicholson, medio que se vuelve loco porque sí y de golpe. Shelley Duvall, pobre, es de madera. Pero por otro lado, da mucho miedo. Ni hablar si pienso en la primera vez que la vi, de chico. Me acuerdo perfecto que en la escena de las gemelas salí corriendo del cuarto de mis viejos. Entonces evidentemente el objetivo de Kubrick está cumplido con creces. No hay mucho más que analizar.
Hernán Schell
Bueno, lo que nos fascina a los que nos fascina El resplandor es que justamente Jack Torrance no es alguien que se vuelve loco, sino que ya odia a su familia desde el vamos. Ya en el auto. Los fantasmas no lo enloquecen, sólo le dan la excusa que estaba esperando. Por eso lo que desconcierta de esos fantasmas es que no sabés para qué están ahí, dramáticamente hablando. De hecho tienen una característica muy rara y es que a diferencia de otras películas de casas embrujadas, no parecen siquiera tener incidencia física sobre ellos. El famoso momento del ascensor que sangra es desconcertante entre otras cosas porque nunca vemos que esa sangre llegue a Shelley Duvall, es como si estuviera en una dimensión física completamente distinta. La película no hubiera sido distinta, dramáticamente hablando, sin los fantasmas. Torrance no se bancaba ni a su mujer ni a su hijo y su único momento feliz es cuando está tratando de asesinarlos.
Pero lo de las actuaciones es comprensible. La clave, creo, para que te guste la película es que aceptes que ahí todos están sacadísimos. Si eso no te irrita, entrás con facilidad. Es un enigma rarísimo, y creo que es una de esas pocas películas de terror que intentan buscar formas nuevas de generar tensión. Fijate que en vez de jugar con los claroscuros, la película juega con una iluminación frontal muy fuerte, como si hubiera un misterio no en lo oscuro sino en la claridad excesiva. También es una película con un horror fuerte no a morirse sino a lo perpetuo, a lo eterno. A quedarse encajado repitiendo cosas una y otra vez. Sea una acción perpetua de un fantasma o una novela que se escribe por siempre. Hay algo rabiosamente distinto en esa película. Después podrás entrar o no, qué se yo. El cine de Kubrick es menos intelectual de lo que se cree, es más bien sensorial. Alguna vez analicé esto en este videoensayo.
Y una aclaración, para no ir tanto contra Duvall. El tipo le hacía repetir, como a todos, la toma 70 veces y dejaba en general algunas de las últimas tomas en el montaje final. Quería lograr ese efecto de agotamiento donde el actor ya estaba hecho pedazos y al límite de sus posibilidades. Si repetís algo 70 veces, hasta John Wayne te queda en las últimas tomas como un actor exagerado. Si tomás de base encima actores ya de por sí muy expresivos como Nicholson y Duvall el resultado es ese tipo de actuaciones donde parecen afectados por cocaína.
Diego Papic
Lo de la iluminación es buenísimo. Terror sin oscuridad (literal). Como Midsommar. ¿Te gustó Midsommar?
Hernán Schell
En su momento me gustó y claramente tiene una herencia de El resplandor. Aunque creo que en Midsommar hay cierto momento en que apela perezosamente a una estructura del estilo slasher donde los personajes van bajando como muñequitos y que atenta contra el terror enrarecido que propone el film. Pero hay algo que me gusta en Ari Aster. Como director es un sádico (característica que nunca me gusta en un director) y es un cacho pomposo. Pero entro en el juego de él de vez en cuando. Midsommar me perturbó en algunas escenas y Hereditary directamente me destruyó. Aún así, creo que es de esos directores que filma creyendo que tiene más talento del que tiene. Pero veo algo muy interesante en su cine, que en algún momento quizás aflore en una gran película. Quizás, claro. La otra posibilidad es que se le acaben las ideas para crear tensión y caiga en la vergüenza ajena. Vaya uno a saber.
Diego Papic
Volviendo al tema de ver varias veces una película. ¿Cuál creés que es la película que más veces viste y qué cosas le encontrás nuevas?
Hernán Schell
Debe ser Sherlock Jr, de Buster Keaton. Es breve, la di muchas veces en clases y me resulta tremendamente adictiva. Es de una modernidad extraordinaria y una de las reflexiones más impresionantes que se filmaron sobre el cine y la relación con nuestras fantasías. No hace mucho volví a verme impresionado con el gag del tren, ese en el cual Buster Keaton corre arriba de los vagones en movimiento y se termina agarrando de un tubo y mojándose por completo. Keaton se rompió el cuello haciendo esa escena y ni se dio cuenta, se enteró años después de eso y en ese momento siguió filmando como si nada. Es la misma sensación que te da la película donde el tipo después de vivir ese momento épico y arriesgado vuelve a la otra escena a trabajar como cualquier otro día. Hay mucho de ese espíritu secretamente pesimista y resignado de Keaton en ese gag. Keaton debe ser uno de los cineastas más secretamente deprimentes de la historia. Además de un genio, claro.
Diego Papic
Esa película es genial. Mi gag favorito es el último. Cuando Keaton sigue todos los pasos de seducción de la chica imitando la película que está proyectando, hasta que la película hace un corte y la pareja aparece ya con hijos y él se rasca la cabeza como no entendiendo. Una reflexión sobre el lenguaje del cine, el montaje, las elipsis y también un chiste sobre el sexo fuera de campo. Cuando lo vi por primera vez me paré a aplaudir en el living de mi casa. Y todo eso en 1924. ¡Menos de diez años después de El nacimiento de una nación y antes de El acorazado Potemkin!
Hernán Schell
Es increíble ese gag final, sí. Y totalmente consistente con la película. El tipo vio que en el sueño, que al fin y al cabo se parece mucho al cine, todo le salía bien, así que se pone a imitar la pantalla. Es extraordinario porque además es el momento donde el mundo de la ficción y la realidad se tocan. Y respecto a su modernidad, sí. Hoy hacés todo tal y como está en la película y te queda un film moderno.
Lo curioso igual es que si lo pensás, Sherlock Jr. es una suerte de mezcolanza de cosas que se habían hecho. Toda la primera parte, la del falso acusado, es una película narrativa. Toda la segunda parte, que es el sueño de él, es también una referencia al cine de los principios, donde todo estaba menos atado a una narración y era más bien experimentos con las posibilidades del cine. Esto, claro, hace que la película sea increíblemente impredecible. El principio te empieza contando una historia y luego dispara para otro lado. Es rarísima en ese sentido, pero al mismo tiempo muy orgánica. En el film, la primera parte puede verse como una inversión de la segunda. Si en la realidad a Keaton todo le sale mal y el mundo parece ir contra él, en la segunda pasa todo lo contrario. Y lo doble aparece todo el tiempo. Es una película dividida en dos, Sherlock Jr es de alguna manera un segundo Sherlock. Dos hombres pretenden a la chica. En el sueño son el héroe y su ayudante por un lado, y dos villanos principales por el otro.
Diego Papic
Vos como profesor estás en contacto con mucha gente joven que, si bien algún interés previo en el cine tienen seguramente, en general no conocen mucho del cine anterior a los ’70 u ’80. ¿Cuál es su reacción cuando ven estas cosas? ¿Lográs transmitirles entusiasmo? Y una pregunta más amplia: ¿creés que es posible “educar” al espectador? ¿Te parece deseable?
Hernán Schell
En general, tengo dos tipos de alumnos, los que vieron de todo y vienen un poco para volver a ver cosas, y otro tipo de alumnos que no vieron casi nada previo a los ’80 y vienen a informarse. Las reacciones la mayoría de las veces son de asombro, y me es imposible en algunas ocasiones no acordarme de la primera vez que vi ciertos directores. En algunos casos sí me ha tocado gente que mira las películas desde un lugar de curiosidad y sin prestarle atención al canon. De hecho, hoy me reúno dos veces por mes con un grupo de gente a los que el cine les interesa como excusa para reunión social. No vieron nada de cine clásico y no les importan esas categorías. No tienen ese cuidado previo con el que uno como cinéfilo se enfrenta cada vez que ves por primera vez una película “importante”. No hace mucho vieron Vértigo y algunos de ellos dijeron sin problemas que les parecía una estupidez.
Respecto de “educar” al espectador, me parece deseable, claro, en tanto educarlo implica informarle el cine que existe y existió. Después, que decida él lo que le gusta o no. Se vuelve una tarea incluso relevante en tiempos donde los gustos están tan dirigidos y el espectador ve cosas cada vez menos variadas. Jonathan Rosenbaum decía que hoy en día la tarea más importante del crítico no era interpretar o analizar, sino informar. Decir, por ejemplo, que hay tal o cual película que se hizo en tal o cual país o tal o cual industria a la que hay que prestarle atención y que está por fuera del mainstream. Algo de razón tiene.
Diego Papic
¿Y qué hacés cuando te dicen que Vértigo es una estupidez? ¿No te da bronca?
Hernán Schell
No, me da curiosidad a lo sumo. Pienso que cuando se estrenó muchos pensaron lo mismo, la película se valoró mucho después. Hay películas que necesitan segundas visiones o que crezcan en tu recuerdo. O hay veces en que la película sencillamente no es para uno. Siempre me acuerdo que Tolstoi, uno de los más grandes escritores de la historia, odiaba El rey Lear, que es una de las grandes piezas literarias de la historia. El gusto es un misterio a veces.
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