Hace tiempo que no discuto con kirchneristas porque entendí que es una pérdida de tiempo, pero ahora apareció una nueva tribu urbana a la que no me resigno a dejar ir: la de los “liberales”. Se me dirá que el liberalismo existe hace más de cuatro siglos y que es una corriente filosófica, no una tribu urbana. Pero yo no me refiero a los que profesan ideas compatibles con el liberalismo, entre los que obviamente me encuentro, sino a los que se estampan la etiqueta como si de una denominación de origen protegida (D.O.P.) se tratara.
En el especial sobre las elecciones de hace unas semanas en Seúl escribieron Marcos Falcone y Alejandro Bongiovanni, dos exponentes de este Liberalismo D.O.P., del subgrupo “liberalismo racional” (aquel que no es homofóbico ni refuta el cambio climático). Estoy bastante de acuerdo con todo lo que dicen, pero cometen a mi juicio un error de base. Bongiovanni empieza diciendo que “José Luis Espert logra ser el liberal más votado del país”, lo cual es inexacto: Fernando Iglesias, por poner un ejemplo fácil, aunque hay más, obtuvo 855.562 votos en la ciudad de Buenos Aires contra los 656.498 de Espert en la Provincia. Es cierto que Iglesias no es un Liberal D.O.P. –no se autoproclama liberal ni se la pasa hablando de Locke, Hayek o Friedman– pero sus votos en Diputados y sus intervenciones públicas suelen coincidir a grandes rasgos con la filosofía liberal. Incluso votó a favor de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, de la que algunos Liberales D.O.P. habrían votado en contra.
Cualquiera con buena voluntad debe reconocer que, en las cosas centrales, Juntos por el Cambio es una coalición que comparte los lineamientos generales del liberalismo.
Es cierto que Iglesias no era cabeza de lista como Espert, pero es legítimo pensar que muchos votantes de su lista lo hicieron a pesar y no gracias a la cabeza de lista María Eugenia Vidal. Imposible saber cuántos. De todas formas, esto va más allá de los nombres propios. En todo su texto, Falcone habla de liberales y cambiemitas como de dos grupos diferenciados. La realidad demuestra que esto también es inexacto e injusto. Cualquiera con buena voluntad debe reconocer que, en las cosas centrales, Juntos por el Cambio es una coalición que comparte los lineamientos generales del liberalismo, más todavía si se la compara con la otra coalición hegemónica, el Frente de Todos. JxC se mantuvo siempre en favor de la iniciativa privada y la competencia, tanto cuando fue gobierno como ahora que es oposición: las SAS, las low cost y la eficientización de Aerolíneas Argentinas, el intento del régimen de participación público-privada, la quita del cepo, la quita de aranceles de importación a las computadoras, la baja en los subsidios energéticos, y un largo etcétera. El mismo Falcone dice que en 2015 el debate era entre “liberalismo gradual o liberalismo de shock”. Es decir: liberalismo.
Primero hay que ganar
Falcone y Bongiovanni, es cierto, expresan una idea que anda dando vueltas y que no les pertenece solo a los Liberales D.O.P. sino también a algunos votantes enojados de JxC: que la coalición opositora debería bandearse un poco más hacia el liberalismo o hacia la derecha. La discusión es pertinente, pero creo que en ella se mezclan varias cuestiones que habría que separar: una cosa es la famosa “batalla cultural”, otra cosa es la estrategia para ganar las elecciones y otra es la estrategia para gobernar.
Es probable, y hasta Macri lo dijo, que sea cierto que la única manera de que el próximo gobierno tenga éxito es que aplique un conjunto de reformas estructurales de entrada. Si será algo posible de hacer, si era menos posible en 2015 y más posible en 2023 por la magnitud de la crisis, si era tan posible en 2015 como ahora y no se hizo por cobardía, por inoperancia o simplemente porque no se creía que fuera necesario, o cualquier matiz que se quiera incorporar, es otro tema. Pero en eso los Liberales D.O.P. tienen razón.
Siempre se criticó del peronismo que es un camaleón ideológico. No hay manera de ganarle siendo dogmáticos.
Lo que ellos no parecen contemplar es que para implementar los programas económicos que proponen primero hay que ganar las elecciones y además hacerlo con un margen amplio y con mayoría de diputados y senadores. Y que si eso hoy no parece una utopía es gracias a la existencia de JxC, que se viene construyendo desde 2015 e incluso desde mucho antes, cuando empezó el gobierno del PRO en la Ciudad, una coalición que ya tiene un piso de votos mayor al del kirchnerismo (aunque no el suficiente como para ganar las elecciones en primera vuelta). Y que JxC es eso precisamente porque es amplia. Siempre se criticó del peronismo que es un camaleón ideológico. No hay manera de ganarle siendo dogmáticos.
Creo que los Liberales D.O.P. y muchos votantes enojados de JxC caen en la confusión de creer que la mayoría de las personas piensan como ellos y su círculo. Yo conocí un tipo que labura en marketing que en 2019 votó a Lavagna y a Alberto y este año votó a Milei. Es un ejemplo entre millones y no significa nada, sólo que las razones del voto son insondables. No diría que ese tipo es liberal, tampoco importa. Una de las razones por las que el peronismo unido perdió la provincia de Buenos Aires por primera vez en mucho tiempo es porque hubo una gran cantidad de bonaerenses que votaron por Santilli y por Manes. ¿Son socialdemócratas? Tampoco lo creo, pero tampoco importa. Muchachos: hay que ganar. Me chupa un huevo el etiquetado frontal.
No es liberalismo o socialdemocracia
Hay que ganar, además, porque lo que se pone en juego es mucho más importante que un puntito más o un puntito menos de impuesto a las ganancias. La discusión no es entre liberalismo o socialdemocracia, lamento informar, sino entre una banda que usa al Estado para beneficio propio y el resto de los argentinos. Los ejemplos son infinitos y desfilan todos los domingos en las páginas de Seúl. Pueden leer mi nota sobre Milagro Sala. ¿Les parece importante qué piensa Gerardo Morales sobre Ayn Rand? O la de Mariano Caucino sobre Bielsa y Basteiro. ¿Qué me importa qué piensa Jorge Faurie sobre Adam Smith? Pueden observar las imágenes del acto del viernes: una mezcla de apropiación del espacio público, reivindicación de dictaduras, discursos plagados de mentiras y un desprecio total por cualquiera que no pertenezca a su bando. Hay que ganarles.
No diría que “soy” liberal. “Ser” algo me parece muy adolescente. Como ser punk o ser stone. Quizás por eso, aunque coincido bastante con las ideas rectoras del liberalismo –como las resume muy bien en esta nota Bongiovanni–, no me preocupa anteponer mi deseo de ganarles a mis fantasías de país ideal.
Si hoy estamos pudiendo discutir todo esto, si el liberalismo se puso de moda, es gracias a que hubo un gobierno que habló de meritocracia por primera vez en doce años.
No hay que confundir esto con un bilardismo cínico. De hecho, considero que el gobierno de Cambiemos, a pesar de no haber logrado la reelección, no fue un fracaso. Y no porque no se hayan cometido errores. Pero fue un paso hacia adelante en un camino largo, que necesariamente tendrá avances y retrocesos. De hecho, si hoy estamos pudiendo discutir todo esto, si el liberalismo se puso de moda, es gracias a que hubo un gobierno que habló de meritocracia, de iniciativa privada, de competencia y de capitalismo por primera vez en doce años. Y que no sólo habló, sino que lo puso en práctica, con todas las dificultades que trae hacerlo no sólo con minoría en el Congreso sino, peor (y esto no va a cambiar en 2023), con todas las instituciones de la sociedad tomadas por el kirchnerismo y derivados. Incluso las de empresarios, que muchas veces prefieren el calorcito de la protección estatal.
Hay que ganar. Y ganar es también ganar en las provincias feudales del norte. Pensemos en Formosa. Está claro que uno de los problemas principales de la provincia es la dependencia total del Estado que tienen los ciudadanos y que, visto desde esa óptica, la solución es liberal. ¡Pero antes hay que ganar! Hay que poner en marcha el carro para que se acomoden los melones.
Está perfecto empujar para que JxC se parezca más a lo que nosotros queremos que sea, siempre entendiendo también que no todos los votantes de JxC piensan como nosotros.
Con todo esto no estoy diciendo que no haya que criticar a los dirigentes de JxC que dicen o hacen o votan cosas que no nos gustan. Está perfecto empujar para que JxC se parezca más a lo que nosotros queremos que sea, siempre entendiendo también que no todos los votantes de JxC piensan como nosotros. Y sé que los Liberales D.O.P. tienen la tarea de difundir esas ideas que hasta hace no mucho eran mala palabra y hoy por suerte están siendo reivindicadas. Coincido con ellos en que el mejor camino es ese.
Pero no tenemos que perder de vista el bosque. Larreta es tibio y complaciente con los kirchneristas, pero esta semana anunció pasantías obligatorias en empresas para los estudiantes secundarios y educación financiera. Fernán Quirós usa barbijo en todas las fotos y dice que la pandemia no terminó, pero no vacunó a los amigos. Demoraron en abrir los colegios, pero terminaron haciéndolo en disidencia con el Gobierno nacional. Cuando fue gobierno, JxC defendió a los ciudadanos de la violencia mapuche. El kirchnerismo es cómplice o socio. JxC recibió a Chocobar, el kirchnerismo recibe a los ladrones. JxC denunció y le quitó los privilegios a Milagro Sala. Una ministra del kirchnerismo fue su abogada defensora.
El kirchnerismo está herido, pero todavía no fue derrotado. Como escribió Eugenio Palopoli la semana pasada: curb your enthusiasm. La verdadera revolución será ganar. Con más contundencia que en 2015, de ser posible. Ganar en las provincias feudales. Ganar en el conurbano destruido por mil años de peronismo. Los Liberales D.O.P. pueden sumarse o quedarse en el chiquitaje de meter un diputadito más mientras dan indicaciones como el loco del pueblo que cree que dirige el tránsito. Nosotros y las pelo de cocker planchado estaremos luchando por un futuro mejor para sus hijos.
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