TÉLAM
Tribuna

Una mirada institucional
a los privilegios

   

Cada aparición pública del presidente Alberto Fernández exhibe la certeza de que no tiene noción de la gravedad de los hechos. Parece estar alienado, inmerso en su propia retórica. Se lo percibe ajeno a la capacidad de entender la dimensión del hecho vergonzoso y vergonzante de la vacunación VIP. Un hecho que no es aislado ni novedoso pero sí consecuencia del deterioro institucional y ético de nuestro país.

No es novedoso porque quienes vivimos los 90 recordamos lo que significaba la asociación inmediata de la política con una casta de privilegios. Una idea nefasta y grosera en cualquier sentido de la palabra. En aquel momento, bajo el mantra de un Estado mínimo. Hoy, con el eslogan del Estado presente. En cualquier caso, ambas variantes dañan el concepto del Estado, de la política y, fundamentalmente, de lo público. El común denominador es el desprecio por la idea de Ley. Este tipo de cosas son las que generan y alimentan la antipolítica, porque degradan el prestigio y la credibilidad de las instituciones, que son la base del orden social.

Asimismo, no tienen la mínima brújula ética para actuar. La mera reivindicación de la política sin ética, la convierte en una disciplina corporativa, donde razonablemente los VIP son ellos mismos. Casi como un ejercicio natural de los roles. Lo cínico es la evidente contradicción entre un discurso popular y acción de privilegio. También lo es la falta de disculpas sinceras a una sociedad lastimada, y luego la caracterización de “payasada” para el trabajo de la Justicia en la investigación del episodio. Cuando tuvo una nueva oportunidad, el 1º de marzo, la desperdició radicalizando su falta de autocrítica.

Este atropello, profundizado por el intento de reducirlo a la nada, por parte del oficialismo, lesiona la propia idea de la institucionalidad, y va a ser muy difícil repararla.

Este atropello, profundizado por el intento de reducirlo a la nada, por parte del oficialismo, lesiona la propia idea de la institucionalidad, y va a ser muy difícil repararla. Necesitamos una respuesta contundente desde la política para empezar a sanar el daño generado por el escándalo de las vacunas para los amigos. En los países donde se valora lo público, este tipo de delitos son investigados como tales, son conversados y debatidos en comisiones investigadoras parlamentarias y hasta terminan con la carrera política de quienes se proveyeron un privilegio de estas características.

En Argentina parece que nos hemos acostumbrado a sacar ventaja. Como si fuera natural, el que alcanza cargos superiores se siente con más derechos que quienes quedan debajo. Es la expresión de nuestra peor faceta como sociedad: se traduce en un abuso de la posición de poder personal en beneficio propio, en desmedro de las funciones y de lo público, y en perjuicio de todos. Es la raíz del corporativismo que tanto nos lastima.

Este comportamiento se encuentra atravesado por una profunda y consciente confusión. Por un lado, el Partido con el Gobierno, luego el Gobierno con el Estado, y, finalmente, el Estado con lo público. Por lo tanto, todo lo público es partidario. Entonces la distribución de premios y castigos, derechos y obligaciones, es una atribución del Poder y no de la Ley. La avivada de saltear lugares en la fila, que hacemos todos, es una profunda herida en el corazón de la idea de comunidad. Herida a la que el Presidente se esmera por no sanar.

una decisión ética y política

La de Horacio Rodríguez Larreta, en cambio, fue una posición muy diferente. Tomó la decisión política de rechazar la “ventajita” a la que tan acostumbrados estamos y que puede estar presente en todas partes. Y eso no es solamente una decisión ética, es una decisión política.

Desde que empezó la pandemia, la Ciudad viene llevando una gestión honesta, transparente y planificando cada paso. La prioridad, ahora, es vacunar al personal de salud y a las personas de riesgo. Ese es el interés público, que debe guiar la acción de gobierno y que debemos alcanzar usando todos los medios posibles. En ese sentido, convocar al sector privado para que sea parte de este proceso debería ser un reflejo natural, con el debido control y asegurando que no se traduzca en groseros privilegios.

Este es un relato diferente, disruptivo. Romper con la tradicional cultura de la “ventajita” supone marcar la regla y asumir con determinaciones que ante algún episodio  reprochable no hay amparo, ni desde el Gobierno, ni en el relato; no es ese tipo de comportamientos lo que representa la decisión política y, claramente, no es defendido ante a la mirada pública. Estoy convencido de que dentro del oficialismo nacional hay muchos que piensan como nosotros.

Ponerse al servicio de lo público es mucho más que ser un político. De hecho, está lleno de jóvenes con vocación pública que no están en los partidos políticos, asqueados por lo que perciben como una casta de privilegios. Hay que saber dar un mensaje a todos ellos.

La prepotencia del relato VIP del kirchnerismo llega incluso a querer sumergir a todos los argentinos en la idea de que todos los políticos somos iguales. Y no es cierto.

La prepotencia del relato VIP del kirchnerismo llega incluso a querer sumergir a todos los argentinos en la idea de que todos los políticos somos iguales. Y no es cierto. La verdad es que lo público incluye al privado y si el privado pone el hombro para trabajar por el interés público, no podés rechazarlo. Así explica el ministro Fernán Quirós la convocatoria a obras sociales y clínicas privadas para vacunar a mayores de 80 años. Es una decisión política, que alguno podrá encontrar perfectible, pero que contribuye a una visión diferente sobre lo público.

Si nos llegara a ganar el relato de lo grotesco, nos convertiremos en un país cada día menos democrático y en una sociedad que rechaza el mérito, porque prefiere la construcción de castas que aceptan las reglas de distribución invariable de privilegios, recursos, cuotas de mercado y cargos. Debemos demostrar que la solución a fallas institucionales está dentro de las propias instituciones, porque no todos somos lo mismo. Porque desde la indignación se construye la frustración y resignación. Si la política fracasa en darnos una respuesta como sociedad, nos arriesgamos a que dejemos de creer en ella. Ese es el camino al desastre y la fractura.

 

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Hernán Reyes

Legislador porteño (Coalición Cívica).

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