IGNACIO LEDESMA
Entrevistas

Cristian Duré

Durante la pandemia, el emergentólogo argentino que vive en Estocolomo mostró que otro abordaje era posible. Su increíble historia comenzó bien lejos de allí, en los suburbios de Resistencia.

Cristian Duré (Resistencia, 1984), médico chaqueño radicado en Suecia, apareció en los medios durante la cuarentena con un discurso sorpresivo: con un estilo parsimonioso y calmo defendía la idea de que la libertad era innegociable y que su país de adopción no la estaba pasando especialmente mal respetando las libertades individuales. Un emergentólogo nacido en Resistencia pero radicado en Estocolmo, casado con una sueca y con hijos suecos: indagar en su vida era abrir una caja de Pandora. Infancia humilde, con un padre gendarme asesinado en un intento de robo mientras protegía a su hija y a su esposa, pero, además, músico profesional y cristiano devoto. Una historia de vida extraordinaria que no se parece a nada que hayamos escuchado.

Tengo una curiosidad: ¿quién fue la primera persona que te contactó? ¿Cuál fue el origen de tu participación en los medios?

A principios de mayo, la mejor amiga de mi esposa en Resistencia tenía un conocido que trabajaba para el canal de aire local. Ella le pidió permiso a mi esposa para que me contacten. Y esa fue la primera nota que hicimos, me acuerdo, yo estaba en el hospital. Y ellos estaban sorprendidos de que acá no hubiera encierro ni barbijos. Y lo que más les llamó la atención era que yo era de Resistencia, de un barrio más o menos pobre en Resistencia. Después, creo que una chica del Chaco trabajaba en la productora de Mauro Viale. Esa chica del Chaco había visto esta nota y creo que a través de Facebook me mandó mensajes. Y entonces Mauro Viale me saca una vez, pero me saca dos minutos, no me hace preguntas. Y mi hermano que es periodista y oficial de Gendarmería, y trabaja como asesor del director nacional de Gendarmería en la parte de prensa, me contó que él y su jefe habían visto la nota de Viale. Y me dijo: “Lo que pasa es que vos fuiste muy blando, muy sueco”. Después la productora de Viale me vuelve a contactar y ahí pensé: “Es mi oportunidad”. Viale me tiene como diez minutos con un ida y vuelta. Y ese video se reprodujo más de dos millones de veces.

Claro, ese fue el primero que vi yo.

Y ahí me empezaron a contactar de todos lados, más por el cruce con él.

Yo creo que porque escucharon una opinión totalmente distinta y la realidad de un país tomando decisiones tan diferentes a las nuestras. Era un caso muy interesante el de Suecia en ese momento. Y tu voz fue muy disonante con el discurso general.

Igual yo tengo total respeto por Mauro Viale, siempre se comunicó conmigo muy respetuosamente y ahora salgo seguido en su programa. Nos respetamos mutuamente y nos chicaneamos.

Cristian, mencionaste al pasar que sos de un barrio humilde de Resistencia, contá un poquito de tu origen familiar.

Nací en Resistencia. Mi papá nació en General Vedia y mi mamá en Sáenz Peña. Se conocieron en Resistencia: papá gendarme, mamá ama de casa. Yo soy el mayor. Tengo un hermano que tiene un año menos y una hermana seis años menor. Somos de origen bastante humilde. A mi papá le habían dado una casa en un barrio que se construyó para el personal militar en la década de los ’80. Esa casa todavía sigue teniéndola la familia. Nosotros pasamos por un montón de cosas. En la época de Menem, principios de los ’90, mamá tenía buenos trabajos. Vendía ropa, le iba bastante bien. A papá le habían aumentado el sueldo. Pero después, en el año 2001, con la caída de la Argentina, mi mamá pierde todos los negocios y a mi papá le sacan el 14% del sueldo. Se endeudaron y perdieron casi todo. A tal punto que yo me acuerdo que para ir a la escuela teníamos una distancia bastante importante desde la casa y yo tenía que ir caminando.

¿Cuánto caminabas?

Habrán sido como unos siete kilómetros de ida y de vuelta. Y me acuerdo que fue un impacto muy grande, verlo a mi papa yendo a trabajar en bicicleta. Me acuerdo de que hubo días que teníamos que pedir fiado para poder comer porque no nos alcanzaba el dinero. También me acuerdo algo que fue muy triste. Ellos habían puesto una rotisería, en nuestra misma casa, para vender hamburguesas, empanadas, tratando de sobrellevar la economía. Nosotros ayudábamos y también íbamos a una iglesia. En la rotisería nos llenábamos de un olor terrible. Y después me iba a la iglesia con la ropa ya impregnada de ese olor a frito y los chicos se me reían, claro. Yo también me reía, pero me daba mucha tristeza porque ellos no entendían que yo tenía que ayudar.

¿Y nunca interrumpiste tus estudios en esa época?

No, no, porque mi papá era muy exigente en eso. Por ejemplo, en la secundaria yo tenía prohibido llevarme materias. No había opción, no podía llevarme ni una. Una vez no aprobé solamente el primer trimestre de una materia y fue muy doloroso para mi padre. No podía pasar por eso, tenía que estudiar y estudiar. Fui abanderado en la primaria y en la secundaria. Me acuerdo de que mi papá quiso entrar a abogacía siendo gendarme, no pudo porque no aprobó las materias. Entonces yo creo que él veía su fracaso y no quería eso para nosotros.

¿Era igual con los tres hermanos?

Sí, era igual con los tres. Conmigo era mayor la exigencia por la carrera que elegí. El ingreso a Medicina era algo totalmente demandante. Me acuerdo empezar a estudiar a las siete de la mañana y terminar a las once de la noche. Y mi hermano salía de fiesta a las nueve de la noche y volvía a las siete de la mañana. Yo estaba sentado estudiando cuando se iba y seguía ahí sentado cuando venía. Para mí era un vago de mierda. (risas) Hace poco alguien me dijo que quizá debería escribir un libro. Entonces, pensaba que me gustaría escribir de los momentos difíciles que también pasamos, no solamente la muerte de mi padre. Por ejemplo, yo me acuerdo bien cuando mi papá nos pegaba, con el cinto. También me acuerdo de los días en que no teníamos para comer. La sensación de injusticia que sentía cuando me decían cosas como: “¿Qué hacés estudiando si vos no vas a entrar a Medicina?”. Y eso te queda grabado.

¿Y tu mamá qué rol jugaba? ¿Qué educación tenía?

Mi mamá llegó hasta el primer año de la secundaria. Ellos eran del estilo antiguo. Ama de casa, era la que cocinaba, lavaba, planchaba. Cuando llegaba el papá tenía que estar la comida lista. Algo que dista mucho de lo que es la realidad actual. Me acuerdo de verla llorar porque mi papá no le dejaba plata para cocinar, pero era porque no tenía. Obvio que no siempre fue malo todo, pero bueno, hubo momentos muy difíciles. Ese era el rol de mi mama, y hasta hoy ella demuestra su amor con la cocina. Cuando voy, cuando la veo, cuando estamos juntos, me quiere planchar la ropa, me quiere cocinar.

¿Tu hermana a qué se dedica?

Mi hermana trabaja vendiendo repuestos de motos. Y quiere estudiar. Siempre trató de estudiar, pero, fijate esto, antes de la muerte de mi papá, ella fue abanderada en la escuela secundaria y en la primaria y le iba muy bien. Era la más inteligente de los tres. Lo que pasó es que ella estaba empezando a prepararse para el ingreso a Medicina. Y fue ahí cuando a mi papá lo matan enfrente de ella. Estaba estudiando en una academia, preparando el ingreso a medicina, mi papá la va a buscar y cuando se suben al auto, ahí es que ven a estos delincuentes y ahí se baja mi padre. O sea que mi hermana ve todo.

¿Tú mamá no estaba?

Sí, mi mamá estaba. Incluso un tiro le tiran a mi mamá y mi papá pone la mano para frenarlo. Y desde ahí es que mi hermana no puede estudiar. Tuvo que dejar y después cada vez que intenta le va mal. Se había casado con un chico muy bueno. Se divorció. Nunca tuvo un trabajo estable, tenía un buen trabajo en la Casa de Gobierno del Chaco y renunció. La verdad es que ella tuvo una vida bastante difícil después.

Hay como un destino de mujer en una sociedad patriarcal que aunque sea la más inteligente, finalmente es la más postergada. En tu caso la personalidad influyó para que hayas salido adelante.

Sí, la verdad es que yo no entiendo qué es lo que me pasó. Te soy sincero. Obviamente que yo siempre le voy a estar eternamente agradecido a la esposa que tengo. Nosotros estamos juntos desde que yo tenía 20 años.

Déjame volver un poquito a la escena del asesinato de tu padre. ¿Vos en ese momento ya estabas estudiando medicina?

Sí, cuarto año de Medicina.

¿Y en qué universidad estudiaste?

En la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE). Ya estaba casado con mi esposa y ella era profesora de inglés en Resistencia y estudiaba el profesorado de inglés y de español.

¿Hubo algún tipo de reconocimiento de Gendarmería para tu viejo?

Sí, no solamente Gendarmería, sino también el Gobierno. Los diarios cubrieron la noticia. Reconocimiento al gendarme que murió por combatir el delito. A mi papá le dieron el mayor rango oficial que hay porque fue asesinado en acto de servicio. Y eso permite que mi mamá cobre una pensión vitalicia. En ese tiempo el gobernador del Chaco era Capitanich y estaba de viaje cuando pasó, así que fue el vicegobernador al velorio. Fue un velorio muy grande. Hubo muchísima gente. Lo filmaron. La despedida del cuerpo se hizo en una iglesia muy grande de Resistencia y la iglesia esa tenía canal de televisión entonces en el velorio estuvo la banda de la policía, el vicegobernador. Yo no estuve, cuando pasó eso yo estaba en Perú dando un concierto y mi esposa estaba en Suecia. Mi hermano estudiaba en Buenos Aires y gracias a Dios él estaba en Resistencia cuando pasó. Entonces se hizo cargo de todo, porque mi mamá y mi hermana estaban en shock.

Sí, me imagino. Tremendo verlo morir así y aparte defendiéndolas.

Encima esto paso a siete cuadras del hospital principal de Resistencia, pero la ambulancia tardó más de media hora en llegar. Hasta el punto en que amigos de mi familia llegan antes que la ambulancia y uno de ellos propone llevarlo en su auto. Y justo cuando él estaba por hacer eso, ahí llega la ambulancia. Una locura. Cuando llegan a la emergencia había mucha gente esperando. Y mi papá le dice a mi hermano: “No veo nada, no veo nada”. Sergio, que es mi hermano, le dice: “Bueno, tranquilo, andá y te van a operar. Va a estar todo bien”. Nadie se imaginaba que iba a morir en la sala de operaciones. Yo hablé con la mujer que le operó, que era una cirujana cardiotorácica, que después fue mi profesora y después fue directora del hospital de Resistencia. O sea que es una mujer muy preparada. Ella me contó los detalles de cómo fue la operación.

Fue fundamental la demora de la ambulancia en la muerte.

Yo creo que es difícil decirlo, pero si vos tenés un paciente que tiene una hipovolemia importante… Tenía dos arterias muy grandes que estaban rotas.

Una pérdida de sangre tremenda.

Exactamente, y la pérdida de sangre es en el mismo abdomen, o sea que no ves que el paciente está perdiendo tanto. Es muy difícil decirlo, pero es obvio que cuanto más temprano llegue una ambulancia, más chances de vida tenés. Veo muy difícil que un paciente así en Suecia hubiese esperado cuarenta minutos. Lo veo imposible.

Vos en ese momento estudiabas medicina, ¿no tenías idea previa de que te ibas a dedicar a emergencias o era una vocación ya?

No, me gustaba cardiología. Siempre dije que iba a ser cardiólogo, pero esto fue algo que realmente me hizo pensar muchísimo. Sobre todo, porque yo creo que se puede hacer mucha diferencia en emergencias. Especialmente en Argentina. La especialidad se necesita desarrollar muchísimo más. Vos no podés tener un paciente con tres tiros esperando una ambulancia treinta, cuarenta minutos. Y después, cuando leés la historia clínica de lo que pasó, ahora que yo soy especialista, entiendo que se cometieron errores que no se deberían cometer. En Argentina lo siguen tratando como una guardia común y corriente, no entienden nada, no entienden la gran diferencia que un médico de emergencias puede hacer. Si vos ves, por ejemplo, los médicos de emergencia en Estados Unidos, esa especialidad se desarrolló de una manera increíble. Hay muchísima diferencia. Europa tiene un sistema muy avanzado para las emergencias que realmente salva vidas. Bueno, entre paréntesis te cuento bien que yo aporto dinero para que se construya una iglesia en Sáenz Peña. Y el pastor de la iglesia me manda fotos de la ambulancia del Impenetrable: no tiene ruedas. Así es la ambulancia del Impenetrable chaqueño hoy, 2021.

Contame un poco la historia de cómo conociste a tu mujer.

Ella había ido por un intercambio cultural a Resistencia. Como era cristiana había ido a una iglesia a la que yo también iba. Nos conocimos ahí. Se hizo amiga primero de mi hermano. Después fuimos a un viaje todos juntos los jóvenes de aquel templo y nos hicimos amigos. Ella siempre llamó la atención, por ser la gringa. Era increíble. Y entonces, al ser la gringa a todos les llamó aún más la atención que terminara conmigo. (risas)

“¿Cómo se la llevó el Negro?”, decían.

No podían creer.

La religión fue el nexo.

Sí, ese fue el principio. Ahí fue que nos empezamos a conocer. Después el hecho de que nos gustaba la misma música. Pero fue la religión el nexo principal.

Y ella vino para un intercambio: ¿iba a estar solo unos meses y cambió los planes?

Claro, ella iba a estar un año y en ese tiempo tenía que estudiar en una escuela. Esta iglesia a la que nosotros íbamos tenía una escuela, y entonces empezó a ir. Y a la mitad de ese año nos conocimos y estuvimos de novios seis meses. Ella se vuelve a Suecia. A los cuatro meses, vuelve a Resistencia. Y después vuelve a Suecia y estuvimos otros seis meses separados, por lo que yo viajo a Suecia a verla. Y así estuvimos, un poco juntos, un poco a la distancia, hasta que se muda definitivamente cuando termina la secundaria en Suecia. Se muda definitivamente a Argentina. Y desde ahí seguimos juntos. Siempre me llamó la atención la humildad de ella. Porque yo la llevaba en bicicleta. Teníamos esas bicicletas playeras. La subía en el manubrio de la playera. Y después venía acá a Suecia y los padres tenían tres autos, una casa, campos, caballos. Nunca voy a entender por qué toma esa decisión esta mujer.

¿Y ella a qué se dedica?

Ella es profesora. Allá en Resistencia daba clases de inglés. Y acá de español. Aparte hace investigación en el área de educación. Si hay alguien inteligente en la familia, es ella. Habla cuatro idiomas, habla sueco, finlandés, inglés, español y habla este idioma con las manos, porque tenían un hermano que solo hablaba lenguaje de señas. Es increíble que haya aceptado vivir en Resistencia. Habla el español como una chaqueña, se come las eses, todo.

¿Cuándo fue el momento en que resolvieron irse a vivir allá?

Fue cuando yo me recibí en la facultad. Ya había pasado lo de mi papá. La decisión era si iba a hacer la residencia en Argentina o no. En ese tiempo, cuando estudiaba, yo era gendarme. Aparte trabajaba como profesor de química en una escuela secundaria. Y como además trabajaba como médico gendarme, casi ni nos veíamos. El médico residente en Argentina trabaja muchísimo. Mal pago, poco valorado. La alternativa era irme a Suecia y hacer la residencia. Y como habíamos vivido casi ocho años en Argentina, ella quería venir a Suecia. Estaba cansada de la inseguridad. Estaba cansada de extrañar a su país.

Para ir y hacer la residencia en Suecia tenías la barrera del idioma, ¿cómo fue eso?

Claro, claro, obvio. No es que te recibís en Argentina y podés ejercer la medicina en cualquier parte del mundo. No funciona así. Lo primero fue el idioma y ellos te piden un idioma de nivel muy alto. Llegué a Suecia y el primer trabajo que tuve fue de cuidar ancianos. Y me acuerdo de que fue un golpe al ego. Pero gracias a Dios me habían contratado en un centro de salud donde me pagaban para estudiar y eso me ayudó muchísimo. Aparte, yo había decidido no hablar inglés, sino hablar sueco solamente. Era muy frustrante al principio. Después, una vez que terminé con el idioma venía la parte de medicina, porque tenés que rendir exámenes y los exámenes los rendís en sueco. Salí mal en el examen, entonces tuve que hacer un año extra en la universidad como estudiante, todo en sueco también. Vivíamos en un departamento, arriba del garaje de mis suegros, hasta que me dieron el título. Pero me tomó cinco años. Y llegar a lo que se ve hoy me llevó mucho tiempo más. Porque también tuve que rendir inglés para poder hacer el doctorado. Ahora estamos con el doctorado. La posición que tengo es una posición muy alta para un sueco inclusive.

¿Y en qué momento llega la especialización en emergencias ahí en Suecia?

Al principio tuve que hacer el internado de médicos. Es como el internship en Estados Unidos, donde vos sos médico pero tenés que ir rotando por diferentes especialidades. Ahí en uno de esos lugares me habían visto trabajar en la terapia del Hospital de Karolinska, que es uno de hospitales más modernos del mundo. Ellos me invitan a trabajar como médico anestesiólogo y obviamente que yo acepto. Era una residencia importantísima en un centro de trauma y ahí vi los traumas más complicados de toda Suecia. Mira, te voy a contar una historia. A un pibe de 15 años en una fiesta le habían metido un cuchillazo en la espalda y le perforan el ventrículo izquierdo del corazón. Llega con un paro cardíaco y lo metemos directamente a la sala de operaciones. El cirujano estaba solo y entonces dice: “Alguien me tiene que ayudar porque yo no puedo parar el sangrado con cada latido”. Me cambio y lo empiezo a ayudar, aunque yo no era cirujano, era anestesiólogo. Después llegó la cirujana cardiotorácica. Bueno, entre todos lo salvamos. Justo yo estaba renunciando a la semana siguiente y cuando estamos tomando unas cervezas con mi grupo de colegas, para despedirme, el novio de esta cirujana me dice: “Mirá, mi esposa me habló de vos como anestesiólogo, ella fue la cirujana cardiotorácica de este chico que salvaron”. Y ahí llega ella: “Cristian, tenés que ir a ver a este chico que sigue internado. Preguntó por vos”. Lo que pasó fue que la familia del chico había preguntado por todos los que estuvieron en el equipo que lo salvó, y cuando vieron mi nombre me buscaron en internet y había salido todo lo de mi papá. Me fui al hospital a saludarlos y estaban re agradecidos. Y ahí fue cuando me pasé de anestesia a emergencias. Yo me quería dedicar pura y exclusivamente a los traumas, a la emergencia. Renuncié como anestesiólogo y terapista intensivo. Y seguí mi especialidad, como emergentólogo, que es pura y exclusivamente en emergencias. Vemos los strokes, los pacientes que vienen con ACV, los paros cardíacos, los traumas, todo los tratamos nosotros. Yo sería como el jefe de la parte de emergencias.

No te pido número, pero, ¿gana bien una persona en tu posición en Suecia?

Sí, sí, yo en mano estoy ganando algo así como unos 4200 dólares mensuales. Nosotros tenemos una muy buena vida. Sin embargo, con la especialidad que tengo, en Estados Unidos podría ser mucha más plata.

Vos venís de una cultura muy autoritaria: la historia de tu papá, un hombre de la vieja época, castigos con cinturón, el rol más sumiso de tu mamá. Cuando empezás a hablar en los medios sobre lo que es Suecia hablás con naturalidad de su libertad y falta de restricciones ¿Cómo viviste ese ese salto cultural, no tanto entre Argentina y Suecia, sino entre la cultura autoritaria y una cultura tanto más libre?

Fue difícil. Muy difícil. Al principio me acuerdo de que lo que más me llamó la atención fue ver las situaciones de igualdad entre la mujer y el hombre. Te pongo un ejemplo: ver a mi suegro limpiando la casa y planchando su ropa. Verla a mi suegra pintando la casa o levantando escombros. Verlos a ellos dos ganando el mismo dinero era algo rarísimo para mí. Al principio fue muy difícil y mucho más en el trabajo. Un médico puede estar errado y está bueno que la enfermera le diga: “¿Estás seguro de que es así?”. El sueco es muchísimo más tranquilo que el latino. Vos te das cuenta de que nosotros tenemos muchas veces una prepotencia que el sueco no tiene. La forma de comunicar es más tranquila, aunque estén discutiendo, lo hacen con mucho más respeto. Mi esposa gana casi el mismo dinero que yo. Y si ella y yo trabajamos las mismas horas, ¿por qué ella sola va a cuidar a los hijos? ¿Por qué yo no voy a hacer las cosas en la casa, por qué yo no voy a limpiar? Bueno, ella se enoja conmigo porque igual no lo hago. (risas)

Una parte importante de tu vida es la música, ¿cómo empezó eso?

A un primo mío que vivía en el barrio Güiraldes, uno de los más peligrosos en Resistencia en aquel tiempo, le habían comprado un órgano, un tecladito chiquito. A mí me maravilló que esa cosita sacara sonidos. Le pedí a mi papá que me compre uno. Hasta que cuando cumplí seis años me lo compran. No paraba, ni sabía lo que tocaba, pero tocaba todo el día. A los doce años empecé a aprender de verdad con una chica de la iglesia. Ahí empecé a leer partituras. A los 16 ya era uno de los que mejor tocaba el teclado en Resistencia, o por lo menos era reconocido por tocar bien. Siempre con la pobreza que nos caracterizaba, me acuerdo que se rompía una tecla y la pegábamos con La Gotita para seguir tocando. La batería la pegábamos con cinta, me gustaba mucho pegarle a la batería. Cuando tenía 19 años fue a Resistencia un grupo de los Estados Unidos, me escucharon tocar y me invitaron a viajar con ellos de gira. Viajamos por varios países de Sudamérica.

Ahí fue que estabas en Perú tocando cuando mataron a tu padre.

Estábamos por dar un concierto, después del ensayo previo el mánager me dice que tenía que llamar urgente a Argentina. Y ahí me entero. Por eso no llegué al velorio, no me dieron los horarios de los vuelos. Cuando nos mudamos a Suecia íbamos a una iglesia chiquita y yo tocaba ahí. Al poco tiempo empecé también a cantar. Después nos mudamos a Estocolmo y ahí hay una productora musical muy grande. Hice una audición para tocar con ellos y quedé. Grabamos mucho y soy uno de sus directores musicales. Hacemos algo así como góspel contemporáneo. Como ahora no nos juntamos y grabamos a distancia, en casa tengo todos los instrumentos. Tengo un piano en casa y mi hijo de seis años ahora está obsesionado con tocar. Se enoja porque él quiere tocar canciones y yo le digo que tiene que practicar y estudiar antes. Verlo me hace acordar de que yo tenía que pegar las teclas de un organito con La Gotita y yo a él le pude dar un piano acústico. Ese es mi orgullo.

Yendo por último a la pandemia, el tema que hizo que los medios te contactaran, ¿cómo está Suecia hoy? Me acuerdo de que hace poco en Intratables dijiste que ibas a paddle tres veces por semana.

Me hiciste acordar. Hace unas semanas Mauro Viale me hace una nota, yo estaba con el teléfono en la cancha de paddle y lo dejé como para que se viera que la gente jugaba libremente. Atrás mío había como veinte canchas y todo el mundo jugando. En el piso del programa había una doctora que decía que todo el mundo se debía quedar en la casa. Entonces vuelve a mí y le digo: “Bueno, Mauro, te tengo que dejar porque empieza mi partido de paddle”. Y ahí Mauro le dice a la señora: “Doctora, ¿usted qué piensa de que Cristian siendo médico e investigador no use barbijo y se vaya a hacer deporte?”. Y la doctora le dice: “Y, ¿qué puedo decir?” (risas) Volviendo a tu pregunta, todavía tenemos gente internada, la segunda ola fue bastante cruenta. Suecia está tratando de tener medidas más estrictas, pero siempre como recomendaciones. Usar barbijo en el transporte público si no podés mantener distancia en las horas pico, cierto número de personas en cada local, esas cosas. Más allá de eso, la vida sigue como siempre. Yo voy al trabajo sin barbijo y juego paddle tres veces por semana, cosa que a mi mujer no le hace mucha gracia. Y mis hijos tuvieron clases siempre, sin barbijos ni protocolos. Me da mucha lástima ver lo que pasa en Argentina. Los niños están sufriendo para proteger a los ancianos. ¿Cuándo pasó eso en la historia?

 

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Gustavo Noriega

Licenciado en Ciencias Biológicas de la UBA. Participa de programas de televisión y radio de interés general y escribe regularmente en el diario La Nación.

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