LEO ACHILLI
PASO 2023

Expertos que no expertan

Consultoras, encuestadoras, analistas y tirapostas varios de la política nos deben una explicación.

Como sucedió con el coronavirus y la invasión de Rusia a Ucrania, el papel más deslucido de las últimas elecciones correspondió a los expertos. Es moneda corriente caerle a las encuestas, pero la falla ahí es del instrumento de medición. Como explicamos anteriormente, las encuestas ya no son precisas y hasta que no sean reemplazadas por algoritmos que correlacionen distintas variables como herramienta para predecir, es probable que sigan tirando golpes a oscuras, deseando que el azar les otorgue el lugar de “la encuestadora que más se aproximó”.

Decíamos aquella vez que, con el margen de error que estaban manejando, deberían limitarse a pronosticar el orden en que finalicen los candidatos y el tamaño general de las brechas entre ellos (larga, corta). Cuando, como en este caso, las brechas están en el orden del margen de error, no se puede predecir ni siquiera el orden.

En este punto habría que hacer una aclaración sobre la honestidad demostrada por las consultoras en este último episodio: cuando los votantes de Milei no aparecieron en toda la sucesión de elecciones provinciales, eligieron recalcular y decir que el crecimiento antes registrado de LLA se había frenado y comenzaba a disminuir. Si se hubieran mantenido fieles a sus datos, hoy podrían pavonearse por haber previsto la avalancha de votos.

No me quiero referir a las encuestadoras cuando hablo de “expertos” sino a los analistas que “saben” de política.

No me quiero referir a las encuestadoras cuando hablo de “expertos” sino a los analistas que “saben” de política. Desde ya que las mismas consultoras que hacen encuestas tienen a sus analistas que circulan por los medios dando sus explicaciones: para ellos también son estas reflexiones críticas. Quiero incluir también a toda la gente que tiene la sensación de que “sabe” de política, que tira la posta antes, durante y después. Muchas veces forman parte de los equipos de campaña, otras son militantes rasos y a menudo son simplemente tuiteros entusiastas enrolados en un bando.

Repasemos algunas de las cosas que se dijeron en estos días. La suerte de Milei estaba echada porque no tenía los suficientes militantes ni la estructura nacional como para fiscalizar y controlar los votos. Sin esa estructura, se los iban a comer crudos. No hace falta que les cuente cómo le fue en las provincias más profundas y marcadas por el peronismo. Y la otra idea, la de que los votos se los iba a custodiar el massismo, tampoco parece haber sido muy cierta porque el resultado terminó redundando en contra del propio interés del oficialismo.

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Otra idea que los expertos echaron a rodar en los últimos días era que había una diferencia significativa entre las respuestas dadas online y las relevadas de manera presencial, supuestamente mucho más precisas. En las presenciales, decían, los candidatos moderados ganaban mucho terreno, mientras que las online eran contestadas solamente por gente más politizada y, por lo tanto, más proclives a las posiciones extremas. Lo cierto es que los candidatos menos moderados (Milei, Bullrich) fueron los que finalmente se impusieron.

La reina del análisis de los expertos fue la abstención, a la que le dieron un rol fundamental. Llegaron a decir que la abstención fue la ganadora del domingo, al sacar más “votos” que cualquier otro candidato: para eso contaron a muertos, enfermos internados, indiferentes, gente de viaje y varios que no tenían la obligación formal de votar. Para sostener esta ficción hubo que hacer silencio sobre el voto en blanco. En el caso de una resistencia consciente por parte de la población, a una expresión activa del “hartazgo”, entonces habría crecido significativamente tanto la abstención como el voto en blanco.

Que en este país haya votado el 70 % de los ciudadanos me parece realmente un milagro.

Lo cierto es que estos últimos votos estuvieron por debajo del 5 %, apenas un poco arriba de lo que fue en 2019. En definitiva, en un país en el cual más del 40 % de las personas están por debajo de la línea de pobreza, es decir, están con dificultades para cubrir sus necesidades, en un país con una crisis continua que arrastra años y años, que en ese país haya votado el 70 % de los ciudadanos me parece realmente un milagro. La cifra es tan alta que indica que necesariamente muchos de los que votaron son pobres. Mis respetos a esa gente a la cual el país y las instituciones las condenaron a una vida indigna y mantienen la idea de respetar sus obligaciones cívicas.

En definitiva, estamos a ciegas. El instrumento de medición se rompió y los expertos no saben qué va a pasar y qué hay que hacer para que algo pase. Es un estado de cosas aterrador porque no entendemos el comportamiento de nuestros compatriotas, no sabemos por qué hacen una cosa y no otra y por qué los que hacen algo en las siguientes elecciones eligen hacer todo lo contrario. Después, cuando aparecen los números, aparecen los análisis: “el búho de Minerva levanta el vuelo al atardecer”. O, como se dice más vulgarmente, “con el diario del lunes”. Gracias por nada, expertos.

 

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Gustavo Noriega

Licenciado en Ciencias Biológicas de la UBA. Participa de programas de televisión y radio de interés general y escribe regularmente en el diario La Nación.

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