Es cierto que Francia sufre varias fracturas sociales, pero los disturbios de los últimos días parecen obedecer a otra tradición igual de francesa: las ganas de salir a la calle a destruir cosas.
Elon rompe Twitter y Zuckerberg hace leña del árbol caído, pero la impresión es que las redes sociales están estancadas. Todo lo que vemos hoy ya lo vimos antes en otro lado.
Una sociedad donde cualquiera siente que puede decir cualquier cosa tiene sus problemas. Pero peor es vivir en una sociedad donde reinan la censura o la autocensura.
La propuesta kirchnerista de una ley anti-negacionismo tiene como objetivo retener la hegemonía del discurso sobre los ’70. Pero es una mala idea. Aun si tuviera buenas intenciones.
La cooptación partidista y las políticas identitarias alejaron a una de las ONG más influyentes del mundo de los ideales universalistas que la fundaron.
Parte del establishment se entusiasma con un Massa presidente redentor del capitalismo. Pero ni su gestión como ministro ni su coalición política permiten esperar un giro pro-mercado.