JAVIER GIANGIACOMO
Domingo

LTA a las LNA

El próximo gobierno debería eliminar las ‘licencias no automáticas’ para importar, porque perjudican a productores y consumidores y generan corrupción. Idealmente todas, idealmente el primer día. 

Como importar en Argentina es una misión imposible, exportar, crecer y desarrollarnos también lo es. Un próximo gobierno que quiera normalizar la economía deberá hacer algo rápido con todas las trabas que limitan al comercio exterior y, especialmente, con las Licencias No Automáticas (LNA), los permisos que aprueba manualmente el Estado para autorizar importaciones y que afectan a cada vez más productos. Mi propuesta es eliminar todas las LNA, lo más rápido posible. 

¿Por qué? Por un montón de razones: encarecen los precios de lo que consumimos y producimos, desalientan las inversiones y las exportaciones, generan malos incentivos para el sector productivo, nos expone a retos y sanciones de los otros países y, como vimos en las últimas semanas, son un caldo de cultivo ideal para la corrupción. Sacarlas, sin embargo, no será fácil. La narrativa proteccionista es muy fuerte, desde hace mucho tiempo. El eje narrativo está tan corrido que estamos discutiendo algo que no se discutiría en ningún lugar del mundo. Hemos normalizado las LNA, como normalizamos que en las fronteras te controlen si cambiaste las ruedas del auto. Por eso hay que entender y explicar hasta el cansancio los beneficios de importar y transparentar al máximo el comercio exterior. 

Vayamos por partes entonces. Empecemos por las Licencias de Importación, un trámite que exige al importador presentar documentación para que se le autorice el ingreso de mercadería. Existen dos tipos: las automáticas y las no automáticas. Las automáticas no operan como una restricción a las importaciones y en un plazo corto (unos 10 días) se habilitan, como indica su nombre, automáticamente. Ese plazo sirve para recopilar información estadística y asegurar el producto cumpla otro tipo de regulaciones. Las no automáticas, en cambio, se usan para administrar restricciones comerciales justificadas en el marco jurídico de la Organización Mundial de Comercio (OMC), pero deben usarse de forma transparente y cumpliendo con los plazos de aprobación (entre 30 y 60 días) para no violar las normas internacionales.

Parece que la gran amenaza nacional son las zapatillas y los Lego. Nunca hay que subestimar un zapatillazo bien puesto.

Una pregunta que me hago en estos casos es: ¿se trata de un instrumento que se usa en el mundo? La respuesta es sí, hay otros países que las usan. Federico Bernini hizo una comparación internacional y encontró que 46 países emplearon esta herramienta en 2011. La siguiente pregunta es: ¿para qué la usan? Los productos que más aparecen en las listas globales de LNA son pólvoras y explosivos, animales vivos, químicos y armas. Un informe más reciente de la OMC analizó el uso de las LNA en cinco de los rubros que más se usaron en 2020: productos químicos peligrosos, diamantes en bruto, fertilizantes y pesticidas, productos farmacéuticos y residuos peligrosos. Para la mayoría de los países, el objetivo de las licencias es proteger la seguridad nacional y el control de plagas y pestes. En Argentina, por el contrario, la mayoría de las LNA se concentran en calzado, textil, plástico y caucho y juguetes. Parece que la gran amenaza nacional son las zapatillas y los Lego. Nunca hay que subestimar un zapatillazo bien puesto.  

Sanciones internacionales

El abuso que hizo Argentina de las LNA no pasó inadvertido por la comunidad internacional. Hasta 2011 los productos que requerían LNA representaban menos del 6% del total incluido en el Nomenclador Común del Mercosur (NCM). Entre 2012 y 2015, cuando se implementan las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación (DJAI), el 100% de las importaciones pasó a estar restringido. Esa forma poco sutil de administración del comercio hizo que la Unión Europea, Estados Unidos y Japón nos demandaran ante la OMC. En 2014 fuimos condenados por violar las normas de comercio internacional y el fallo se ratificó en 2015, obligando al país a eliminar los controles. 

En diciembre de 2015 asumió el gobierno de Cambiemos y, para cumplir con el fallo, se desmantelaron las DJAI y se volvió al esquema de licencias. Se lo llamó Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones (SIMI) y el 15% de las posiciones pasaron a tener LNA, más del doble de las que tenía Guillermo Moreno en 2011. Es interesante, porque esta nueva etapa, en la que las LNA continuaron en niveles históricamente elevados y nunca se eliminaron en su totalidad, fue calificada por la oposición y la mayoría de los medios de comunicación como “apertura indiscriminada”, “avalancha importadora” y otros adjetivos dramáticos. 

¿Cómo continuó con este gobierno? La primera resolución del primer secretario de Comercio de Alberto Fernandez fue aumentar de de 1200 a 1500 posiciones las licencias no automáticas, especialmente a prendas de vestir, hilados y polipropilenos. También desactivaron el robot que aprobaba las importaciones que cumplían todos los requisitos y lo reemplazaron por reuniones con funcionarios. A fines de 2022, durante la gestión del ministro Massa, se agregaron 2700 nuevas posiciones al listado de LNA quedando el 41% del nomenclador afectado por estas restricciones.

Fuente: Trade Policy Review WTO Argentina 2021 y Aduana. Valores al 31 de diciembre de cada año

Un mal instrumento de política comercial

Algunos ya se empiezan a preguntar si este aumento del uso de licencias aprobado por Massa podría volver a generar sanciones o denuncias internacionales. Es probable, pero independientemente de lo que pase afuera, poner fin a las LNA debería ser una prioridad del próximo gobierno, por los problemas que nos genera puertas adentro:

Las LNA generan menos competencia y precios más altos. Poner una LNA sobre un producto envía una señal a los importadores: ¡salí de ahí, maravilla! Suponete que detectás que faltan productos y variedades de artículos para bebés, desde ropa hasta sillitas de comer o practicunas. Creés que podría ser una buena idea abrir un local que venda los productos que a vos te parece que están faltando. Pero averiguás un poco y te enterás de que casi todo lo que te gustaría vender tiene LNA. Mejor no, decís, va a ser un dolor de cabeza. Deberías tener, mínimo, una persona que se ocupe de todos los trámites de comercio exterior. Prepararte para la incertidumbre permanente: ¿me aprobarán lo que quiero traer? ¿Y si alquilo un local, contrato vendedores y después no me aprueban las importaciones? Ese razonamiento hacen muchos y, con razón, desisten. La competencia se limita y por ende solo quedan algunos pocos con la espalda o los contactos como para hacer frente a tanta incertidumbre y maraña burocrática. Cuantos menos queden, mayores precios van a cobrar.

Las LNA desalientan las inversiones. Ahora ponete en los zapatos del gerente de una automotriz que quiere diversificar su cadena de suministro, muy concentrada en China, y considera mover la producción a Argentina para empezar a fabricar una parte de sus autos. Pero esa parte necesariamente va a tener que utilizar un o insumo importado. Le cuentan que el insumo tiene LNA, por lo que para importar deberá hacer muchos trámites y no hay garantías de que puedan entrar. ¿What? Chau, Argentina.

Las LNA ponen en riesgo las exportaciones. Tenés un cliente en el exterior al que no pudiste cumplirle con el plazo de entrega de tu producto porque no te aprobaron la LNA de un insumo a tiempo. Perdés credibilidad, perdés al cliente, perdés exportaciones, perdés mercados.

Las LNA transmiten incentivos incorrectos al sector productivo. Sos dueño de una metalúrgica. Tornillos no producías porque los que venían de China eran mucho más baratos. El gobierno restringe las importaciones de tornillos. Tus clientes te dicen: nos vendría bien que te pongas a fabricar tornillos. Comprás la máquina que te hace falta, contratás a algunos empleados y empezás a venderlos. Son más caros que los que venían de China, pero, como no entran, te compran a vos. Aumentó el costo de producción para los que usan tornillos en Argentina, porque el Estado cerró la importación y te indujo a producir algo que otros venden más barato, que difícilmente puedas exportar y que si quitan las restricciones a la importación posiblemente tengas que dejar de producir porque no vas a poder competir con lo que viene de afuera. Asignaste mal los recursos porque te mandaron señales incorrectas. En el medio subió el costo argentino y perdimos competitividad.

Las LNA generan un entorno ideal para la corrupción. En las últimas semanas en los medios y redes sociales se habló mucho de las licencias. ¿La razón? Corrupción: hubo denuncias sobre pedidos de coimas para lograr la aprobación de importaciones. No debería sorprender, los criterios para la aprobación de licencias no son claros. Si a criterios difusos le sumás escasez (no hay dólares para importar), privilegios (el que accede a importar puede hacerlo al tipo de cambio oficial y con la brecha cambiaria accede a dólares baratos, ¡gran negocio!) e intermediación discrecional de un funcionario tenés todos los ingredientes para el tongo. 

 

No será fácil

Las LNA deben quitarse, todas, idealmente el primer día. El problema es que en el país de los parches, los cepos y la brecha esto no será tan sencillo. La normalización del comercio exterior requiere que se normalicen también otras variables. El tipo de cambio, por ejemplo, debe ser razonable, es decir, un valor del dólar oficial mayor al que tenemos hoy, para que no haya efectivamente una avalancha importadora, e idealmente un dólar unificado para evitar rulos y ventajitas. Si esas condiciones se cumplen, habría que quitar todas las licencias no automáticas. Las cosas que no hacés de entrada, después es muy difícil que las puedas hacer. Es como el snooze del despertador: cinco minutitos más, otros cinco y cuando te querés acordar te quedaste dormido o se te pasó el mandato. Especialmente porque empieza a operar el relato proteccionista, que es muy fuerte y está muy arraigado.

“Otra vez un gobierno neoliberal de Juntos por el Cambio quiere abrir todo y dejar sin trabajo a la gente”. Muchos lo dicen como chicana, pero conozco gente formada y honesta intelectualmente que también se refirió al período 2016-2019 como uno en donde se abrió la economía indiscriminadamente. Es un mito. Adam Smith se retorcería en su tumba si le dijeran que Macri abrió la economía. Apenas entornó la puerta y bajó algunos aranceles, como el de las computadoras. La forma más clara de comprobarlo es que durante todo ese período, Argentina siguió formando parte del Mercosur, uno de los bloques más cerrados del mundo, que tiene acuerdos comerciales con menos del 10% del PBI global. Además, el arancel promedio que aplica el Mercosur es de los más altos comparado con los otros países y bloques (es el doble del arancel que aplica Chile, cuatro veces más que el de la Unión Europea o Estados Unidos y seis veces más que el de Japón). La prueba de los pocos grados de libertad que tenés siendo parte del Mercosur es Uruguay. Lacalle Pou ya no sabe cómo pedir que dejen a su país negociar más acuerdos y bajar aranceles. 

Además del Mercosur, los procesos y costos de importar no se agotan en las licencias o los aranceles. Los productos que logran ingresar al país deben abonar impuestos y tasas y, en muchos casos, pagar derechos antidumping y cumplir con reglamentos técnicos tediosos. De hecho, Argentina es de los países que más uso hace del antidumping. De acuerdo a los datos de la OMC somos el quinto país con más medidas antidumping vigentes. Antes de perderte en tecnicismos te cuento: hacer dumping significa exportar un producto a un precio por debajo del que lo vendés en tu propio país. Muchas veces escuchamos a productores locales quejarse de que ingresan productos de afuera extremadamente baratos, porque los venden por debajo de sus costos, y contra esos precios ellos no pueden competir. Porque es desleal. Se inicia entonces una investigación y, si se encuentra que eso es cierto, se aplica la medida antidumping compensatoria. Esa medida, en la práctica, significa aplicar un derecho de importación adicional. Generalmente los productos provenientes de China son los que más medidas antidumping reciben. Por su parte, los reglamentos técnicos son requisitos que los productos deben cumplir sobre, por ejemplo, seguridad, calidad o etiquetado, que en muchos casos se convierten en una burocracia lenta y cara, porque implican muchos trámites y certificaciones que cuestan plata y tiempo. 

Adam Smith se retorcería en su tumba si le dijeran que Macri abrió la economía. Apenas entornó la puerta y bajó algunos aranceles.

Volviendo a las zapatillas, si sacaras la licencia no automática que tiene hoy, el producto igual pagaría 35% de arancel (el máximo permitido dentro del Mercosur) más el derecho adicional por dumping, que equivale a US$15,70 por par de zapatillas. A esto se le suman otras tasas e impuestos transversales como la tasa estadística, actualmente de 3%, y el IVA (21%), más otros impuestos que en realidad son un costo financiero, porque luego se recuperan (aunque con esta inflación del 100% siempre se pierde una parte): el IVA adicional (20%) y los adelantos de ingresos brutos (2,5%) y ganancias (6%). Por último, hay que sortear la parte burocrática, como el etiquetado y la Declaración Jurada de Composición de Producto, entre otras. Algo similar se repite para la gran parte de los productos que son más sensibles a la competencia externa. Toda esta información la podes sacar de la VUCE, la ventanilla única de comercio exterior, lanzada en 2018. Ponés el producto que estás buscando, la operación (importación) y ahí figuran todos los requisitos.

¿Esto significa que si quitás las licencias no automáticas no se va a perder ningún empleo? No, es probable que algunos no puedan competir con los productos importados, a pesar de los aranceles a tope, las medidas antidumping o el hecho de que tengamos salarios en dólares bajísimos. Tomemos el caso que puse más arriba, el del metalúrgico que empezó a fabricar tornillos porque no se podían importar. Tal vez si otros productores pueden conseguir ese insumo más barato afuera dejen de comprarle y él tenga que reconvertir parte de su planta. Es una posibilidad que pase a necesitar menos gente. Pero el empleo y las actividades son dinámicas. En paralelo, otro productor que ahora consigue insumos más baratos podría ganar nuevos clientes y contratar gente. Podría ser que se abran más tiendas comerciales para vender productos de bebés y la gente que viajaba y se traía antes todo de afuera lo compre en nuestro país. Se puede perder empleo en algunas actividades y crear trabajo en otras. La realidad es que haciendo lo que hicimos estos últimos 20 años tan bien no nos fue: la mitad de los empleos que se crearon fueron informales o estatales. En todo caso, si hay cuestiones puntuales de empleo hay que resolverlas con medidas específicas y no perpetuar políticas que son nocivas y distorsivas para la economía en su conjunto. 

Ayudame, loco

Para hacer las cosas que queda bien decir (“tenemos que exportar más, tenemos que crecer, tenemos que bajar la pobreza , tenemos que bajar la inflación”), también hay que hacer las otras: entre ellas, hay que importar más. Eso genera incomodidad y cuando alguien intente hacerlo va a enfrentar resistencia. Es absurdo pensar que los sectores que se benefician de una economía cerrada salgan a apoyar medidas que impliquen quitar trabas a la importación. Eso no significa que sean malvados ni mucho menos. Actúan racionalmente según sus intereses. Lo que es menos racional es entender a quienes se quedan callados cuando se beneficiarían de una economía más dinámica, con menos trabas, integrada al mundo y con acceso a más mercados. 

Mientras listaba los trámites, aranceles e impuestos que se necesitan para importar las zapatillas se me vino a la cabeza la imagen de la remera con los costos de producir en Argentina, usada por el sector textil para justificar los precios que pagamos los argentinos. Seguro viste esa infografía alguna vez: aparece en programas de TV, en Twitter, la comparten periodistas y cámaras empresariales. Es buenísima. Mucho más potente que estos párrafos aburridos que puedo escribir yo sobre trabas al comercio. Pensaba: ¿a ningún importador se le ocurrió hacer una infografía simple y bonita con los aranceles y las trabas que hay que pagar para importar en Argentina? ¿Un paso a paso del drama que es lidiar con la Aduana? ¿Un video explicando las peripecias que hay que hacer para obtener certificaciones de productos o las exportaciones que perdieron por incumplir plazos de entrega? ¿No hay empresarios que quieran transparentar y bajar los costos de los trámites y regulaciones del país? 

Estoy segura de que sí, porque los he escuchado. Pero los comunicados de los foros empresariales terminan siendo declaraciones poco precisas: “Necesitamos políticas de largo plazo, continuidad, acuerdos, exportar más”. Pero eso, concretamente, ¿qué significa? ¿Necesitamos más o menos acuerdos comerciales? El arancel externo común del Mercosur, así como está, ¿nos sirve? ¿Debería Argentina hacer todo lo posible para que entre en vigencia el acuerdo Mercosur-Unión Europea? ¿Hay que sacar las licencias? 

A los que quieren una economía amurallada ya los conocemos y los escuchamos permanentemente. Los cambios que necesita el país no van a hacerse en cuatro años y no dependen exclusivamente del gobierno de turno. Es hora de que los que quieran cambiar también hablen y sean igual de claros.

 

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Daiana Molero

Economista. MC/MPA Mason Fellow en Harvard Kennedy School. Pre-candidata a diputada nacional (CABA). Ex subsecretaria de Programación Microeconómica.

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