En los primeros años en que el kirchnerismo alcanzó predominio electoral, sus voceros acuñaron una frase sectaria y grandilocuente, muy a su estilo, que convirtieron en un mantra: “Volvió la política”. Y si bien, ni entonces ni hoy, la política se había ido a ningún lugar, se podría decir que con el cierre de listas de hace algunos días los que volvieron fueron los políticos, sobre todo, los principales referentes opositores.
Y volvieron luego de un 2020 en el que, con escasas excepciones, los mostró en un silencio más cómplice que funcional con las estrategias del oficialismo. Así fue que los sectores más duros contra el Gobierno, la mayoría de ellos dirigentes de segundas líneas y votantes de Juntos por el Cambio, tomaron una inesperada centralidad pública sostenida en las diversas marchas, cacerolazos, la sonada carta de la infectadura y, sobre todo, desde las redes sociales. Con ese combo, los llamados halcones sostuvieron una iniciativa política que lograba interpelar al peronismo –incluso frenarlo, como en el caso de Vicentin– al mismo tiempo que incomodaba a la mayoría de los referentes de la coalición opositora.
Entrado 2021, Alberto fue expulsado del paraíso de la popularidad sin límites mientras el moncloísmo opositor perdía impulso al compás de los escándalos vacunatorios. De manera simultánea, los aparatos partidarios, sobre todo el PRO, comenzaban a poner orden al intenso –pero desordenado e inorgánico– avance de los halcones y sus representantes.
Entrado 2021, Alberto fue expulsado del paraíso de la popularidad sin límites mientras el ‘moncloísmo’ opositor perdía impulso al compás de los escándalos vacunatorios.
La primera consecuencia concreta llegó con la renuncia de Patricia Bullrich a disputar las PASO, seguida por la de Jorge Macri y el desplazamiento de la mayoría de los dirigentes que habían surgido como reacción a las restricciones de la cuarentena. Algunos casos alcanzaron a referentes de los “duros”, como Carolina Píparo, también al mendocino radical Luis Petri e incluso a la cordobesa Brenda Austin, punta de lanza contra la suspensión de clases.
La situación fue paradójica: mientras los principales dirigentes de JxC usaban sus trajes de paloma para caracterizar la grieta y enfrentar los desafíos del kirchnerismo, se mostraban como halcones tratando de reducir y luego colocar bajo su mando la activa vida de la oposición interna.
La oportuna salida de Mauricio Macri dejó el territorio libre para que Horacio Rodríguez Larreta afrontara este primer desafío a su liderazgo nacional, a priori, sin mayores complicaciones internas.
2023 es 2021
Las disputas en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires sumaron un elemento extra a la coyuntura puramente distrital: en ambas se construye gran parte del camino hacia 2023. La primera experiencia de Rodríguez Larreta en esas lides parece mostrar resultados ambiguos, ya que por evitar la relativa competencia que le oponía Bullrich dentro de su mismo partido, abrió la puerta a un desafío mayor –encabezado por Facundo Manes y sostenido en el radicalismo–, hasta hoy socio minoritario de JxC.
Al promover la candidatura de Diego Santilli, el Jefe de Gobierno porteño también anticipó la disputa presidencial y, en gran medida, la ató al destino electoral del dirigente de la cabellera colorada. Una victoria en la Ciudad, en cambio, será como mínimo, algo esperable y, además, compartida con María Eugenia Vidal.
Rodríguez Larreta se mostró mucho más eficiente en imponer un significativo cambio programático en el PRO. En el pasado reciente, la presencia dominante de Macri y su sociedad con Marcos Peña otorgaron a Cambiemos –aunque fuera más en lo discursivo– una dimensión anticorporativa y reactiva frente al justicialismo. Eso conectó con gran parte del electorado. La ilusión de 2015 estuvo sostenida en eso que nombraba la etiqueta de la coalición, un imperativo reformista: ¡Cambiemos!
Si bien esa intención más transgresora se fue diluyendo con el devenir de la gestión presidencial, hubo que reflotarla de apuro para revertir el pésimo resultado obtenido en las PASO de 2019 para llegar al 41%. Llamativamente, el nuevo nombre de la alianza opositora en la provincia de Buenos Aires amputa cualquier referencia al cambio. “Juntos” pone más énfasis en los propios políticos (que son quienes en realidad se juntan) que en los ciudadanos y sus deseos reformistas.
En este registro –más cercano al viejo UNEN que al exitoso Cambiemos– se sienten cómodos la mayoría de los actuales integrantes de la coalición, ubicándose como renovación corporativa, incluyendo a quienes pretenden una lavada de cara de sectores del peronismo oficial con vistas a ser aceptados por el establishment como reemplazo posible del kirchnerismo. Eso explica también el permanente rechazo de esas burocracias partidarias a la figura de Macri.
Eso explica también el permanente rechazo de esas burocracias partidarias a la figura de Macri.
Este giro conservador es rechazado por un sector del electorado, no mayoritario, pero que será muy importante para las elecciones en 2021 y 2023. La fiscalización masiva fue un paso clave en las elecciones anteriores y para garantizarla a futuro será necesario mucho más que la militancia disponible en los aparatos partidarios. Llevar a cabo esta tarea de control electoral, sobre todo en el conurbano, será además mucho más difícil con la presión de la gobernación y las fuerzas de seguridad respondiendo al peronismo.
Por eso, la cuestión del discurso y el programa de JxC ya no es un tema para después de un posible triunfo electoral en 2023, es también condición imprescindible para lograrlo. Sin un electorado entusiasmado y movilizado, será difícil vencer a un peronismo que no dudará en usar todos los recursos del estado para inclinar la cancha e impedir ser nuevamente derrotado como en 2015 y 2017. Las acciones del juez electoral de la provincia de Buenos Aires son una muestra de lo que viene.
Si el Gobierno no dudó en manipular, hacer negocios, repartir privilegios, fraguar datos y violar las leyes y la Constitución en una campaña de vacunación en un contexto de más de 100.000 muertos, ¿qué cosa no hará en una campaña electoral donde se juegan su destino personal y político?
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