VICTORIA MORETE
Entrevistas

Diego Sehinkman

El periodista y psicólogo habla sobre Milei, la neurosis argentina, el judaísmo, la paternidad y qué aprendió de Roberto Petinatto.

Diego Sehinkman (Buenos Aires, 1972) es uno de nuestros periodistas favoritos de la televisión. Conduce Solo una vuelta más, todas las noches por TN, donde repasa los temas del día con serenidad e inteligencia. Psicólogo y periodista, mantiene ambas profesiones. No sabemos si ser periodista lo hace mejor psicólogo, pero sí que ser psicólogo lo hace mejor periodista y uno de los mejores entrevistadores del momento. Lo que transforma esta entrevista en un doble desafío. ¿Como se entrevista a un gran entrevistador?

Conversamos casi una hora la tarde del martes pasado para el segundo episodio de Seúl Radio, nuestro canal en YouTube y Spotify. Más abajo, una transcripción de la charla, ligeramente editada para adaptarla al lenguaje escrito.

¿Por qué seguís teniendo pacientes?

Porque es mi oxígeno, mi momento para escuchar otra cosa, para no perder mi identidad de psicólogo. Hay cuestiones identitarias, y yo tengo la idea opinada, opinable, de que si no atendés, no sos; y yo quiero seguir siendo. Es una tontería que me funciona bastante bien, y atiendo algunos.

¿Cómo definirías tu abordaje terapéutico?

Yo estoy formado en psicología sistémica y cognitiva. Hice toda mi carrera en la UBA, que tiene un perfil psicoanalítico, y me formé en el psicoanálisis unos cuantos años, supervisé con eminencias del psicoanálisis, me analicé con Fernando Ulloa.

¿Cómo explicarías lo de sistémico-cognitivo para una persona que por ahí no lo conoce?

La vieja psicología sistémica pensaba en un paciente identificado que es el síntoma de un sistema, que puede ser familiar, puede ser organizacional, puede ser una empresa, puede ser un club, en donde hay algo que no está funcionando y hace síntoma en alguien o en varios. Éste era el esquema tradicional. También haces terapia de pareja y familiar, yo la hice muchos años, me gustaba mucho.

O sea, si alguien viene a vos y te dice, mirá, tengo fobia a los ascensores, vos vas directamente a solucionar ese problema.

Ésas son fobias específicas. Hay gente que lo hace muy bien, es técnico y además bastante fácil de resolver. Ese no sería un problema, no es lo que yo hago, pero eso se resuelve.

¿Pero cuál es tu diferencia con el psicoanálisis, digamos, para gente que conoce menos?

Bueno, esto es una fobia específica con un abordaje en particular, con un marco teórico en particular. El psicoanálisis también pensaba las fobias como síntoma de algo no resuelto en la historia, la relación con el padre, etcétera. Fue válido, mi punto de vista sigue siendo válido para quienes llevan adelante el psicoanálisis. Hoy, si vos tuvieras fobia a algo, yo te recomendaría que veas a gente que hace abordajes muy específicos, porque la psicoterapia tiene algunos campos en donde es altamente efectiva y otros en donde está más opinable, como la economía. ¿Quién tiene razón? Bueno, hay cuestiones, hay tratamientos con abordajes súper específicos y concretos que funcionan muy bien.

Tengo la sensación de que la psicología como avanzó mucho en los ’60, los ’70, los ’80, y ahora hay menos novedad, digamos, como disciplina.

Al revés. Hay todo un desarrollo del campo de la psicología cognitiva, del desarrollo personal, de abordajes de los trastornos, de las desregulaciones emocionales. Hay una fusión también de la psicología, de algunos abordajes de la psicología, con la meditación, con la India, etcétera. Así como los Beatles trajeron algo en sus últimos álbumes de la India, también la psicoterapia fue a buscar algo de la aceptación. Hay mucho ahí, realmente mucho, y funciona muy bien.

¿Hay algo de psicología o de psicoterapia más de izquierda y más de derecha?

Sí. Yo diría que todo lo que tiene alguna pretensión cultural, en líneas generales, hasta hace un tiempo, y está cambiando, tenía un sesgo más de izquierda. La idea del pensamiento como liberador, el lugar del otro, la igualdad. Estaba más cerca de la cultura del progresismo que de un nuevo repertorio de autores y de ideas que en este momento, en el ciclo de la Argentina pendular, están cuestionados. Si vos me preguntás si en las universidades, si en la UBA hay más del centro a la izquierda, del centro a la derecha, yo te diría que es probablemente del centro para la izquierda. Mucho menos que hace algunos años, definitivamente, pero en líneas generales, sí.

¿Qué aprendiste de Roberto Pettinato?

Está buena la pregunta. Yo tenía una mente muy tortuosa, no sé por qué digo tenía. ¿Sabés lo que aprendí? El sentido lúdico de la vida. Hay un momento en donde podés descatastrofizar lo que te está pasando y verlo con un grado o dos de separación. Y él, con todo lo que representa Roberto para la música, lo bueno, lo cuestionable, lo que vos sabés, Roberto tiene un sentido por momentos lúdico, por momentos no, pero el señalamiento que él me hizo me radiografió bien: “¿Por qué sufrís tanto?”

Gratis te lo dijo.

Y me lo dijo gratis, mientras iba de un pasillo a otro de Radio Mitre. De un sentido lúdico de la vida, sí.

¿Qué hace tan especial para vos a Ariel Tarico? No solamente como humorista, sino como analista político. ¿Qué es lo que tiene distinto?

La imitación del alma, ya no de las cuerdas vocales, ni de la gestualidad. Eso es la carcaza. Lo que él empezó a imitar es el motor. Ya está dentro de los personajes, puede pensar como ellos y lo puede hacer a velocidad. ¿Te acordás cuando [Fernando] Peña trabajaba a velocidad, intercambiaba los muñecos y estaban ahí y había tres o cuatro cabezas saliendo de una sola cabeza? Y cada uno con su frame, con sus prejuicios, con su modo de mirar el mundo. Bueno, me parece que Tarico tiene esto, que yo no lo he visto, que es único en esta generación, de detectar e imitar el alma. Más el análisis político, porque vos le tirás un adoquín y lo baja y te lo devuelve al pie.

En uno de tus libros decías que donde más viste personas con patologías psicológicas, incluso riesgosas para otras personas, eran la política y los medios. Esto fue hace más de 10 años. ¿Seguís pensando lo mismo?

Eso fue un comentario con una dosis de exageración, pero creo que, si vos me preguntás comparado con otras disciplinas, sí: vos ves algunos rasgos de psicopatía, de narcisismo, personas autocentradas, con alta consideración de sí mismas, con una misión que se creen distintos en algo o elegidos en algo, con poder y con posibilidades reales. Eso está a la vista. Pero, ¿qué es lo novedoso? ¿Qué hace falta para liderazgos de ese volumen? El no psicólogo, pero sabio, Pablo Gerchunoff, me dijo alguna vez que cuando estás ahí en el poder, si no creés en algo, se te vuelve insoportable. Vamos a darle la vuelta a la frase de Pablo: si no creés que tenés una misión muy fuerte, que te permita blindarte de las tensiones exteriores, se hace insoportable. Eso genera un montón de efectos secundarios que son absolutamente indeseables para todos los que están alrededor y para la gente. Pero bueno, sucede. Y al mismo tiempo es medio inevitable.

He visto la psicología de políticos con los que he trabajado, que he conocido, y el que quiera aspirar a un cargo ejecutivo alto necesita un nivel de determinación y de energía y de fuerza para hacerlo, que es para muy pocas personas.

Tiene que estar en vos la certeza. Hay certezas más parecidas a la certeza psicótica, pero también hay certeza neurótica. ¿Qué es la certeza? No dejar que permee la duda permanente y la pregunta permanente, porque en un momento vos estás en determinado nivel de toma de decisiones, en una velocidad que si dudás demasiado o tomás demasiado todo el tiempo en cuenta la palabra o la mirada de otro, es paralizante. Hay un momento de autoconvicción que es fundamental. Con lo bueno y lo malo.

Eso que decís está en el corazón de la relación entre los políticos y los intelectuales. El político tiene que tener una convicción por hacer y quizás después hacerse las preguntas, y el intelectual por ahí queda inmovilizado un poco en estas dudas constantes, y le reclama al otro que también las tenga. Y son animales completamente distintos.

Ahí hay una frase, creo que era de Lacan, que decía que “el neurótico fantasea lo que el perverso realiza”. Y yo creo que hay una admiración de algunos intelectuales por rasgos autoritarios de algunos dictadores o líderes despóticos que tienen que ver con esa fascinación de cómo ese que está en el poder se anima a hacerlo. Yo puedo haberlo fantaseado en mi sillón, pero, ¿cómo es que esa persona llega a hacer eso? ¿Cómo no tiene el freno que yo tengo? Me parece que ahí hay un lazo de admiración y fascinación. ¿Cómo logran hacerlo? No estoy hablando ni de todos los intelectuales ni sobre todos los políticos, pero eso es lo que a veces te justifica. Pero, ¿cómo tipos tan piolas, suponiendo de la izquierda, intelectuales de izquierda, admiran a tipos que son dictadores, que claramente gobernaron tiránicamente, acallando a las minorías, la disidencia? Hay algo ahí evidentemente seductor. Bueno, hay que tratar de identificarlo y separarlo.

¿Cuál es tu teoría de por qué ganó Milei las elecciones?

Creo que había, en términos musicales, una música flotando, que era el malestar y la desilusión, y él le puso letra, le puso contorno, le puso texto a un malestar. ¿Qué quiere decir el malestar? Que había un ciclo acabado del peronismo-kirchnerismo, que había puesto en la cancha desde Axel Kicillof de la izquierda hasta Sergio Massa, si vos querés, de centro-derecha en teoría, pero es como esta idea del kirchnerismo habiendo puesto todo en la cancha, todo su repertorio, toda su caja de herramientas, a probar si funcionaba. Con todo, no pudo, ni con la inflación, ni con el aumento de la pobreza, y con lo que fue el certificado de defunción, que fue la pérdida de los salarios contra la inflación. No lo digo yo, lo dijo Cristina. Ese fue el certificado de defunción y la bandera blanca de “nos rendimos, no tenemos más”. El kirchnerismo tuvo casi 20 años, estrictamente 16, y probó todo.

En ese momento aparece un fenómeno nuevo, que es que el PRO, y Juntos por el Cambio, no logran representar ese malestar del todo. Ahí viene Milei y le da contorno al malestar, y dice: “Lo que pasa acá es que hay un déficit enorme histórico, la inflación, hay un gasto desmedido, el Estado presente es un Estado que nos está arruinando y la culpa es de los políticos que emiten para no afrontar lo que tienen que afrontar”. Separó los buenos de los malos, identificó el problema, insisto, le dio contorno, le dio verosimilitud, también veracidad, por supuesto, y lo dijo con un énfasis y una convicción, que lo que hizo es ya no pescar en la pecera de Juntos por el Cambio, sino ir a robarle algunos votos, muchísimos, al peronismo.

No me voy a olvidar el primer impacto. Estaba yendo a buscar el auto al garage y me corrió un pintor, todo lleno de pintura, me corrió 50 metros y me dijo: “Vos que lo conocés a Milei, le podés preguntar si mi factura de gas yo la voy a pagar en dólares” y yo empecé a darme cuenta de que había permeado la dolarización. Milei había logrado perforar con su discurso sectores que eran del peronismo, y los trajo y los sedujo.

Déjame agregarle a este combo la pandemia, la idea de casta. La pandemia fue, diría Milei, el principio de revelación de cómo la casta se autoprotegió. ¿Qué quiere decir? Protegió a la clase política, pero después protegió a los empleados del Estado, a los empleados de las universidades, a los profesores. Yo tengo un montón de amigos de ahí, adorables, que los quiero mucho y no los estoy acusando en eso: lo que digo es que todos tuvieron su Sputnik, su Sinopharm, y tuvieron tiempo para aprender a hacer pan de masa madre, porque del 1 al 4 tenían depositado su sueldo, pudieron estar en familia bien o mal encerrados. Del otro lado, todos los sectores no protegidos, los que tenían que salir a cazar y a recolectar, los que no tuvieron vacunas y no tuvieron protección. Bueno, ahí se empieza a incubar esta idea del Estado que me encierra y protege a los suyos. ¿Qué tal si escucho una música que diga “viva la libertad, carajo”? ¿Por qué yo no puedo salir a repartir? ¿Por qué yo no puedo salir a vender medias? Pensé que había algo ahí del manejo de pandemia que empezó muy bien y terminó catastrófico, que también generó un clima de libertad.

¿Y creés que algo cambió las opiniones de la sociedad o fue algo electoral contra lo que tiene que remar todavía el Gobierno? ¿Cuánto creés que lo votaron por un cambio en el sentido común, sobre todo de la economía, por ejemplo?

Me parece que el contrato electoral es, “che, bájame la inflación”. El pack cultural viene en agregado. A mí me parece que en Argentina, donde lo indomable es la economía y la inflación, el que maneja la inflación como Menem, después va a imponer un estilo cultural. Si a Milei le va bien, va a imponer un glosario de palabras, un glosario de una colección de términos, un modo de mirar, un modo, si vos querés, de sus exabruptos. Eso va a quedar homologado porque va a quedar asociado al éxito económico. Si le va mal, será cuestionado. Pero el que domina el potro desbocado de la inflación, gana.

Personalmente, ¿qué sensaciones te dejan estos cinco meses de gobierno de Milei? ¿Sos de los que, como se dice ahora, quiere que le vaya bien?

Definitivamente quiero que le vaya bien. Me parece audaz. Me parece que sabe aprovechar la ventana de oportunidad que no se da todo el tiempo en las sociedades y que ahora se da en la sociedad. Obviamente, no todas. Estamos frente a un paro general. Hay un 40%, 45% de la sociedad que no lo apoya a Milei, pero conserva el 50%, 55% de apoyo. Esto es un montón en el tránsito de un ajuste. Me parece que hay una ventana de oportunidad donde hay una licencia. No digo un cheque en blanco, pero sí un permiso social de reseteo. Hay una idea de que quizás haya que resetear.

Macri no la tuvo, no vivió un momento de percepción de necesidad de reseteo. Con Milei, agotado todo el repertorio kirchnerista-peronista, agotada la oferta de Juntos por el Cambio, lo que aparece es “ok, si no pudimos con los cuerdos, por qué no probar con el loco”, como me dijo un garagista. Lo que te quiero decir es que hay una ventana de oportunidad de reseteo que Milei puede aprovechar. No va a estar abierta indefinidamente, pero si la sabe aprovechar, se va a llevar el gran premio.

¿Qué cosas te preocupan de si Milei ganara más poder, que hoy está lejos de tenerlo? ¿Ves algo en su personalidad o en su compromiso democrático que te preocupe?

Voy a usar las palabras de Milei en alguna entrevista. No me acuerdo si le estaban preguntando por privatizaciones y él dijo “restricciones institucionales”. Vos podés elegir del cajón de las palabras y frases la que quieras: lo institucional podrían eventualmente ser restricciones. Hay un impulso expansivo en todos los tipos que gobiernan, lo hubo siempre, no desestimemos la idea de que Milei lo tenga, en la medida en que le vaya bien, lo expandirá. Vamos a ver qué nivel de tolerancia a la crítica o al cuestionamiento tiene. Viene eligiendo al periodismo, viene eligiendo por supuesto a la izquierda, al marxismo, a los comunistas, a los radicales especialmente. Pero en el último tiempo, uno ve y, sobre todo si sale la Ley Bases, que él entiende que el Congreso también puede ser un socio estratégico. Y le modifique todos estos meses iniciales de mucha confrontación y revea qué retorno de inversión tiene tanta confrontación con el periodismo y etcétera.

No tengo muy claro que esté ahí el retorno de inversión, para mí la gran parte de la sociedad lo que está mirando es el número de los precios. Si los precios van bien, yo creo que no hace falta que se peleen ni con Lali ni con nadie, porque para eso lo contratamos: para que baje la inflación. Después, todo el campo simbólico de ideas me parece que es para un núcleo duro, lo alimenta y le funciona bien. Pero eso no es el 56% que lo hizo ganar, eso es un 25% o 30%. Pero ser percibido él como una persona distinta y un poco distinto a los demás me parece que es parte de lo que le mantiene el apoyo. Ellos están cuidando mucho eso: que él no se parezca a un presidente normal. Yo estoy de acuerdo, pero simplemente con no putear a los legisladores a una hora de votar, con suavizarse mínimamente, va a facilitar el mecanismo democrático y el Congreso puede jugar también estratégicamente para su proyecto de gobierno. Pero ésa es una curva de aprendizaje que está in progress, vamos a ver cómo sale. Digamos: si él modifica la política o la política también lo puede modificar a él, en la medida en que si él pasa de “nido de ratas” a “queridas ratitas”, no va a estar mal.

Desde que naciste, el PBI per cápita de Argentina está estancado. Eso es un fracaso. ¿Cuál es tu teoría de por qué la economía argentina no ha crecido en estos 50 años?

Voy a tratar de articular algo, no estoy seguro de tener éxito. Me parece que ha habido sucesivos fracasos con miradas de país muy distintas, muy antagónicas. Hay otros países que tienen diferencias, pero más leves en cuanto al rumbo y al propósito. ¿Cuál es la misión y la visión de la Argentina? ¿A qué se dedica la República Argentina? ¿Qué querés ser vos, Argentina, cuando seas grande? Bueno, si hablás con el peronismo, kirchnerismo, parte de la izquierda, tienen una mirada de país; si vos hablás con otros sectores, con una parte del radicalismo, el PRO, la Coalición Cívica, quizás tienen otra mirada de país. También hay un peronismo de centro, más desarrollista, no hay una sola mirada de lo que Argentina debería ser o a lo que se debería dedicar. Como consecuencia de esto, está muy poco aglutinada. Lo único que nos aglutinó es el fútbol, una guerra vergonzante después en Malvinas, no hay grandes hitos aglutinantes, no hay guerras (salvo esta que te digo), no hay un mito aglutinante.

Me parece que, como consecuencia de eso, tenés planes económicos sucesivos. También me parece que hay algo de un sector de la clase política derrumbado, oxidado, de poca circulación por el mundo, muy apoyado en ideas de los años ‘50, la sustitución de importaciones. Hay algunas ideas que son más románticas que operativas. No sé si por falta de roce, falta de conexión o de actualización han seguido muy vigentes, quizás porque quienes debieron haber reemplazado esas ideas tampoco pudieron llegar al éxito, entonces todo el tiempo el fracaso ajeno valida tu palabra nuevamente. Es decir, en el cementerio de los políticos hay puertas giratorias: este tipo está muerto políticamente, no se levanta más, viene el fracaso del próximo, y ves que se mueve la tierra y emerge el muerto político con total autoridad y habla en los canales.

¿Qué relevancia tiene el judaísmo en tu vida?

Menos de la que debería. Me gustaría tener un socio mayoritario, pero no lo tengo. La fe sucede, salvo que se mueva el avión y te invite.

Pero también es una identidad cultural.

Eso, indudablemente. Yo soy, voy a decir algo que es gracioso, profundamente judío y profundamente no observante del judaísmo. Sé muy poco, mando a mi hija Lara a un colegio judío después de haber hecho yo colegio público del Estado toda la vida. Yo fui a un colegio en Congreso, después fui al [Nacional] Buenos Aires y fui a la UBA en Psicología. No tuve formación judía, pero todos mis abuelos están en cementerios judíos enterrados bajo ritos judíos. Mi tatarabuelo fue Marcos Alperson, que escribió Colonia Mauricio, un libro que testimonia la colonización judía del Barón Hirsch. Tengo toda una parte de la familia de Basavilbaso en la colonización de Entre Ríos. Todo dado para haber profundizado en el judaísmo, pero pasaron cosas.

¿Tu hija va al colegio judío por alguna razón en particular o además querés que participe un poco más de una colectividad, una comunidad?

No, me parece que es un buen colegio y hay algo medio indescifrable. Yo fui muchos años a Hebraica en su momento, en la adolescencia. Después me alejé, hubo algo ahí que no… otros intereses. Esto es como una vuelta a algo de eso, pero no tengo la nitidez como para responderte. Me siento cómodo con que mi hija vaya a este colegio. “Decime más”. No sé qué más.

Tengo amigos judíos que en los últimos años redescubrieron su relación con Israel, que por ahí habían perdido y ahora es algo por lo que hinchan y se comprometen e incluso militan. Y que en los últimos siete meses, después del ataque del 7 de octubre, es algo que los ha afectado mucho. ¿A vos te pasó?

No conozco Israel, es una gran deuda y tengo muchas ganas de ir y conocerlo. Y me pareció terrible lo de la toma de rehenes, el sadismo del ataque. Desde mi metro cuadrado en el programa hice todo lo que pude para difundir, para combatir también las falsas ideas, el pseudo progresismo, esta idea antigua argentina del opresor y el oprimido y que justifica cualquier cosa.

Eso se ve mucho ahora en Europa y en Estados Unidos.

Lo ves en las universidades más prestigiosas y más caras de Estados Unidos y de Europa, haciendo campamentos propalestinos, que no podrían hacer en las tierras de los pueblos que defienden. Hay algo de “dónde ubico mi rebeldía”. Tengo una rebeldía, dónde la puedo poner, en la música ya está hecho, en la economía la idea de izquierda no funciona, en el feminismo puede ser, un poquito. Dónde ubico la rebeldía.

¿Cómo te aproximaste al hecho de la paternidad? ¿Tuviste alguna teoría de decir “yo voy a ser este tipo de padre”, esto es importante para mí? Hay un famoso chiste de Mafalda, donde les pregunta a los padres cómo eligieron educarla y uno dice “planificando” y el otro dice “improvisando”.

Gerundio: fuimos viendo, vamos viendo.

¿Pero hay algún rasgo que digas “quiero ser este tipo de padre”? ¿La psicología te permite hacerte este tipo de preguntas con más profundidad?

No, no funciono bien así. Trato de ser un padre lo más presente que puedo a pesar de mi alta demanda y carga laboral, estar todo lo que puedo con ellas, las llevo al colegio todos los días, trato de charlar con ellas, de estimularlas, mostrarles música, de enseñarles matemática old school, trato de estar ahí.

No hay una gran teoría.

No, no tengo una gran teoría de cómo se hace. Lo voy viendo. Lo que sí trato de hacer es de suavizar la autoexigencia que tanto me torturó a mí. De no colocarles a ellas el fardito propio en el lomo ajeno, porque ahí sí que no va a funcionar.

¿Creés que nuestra generación de padres es mejor de alguna manera que las anteriores? Yo siento que hay como una mayor apertura a expresar emociones, por ejemplo.

Las películas de Disney, vamos a etiquetarlas y me emociono.

Eso me sorprende. Una vez a los tres años volvió mi hijo del jardín diciendo “me siento triste”.

Eso es una gran cosa. Los chicos van a poder identificar hoy, y van a estar más a salvo que nosotros, de un repertorio de problemas culturales y de crianza que nosotros vivimos. El bullying estaba bien visto, era escuela de vida, era “niño, defiéndete del bullying que así te defenderás en los problemas sucesivos en la vida”. La denigración, los agujeros emocionales, la violencia, todo eso son agujeros de los cuales viven los psicólogos. Nosotros vivimos en parte de las heridas de combate de aquellos primeros años fundacionales, hasta la adolescencia, y tratamos de reparar o de reescribir o de renarrar esos déficits.

Cuanto más a salvo estén de eso, de las etiquetas negativas, en ese momento de cemento fresco, vos hacés así y marcás. Por eso hay que tener mucho cuidado, entonces, con quién está tu hijo, que lo entrenes. Mi hija Jazmín un día me cerró la puerta del baño y me dijo, “papá, estoy haciendo algo, pero son mis partes privadas”. A mí me encantó, porque discriminar el cuerpo propio, quién puede ponerme una mano, quién me puede ayudar a limpiar, quién no puede, todo eso es una gran cosa.

No olvidemos que si profundizamos en charlas de nuestra generación o generaciones para atrás o para adelante, está lleno de lastimados de guerra. La guerra es la vida: lo que te dijeron en un baño, en la escuela. Los porcentajes de abusos son enormes, incluso en hombres. El abuso no es sólo violación. Cuando avanzan sobre vos, tiene un gran impacto emocional cuando no tenés el procesador para ponerle palabras y guardarlo y archivarlo. Los pibes no tienen condiciones.

Teníamos padres también que no tenían las herramientas. Ahora veremos si estas nuevas herramientas hacen pibes mejores, más a salvo. Y también mi miedo es si no les estamos limando los colmillos y las uñas, si no les estamos dejando dientes de leche por sobreprotección, por sobrecomprensión. Como el sketch de Capusotto de “Padre progre”, donde todo es permitido porque todo el peligro está afuera, y terminamos haciendo seres atrofiados, faltos de deseo, sin fuego interno, sin competencia. “¿Cómo vas a competir? Está mal competir”. No, bueno, pará, resignifiquemos. A mí me parece que hay que tener cuidado con la dosis.

Hablando de dosis, ¿con las pantallas sos estricto?

Ése es un desafío feroz, porque realmente es muy difícil quitarles las pantallas, regularles el tiempo, negociar. Es agotador. Implantarles la idea de que deben esperar. Eso es muy importante también: esperar, sacar, pausar, que puedan levantar la cabeza de una pantalla. Yo no sé cuáles van a ser las consecuencias en capacidad de foco, de atención, de concentración el día de mañana. No lo sabemos, pero convivimos con eso. Además, hay un momento donde “bueno, basta, necesito vivir, tomá la pantalla y dejame”, porque si no es imposible. El chupete electrónico.

¿Sos en general optimista sobre el rumbo del mundo, de los que creen que las cosas de a poquito van mejorando?

Soy optimista con los datos. Hay muchos menos pobres que hace 30 años. Hay circulando derechos individuales, derechos civiles, que ni sabíamos qué podías y qué podían hacer con vos hace 30 años, hace 40 años. Se evolucionó como en la educación cívica. Cuando vos y yo éramos pibes, la gente tocaba bocina por todo. En los edificios de Buenos Aires había incineradores. Los incineradores, a las siete de la tarde, eran columnas de humo negro. Había otra relación con el oxígeno, con la polución, había una idea de infinitud, todo es para todos, para siempre. Me parece que ahora hay una relación de mucho más compromiso y concientización con la naturaleza. De respeto, de educación cívica, de derechos humanos.

Hay menos violencia, aunque la gente por ahí leyendo las noticias piensa que hay más.

Vos ves el recital donde presenta Artaud, Spinetta, año ‘73 en el Astros. Y vos escuchás a la gente en el público con un nivel de agresividad como lo putean. ¡A Spinetta! Era mucho más rudo que ahora. Hay un montón de cosas en donde la convivencia mejoró. Por supuesto, estoy hablando desde un sillón en algún lugar lindo de la ciudad de Buenos Aires, con 50% de pobreza. Está claro eso. Lo que digo es: hay ideas de convivencia que antes no estaban. Y me parece que hay modos de producción que también sacaron a muchísima gente de la pobreza. Y después, por supuesto, hay otra parte del mundo con marcos culturales completamente diferentes. Por supuesto que yo no me voy a animar a ir hasta ahí ahora. Pero digo, en nuestros ecosistemas, es mejor que en los ‘70, cuando éramos chicos.

 

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Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

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