LEO ACHILLI
PASO 2023

En busca del tiempo y los votos perdidos

Más allá de quién termine ganando la presidencia, los resultados de las PASO evidencian el fracaso del sistema de partidos y de la democracia inaugurada en 1983.

En mayo del año pasado escribí una nota en Seúl que advertía sobre los riesgos que presentaba para Juntos por el Cambio la perspectiva de una interna virulenta. Lamentablemente no me equivocaba, y lo que parecía una elección que estaba dada para Juntos por el Cambio, en la que había una oportunidad de aumentar la representación parlamentaria tanto en el Senado como en Diputados terminó convirtiéndose en “La fiesta del León”.

Las PASO con competencia interna fueron tanto en 2015 como en 2021 una herramienta muy útil para que Cambiemos entonces, luego Juntos  por el Cambio, atrajera votantes. Algo cambió en esta última elección, al punto tal que tan solo a una semana de la inscripción de alianzas se hizo presente el fantasma de la ruptura de la coalición. Tal como podía preverse, la marca JxC sufrió un daño que afectó el desempeño electoral.

Fuera de la sorprendente elección de Milei ¿qué deja la elección de ayer? El peronismo, tal como se preveía, hizo una pésima elección, la peor en su historia. No debería sorprendernos, dados los pobres resultados de la gestión de Fernández-Fernández y Massa. Pero así y todo es usual dentro de mi gremio una suerte de “excepcionalismo peronista” según el cual el peronismo es una fuerza para la cual no rige la ley de la gravedad. Más allá de la debacle electoral del peronismo, la elección de ayer fue también mala para JxC y no reconocerlo sería un error. Habrá que poner las barbas en remojo para ocupar el segundo lugar en el ballotage, porque está visto que Milei ya se aseguró su lugar.

Habrá que poner las barbas en remojo para ocupar el segundo lugar en el ballotage, porque está visto que Milei ya se aseguró su lugar.

Quedan 80 días por delante hasta llegar a la primera vuelta y el desafío de entrar a una segunda vuelta y ganarla no es menor. La franja central del país, que en las últimas tres elecciones nacionales estuvo pintada de amarillo ayer apareció pintada de color violeta. Evidentemente el discurso de la casta, un recurso al que el populismo en sus distintas variantes ha apelado recurrentemente en la región, resultó eficaz. Más de una década de frustración, producto del estancamiento económico y la inflación más alta en más de 30 años finalmente impactaron con fuerza sobre la representación partidaria logrando que una candidatura forjada en los estudios de televisión y sin estructura partidaria superara todos los obstáculos que pone nuestro sistema electoral para los outsiders.

Después de la elección de ayer la Argentina se parece un poco más en términos políticos al resto de América Latina. Hemos visto en los últimos cinco años un conjunto de fenómenos que constituyen un llamado de atención para la dirigencia política:

  • en México y en Brasil triunfaron líderes populistas de izquierda y derecha, cuyos triunfos representaron un reajuste dramático en el sistema de partidos;
  • en contextos democráticos solo un partido gobernante ha logrado mantenerse en el poder desde 2018: el Partido Colorado de Paraguay. Todos los demás oficialismos, sin importar si eran de derecha o izquierda retornaron al llano;
  • en Chile, luego del estallido social de 2019 los partidos tradicionales tanto de centro izquierda como centro derecha fueron desplazados por fuerzas nuevas de izquierda y derecha;
  • las lunas de miel de los gobiernos entrantes son cada vez más cortas;
  • en países que ya tenían sistemas de partidos débiles, como Perú o Guatemala, la situación se ha agravado. El último reporte de Latinobarómetro es un buen termómetro del malestar en la democracia en América Latina.

Tras la experiencia fallida del Frente de Todos en el poder —un experimento exitoso en términos electorales en 2019, pero un verdadero fracaso en materia de gestión— no debería resultar sorprendente la elección de ayer aún sin ser imprevista. Tal vez la pregunta que debemos hacernos dado el sostenido deterioro económico de la Argentina es qué demoró la ocurrencia de un fenómeno de estas características.

Quedan poco más de dos meses hasta las elecciones generales y el resultado no está escrito. En 2019, JxC sumó casi más de 2.600.000 votos entre agosto y octubre. Ayer concurrió a votar menos del 70% del padrón. El escenario de volatilidad económica que preanuncia la devaluación anunciada por el gobierno bien podría generar la demanda de gobernabilidad, el talón de Aquiles de Milei. Las PASO, aparte de ser una herramienta para nominar candidatos y reducir la fragmentación de la oferta partidaria, son una fuente de información sumamente valiosa para las campañas. La pelea que se avecina es por la entrada en el ballotage (nobleza obliga, la vicepresidenta vio esto con clarividencia en una de sus últimas apariciones públicas) lo cual refuerza el carácter estratégico de la información que brindan las primarias para quienes tienen la responsabilidad de definir la estrategia de la campaña para la primera vuelta.

Las primarias de ayer marcan sin dudas el fin del ciclo kirchnerista que se inició hace 20 años.

Incluso si Axel Kicillof lograra retener la provincia de Buenos Aires en la elección de octubre, las primarias de ayer marcan sin dudas el fin del ciclo kirchnerista que se inició hace 20 años. Pero también son la conclusión de un ciclo más largo de 40 años que se inició en 1983. El fracaso de los gobiernos de estas últimas cuatro décadas a la hora de honrar la proclama alfonsinista de dar de comer, curar y educar es la otra cara de la moneda del surgimiento de una figura como la de Milei.

El peronismo sufrió una paliza en la elección del último domingo, elección que, de repetirse en octubre, sería su peor desempeño histórico en una elección presidencial. Dentro de JxC habrá que dar vuelta la página y salir a entusiasmar a esos votantes defraudados que ayer privilegiaron el desencanto y la bronca, o a los que les ganó la apatía.

 

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Ignacio Labaqui

Analista político y docente universitario.

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