Escenario de las PASO: elecciones de medio término luego de un año y medio de pandemia, violencia institucional y locura. Una sociedad exhausta, rota, doliente por pérdidas sin retorno, sumida en el empobrecimiento y con demandas angustiosas. Escasa memoria democrática sobre internas partidarias y disenso civilizado. Reglas electorales a veces complejas y confusas. Liderazgos políticos con la agenda de 2023. El resultado: previsiblemente, un gran descontento.
Desde fines de 2019, la oposición sorteó con fortaleza la derrota electoral: Cambiemos permaneció unido y aun perdiendo sumó dos millones de votos, la sociedad opositora ocupó las calles de todo el país, marcó agenda a sus dirigentes y límites al gobierno. La energía colectiva se multiplicó en movimientos específicos, como las movilizaciones contra el intento de expropiación de empresas, las tomas de tierras, el bloqueo a empresas, y el fundamental reclamo por la apertura de las escuelas.
Este escenario de claridad y sintonía entre los ciudadanos y varios sectores de la política se enturbió con el armado de listas para las primarias, básicamente porque se impuso la idea de ampliar la coalición hacia otros sectores –algo absolutamente imprescindible– pero a expensas de esa energía participativa que movió la aguja de la política desde el llano durante más de un año. Y es una pena, porque ambas opciones no eran excluyentes.
Hablar de grieta es bajarle el precio al debate político y a los valores de la gente, y es irrisorio plantear diálogo con el autoritarismo como alternativa superadora.
Hablar de grieta es bajarle el precio al debate político y a los valores de la gente, y es irrisorio plantear diálogo con el autoritarismo como alternativa superadora. Pero también es cierto que para frenar al kirchnerismo hay que ganar y sumar adhesiones de esa franja intermedia oscilante, desinteresada en la política o impermeable a Cambiemos. Aquí es donde creo que la estrategia es equivocada, al menos desde un punto de vista opositor. A ese electorado que no consume política no hay que ofrecerle república y libertad, ni tampoco moderación y diálogo: hay que llegarle al bolsillo, y el gobierno lo hará con vacunas hoy guardadas en depósitos, con recursos fiscales y déficit. Frente a esto Cambiemos no puede competir con ideas abstractas o marketing político: es el momento de golpear a fondo explicando con sencillez los motivos del malestar, del bolsillo vacío, la inflación y la caída de actividad, y al mismo tiempo ofrecer un camino alternativo. Nada exótico ni imposible: el camino de los países vecinos sin inflación. Seguridad, producción, fronteras abiertas, integración al mundo y más para todos. Un enfoque superador, que además compartimos los opositores de todas las familias ornitológicas.
Volver a tierra
Las listas ya están conformadas con un ordenamiento no basado en la representación sino en acuerdos de dirigentes. Por el momento todos son rechazos, bronca y poca racionalidad: en la Ciudad, votantes exaltados juran que no van a votar a quienes ignoraron las movilizaciones ciudadanas, y que por eso optarán por otros candidatos que tampoco participaron de las movilizaciones ciudadanas ni de la oposición activa al kirchnerismo. Mientras tanto, dirigentes de la coalición compiten para desmerecer a su propio gobierno, y en general todos, votantes y candidatos, parecen desconocer que luego del 12 de septiembre vamos a estar todos juntos en la misma lista para enfrentar al gobierno. Urge volver a tierra, explicar cómo sigue el proceso electoral y cuál será el rumbo en los próximos dos años.
El Congreso es el poder del Estado más criticado, pero a nivel nacional es el único en el que está representada la oposición. Desde el Congreso y en minoría se frenó el avance de leyes centrales para el proyecto autoritario del kirchnerismo, en particular la reforma judicial y el control del Consejo de la Magistratura. La acción de diputados y senadores opositores fuera de las cámaras puso en agenda la violación de derechos constitucionales, el sufrimiento de ciudadanos sometidos por el gobierno, despojados de derechos esenciales, y con su intervención se contuvo el avance y la institucionalización definitiva de la infectadura, ya sea frenando detenciones y abusos, o cerrando el paso al proyecto de superpoderes covid, alias “ley semáforo”. Pese al desdén habitual, el Congreso opositor estuvo ahí.
No se puede prescindir de ninguna de esas condiciones: la fragmentación es suicida, olvidar el rol opositor también.
Y hoy el objetivo es sumar bancas en ese Congreso, para resistir y empujar al futuro. Pero eso implica tres condiciones muy difíciles: superar por mucho el 42% de 2017, conservar la unidad y ejercer la oposición. No se puede prescindir de ninguna de esas condiciones: la fragmentación es suicida, olvidar el rol opositor también. Y perder bancas en manos del kirchnerismo sería un retroceso innecesario y demencial.
La prioridad absoluta es derrotar al populismo autoritario definitivamente, en las urnas y en la sociedad toda, con nuestras ideas y con las herramientas imperfectas que hoy tenemos. Somos capaces de lograrlo si apelamos a la lucidez y la energía de la remontada de 2019, de la calle de 2020 y de las causas de 2021. Campaña, unidad e imposición de agenda ciudadana a los dirigentes: sigamos marcando el rumbo desde las diferencias en Cambiemos gracias a los objetivos de fondo compartidos que nos unen, y poniendo en práctica la coexistencia. Ni más ni menos que los vínculos y el tipo de sociedad a la que aspiramos.
Qué quilombo las listas, ¿eh? Bueh, vamo’ a ganar.
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