Santiago del Solar (Buenos Aires, 1964) es ingeniero agrónomo de la Universidad de Buenos Aires y fue jefe de gabinete del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca durante el gobierno de Cambiemos. Pero antes que nada es productor, empresario y administrador agropecuario. De la sexta generación familiar en esta actividad, como comenta orgulloso.
Miembro además de la Sociedad Rural Argentina y colaborador del movimiento CREA, del Solar actualmente se encuentra en Trenque Lauquen trabajando en lo que podría suponerse que será el campo del futuro, pero que en realidad ya es un presente mucho más común de lo que se piensa: agricultura de precisión, tambos robotizados y toda una serie de novedades que apuntan a cuidar al máximo el impacto ambiental. Charlamos vía Zoom acerca de varias cuestiones fundamentales para el sector agropecuario que, pasadas la conmoción y las movilizaciones por la resolución 125 hace ya 15 años, parecen haber quedado en una vía muerta.
El campo es uno de los sectores más competitivos e innovadores del país y el que más divisas genera. Pese a ello, sus intereses apenas aparecen en la agenda pública. Falta presencia e influencia en los medios y en los sectores de poder, tampoco parece haber una representación política acorde. ¿Es una falla atribuible a las instituciones gremiales o es un problema más de base?
El agro argentino tiene cuatro instituciones gremiales, no una, sino cuatro, con orígenes distintos y características distintas. Que sean cuatro y tan distintas entre sí es un inconveniente. Funcionaron unidas sólo en una situación de estrés como frente a la resolución 125, en 2008. Aquella vez la Mesa de Enlace sí hizo una movilización histórica que tuvo la capacidad de hacerle llegar su mensaje a toda la sociedad y generó mucha empatía. Pero fue como una foto, muy importante, pero apenas una foto, y después eso se diluyó totalmente.
Lo que sucede después es que el campo argentino para los gobiernos siempre es una caja, una caja enorme, muy fácil de manotear y con un régimen especial. Así como hay un régimen especial y muy favorable en Tierra del Fuego para el ensamblado de tecnología, el agro tiene un régimen especial en contra. Es casi histórico y es casi una política de Estado, lamentablemente. El campo es un sector que paga impuestos especiales, distintos al resto. Por ejemplo, los famosos derechos de exportación, las retenciones, que son tan conflictivas. Y eso genera un goteo y deterioro permanente de la capacidad argentina de producir y competir con otros países, por ejemplo, Brasil.
El campo argentino para los gobiernos siempre es una caja, una caja enorme, muy fácil de manotear y con un régimen especial.
Un tractor en Argentina te cuesta el doble en cantidades de soja que en Brasil o Estados Unidos. Entonces tenés que producir el doble para comprar la misma tecnología. Y eso no es gratis, eso genera un retraso. En 2010 Argentina producía el 21% del total mundial de soja, mientras que hoy producimos el 12%. Es decir que no sólo producimos menos toneladas en términos absolutos, sino que desde el punto de vista relativo empezamos a perder posiciones con respecto a otros países y de manera cada vez más rápida. Por ejemplo, Brasil pasó de estar apenas por encima de nosotros –un 26% contra nuestro 21% del mercado mundial en 2010– y ahora ellos están en el 38%. Van escalando a una velocidad que nos van dejando atrás.
Son oportunidades que se desperdician y que quizás no vuelvan.
Sí, algo que a mí me preocupa mucho es que las ventanas de oportunidad para la producción de alimentos en el mundo no son continuas. Tuvimos desde luego una muy importante a principios del siglo, después la Segunda Guerra Mundial, más recientemente el crecimiento fenomenal de China a principios de este siglo. Pero ahora sabemos que la población de China se va a estabilizar hacia el año 2100, no va a seguir creciendo a este ritmo. Entonces, esta oportunidad que es hoy, fue ayer, hace unos años, y tenemos unos años por delante, la estamos perdiendo inventando cuestiones como los “volúmenes de equilibrio”, por ejemplo. Volúmenes de equilibrio es que exportamos lo que decide un burócrata. Del otro lado están nuestros clientes internacionales y les hablamos de nuestros saldos exportables, que es como un desprecio a la mercadería, a lo que producís: es un saldo, un retazo. “Yo exporto lo que me sobra”. Y el cliente te dice: “No, yo quiero que me vendas lo que yo quiero, lo que yo necesito, en la cantidad que yo quiera”. Y nosotros decimos: “No, nosotros vamos a vender lo que nos sobra”.
Bueno, con esa estrategia comercial y de marketing desastrosa de decir “voy a exportar lo que me sobra”, por ejemplo, cuando fue la Primavera Árabe que volteó no sé cuántos gobiernos, esos países necesitaban trigo. Y Argentina cerró la exportación de trigo. Entonces, desde el punto de vista geopolítico, ¿qué peor estrategia que cerrar la exportación de trigo y qué mejor estrategia, como la que tuvo Francia, de exportar trigo a los países del norte de África? Y cuando estaban en una situación complicada, aparecer con la mercadería y decir: “¿A ustedes les falta trigo? Acá está el trigo, yo se los financio”. Y mientras Francia o Canadá hacían eso, Argentina decía “no, ahora que necesitás, yo no te vendo, no te quiero vender”. Bueno, ésas son estrategias que Argentina tiene hacia afuera y, posiblemente, la representación del agro no ha podido hacer entender bien la contracara de eso, de la importancia de ser un país confiable y generar un desarrollo muy dinámico y explosivo en situaciones de demanda internacional muy fuerte, que Argentina no lo ha podido capturar por el régimen especial en detrimento de la producción agropecuaria, en relación a otras producciones e industrias.
¿Qué pasó entonces después de la 125, por qué el discurso del campo no consigue despertar el interés del resto de la sociedad, por qué no se lo valora?
Mi percepción en general (y de acuerdo a lo que he visto en encuestas en la época en la que participaba en CREA) es que el agro argentino es bastante bien valorado en relación a otros sectores de la sociedad. Puede ser que haya sectores, algunas élites, que sigan pensando que el agro argentino es “la oligarquía”, seguramente también en algunos sectores del peronismo, no en todos. Pero insisto en la importancia de la caja: cuando un gobierno necesita caja, va y dice “yo la saco de acá”. No es un tema ideológico, es muy fácil sacar plata del campo, es sencillo: los agarrás en el puerto. Y ahí hay una gran trampa, porque la exportación del campo no la hacen los productores, no la hacen los 200.000 productores que salieron en el censo. El grueso lo hacen ocho exportadores de granos. Esos ocho exportadores, como hay control de cambios, son los que exportan y traen los dólares.
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Entonces cuando se habla de que el campo tiene que liquidar, en verdad están hablando con esas ocho empresas que son las que pueden adelantarle o no los dólares a un gobierno normalmente desesperado por las divisas. Entonces la capacidad de negociación del campo está muy atrás porque los productores están atomizados detrás de estos ocho que se pueden plantar frente al gobierno y decirle: “Te adelantamos 3.000 millones de dólares, pero quiero esto, esto y esto”, que son todos beneficios para el exportador y no para el productor. Entonces la capacidad de negociación del campo es muy poca y la desesperación del ministro de Economía de turno es mucha. Independientemente de que el ministro tenga una postura a favor o en contra del campo, el discurso suele ser que estamos en una emergencia, que más adelante va a mejorar, será distinto, desarrollaremos una industria exportadora de hidrógeno verde, o rojo, o azul, estarán los dólares de Vaca Muerta, los del litio y qué sé yo. Pero hoy, los dólares están acá, en el agro.
Es una situación de emergencia permanente.
Claro. Y esta vulnerabilidad del sector es porque el gobierno sólo se tiene que sentar con esos ocho exportadores, que son los que tienen la capacidad de ingresar los dólares. No son los dueños de los dólares: los dólares son de los productores, pero por el sistema de control de cambios la capacidad de presión que tienen esas ocho empresas sobre los gobiernos es monumental.
¿Por qué les cuesta tanto a las entidades del campo unirse detrás de objetivos comunes? ¿Son más las cosas que las separan que las que tienen en común?
Pasa que las entidades tienen orígenes muy distintos. La Sociedad Rural Argentina fue una institución proactiva: nació con aquello de que “cultivar el suelo es servir a la Patria”, traer la mejor genética, introducir el alambrado. Fue una institución que nació de esa manera. Por ejemplo, Federación Agraria es una institución reactiva: nació del Grito de Alcorta. El Grito de Alcorta eran los arrendatarios contra lo que entendían que eran precios muy caros, por eso la federación nació con otro enfoque, más de protesta que de propuesta. Más tarde ellos mismos pasaron a ser propietarios, entonces un poquito les cambió el enfoque, porque cuando vino el primer gobierno de Perón congelaron los alquileres y, de alguna manera, en vez de arrendatarios pasaron a ser pequeños propietarios. Después está Confederaciones Rurales Argentinas, que fue un desprendimiento de la SRA y que hoy, con sus diferencias, tienen un enfoque bastante parecido. Y CONINAGRO es una institución de cooperativas, pero a su vez es exportador, son los principales exportadores de granos. Eso se notó bastante al principio del conflicto de la 125, que eran exportadores, que tenían Sancor como empresa industrial. Y estas diferencias entonces implican intereses contrapuestos, y para que se los una 100% tiene que haber un conflicto muy fuerte como el de la 125. Y desde luego que además están los conflictos de egos, que ha habido gente que usaba las entidades como un trampolín para llegar a un puesto político. Eso en todos lados sucede. Puede suceder en la UIA, en todos lados.
¿Por qué pasa entonces que en muchos lugares de la zona núcleo el campo no puede influir ni siquiera en los gobiernos municipales? Pesa más un intendente nombrando empleados públicos que un grupo de productores que definen la economía de una región.
Es la falta de participación. Yo soy miembro de CREA, trabajaba en CREA, algo participaba en la Sociedad Rural de Rojas, pero muy poco. La 125 fue un antes y un después. Fue como un chispazo que hizo que muchos queramos participar, nos dimos cuenta de que el partido se jugaba tranqueras afuera. Encerrados en los campos era mucho menos lo que se podía hacer. Pero, pasado lo peor del conflicto, en los años subsiguiente la participación volvió a ser poca. Y esa participación no necesariamente tendría que interpretarse como una presencia física, ir a poner el cuero, sino quizás financiar a un candidato afín, financiar la campaña. En ese sentido, somos muy inocentes y muy desunidos como para estar dispuestos a financiar a algún candidato que tampoco debería defender nuestra agenda únicamente, no debería representar solamente al campo. Un diputado, supongamos, tiene que representar los intereses de toda la población de su distrito, no del campo.
Participación no necesariamente tendría que interpretarse como una presencia física, ir a poner el cuero, sino quizás financiar a un candidato afín, financiar la campaña.
Pero también es cierto que las políticas anti campo le hacen daño a toda la población en general. Toda esta pérdida de oportunidades… Yo estoy ahora en Trenque Lauquen. Lo que sería este pueblo si no hubiera habido derechos de exportación o retenciones en los últimos 40 años, sería totalmente distinta la ciudad, sería totalmente distinto todo. No hemos sabido comunicar eso porque también es plantear un contrafactual. Podríamos poner ejemplos de Brasil, ciudades enteras que se han desarrollado de la nada, pueblos que en los ’70 eran cuatro ranchos hoy son ciudades con el mejor estándar de vida de Brasil, con escuelas espectaculares, con industria, con todo. Y todo eso se dio a partir del agro. Nosotros no hemos sabido explicar eso a la opinión pública. Tampoco hemos sabido explicar que el proteccionismo destruye, que hay países como Australia que exportan —entre comillas— commodities y son primarizadores, y el estándar de vida, bueno, todos nuestros hijos se quieren ir allá. Algo hay distinto ahí.
No queremos tener el acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur, no queremos integrarnos al mundo con tratados de libre comercio. Para poder exportar nuestros productos, para poder tener aranceles cero, también hace falta poder importar. Entonces tenemos los autos más caros del mundo, la ropa más cara del mundo y nosotros fallamos en comunicar, en explicar que esas cosas van de la mano. Tenemos una inflación galopante y resulta que lo que más aumenta no son los alimentos, sino los textiles. Pero resulta que a la industria textil hay que protegerla, es más, hasta hay una institución, una fundación que puso a uno de los suyos como secretario de Industria, que se llama ProTejer…
Casi una admisión de culpabilidad, el nombre.
Claro. Y no lo podemos explicar, no decimos “te están reventando el salario con un auto caro, con camiones caros”. El camión caro es el transporte de todas tus mercaderías. Y la Argentina tiene los alimentos más baratos del mundo, lo que pasa es que no tenés un sueldo acorde. Ahora, ¿querés importar carne? Porque ahora salieron a decir que vamos a importar alimentos. ¿Vas a traer trigo de Brasil? No vas a poder, porque sale mucho más caro. Y la Argentina tiene esa capacidad de generar muchos más puestos de trabajo si uno limitara todas esas políticas y regímenes especiales antiagro que están instalados y siempre la emergencia posterga la posibilidad de ser un país normal. Ya ni digamos como Canadá o Australia, sino como Paraguay, Uruguay, Bolivia o Chile.
Queda claro entonces que falta una comunicación adecuada, que con los suplementos agropecuarios de los diarios o algún columnista que habla diez minutos por semana en la radio no es suficiente.
No, claro, con los suplementos semanales del agro no alcanza. Y el campo tiene cosas espectaculares para comunicar. Tenemos drones, tenemos agricultura por ambientes, pulverizaciones de precisión, aplicamos el chorrito del herbicida solamente donde está la maleza y pasan varios metros y no aplicamos nada porque tenemos robotizadas tanto las sembradoras como las pulverizadoras. Digamos, se volvió muy sexy la actividad agropecuaria, desde el punto de vista tecnológico es muy atractivo lo que hay. Obviamente, nos gustaría poder importar mucha más tecnología, a pesar de que acá desarrollamos muchas cosas, pero eso yo creo que es algo mucho más agradable y de impacto para comunicar que decir que no hay rentabilidad. Lo que te acabo de decir, de que necesitamos el doble de soja para comprar un tractor, es lo mismo para comprar una computadora, sensores e infinidad de cosas. En los tambos están ingresando muchos robots para ordeñar las vacas. Las vacas se ordeñan solas. El concepto de bienestar animal ha cambiado muchísimo cómo se trabaja y eso es muy lindo verlo.
Es algo que deberíamos saber explicarlo un poco mejor, que la vida rural en los pueblos es agradable y se puede ganar bien y desarrollarse bien.
Nosotros acá en el campo hacemos jornadas abiertas: traemos gente, concejales, maestros. Es un esfuerzo. Hacemos tranqueras abiertas y acá tenemos un lema en nuestra empresa: “Todo lo que hacemos, si no lo podés contar y no lo podés mostrar, no lo podés hacer”. O sea, todo lo que hacemos lo tenemos que poder mostrar y lo tenemos que poder contar. Por supuesto que a veces es un incordio que venga gente, es lejos, el camino es de tierra, está todo roto. Un montón de cosas. Las redes sociales creo que ayudaron mucho, hay muchos influencers. Yo no sé hasta dónde llegan con las redes sociales mostrando historias agradables del campo y convengamos que ha mejorado mucho. Hoy tenemos una conexión con un costo enorme, pusimos mucha plata nosotros personalmente para que esto exista, pero tenés conexión, la vida es más agradable en el campo, hay gente que está dispuesta a estar acá, a vivir acá y yo creo que eso es algo que deberíamos saber explicarlo un poco mejor, que la vida rural en los pueblos es agradable y se puede ganar bien y desarrollarse bien. Y hay buenos sueldos y buenas oportunidades. Creo que nos falta explicarlo eso y, posiblemente, no hemos sido capaces de llevarlo a los medios.
Como si todo lo anterior fuera poco, incluso en los propios pueblos aparecen proyectos en los Concejos Deliberantes tratando de prohibir lo que llaman “agrotóxicos”. Parece casi suicida.
Bueno, yo creo que ahí sí hay un componente ideológico y hay una ola que es mundial, que no es sólo argentina. En la Unión Europea no se la agarran tanto con los agroquímicos como acá, por ahí es más la biotecnología, la contaminación de las napas por nitrógeno. Tiene una agenda distinta a la nuestra. Nosotros tenemos como una fobia a los agroquímicos. Cuando uno tiene que tomar un antibiótico, cuando te lo da un médico, lo tomás, pero en el caso de los productos químicos, hay una fobia. Yo creo que se trabajó mucho para tratar de evitar las zonas de exclusión, y algunos Concejos Deliberantes lograron algo más o menos razonable. Pero falta una normativa, una ley provincial que está presentada, la presentó Lucho Bugallo en la provincia de Buenos Aires, pero bueno, es una discusión válida y de todos los días, y no es sólo en Argentina: convengamos que a nivel mundial hay una presión muy fuerte.
El próximo gobierno que asuma en diciembre, ¿debería bajar rápida y sustancialmente las retenciones, aun a costa de una caída fuerte en la recaudación? ¿Cuál sería el mejor curso de acción?
Yo creo que el primer punto es desterrar el mensaje de que las retenciones son una enfermedad argentina incurable, de que van a estar para siempre. Si vos generás esa desazón, la producción no va a aparecer. Si te encontrás con un gobierno nuevo y de entrada te dice “esto no se puede sacar”, entonces vas a bajar los brazos. En cambio, si viene uno y dice “dejame ver, cuando pueda lo voy a hacer”, todos los que tomamos decisiones en el campo vamos a decir: “Bueno, apretemos el botón de función sobrevivir, supervivencia, flotar y, bueno, seguiremos así resignados, gris, sepia, triste”. El cambio de expectativas, que lo hizo el gobierno de Macri, lo consiguió el gobierno de Macri, hizo que de 9 millones de toneladas de trigo pasemos en dos años a 21. Eso fue así. La producción de maíz subió un 75% en dos años. Eso es real, eso pasó. Cambio de expectativas. Si no hay un cambio de expectativas, que de eso se trata: es tener confianza, tener expectativas y que Argentina sea un lugar para invertir. Hoy las empresas internacionales miran a Brasil para invertir, no miran a la Argentina.
El mensaje inicial de un gobierno debería ser que va a hacer un esfuerzo, el máximo posible de entrada, y que hay un cronograma para que las retenciones se terminen.
El mensaje inicial de un gobierno debería ser que va a hacer un esfuerzo, el máximo posible de entrada, y que hay un cronograma para que las retenciones se terminen, pero un cronograma cierto. Y ese cronograma va a tener que hacer, por supuesto, el gasto público y el déficit fiscal se tienen que reducir, y el proteccionismo hay que ir dejándolo, también.
Y si el lobby proteccionista empieza a gritar que si firmamos un tratado de libre comercio con Corea y entran los autos coreanos, la consecuencia es que se desmantela la industria nacional, ¿cómo se pelea esa cuestión, qué se le dice a ese discurso?
En primer lugar, que nos estamos olvidando de los 45 millones de habitantes que compran autos caros, ropa cara, otros insumos caros y eso les erosiona el salario. El proteccionismo empobrece y destruye el salario. Hay que pensar no sólo en el industrial textil sino en el consumidor. Y segundo, que normalmente estas cosas son graduales. En el acuerdo Unión Europea – Mercosur el arancel pasaría del 35% a cero en 15 años, el problema es que el año cero no llega comienza nunca, el calendario nunca arranca. Tenés que arrancar hoy y decir “esto va de a poco”. Ésa es la manera en que se hace. Es cierto que Nueva Zelanda y Australia no lo hicieron así, lo hicieron de golpe. Y Australia no produce autos, ellos dicen “un auto es un commodity, se produce en cualquier lado”. ¿Nosotros qué commodity producimos barato? Café no, hay que importar el café porque acá es carísimo, no tenemos clima. ¿Trigo, producimos un commodity barato? Bueno, no hace falta importar, consumimos el nuestro. ¿Sedán cuatro puertas necesitamos producir nosotros? Bueno, mirá, no lo desmantelemos de un año para el otro, pero sí hagamos una baja de aranceles gradual, sostenida, con un acuerdo que no podamos volver para atrás como el acuerdo con la Unión Europea, con otro país que sea espejo, que baje lo suyo. Y ésa es la única manera, si no, no salimos más. Si el año cero no es nunca, bueno, ahí estoy generando una desesperanza y ninguna industria internacional o argentina, ninguna inversión va a venir donde el statu quo vaya a permanecer así. Vos tenés que marcar un cambio de expectativas importante, fuerte, y tiene que ser bajo acuerdos internacionales que no se puedan volver para atrás. Y que sean creíbles, porque ya mentimos tantas veces que no nos cree nadie. Ése es el gran problema: a nosotros no nos cree nadie.
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