Fuego Amigo

A través del universo

Hoy cumple 50 años "Imagine", el himno de John Lennon que nos saturó pero es inolvidable. Y también del disco, que a diferencia de la solemnidad de su canción principal, es jubiloso y radiante.

Mucho se habla en este tiempo acerca de si la vida privada de un artista contamina o no su creación: ¡la obra o la vida! Como si un artista fuera un político, que dice que las cosas deberían ser de una manera pero se manejara de un modo opuesto en su esfera privada y aun así consiguiera votos. Pero si los políticos no son sinceros y coherentes ¿por qué habría de serlo un artista? ¿Por qué un ejercicio de la imaginación tendría que ser respaldado por una vida en el mismo sentido? Ese criterio nos privaría de las infinitas posibilidades que encierra una pintura, una escultura o una canción. ¿Uno dejaría de leer a Julio Cortázar porque era de izquierda? ¿Un peronista debería abjurar de la magia de Jorge Luis Borges?

El brumoso límite entre el hombre y el artista es parte del sortilegio que nos atrapa. Y esa disociación entre el hombre y su producto se hace particularmente difícil cuando se habla de John Lennon, y sobre todo de Imagine, su disco y canción aparecidos hace hoy 50 años. Aquí llega la primera distinción necesaria: una cosa es la canción y otra distinta es el álbum, ambos diferentes y contradictorios entre sí. Pero de esa madera se construyen los verdaderos artistas: contienen multitudes, como supo expresar Walt Whitman (y recordar Bob Dylan en su último trabajo).

A tal punto ‘Imagine’ es así que hay quien cree que John se inspiró en el ‘Manifiesto Comunista’. Nada más lejos de la realidad: se nutrió de la poesía de Yoko Ono.

“Imagine”, la canción, es considerada el himno mundial de la paz. Ninguna otra composición pudo sintetizar todo tan bien; el anhelo de igualdad, de borrar las diferencias, las creencias y las fronteras que nos separan: la idea de que el mundo sea uno. A tal punto “Imagine” es así que hay quien cree que John se inspiró en el Manifiesto Comunista. Nada más lejos de la realidad: se nutrió de la poesía de Yoko Ono, que ya en 1963, cuando la beatlemanía despuntaba en Inglaterra y los Estados Unidos todavía tenían a John F. Kennedy en la Casa Blanca, publicó una poesía titulada “Drinking Piece for Orchestra” (Pieza bebible para orquesta), que comenzaba diciendo: “Imagina liberar a un pez dorado para que nade por los cielos”. Luego escribiría otros versos en esa tonalidad imaginativa hasta el libro definitivo: Grapefruit (Pomelo), que es el que inspira a Lennon.

Dato curioso: antes de morir, John reconoció que “Imagine” debió ser una coautoría, o sea que le robó a su esposa (con su consentimiento, por supuesto). Años más tarde Yoko Ono confirmó esas palabras y su venia: “Nos pareció mejor así. El mensaje tendría más alcance”. Japonesa astuta; paradójicamente, en 2017 logró que se le reconociera su parte de la patria potestad de la canción que ahora figura legalmente como compuesta por Ono/Lennon. Y más paradojal aún es el hecho de que Yoko Ono le negase a Paul McCartney la inversión de los créditos de “Yesterday”, que continua siendo firmada como una composición de Lennon/McCartney, aunque John no hubiera tenido nada que ver.

El problema con “Imagine” fue que el tema se transformó en un pelotazo, en una de esas canciones que a uno lo impulsan a cambiar la sintonía, a suspirar resignación, a no querer escucharla: ¡la culpa es de los medios! Sí, porque cuando John Lennon fue asesinado en diciembre de 1980, “Imagine” fue la canción que se eligió para evocarlo, resaltando el contraste de un pacifista muerto por la violencia de un loco; un genio musical masacrado por un fan acérrimo y demente. “Imagine” fue irradiada desde los infinitos rincones del mundo a través del universo y por eso mismo alcanzó el punto de saturación que hace que hoy queramos olvidar una canción que es, sencillamente, inolvidable. A pesar de todo, sigue siendo una gran página, como bien lo supo ver Oasis cuando capturó sus acordes iniciales para dar a luz a “Don’t Look Back in Anger”.

Después de Los Beatles

Pese a su aparente inocencia, Imagine, el álbum, fue también el escenario de una guerra. No hay que olvidar que el disco tiene nueve composiciones más. Y lejos de la solemnidad de la canción que lo titula, es jubiloso y radiante; buena parte del crédito (nunca bien reconocido) la tiene el piano genial de Nicky Hopkins, uno de los mejores tecladistas de Gran Bretaña, que ha tocado con varios Beatles solistas, los Rolling Stones, The Who y The Kinks. Escúchenlo tintinear a lo honky-tonk en “Crippled Inside” (Lisiado por dentro) o desbordar de alegría amorosa en “Oh, Yoko”.

El conflicto bélico desatado en 1971, año de aparición de Imagine, se desplegó cual TEG en varios planos; uno es el de la separación de Los Beatles. “Imagina que no hay posesiones”, cantó Lennon medio siglo atrás, pero al mismo tiempo no cedía ni un penique en aquel reparto de la torta beatle que Paul McCartney había puesto sobre el tablero judicial.

Cuando Imagine vio la luz, Paul hizo una ofrenda de paz y declaró: “Imagine es lo que John realmente es; había demasiado rollo político en el otro álbum” (se refiere a John Lennon/Plastic Ono Band). Entonces Lennon, el supuesto pacifista, en vez de ofrecer la otra mejilla desenvainó su navaja dialéctica: “’Imagine’ es ‘Working Class Hero’ (Héroe de la clase trabajadora), pero bañado en azúcar para conservadores como vos”.

Otro escenario de disputa lo constituyó una postal que venía de regalo en el interior de Imagine: John Lennon tomaba un cerdo por las orejas, en respuesta a la tapa del disco que McCartney había editado hacía pocos meses, Ram, en donde sujetaba a un carnero por los cuernos. Y para agregar ultraje a la ofensa, en la letra de “Too Many People”, Paul cantaba: “Tomaste tu golpe de suerte y lo partiste en dos/ Y ahora ¿qué se puede hacer por vos?”, verso que fue interpretado como un ataque a Lennon.

John orquestó un contraataque con cuerdas filosas dirigidas por el brigadier Spector, sumando al almirante George Harrison a sus tropas en “How Do You Sleep?”.

De nuevo, no hubo ningún olivo ni nada parecido: John orquestó un contraataque con cuerdas filosas dirigidas por el brigadier Spector, sumando al almirante George Harrison a sus tropas en “How Do You Sleep?” (¿Cómo dormís?). Había una maldad y una animosidad sin filtros en frases como “esos freaks tenían razón cuando decían que estabas muerto”, “lo único que hiciste fue ‘Yesterday’ y ahora sos ‘Another Day’”, y la peor de todas: “Saltás cuando tu mamá te dice cualquier cosita”. Eso era dinamitar cualquier posibilidad de entendimiento: la madre de Paul murió antes de que conociera a John, quien poco después perdió la suya.

De Inglaterra a Nueva York

Imagine trasuntaba paz, pero Lennon todavía seguía lleno de ira pese a la purga que supuso su disco anterior, producto de una terapia catártica a la que se sometió voluntariamente en 1970. Todavía había veneno que drenar, y John lo trasladó al ámbito político con “Gimme Some Truth” (Dame algo verdadero): “Estoy harto y enfermo de escuchar cosas provenientes de políticos caretas, miopes, hipócritas y estrechos: sólo quiero la verdad”. De algún modo fue su unipersonal “que se vayan todos”, pero siendo Lennon, jugaría una ficha más en esa ruleta del activismo al año siguiente. Otra historia.

A veces, Lennon dirigía su rabia contra sí y hacía un mea culpa; de esa manera nace una de las primeras grandes canciones del hombre reconstruido: “Jealous Guy” (Tipo celoso). Yoko Ono era una feminista de la primera horneada, pero a veces no podía con el hombre violento pero culposo –al menos en esta canción–, que primero dañaba y luego pedía disculpas en nombre de su inseguridad y su dolor: “No quise lastimarte/ Lamento haberte hecho llorar/ Soy sólo un tipo celoso”. Ese mismo hombre luego podía derretir un glaciar con la devoción y ternura de “Oh My Love” (y ese piano increíble de Nicky Hopkins, otra vez): “Oh, mi amor, por primera vez en mi vida mis ojos están abiertos”, o podía conjurar un infierno bélico en la terrorífica “I Don’t Want to Be a Soldier Mama” (No quiero ser soldado, mamá), donde rechazaba la posibilidad de ser soldado/marinero/fracaso/rico/pobre/ladrón/cura y explicaba por qué con una claridad pasmosa.

Imagine fue concebido por John en su mansión de Ascot, Inglaterra. Pero para el momento de su edición, él y Yoko Ono habían emigrado a Nueva York. Julian Lennon recuerda que en algún momento de la grabación de Imagine, su padre lo invitó a pasar un tiempo con él; anduvieron en un bote en el lago, tocaron música juntos y tuvieron un contacto estrecho que se debían desde hacía varios años.

Al poco tiempo, cuando John se afianzó en Nueva York para no volver jamás a Inglaterra, Julian quedó nuevamente atrás, acaso repitiendo la parábola de su padre, también abandonado por el suyo aunque más cruelmente; cuando John tenía cinco años, su progenitor regresó a buscarlo para llevárselo a Australia y lo puso a elegir entre su madre y él. En ocasiones, los adultos repiten su propia historia e inconscientemente les hacen padecer a sus hijos el mismo infierno.

Cuando Lennon se topó con la bala que pondría fin a sus días, su mente estaba cambiando nuevamente y hasta aceptaba que se sumaría a una reunión de Los Beatles.

Cuando Lennon se topó con la bala que pondría fin a sus días, su mente estaba cambiando nuevamente y hasta aceptaba que se sumaría a una reunión de Los Beatles y cantaría gustoso “Hey Jude” y todo el lote. En ese marco, podría haber hasta reparado la desatención de su hijo mayor, que intentó compensar con la crianza cercana de su hijo menor, Sean, por imperativo de Yoko Ono, que le impuso una disciplina feminista: “Yo lo cargué nueve meses: ahora es tuyo”. Y John aceptó el desafío durante cinco años difíciles. Cuando llegó el momento de retomar el reto del arte, fue abatido por Mark David Chapman.

“Imagine”, la canción, continúa siendo un tesoro universal que ha sido ultrajado en diferentes ocasiones. ¡Cómo olvidar ese espanto local titulado “Supón”! En cambio, Imagine, el álbum, permanece como un fichero de radiografías que con honestidad brutal siguen exhibiendo las múltiples contradicciones de un genio que medio siglo después revive a través de las remasterizaciones, las efemérides, y la energía de un puñado de canciones invencibles.

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Sergio Marchi

Periodista especializado en la cultura del rock. Escribió 9 libros, entre ellos las biografías de Charly García, Luis Alberto Spinetta y Pappo. Pasó por medios como Clarín, ADN La Nación, Página 12, Cosmopolitan, y por las radios Rock & Pop, Del Plata, Rivadavia, La Red y Nacional.

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