IGNACIO LEDESMA
Entrevistas

Diego Fernández

El responsable del GCBA en la 31 habla de lo que se hizo y lo que falta en la reurbanización de barrios informales y repasa un año de exitosa lucha contra el covid en el Barrio Mugica.

Un dato poco comentado de la pandemia ha sido la relativamente baja letalidad que el virus tuvo en barrios carenciados, tanto de la Ciudad de Buenos Aires como en el conurbano bonaerense. En particular, en el Barrio Mugica (anteriormente conocido como Villa 31), detrás de la estación de micros de Retiro, el virus llegó primero y, luego de inquietar a las autoridades y a la sociedad, completó su ciclo aportando un número bajo de muertes al conteo general. De esa particularidad y de otras transformaciones asombrosas del barrio conversamos con Diego Fernández (1971), responsable de esa zona por el Gobierno de la Ciudad.

¿Cuál es tu cargo, cuáles son tus funciones y específicamente qué hacés dentro de la Villa 31?

Soy el secretario de Integración Social y Urbana de la Ciudad de Buenos Aires. Asumí el 10 de diciembre del 2015 junto con Horacio Rodríguez Larreta en su primer mandato. Es un cargo que se creó, o creamos con Horacio, específicamente, entendiendo que el proyecto de reurbanización de la en ese momento Villa 31, hoy Barrio Mugica, era estratégico para la gestión en la ciudad.

El 9% de la población en la Ciudad de Buenos Aires, unas 250.000 personas, vive en barrios informales. Esto es: sin servicios públicos oficiales y sin título de propiedad. Esta problemática no es exclusiva de la ciudad, es del país y del mundo. Hoy en el planeta, de las 4.500 millones de personas que viven en ciudades, aproximadamente mil millones lo hacen en condiciones similares. Es decir, la necesidad de reurbanizar asentamientos informales es un tema que comparte todo el mundo. Entonces con Horacio decidimos estudiar experiencias y empezar a ejecutar prácticas de reurbanización.

¿Qué significa “reurbanizar” en términos prácticos?

La Ciudad de Buenos Aires tiene tres millones de habitantes y en el Barrio 31 viven más de 43.000 personas. Hoy el Barrio 31 es más grande que seis de cada diez ciudades de la República Argentina. Lo que pasa es que está metido adentro de la ciudad más grande que tiene el país. Y si sumás Buenos Aires y Gran Buenos Aires son 10 millones de personas. Entonces uno pierde la dimensión. Pero el Barrio Mugica es una ciudad.

Nosotros no inventamos recetas nuevas. Estudiamos cuáles son las mejores prácticas en el mundo. Estuvimos en Brasil, en Chile, por supuesto en Colombia, donde se han hecho experiencias muy pero muy interesantes en ciudades como Medellín y Bogotá. Estuvimos hablando con ONU Hábitat, la agencia de la ONU: es un congreso nuevo que se hace cada dos años en el que se consagran los acuerdos sobre las mejores prácticas mundiales para la reurbanización.

Y lo que hicimos fue implementar lo que un año después de la declaración de prioridad fue el Consenso de Quito, que es un documento que firmaron más de 180 países donde se consagra la necesidad de reurbanizar los asentamientos informales in situ. En algún momento en el pasado circuló más la idea y la práctica de relocalizar, que en Buenos Aires se hizo en el Albergue Warnes. Está estudiado que la práctica de relocalizar los barrios es inadecuada: se rompen los tejidos sociales, se afecta la posibilidad de las familias que están viviendo en los asentamientos informales de tener un desarrollo y de integrarse de una manera más efectiva en la sociedad formal. Y a partir de Quito se consagró, como práctica a seguir, lo que estamos haciendo nosotros que es la reurbanización.

Ese es un término que ustedes tienen muy claro, pero la gente que por ahí no está metida en el tema no sabe exactamente qué significa. ¿Significa darle servicios, agua corriente, médicos cerca? O sea: ¿cómo se define?

Primero cuando decimos reurbanizar lo que estamos haciendo es reconocer que lo que existe hoy en el Barrio Mugica o lo que existía hace cinco años en el Barrio Múgica era una urbanización. Una urbanización que se hizo de manera informal y que presentaba déficits con respecto al estándar que tiene la Ciudad de Buenos Aires.

Y permitime separar esto en tres grandes dimensiones. Lo que nosotros denominamos “dimensiones habilitantes”. Esto es, las dimensiones que tienen que existir para que cualquier familia, para que cualquier hombre o mujer que habite la Ciudad de Buenos Aires, tenga condiciones para poder desarrollarse. Para comenzar, servicios públicos en infraestructura, básicamente cloacas, desagües pluviales, agua potable, electricidad, pavimento, iluminación pública. Sin esas condiciones, que son universales en Buenos Aires exceptuando los barrios informales, no le estamos dando a esas familias la posibilidad de que tengan las mismas oportunidades que cualquier otra familia de la ciudad. Segunda: mejorar las condiciones del hábitat de las familias que viven en el Barrio Mugica para que puedan desarrollarse y vivir mejor. En esas dos dimensiones se trabajó muchísimo estos cinco años. Contamos con el apoyo de dos créditos internacionales para hacerlo. Se avanzó mucho. Y el tercer punto es mejorar las condiciones y las oportunidades que las familias del barrio tienen de cara a la salud, a la educación, al trabajo y al desarrollo productivo.

En las tres dimensiones, las familias del barrio estaban en una situación de desventaja: no había acceso adecuado a la salud, a la educación y a las posibilidades de generar desarrollos productivos, a conseguir empleos formales. Entonces, una vez que encarás la solución de las condiciones habilitantes de infraestructura te podés acercar al objetivo final que es brindarles a los habitantes del Barrio Mugica igualdad de posibilidades con respecto a las que tiene cualquier ciudadano o ciudadana en la Ciudad de Buenos Aires.

¿Y qué ejemplos tenés para darme en esas tres dimensiones?

Durante estos cinco años inauguramos tres centros de salud y acción comunitaria (CeSAC). El 47, para el que tomamos una salita que tenía Nación e hicimos un CeSAC completo con nueve consultorios en lo que era un galpón. Luego hicimos el CeSAC 21 totalmente nuevo, que estaba en un lugar pequeño que, aunque hoy sigue siendo pequeño, es la sede del SAME en la parte sur del barrio. Y en la parte norte del barrio, algo que se ve cuando uno viene por Autopista Illia hacia el centro de mano derecha, hay un edificio grande, que es el CeSAC 25.

Y con respecto a la educación se hizo una inversión muy importante. Primero que nada, una escuela inicial y un centro de formación profesional en lo que se llama popularmente en el barrio La Containera, lugar que era una playa de containers que quedaba en el norte del barrio. Una de las zonas más difíciles. Mucho narcotráfico, mucho consumo. Eso se erradicó. Se construyeron 120 viviendas nuevas. Se construyó este centro de formación profesional y una escuela inicial que afortunadamente tiene una demanda enorme porque toda la gente que vive ahí quiere mandar a sus chicos a esa escuela.

En segundo lugar, la escuela La Banderita en la otra punta del barrio, en la zona norte. Era una escuela histórica, con gran cantidad de alumnos. En ese galpón, que estaba en condiciones inadecuadas para brindar servicios educativos, se construyó la escuela más grande de la Ciudad de Buenos Aires: el Polo Educativo Mugica. Una escuela que tiene todos los niveles: inicial, primaria, secundaria y adultos.

Y, por último, en el terreno que como gobierno le adquirimos a YPF y donde hoy están todas las viviendas nuevas de la gente que se traslado del Bajo Autopista, se instaló el Ministerio de Educación de la Ciudad y al lado una escuela inicial, una escuela primaria y el centro de escuela de adultos. Esto es una medida política muy clara para ir en la dirección que todos queremos y también es un mensaje. Es decir, que el Ministerio de Educación está donde tiene que estar, donde se necesita. Es un mensaje que va atado a que la instalación de un edificio de ese estilo, siguiendo en gran medida las prácticas que inauguró en su momento el proyecto de Medellín, implica una inyección de desarrollo. ¿Por qué? Porque hay 2.500 personas que trabajan en el Ministerio de Educación y que todos los días van al barrio. La entrada de la calle Perette se transformó definitivamente. Tenés vecinos y vecinas del barrio que pusieron emprendimientos. Agustina puso una cafetería. Ella fue empleada de una marca de café importante de la ciudad. Apostó, alquiló un local, se puso una cafetería. Está el que vende pañales, los que tienen kioscos, el que vende productos de limpieza, las verdulerías se activaron porque toda la gente del ministerio entra y sale por ahí y esa calle se transformó, dándole al barrio un impulso económico súper valioso.

¿Qué pasa con la seguridad? ¿Qué cambió en estos cinco años?

El cambio fue fenomenal. En abril de 2016 con el Gobierno Nacional se hizo un operativo enorme de ataque al narcotráfico. Se desmantelaron las bandas que existían, se hicieron 35 allanamientos, recuperamos y tomamos posesión de once inmuebles que estaban en poder del narcotráfico.

Mirá lo que eran los dos inmuebles que recuperamos. Primero, “La Casa del Pueblo”, donde hubo tres asesinatos: era uno de los lugares más oscuros y horribles del barrio, por su historia. Y el otro, “El galpón de Tarzán”, que era un boliche narco. Hoy en “La Casa del Pueblo” tenés un centro para la mujer. Y en el otro, el Centro de Desarrollo Emprendedor y Laboral. Siempre lo cuento: donde está el Centro de Desarrollo Emprendedor y Laboral, la primera vez que entramos en abril de 2016, la calle era un páramo, no había nada y cuando llegabas tenías gente en los techos que gritaba “Paty, Paty”, que era una especie de código avisando que venía alguien extraño. Hoy en esa calle por donde van a trabajar todos los empleados que trabajan conmigo en la secretaría, tenés un local de la AFIP y de la AGIP, aparte del Centro de Desarrollo Emprendedor Laboral, y está explotada de comercios, de vida, con casas mejoradas.

Si seguís por esa calle en dirección norte llegás a una plaza que en el barrio se conocía como “la plaza de los fisuras”, como se llama a la gente que consume pasta base; era una plaza totalmente rota, llena de gente drogándose. Y hoy, como las 23 plazas que hicimos de nuevo en el barrio, está llena de mamás con chicos.

Ahora lo que necesita la sociedad es que la gente se apropie de los espacios. Una vez que vos hacés un espacio público de calidad, que las familias del barrio se lo apropien y lo usen es lo que limita la posibilidad de que haya otras actividades. Esta plaza se llama Plaza Ledesma porque ahí hace diez años mataron a Adán Ledesma, el periodista de Mundo Villa. Era muy dura esa zona. Ahí donde era la casa de Ledesma hicimos la Casa de la Cultura, que es un centro cultural del barrio donde los chicos aprenden hip hop, hay clases de teatro y enfrente tenés esta plaza que está llena de chicos y mamás todos los días. En esa zona la transformación fue fenomenal.

Igual hay un tema que es muy importante: el trabajo no está terminado. La semana pasada estuvo Diego Santilli con Marcelo D’Alessandro (el secretario de Justicia) en un nuevo allanamiento donde se reventó un búnker narco. Estamos mucho, pero muchísimo mejor que antes. Pensá que en el 2014 hubo 35 asesinatos en el barrio, o sea, fue una de las zonas más picantes de la Argentina. Llegamos a tener a posteriori un año con cuatro. En 2019 levantó un poquitito más. El cambio fue fenomenal, pero somos conscientes de que todavía no llegamos adonde tenemos que llegar y por eso seguimos trabajando todos los días. No en este caso en mi secretaría, pero sí en investigaciones y todo el departamento de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires, con un trabajo delicado, sobre todo de investigación para entender, descubrir y poder buscar el narcotráfico donde hay que ir a buscarlo, que es en donde están trabajando y viviendo todos los días.

Yo caminé con vos por el barrio hace un tiempo y me llamó la atención tu relación con la gente. Nosotros íbamos caminando y de repente todo el mundo te saludaba, pero había gente que venía a pedirte favores, situaciones medio desesperantes, siempre de mucha precariedad. Debe ser difícil escaparse de la tentación del paternalismo. Parece muy difícil no ser “peronista” en esa situación. ¿Vos sentís un poco eso? La tentación de resolver individualmente los problemas y sentirte un poco el rey de la 31.

Tengo una mirada opuesta a eso. No soy una persona que tenga aspiraciones político-electorales. Y esto lo dejo siempre súper claro. Me encanta y amo la gestión pública, pero no me interesa ser candidato a nada, ni ahora, ni mañana, ni nunca. Eso me libera, me aclara mucho dónde estoy parado en la cancha.

A mí no me interesa ser ese “rey de la 31”, porque eso lo viviría incluso como un problema, partiendo de la base de que los recursos son limitados. Yo podría ser un rey para algunos y el peor para otros. La verdad es que puedo responder una vez “sí” y 99 veces “no”. Entonces no opero sobre ningún caso en particular. ¿Por qué? Porque creo que no estoy capacitado para hacerlo, porque tengo un equipo de trabajo. Cuando alguien viene y me plantea “yo vivo en tal lugar y necesito mudarme porque no sé qué”, le digo “mirá, vamos a hablar con la gente que se encarga de reasentamientos que son los que te pueden decir qué es lo que se puede hacer”. El laburo que yo tengo es armar un equipo sólido y mantenerlo motivado en el logro de los objetivos.

Contame la historia del COVID en la 31.

La pandemia empezó en abril de 2020 en la 31, cuando prácticamente no había casos en ningún otro lugar, con lo cual fue una novedad no solo para la Ciudad Buenos Aires, sino para el país. En un momento la situación del barrio fue compleja. Por dos motivos: porque arrancó muy fuerte y porque el Gobierno Nacional y el Gobierno de la Ciudad estaban dando los primeros pasos. El primer operativo Detectar de todo el país se creó en la 31. Me acuerdo como si fuera hoy que con Gabriel Battistella, el subsecretario de Salud de la Ciudad, nos reunimos un domingo en el ministerio de Salud con la entonces viceministra Carla Vizzotti y empezamos a diseñar lo que fue el primer operativo Detectar del país. Después empezamos a hacer el seguimiento de contactos estrechos puerta a puerta, hicimos la búsqueda activa de casos.

Todas las prácticas que hoy son habituales en todos los barrios vulnerables, en toda la ciudad y en todo el país, arrancaron en el Barrio 31. Obviamente al principio la situación fue muy complicada, estábamos como toda la humanidad transitando una realidad nueva, desconocida y con dimensiones que teníamos que ir evaluando a medida que avanzábamos. Cada una de las 47 personas que fallecieron es un drama. Hay que tener un inmenso respeto porque cada persona es una perdida irreemplazable. Recordemos que son familias que en muchos casos tienen enormes problemas para poder lograr su sustento básico. Entonces nosotros llegamos a estar repartiendo 2.500, 3.000 bolsones de comida por día para las familias que estaban aisladas y que no se podían procurar la comida porque no podían trabajar.

¿Estaban aisladas en sus propias casas?

Sí, en sus propias casas, por ser contacto estrecho. Después, cuando daban positivo, iban a hoteles. Pero en ese momento las familias que habían sido contactos estrechos quedaban aisladas temporalmente hasta tanto se pudiesen comprobar los resultados. Recordemos que por entonces toda la ciudad estaba en cuarentena, excepto los que teníamos trabajos esenciales y salíamos. Había casos particulares que ni siquiera podían salir a hacer las compras. Teníamos que resolver esa problemática.

Cuando arrancamos en el Barrio Mugica se habían formado distintas agrupaciones, que en muchos casos tenían una afinidad político partidaria, lo que es natural. Así funciona el mundo y está bien. Al principio había mucha confrontación y la verdad es que lo que empezamos a hacer dentro del CGP, que es el consejo en el que tiene participación el barrio, fue reunirnos todas las semanas. Al principio las reuniones fueron muy calientes, pero se fue organizando. Empezamos a armar mesas de trabajo y lo que surgió en primer lugar fue un marco de respeto mutuo. De parte nosotros, de las organizaciones sociales, el Ministerio de Salud de la Nación, el Ministerio de Salud de la Ciudad. Al estar todos ahí, todas las semanas, lo primero que generamos fue un vínculo personal, una relación de respeto laboral, y empezamos a producir resultados que terminaron siendo muy efectivos.

Te doy un ejemplo: toda la comunicación la hicimos en conjunto con vecinos y vecinas, para que fuese comunicación específica para el Barrio Mugica. No comunicamos igual que en el resto de la ciudad. El seguimiento de contactos estrechos y la búsqueda activa las hicimos con organizaciones sociales y con referentes barriales que nos ayudaban. Nos decían: “Ojo, esta familia está conectada con aquella que está conectada con la otra”. Nosotros conocemos mucho el barrio, pero entre todos lo conocemos mejor. El resultado fue bueno, porque en dos meses, dos meses y medio, el barrio dominó lo que en su momento parecía que iba a ser incontrolable.

Ahora, cuando vos decís “dominó” ahí aparece una cosa que es interesante. Lo que veo es que hubo una muy buena asistencia, pero que fue imposible controlar los contagios. Me parece que justamente lo que pasó fue que el contagio se diseminó muy rápido por las condiciones propias de hacinamiento y de falta de movilidad que tiene el barrio. ¿Vos qué decís que pasó con los contagios? ¿Ustedes con el Detectar aislaron y evitaron contagios? ¿O los contagios sucedieron de cualquier manera y eso de alguna manera hizo que la cosa pasara más rápido?

No, lo que pasó en el barrio fue similar a lo que ocurrió en algunas ciudades europeas. Paso que cuando descubriste el primer caso, ya estaba distribuido por todos lados. Entonces vos pasaste en el Barrio 31 a tener 1.500 casos activos en cinco días. No es que la gente se contagió en cinco días: ya estaba contagiada. No nos olvidemos que el testeo que teníamos en marzo del 2020 no es el que tenemos hoy. Era muy distinto. Nosotros encontramos el primer caso el 20 de abril, pero haciendo el recorrido para atrás nos dimos cuenta de que había casos que eran bien prematuros con respecto a esa fecha. Entonces cuando sale el testeo masivo en los operativos Detectar se empieza a encontrar algo que ya existía.

A partir de ahí el laburo fue resolver esa situación que cuando se pudo encontrar era grave y había que tratar de contenerla para hacer lo que se hace en esta pandemia siempre, que es tratar de bajar el ritmo de aceleración, la famosa R, que en el barrio llegó a estar en 7. Esa R no era real porque estaba reflejando casos que estábamos encontrando y que no eran de ese momento, pero lo que necesitábamos era bajar la R para que el ritmo de contagios se desacelerara hasta que la curva se volviera negativa. Bueno, eso finalmente lo logramos: entramos en una curva R negativa muchísimo antes que la Ciudad de Buenos Aires.

¿Pero te parece que esa bajada del R se dio porque aislaban o porque ya había mucha gente contagiada?

Por todo. Obviamente la gente contagiada forma parte de la población llamada de recuperados. A medida que vos tenés más recuperados, tenés menos susceptibles. La enfermedad tiene menos gente que contagiar. Y lo que vos tenés que hacer, que es lo que nosotros hicimos y lo que luego se hizo en los demás barrios, es atacar con mucha energía, tratar de disminuir la velocidad de contagio. Aislar, seguir los contactos estrechos, testear prematuramente. Pusimos control de temperatura en todas las entradas del barrio.

Con la búsqueda puerta a puerta detectamos contactos estrechos. Los primeros contactos estrechos que se testearon sin síntomas fueron en el Barrio 31. Hoy cualquiera se testea sin síntomas y uno se olvida. En ese momento solamente te testeaban cuando tenías fiebre, pérdida de gusto y olfato. En el Barrio 31 se empezaron a testear contactos estrechos asintomáticos, fue el primer lugar de la Argentina donde se hizo eso. Hoy es habitual, pero en este momento no lo era.

Murieron 47 personas en una población de más de 43 mil, una proporción muy baja…

La letalidad es baja y la población es joven.

Claro, eso fue muy importante para ese resultado.

Sí, claro. Es una población que tiene altos índices de comorbilidad, pero la pirámide poblacional del barrio es muy achatada.

Muchos niños, pocos viejos.

El 50% de la población tiene menos de 25 años. Vos mirás la población del Barrio 31 con respecto a la de la Ciudad de Buenos Aires y parecen dos mundos distintos. El Barrio 31 es una pirámide achatada y la Ciudad de Buenos Aires es un palo borracho.

¿Cómo es la situación hoy? ¿Qué nivel de contagio tienen?

Hoy el barrio está con la situación muy controlada. Los vecinos y vecinas adquirieron una rutina de cuidados, si bien obviamente, al igual que todo el resto de la sociedad, hay un relajamiento. Existe ese relajamiento que vivimos todos, pero hay conciencia del cuidado, hay conciencia del lavado. Por supuesto, el nivel de seroprevalencia es relevante. Aproximadamente tenés un 50 por ciento de la población con anticuerpos, lo cual ayuda a frenar un poco la evolución de la pandemia. Y afortunadamente las cosas parecieran estar en buen camino. De cualquier modo tenemos que seguir monitoreando mucho. Estamos entrando en la segunda ola y no se puede sacar la mirada de la pelota un instante, porque de estamos bien a estamos mal pueden pasar 48 horas.

¿Y cómo es el nivel de cuidado que tiene la gente hoy? El uso del barbijo, el lavado de manos. ¿Cómo está comparado con lo que se vive en un barrio fuera de la 31?

Esas comparaciones son difíciles porque no creo que haya una conducta universal. Yo no creo que la gente de un barrio se comporte toda de la misma forma. Mi sensación es que en muchos aspectos hay un relajamiento que las personas por ahí tienen con respecto a los cuidados y hay que ser conscientes de eso. Hoy estamos con un poquitito más de relax que hace seis meses y por eso es imprescindible volver a recordar todos los días la importancia de tener los cuidados individuales que cada uno debe observar. Ese es el factor individual que mayor impacto produce en la propagación del COVID. Usemos el barbijo, no compartamos lugares cerrados, no estar sin barbijo con gente que no es parte de nuestro grupo familiar. Esas costumbres que muchas veces dejamos de lado son la herramienta más fuerte que tenemos como sociedad para combatir el coronavirus. El barrio está haciendo en gran medida estas cosas, aunque por ahí con más relajamiento que el que había hace unos meses. Y me parece que de cara a lo que estamos empezando a vivir en la Ciudad de Buenos Aires, el laburo de todos es volver a meterle más foco a esas prácticas que son tan pero tan importantes.

¿Vos te contagiaste?

Afortunadamente no. Soy diabético, insulinodependiente desde los 13, así que para mí sería complicado contagiarme porque tengo un factor de comorbilidad. Mi sistema inmune después de 37 años de diabetes, por más que me cuido bien, hago mucho deporte, estoy regulado, no es el mismo que el de una persona de 49 años que no tiene diabetes. Por suerte no me contagié, pero tampoco tengo anticuerpos, así que sigo siendo carne de COVID.

¿Y durante el año pasado ibas todos los días a trabajar ahí?

Todos los días.

 

 

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Gustavo Noriega

Licenciado en Ciencias Biológicas de la UBA. Participa de programas de televisión y radio de interés general y escribe regularmente en el diario La Nación.

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