LEO ACHILLI
Especial Elecciones

Los fulgores de la nada

Tanto periodistas como políticos presentan estas elecciones como que van a decidir todo, pero no van a decidir mucho.

El sistema político argentino –o “la clase política”, como se prefiera– lo ha hecho otra vez: se ha engullido al descontento. Los fantasmagóricos outsiders, que reaparecen como la GEB (Gran Esperanza Blanca) en cada elección a realizarse en tiempos difíciles, siguen siendo eso: espectros. La política argentina, que pudo reabsorber la tormenta perfecta de 2001, también está asimilando el golpazo que ha sido, es y será, la crisis del covid.

Tanto el oficialismo como la oposición terminaron esta primera fase de consolidación de las escuderías de candidatos con una combinación de consenso y competencia sin mayores contratiempos. Pero claro, hay que ponerle onda a todo, y políticos y medios presentan estas elecciones legislativas –que no van a decidir nada– como decidiéndolo todo. La situación se parece a las carreras de Turismo Carretera: le bajás el volumen al excitado relator y es sólo un auto pasando a otro.

Los líderes de ambas coaliciones principales tenían más para perder que para ganar si dividían sus fuerzas. Por eso fue clave, por el lado del oficialismo, la entente CFK-Alberto-Massa, y por el lado de la oposición, el encuentro Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Ambas convergencias terminaron ordenándolo todo, dejando afuera a los elementos más polémicos.

La bajada de Bullrich fue quizás lo más sorprendente de un arreglo que se caía de maduro entre los accionistas mayoritarios de la fuerza que supo ser propiedad exclusiva de Macri.

Por el lado de la oposición, quizás la bajada de Patricia Bullrich de su candidatura fue lo más sorprendente de un arreglo que se caía de maduro entre los accionistas mayoritarios de la fuerza que supo ser propiedad exclusiva de Macri. Nadie que publica un libro a su nombre con el título Primer tiempo puede permitir que alguien de su propio equipo lo jubile. Por otra parte, el traslado de María Eugenia Vidal de la provincia a la ciudad la ha limado a tal punto que se verá si, en estos dos años, recupera músculo político. Por ahora, Horacio feliz.

Un peligro para la política de hoy y de siempre fue la emergencia de los libersaurios, gran novedad de hace algunos meses atrás, que suena hoy a vodevil envejecido de la calle Corrientes. El muchachismo bizarro y sacado de Milei y Espert, por un lado, se agotó en sí mismo. Pero lo más importante: en CABA los libersaurios funcionaron como partido alarma, indicándole al partido dominante que había un nicho de mercado a la derecha de su televisor, señora. Y también, como reza el manual, el oficialismo porteño presentará en la PASO una oferta para esos votantes que están tanto a favor de la libre empresa (pero los subsidios son siempre bienvenidos) y en contra del aborto. Opción encarnada por una persona intachable, honesta y formada como Ricardo López Murphy. Es como cuando a un hipermercado le abren una ferretería en la esquina; aunque no trabajen ese rubro, cuando sus ejecutivos vean que es redituable, habilitarán la venta de clavos y bulones dentro del shopping.

Los outsiders

Si el consenso de cúpula es lo que imperó en el PRO, que negoció candidaturas ya un tanto ajadas por el paso del tiempo, fue justo el partido más antiguo e institucionalizado de la Argentina, la Unión Cívica Radical, quien dio cobijo a los outsiders. Como decía Maquiavelo, el problema de los zorros es que se los coman los leones, por lo tanto se esfuerzan para volverlos parte de la manada.

De ser una especie de Correo Argentino con sucursales en cada pueblo pero sin mandar una sola carta, la UCR hoy se apropia del modelo McDonald’s del PRO que llevó a Macri a la presidencia. Hoy el PRO hace política de traslado de sus elefantes, tiene problemas con la jubilación de sus líderes, y es Horacio Rodríguez Larreta quien trama una estrategia territorial y de contención de todo, todas y todes.

Que el neuroradical Facundo Manes se haya decidido a enfrentar a dos aparatos muy aceitados en etapas sucesivas es muy meritorio. Que lo pueda hacer, es diferente.

Falta mucho para las elecciones, pero ellas tampoco prometen mucho. Que el neuroradical Facundo Manes se haya decidido a enfrentar a dos aparatos muy aceitados en etapas sucesivas es muy meritorio. Que lo pueda hacer, es diferente. Obviamente, si le puede ganar a Santilli en la interna PASO y luego a CFK, desbaratando su estrategia de trasladar la Casa Rosada a La Plata en esa Madre de Todas las Batallas que ha preparado minuciosamente, Manes será un candidato muy fuerte para las presidenciales que se vienen. Si no, habrá acumulado millas políticas, como las que en su momento fue acumulando el mas outsider hasta el momento de los presidentes argentinos, el ingeniero Mauricio Macri.

Su parábola como dirigente político nos dice mucho: empezó en la antipolítica y termina haciendo política. Quizás porque, como presidente, se dio cuenta de que en la Argentina el problema no es la clase política, sino la ausencia de una clase dirigente en la sociedad civil que le ponga límites a una actividad muy propensa a decir que sí como es la de los políticos profesionales. Macri estuvo solo a la hora de concretar sus proyectos de reformas, y se dio cuenta de que su enemigo era el Círculo Rojo, o sea los que hacen política en los bastidores, usufructuando sus beneficios sin pagar ningún costo. Caso contrario al que tiene el peronismo en el poder: si llega a conseguir mayoría en ambas cámaras, la verdadera oposición vendrá desde sus propias filas, aterrorizada frente a la vehemencia un tanto berreta de ese kindergarten de repetidores autodenominado La Cámpora.

 

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Luis Tonelli

Analista político. Profesor Titular de Política Argentina de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires.

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