Me tocó votar en el club Pinocho de Villa Urquiza. Toda una alegoría de la antipolítica para el que la quiera ver. Casi siempre voy a votar apenas abren, pero esta vez fui a media mañana y pude comprobar que hubo problemas con las máquinas de votación, lo que ocasionó que tardara una hora y diez minutos en poder votar. No me pareció tan grave, es más o menos el tiempo que tengo que esperar para que me atiendan en algunas panaderías boutique de Palermo.
En realidad, creo que mi temperamento general es ese, bastante calmo, dadas las circunstancias. El resultado de las PASO me sorprendió, sin dudas, y creo que tenemos un largo y difícil camino hasta la primera vuelta, pero pienso que tenemos que distinguir entre el efecto de la sorpresa por la defraudación de las expectativas (que le sacábamos diez puntos al kirchnerismo, que Milei se había derrumbado hacía meses, etc.) y la situación tal como se presenta. Hago constar algunas observaciones medio generales que se me ocurrieron durante el día y algunas que ví por ahí que me parecen interesantes.
Primero, Cristina Kirchner tenía razón, el panorama electoral parece dividido entre tres tercios. Ni Milei colapsó, ni el kirchnerismo se borró del mapa (les fue pésimo, comparando con otras veces, pero Juntos por el Cambio no está para cancherear). Más allá de que me parece casi un error categorial hablar de victoria y derrota entre candidatos que no compiten entre sí, dado que se trata de una interna, la diferencia entre los espacios es demasiado estrecha como para hablar de una derrota o victoria categórica. Entre el primero y el tercero hay menos de tres puntos porcentuales de diferencia. Milei hizo una excelente elección y fue el candidato más votado, no quiero sacarle ese mérito ni tampoco a su organización, pero el resultado esta totalmente abierto y es, en términos de las posibilidades políticas, incierto.
Milei hizo una excelente elección y fue el candidato más votado, pero el resultado esta totalmente abierto y es, en términos de las posibilidades políticas, incierto.
Segundo. ¿Por qué pasó eso? ¿Por qué JxC no estuvo a la altura de las expectativas y Milei la rompió? La cuestión me excede, pero no descartaría que esté ocurriendo lo que ha pasado en otros países (muy notablemente, en Estados Unidos con Trump). Dicho muy brevemente, hay un sector de la ciudadanía que se siente excluido, negado, entonces acumula resentimiento y si aparece un candidato que canaliza ese resentimiento, pasa lo que pasa. En Estados Unidos la idea es que los que votaron a Trump fueron los “perdedores de la globalización”, como diría Michael Sandel. Blancos pobres, personal no calificado, gente sin estudios universitarios ni capaces de subirse a la ola de transnacionalización. Acá, no lo sé con claridad, pero uno conversa con personas de distintas clases económicas y hay frustración con un Estado que se percibe sofocante, inútil y sesgado en favor de minorías, militantes, políticos, etc. Es una revuelta contra el privilegio (real o percibido, claro está).
Otra razón está en JxC. La elección fue pésima y es posible que la propia dinámica de la interna haya tenido algo que ver. Larreta tensionó a veces de más con su intención de ampliar la coalición, pero sobre todo tensionó con la inclinación ideológica del electorado. Como señalaron varios, el electorado se corrió a la derecha y Larreta quedó en offside. Para peor, quedó como colaboracionista del kirchnerismo, estatista, corporativo, socialdemócrata, etc.
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Sin embargo, no creo que tenga el tipo de responsabilidad que se le achaca (de haber “hundido” a JxC). Tanto él como Bullrich insistieron con su estrategia, a cada uno le puede gustar una u otra, pero ambas son legítimas vías de gestión del poder. Esa divergencia de estrategias llevó a una confrontación y esa confrontación, que es relativamente normal en una interna cualquiera, pudo ser vista por el electorado como una señal de falta de decisión, de debilidad, acaso de continuismo. Hubo juego sucio, es verdad, pero me parece que el problema era inevitable.
Entonces, para resumir. De un lado, dos modelos de gestión de la política confrontando legítimamente, con discusiones, algunas puteadas, zancadillas, todo a la vista y en público. Del otro, un candidato que no compitió contra nadie y que prometía satisfacer el ansia de certeza (y venganza) del electorado enardecido. De un lado un proceso turbulento de construcción de candidaturas, del otro un mensaje simple, emocional y sin disonancias.
“Vox populi, vox Dei”
Dicho eso, hay que empezar a contemplar la posibilidad de que Milei sea presidente. Hoy a la mañana hablaba con mi viejo, que estaba preocupado por las barbaridades que dice Milei en su plataforma electoral. No sé si son barbaridades o no (bah, sí), pero en todo caso, su eventual presidencia no me preocupa por lo que pueda hacer en términos de legislación, ya que pienso que no podrá hacer nada demasiado extremo.
Cualquiera sea el proyecto que Milei tenga en mente, todavía deberá pasar por el Congreso. Argentina no es una República Ideal (por decirlo de alguna manera) pero las instituciones todavía están ahí, y han resistido con mayor o menor entereza durante todo el kirchnerismo. ¿Por qué habrían de colapsar ahora? El kirchnerismo tuvo 20 años de poder casi total y aún así sus proyectos más autoritarios y antirrepublicanos chocaron contra la oposición en el Congreso, a veces, y con la Corte Suprema, otras. Incluso puede darse una especie de círculo virtuoso. Buena parte del próximo Congreso será liberal (no me hagan definirlo, digamos “partidarios de una democracia constitucional con un sistema de mercados amplio”). Eso es algo inédito y podría ser una gran oportunidad. Una forma de pensarlo es que Milei mande locuras al Congreso y allí el proceso político las lleve a algo factible, razonable y justo (o las descarte y punto). No es imposible (aunque todo sería mucho más fácil si ganara Bullrich, pero bueno, vox populi vox Dei).
Me preocupa el hecho de que estamos enterrando la última experiencia populista del país y el que está dando las últimas paladas es otro populista.
Para ir cerrando, me preocupa el hecho de que estamos enterrando la última experiencia populista del país y el que está dando las últimas paladas es otro populista. Los compañeros libertarios van a protestar, pero Milei es un líder populista de manual. No es algo para discutir ahora, pero necesitamos reconstruir un Estado fuerte (que no es lo mismo que grande), reimplantar el principio de legalidad, la división de poderes y asegurar la propiedad privada. Milei parece comprometido con esto último, pero deja dudas sobre las otras cosas (entre muchas otras). Naturalizamos tanto el populismo que cuando una formación populista colapsa corremos hacia otra.
La política argentina parece el eterno retorno del populismo. Me acuerdo que a principios del gobierno de Cambiemos, allá por el 2015, me junte a tomar un café con Gabriel Palumbo en Palermo. Hablamos de lo que estaba pasando (concluímos, como corresponde, que no sabíamos), del futuro, de los problemas que había, etc. En medio de la charla, Gabriel usó una frase que dijo que le había tomado prestada a otro y que nunca me abandonó. Dijo que Cambiemos era una “pausa entre dos populismos”. Lamentablemente, eso fue lo que ocurrió. Hoy en día, si uno mira el resultado de las PASO, JxC es literalmente lo que está en medio de dos populismos, uno de izquierda y otro de derecha.
Entonces, el resultado de las PASO es preocupante pero la pelota la tenemos nosotros. Todavía falta que voten millones y ahora la campaña podrá estar unificada detrás de un liderazgo único y no enfocada en una interna, necesaria en su momento pero dañosa. Lo más importante, me parece, es que estamos más cerca que nunca de lograr lo que buscamos, ese es el punto. No va a ser fácil, pero como decía un demócrata, no lo hacemos porque sea fácil, sino porque es difícil.
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