Existe una alternativa más simple para terminar con nuestro caos monetario y, además, impulsar el desarrollo regional: una unidad monetaria basada en el real brasileño.
No sería el régimen monetario ideal para la Argentina, pero por nuestras urgencias, nuestra historia y nuestra política todas las demás opciones son peores.
El Gobierno ha tenido logros importantes en la corrección de la economía, pero el apuro por mostrar resultados rápidos lo puede llevar a nuevas distorsiones.
La notable suba de los activos argentinos de las últimas semanas se explica por factores locales pero también por condiciones internacionales cada vez más favorables.
José Bové, el agricultor francés que lidera las protestas contra Bruselas, es una mezcla de Grabois y De Mendiguren: reclama privilegios mientras se infla el pecho de patriotismo.
El viernes empezó un Milei que reconoce sus limitaciones. Mientras tanto se apoya en el plan de Caputo, pragmático y equilibrista, el mejor posible para un presidente en su situación.
Para algunos economistas, desarmar las Leliqs es prioridad. Para otros no. Si Milei y su equipo son de los primeros es porque no creen poder hacer el ajuste prometido.
Además de oportunista e irresponsable, el proyecto aprobado en Diputados reduce al mínimo un impuesto que es eficaz, progresivo y existe en todos los países que nos gustan.
A pesar del empeño de las fuerzas del Gobierno y del Cielo por provocar una hiperinflación, todavía quedan algunas (pocas) esperanzas de que no suceda.
‘La Argentina en el Fondo’, el libro de Martín Kanenguiser y Alejandro Werner, confirma que no hay programa económico que pueda contra nuestra pulsión autodestructiva.