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Entrevistas

Christian Villanueva López

A 250 días de la invasión rusa a Ucrania, el director de la revista española 'Ejércitos', una de las mejores fuentes para seguir la guerra en Twitter, explica qué pasó y qué cree que puede pasar.

En el principio fue el caos. El 24 de febrero de 2022, cuando las fuerzas militares rusas invadieron Ucrania, Europa y gran parte del mundo occidental salieron del largo letargo estratégico donde habían estado desde el fin de la Guerra Fría: la “Bella Durmiente” se despertó de su dulce sueño no ya de un beso, sino más bien de un cross directo a la mandíbula. Sin embargo, la “operación militar especial” de Vladimir Putin, diseñada para hacer caer en 72 horas al gobierno de Volodymyr Zelensky, no funcionó. Ucrania se defendió con uñas y dientes, Occidente le brindó apoyo político y militar y, ocho meses después, aunque las fuerzas rusas ocupan un 15% del territorio ucraniano, poco o nada va de acuerdo a su plan original.

Con la guerra estallaron también las redes sociales. En el medio de una anarquía informativa, varias cuentas de Twitter y expertos en diversos medios y redes sociales comenzaron a destacarse por su solidez, credibilidad e integridad. Una de ellas es la de Christian Villanueva López (San Sebastián, 1983), un ex militar español que estudió Ciencias Políticas y es el fundador y director de la Revista Ejércitos. Villanueva López (quien actualmente vive en Bruselas) y su equipo publican hilos en Twitter donde siguen la guerra en Ucrania día a día. Cierran cada jornada con un parte diario detallado que incluye lo militar pero también el contexto internacional y la diplomacia. Conversé esta semana por Zoom con Villanueva López sobre la guerra y su evaluación general de la situación, a 250 días del inicio de un conflicto que supuestamente iba a durar sólo tres. A continuación, una versión de nuestra charla, editada para darle más claridad.

Ustedes fueron muy claros en anticipar la guerra. ¿Cómo llegaron a esa conclusión?

Desde mayo de 2021 veníamos anunciando que se iba a producir una guerra. La conclusión se desprendía del hecho de que estaban cambiando varios factores en el equilibrio de poder regional, que había inestabilidad estratégica. Rusia, dentro de su esquema de escalada, había ido probando todas las herramientas de que disponía sin conseguir el resultado que quería. Es decir, lograr que Ucrania no cayese en la órbita occidental. Entonces, sin ese resultado la opción que le quedaba a Rusia era la guerra. 

¿Qué indicadores señalaban en esa dirección?

Cuando a fines de 2021 empezó la acumulación de medios militares en las fronteras con Ucrania y, sobre todo, con la llegada de determinados equipamientos como hospitales de campaña, ya teníamos muy claro que la guerra prácticamente era inevitable. De hecho, el 26 de enero, poco menos de un mes antes de la invasión, escribí un artículo explicando por qué iba a haber una guerra. Cuando la guerra empezó, ya prácticamente sentíamos la obligación de seguirla y explicar lo que pasaba. 

Debido al letargo estratégico, al comienzo notamos que había mucha gente que no asumía que pudiese haber una guerra en Europa, cuando en realidad, si lo piensas bien, era una ilusión casi chistosa ya que Europa no sólo ya había sufrido la guerra de los Balcanes, tan sólo unos meses antes se estaban matando entre Azerbaiyán y Armenia en el conflicto de Nagorno-Karabaj, y eso también es Europa. Es duro decirlo, pero había un componente racista o de eurocentrismo del más rancio en todo este autoengaño. Asumimos que somos mejores, que somos más civilizados y que en Europa no pueden pasar cosas que sólo les pasan a los africanos, a los centroamericanos, en Timor Oriental, en Irak o en Filipinas. Es terrible, pero es un poco así. 

Desde que cayó el Muro de Berlín y se derrumbó la Unión Soviética los europeos hemos estado de “vacaciones estratégicas”, pensando que el mundo era un lugar pacífico en el que la globalización, los lazos comerciales y demás cuestiones tenían el mayor peso y que ya no había vuelta atrás. Y no era así, ya que Rusia nunca entró completamente en esa lógica.

¿Qué factores hubo detrás de la decisión de Rusia de lanzar la invasión?

Rusia hoy no tiene que ver con la Unión Soviética, no hay que confundirse. La Unión Soviética planteaba una alternativa total al capitalismo y a la democracia liberal. Es decir, o eras una cosa o era la otra, y no había ningún acuerdo intermedio. En el caso de la Rusia actual, el desafío que se plantea es diferente. La Rusia de hoy es capitalista pero no es liberal. La Rusia de hoy desde luego que no cree en los derechos individuales, ni en la democracia y ni en los valores que tenemos en Occidente. No es que no los compartan: es que abiertamente los combaten. Por ejemplo, tomemos el caso de Argentina. A través de mis amigos, mis colegas y mi trabajo puedo observar hasta qué punto la propaganda rusa ha penetrado en el país, con RT, Sputnik, etc. Es que Rusia actúa así, haciendo todo lo posible por mellar desde dentro la base de la democracia liberal y la base de nuestros valores y de nuestras democracias. 

Rusia es un país en el que se combinan dos fenómenos que podrían parecer incompatibles, pero están íntimamente relacionados. Por una parte, Rusia es un imperio en declive pero, por otra parte, ha invertido mucho en su aparato militar. El apogeo ruso tuvo lugar antes de la Primera Guerra Mundial, cuando llegaron a su máximas superficie, de alrededor de 22 millones de kilómetros cuadrados. Ahora Rusia tiene una superficie de unos 17 millones de kilómetros cuadrados, es decir, que ha perdido un área equivalente a toda Europa Occidental en el último siglo. 

¿Cuál es la posición real de Rusia como potencia militar hoy en día?

Nunca tuvieron más poder militar ni más poder económico ni político del que disfrutó la Unión Soviética durante los años ’60 y ’70. Luego empezó el largo declive que terminó con la implosión de 1989-1991. Desde entonces, en realidad, Rusia ha seguido perdiendo poder relativo pues, aunque la imagen que transmita sea de fortaleza, lo cierto es que su producto interior bruto, el tamaño de su población, el nivel de estudios de su población y su desarrollo tecnológico, por ejemplo, todo ha descendido. O han subido menos que en China, India y Estados Unidos.

De por sí, cualquier imperio en declive es peligroso porque se siente más inseguro. Que el país en cuestión sea Rusia, que tiene una tendencia a la paranoia, eso implica un caldo de cultivo muy complicado. Y si a eso le sumas que, aunque están en declive han intentado suplir mediante inversión militar las carencias que tenían en términos sociales, económicos y educativos, claro, al final era una mezcla que solo podía traer problemas y que a futuro va a traer todavía más problemas. Porque ahora ya nos enfrentamos a una Rusia que ha perdido la credibilidad militar.

¿Qué sucedió con la guerra relámpago que iba a descabezar al gobierno de Zelensky? ¿Por qué tantos expertos fallaron en este análisis?

Desde que Vladimir Putin llegó al poder a finales del 1999, Rusia ha hecho inversiones militares gigantescas. No sólo en armas, también en comunicación y en propaganda militar y política. Tanto es así que Rusia logró vender al mundo en la idea de que su ejército era invencible, que era el segundo ejército del planeta. Aunque se sabía que tenía carencias doctrinales y de formación, también era una fuerza con ideas novedosas, como la “Guerra de Sexta Generación” que preconizaba el General Vladimir Slipchenko. Es decir que no era un ejército de inútiles anclado en los ’80, como a veces se lo presenta hoy en día al cabo de estos ocho meses. En aquel momento, al inicio de la guerra, había buenas razones para creer en su poderío. 

En Argentina el discurso es que Rusia es super poderosa y eso es gracias a la propaganda que logran colar a través de todos sus medios, notas pagas y voluntades compradas. Y es cierto que muchos especialistas, un poco por la propaganda rusa y otro poco basándonos en preconceptos adquiridos a través de lecturas en sitios especializados, creíamos verosímil la idea de que un país como Rusia pudiese invadir Ucrania en tres días. Es decir, no se trataba de pensar que podían invadir y tomar pueblo por pueblo, sino tomar el control de Ucrania en tres días parecía factible. Tampoco hay que engañarse: estuvieron muy cerca de lograrlo. La toma del aeropuerto de Hostomel, que habría permitido a Rusia aterrizar allí unidades aerotransportadas o unidades de infantería para avanzar rápido sobre Kiev, fue una operación arriesgada y la llevaron adelante de forma bastante adecuada. La toma la hicieron, pero a partir de ahí salió todo mal en cadena.  

El punto principal, sin embargo, no es lo que los rusos hicieron mal sino lo que los ucranianos hicieron bien.

El punto principal, sin embargo, no es lo que los rusos hicieron mal sino lo que los ucranianos hicieron bien. Por supuesto que los rusos hicieron mal muchísimas cosas: avanzar por pocos ejes, formando cuellos de botella y dejando los flancos expuestos, o el tipo de unidades que emplearon (los BTG, Batallion Tactical Group), que no eran los necesarios. Pero, independientemente de eso, el elemento clave fue que Ucrania tenía información muy fidedigna sobre lo que iban a hacer los rusos, cuándo y por dónde iban a entrar y eso les permitió adelantarse a todos los movimientos rusos salvo en el sur, donde los ucranianos fueron traicionados. Por ejemplo, el gobernador pro-ruso de Kherson, que entregó la ciudad. 

¿Qué le permitió a Ucrania poder defenderse y llevar adelante una contraofensiva?

El diferencial para Ucrania desde el inicio de la invasión ha sido el enorme apoyo en inteligencia con el que ha contado y cuenta. Tampoco se nos puede olvidar que Ucrania es un país que estaba en guerra desde 2014 y tenía un cuerpo de suboficiales y oficiales con formación que, a nivel táctico —es decir, lo que es la batalla pura y dura—, estaba muy por encima de la media rusa. Cada pequeña batalla ganada era una victoria ucraniana, y aunque eso no les servía para ganar la guerra o derrotar de forma contundente al ejército de Putin, sí que frustraban todos los planes rusos.

Lo que vemos hoy en el campo de batalla es el resultado de una sucesión de adaptaciones del plan original ruso, que tuvo que ir cambiando a medida que Ucrania los iba frustrando. Lo primero fue, como ya mencionamos, que salió mal el intento de descabezar el gobierno de Zelensky con el ataque relámpago sobre Hostomel, entre otras razones porque los ucranianos atacaron las columnas que venían avanzando desde Chernobyl. A eso hay que sumarle que los ucranianos habían planteado bien la defensa de Kiev y aguantaron tanto al oeste como al este. Y lo más sorprendente es que los ucranianos también aguantaron en las zonas teóricamente pro-rusas, como Kharkiv. 

¿Por qué el plan no salió tal cómo Putin lo esperaba?

Los rusos obviaron factores esenciales. Invadir Ucrania no era equivalente a invadir Afganistán. Ucrania es un país de 40 millones de habitantes, desarrollado, con acceso a la tecnología y una población bien educada, un ejército experimentado y una industria armamentística importante, factores todos que Rusia obvió. ¿Por qué? Posiblemente se debió a que Putin no es militar. Aunque viene del FSB (ex KGB, la agencia de inteligencia rusa), no tiene formación militar. Nos ha demostrado una y otra vez desde 1999 que no se siente cómodo usando la herramienta militar. Y por no utilizar un nivel adecuado de fuerza, las guerras se le han prolongado mucho más de la cuenta.

Todas las fuentes nos relatan lo mismo: que Putin tiende a la micro-gestión, controla hasta las más mínimas operaciones tácticas, algo que ningún dirigente civil debería hacer, porque simplemente no posee los conocimientos que sí tienen el capitán, el comandante o el teniente coronel que están en el campo de batalla. No se le puede decir a un coronel o a un general de brigada lo que tiene que hacer en esa situación, desde Moscú, a 2.000 kilómetros y sin tener toda la información ni conocer el terreno ni saber o comprender el estado de las unidades. No funciona así.

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Es evidente que cuando Putin controla operaciones relativas a su expertise, es decir, el campo político y la zona gris de operaciones encubiertas y de inteligencia, se siente seguro y todo funciona relativamente de acuerdo con lo planeado. Desde el momento en que trata de controlar las operaciones militares, ya la cosa cambia. Y por esta razón, Putin tiende a funcionar en el campo que él se siente seguro, que no es el militar. 

Lo vemos con claridad en la forma en la que planteó la llamada “operación militar especial” en Ucrania como una blitzkrieg, o guerra relámpago, con la que buscaba decapitar de manera fulminante al gobierno de Zelensky. Una operación planteada mucho más al estilo de las operaciones de la KGB que como una operación militar. 

Mencionaste el letargo europeo y al concepto de “vacaciones estratégicas”. ¿Por qué estos conceptos son relevantes en el contexto actual?

El error de Europa fue creer que la guerra era un elemento del pasado, pero en verdad la guerra nunca se fue. Se cita siempre a Francis Fukuyama y su tesis del libro El fin de la historia y el último hombre. Sólo que Fukuyama no decía que la historia hubiese acabado, sino que una historia había finalizado: la de la competición entre el comunismo y la democracia liberal. Pero la historia no termina, sigue. Los que paramos fuimos nosotros, que creíamos que de repente Europa se había convertido en un vergel. 

Los europeos nos permitimos el lujo de tomarnos lo que nosotros llamamos –en nuestro libro La guerra de Ucrania: Los 100 días que cambiaron Europa– vacaciones estratégicas. Tan cómoda estaba Europa en su letargo que consideraba que ni siquiera necesitaba una estrategia militar. Y este estado de letargo en Occidente generó un air du temps que Rusia supo aprovechar y alentar hábilmente. A través de campañas de desinformación muy agresivas buscó (y en muchos casos, logró) imponer un pensamiento conspirativo con valores que son totalmente contrarios a la razón, el Estado de Derecho y la democracia.

¿Qué enseñanzas dejan para Europa y Occidente estos primero 250 días de la guerra en Ucrania?

Primero, que la guerra estaba, está y seguirá estando. Segundo, que el carácter de la guerra cambia, pero la esencia de la guerra no. La guerra, como la definía Carl von Clausewitz en tanto que lucha de voluntades y como la continuación de la puja política por otros medios, no cambia. En la guerra se muere y se mata y se va a seguir muriendo y matando aunque haya robots, aunque haya ciberguerra, aunque haya guerra económica. Lo que cambia es el carácter de la guerra, es decir, en cada época se lucha de una forma diferente.

Durante mucho tiempo en Europa no hemos tenido necesidad de preparar ningún tipo de guerra, sólo misiones de paz o de imposición de paz. La invasión de Rusia a Ucrania terminó con las vacaciones estratégicas europeas. Frente a esta situación, toca regresar a los años ’70 y ’80, a repensar Europa desde una hipótesis bélica concreta y a preparase en relación con esa situación. Abandonar el sueño de algo que nunca fue y a recuperar herramientas que habíamos dejado de lado. Los tiempos han cambiado, estamos en un momento de revolución militar y en muchos aspectos vamos a ciegas. 

Desde el inicio de la invasión a Ucrania se habla de la amenaza nuclear. En los últimos días Rusia estuvo mencionando el posible uso de una “bomba sucia”. ¿Es posible una guerra nuclear hoy en día en Europa?

Estoy convencido de que en este momento lo que Rusia está buscando es una salida negociada de la guerra. Y para ello utiliza todas las amenazas posibles, ya sea lanzando una movilización masiva, ya sea atacando a la infraestructura económica y energética de Ucrania, ya sea masacrando a la población civil. Intentan forzar una negociación en la que todavía puedan mantener buena parte de lo ganado. La amenaza nuclear y la de la utilización de una bomba sucia (un explosivo convencional al que se le pega material radiactivo), busca crear el pánico y desalentar el apoyo europeo a Ucrania, para forzar la negociación aprovechando el contexto del invierno y que el precio del gas se ha disparado.

Dentro de esta lógica, Rusia apuesta a conservar el pasillo terrestre hasta Crimea. De las acciones rusas se desprende que Donetsk y Lugansk no son la prioridad. Lo que quieren conservar es toda la zona sur del río Dnieper. Obvio que si pueden conservar el Donbass les cae perfecto, pero lo que lo rusos están viendo es que, a medio plazo, pueden perder todos esos territorios.

Dentro de esta lógica, Rusia apuesta a conservar el pasillo terrestre hasta Crimea. De las acciones rusas se desprende que Donetsk y Lugansk no son la prioridad.

Por otro lado, en Kherson la situación es muy complicada porque se trata de una ciudad grande y una lucha allí será muy sangrienta. Ucrania no puede permitirse el lujo de perder miles de hombres, como hace Rusia, para recuperar la ciudad. Tampoco puede abatir la ciudad con artillería hasta destruirla completamente desde la distancia. Ucrania quiere que Rusia evacúe y se vaya de Kherson. Una negociación específica, más allá del contexto de la guerra en general. Amenaza con sitiarlos, dejarlos sin comida y atrapados. Y por eso por el momento los ucranianos no han avanzado mucho más.

Entonces Putin es capaz de utilizar armas nucleares.

Como dije, la amenaza nuclear que es parte de la estrategia rusa para llegar a un arreglo. ¿Es momento de utilizar armas nucleares? No, ahora mismo no. Primero, porque Rusia no ha agotado todas las opciones y, segundo, porque no ha hecho los preparativos necesarios. Los servicios de inteligencia occidentales no han observado aún los movimientos relacionados con los preparativos para un ataque nuclear, no han sacado material de los depósitos, no hay movimiento de trenes, no han activado a las unidades de protección de esas armas nucleares, no se han hecho los preparativos de evacuación en las ciudades ni los ejercicios sin los cuales no es posible lanzar un ataque nuclear, aunque sea muy limitado, a corto plazo. 

¿Que a mediano plazo Rusia decida lanzar un ataque nuclear? Por supuesto. La doctrina rusa no entiende el uso de armas nucleares sólo como represalia, como sí lo hace Occidente.

Un factor a favor de la posibilidad de un enfrentamiento nuclear es que la llamada “destrucción mutua asegurada” justamente ya no está más asegurada. ¿Podrías elaborar un poco esta idea?

Hay que entender que hoy en día hay muchas menos armas nucleares de las que había, por ejemplo, en los ’80, cuando llegó a haber cerca de 7.000 cabezas nucleares activas en el mundo. Ahora estamos hablando de que Estados Unidos y Rusia tienen unas 1.700 cada uno, una cantidad que no sería suficiente para destruir el planeta ni nada parecido, aunque parezcan muchas.

Este número de cabezas nucleares también implica que la idea de “destrucción mutua asegurada” (la doctrina de von Neumann de una situación en la cual cualquier uso de armamento nuclear por dos bandos opuestos podría desembocar en la destrucción completa de ambos), ya no funciona. Y si tú no partes de la creencia de que vas a ser destruido, hay muchos más incentivos para lanzar un ataque nuclear, aunque tengas bajas. Puedes perder unas ciudades, puedes perder bases militares, puedes perder muchas cosas pero si vas a conseguir tus objetivos políticos puedes terminar haciéndolo igual, el costo te sigue compensando la ganancia. Y Rusia siempre se ha estado preparando para pelear una guerra nuclear contra la OTAN. 

Pero Rusia no piensa en esos términos. Rusia puede considerar más adecuado para sus fines lanzar un arma nuclear en Bruselas.

Rusia piensa en términos de daño disuasorio. En otros términos, ¿qué nivel de daño tengo que infligirle al contrario para que deje de actuar como lo está haciendo y me dé lo que yo quiero? Esa forma de razonar es muy peligrosa para ti, para mí, para los ucranianos y para toda Europa, porque solemos pensar que la alternativa lógica sería que Rusia lance un ataque nuclear en Ucrania, en una zona despoblada, por ejemplo, y eso fuerce una negociación. Pero Rusia no piensa en esos términos. Rusia puede considerar más adecuado para sus fines lanzar un arma nuclear en Bruselas, que sirva como advertencia a Europa y que Europa no pueda responder automáticamente con armas nucleares porque no es un ataque tan grande. No quiere decir que esto va a ocurrir, pero podría pasar. Pero lo que es completamente estúpido es pensar que un ataque nuclear por parte de Rusia no puede ocurrir. Es pueril, es un pensamiento que no se atiene a ninguna lógica, como creer que vivimos en una novela de Isabel Allende, todo lo contrario al realismo.  

Rusia comenzó a recibir drones de Irán. ¿Cuál es la agenda de Irán? ¿Y por qué no hubo apoyo militar de China? 

Queda claro que China ha apoyado a Rusia y que ha sido un sostén de la economía rusa. Pero también es claro que ha dado un paso al costado con la guerra en Ucrania. China no necesita más problemas ni sanciones de las que ya tiene. Es un momento complicado para los chinos, en el cual Estados Unidos está embarcado en una guerra comercial, su economía no crece como antes y siguen teniendo problemas con el COVID. No hay que olvidar que China es una dictadura y las dictaduras aseguran su existencia mientras la economía funciona. Frente a la inestabilidad política y la crisis económica hasta el gobierno de Xi Jinping es vulnerable. China, en ese sentido, está siendo muy inteligente: no puede dejar caer a Rusia, ni dejar que la guerra se solucione sin que Rusia, aunque no consiga todo lo que quiere, salve la cara. Pero no puede intervenir directamente, no por ahora.

Irán, en cambio, es una pieza mucho menor del tablero, con unos objetivos muy diferentes y con lazos previos entre Rusia y su industria de defensa. Además, tiene intereses complementarios. Irán sufre de la misma paranoia que Rusia y por eso cree que todo lo que está ocurriendo ahora mismo en el país, con las protestas y manifestaciones populares, es culpa de Occidente. Para ellos las mujeres iraníes no luchan por su libertad. Eso es mentira. Son los occidentales malos que les meten en la cabeza cosas raras. La culpa de su crisis económica tampoco tiene nada que ver con ellos, que son fantásticos, que nunca hacen nada mal. Todo es culpa de las sanciones. Por definición, ningún régimen teocrático piensa que hace nada mal, porque como lo avala la divinidad, pues bien, ¿qué más? Es divino y ya.

Se agrega además el hecho de que Irán lleva años desarrollando el tipo de armas pensadas para la guerra mosaico que Rusia necesita desesperadamente ahora. Quizás a Irán no le costaría nada traicionar a Rusia y dejar de suministrarle material bélico si a cambio consigue un buen acuerdo nuclear y que le levanten sanciones. De hecho, lo han dejado caer en la ONU hace unos días, cuando se habló de las investigaciones sobre el envío de drones. Lo que Irán está intentando es conseguir un arreglo que les beneficie y les saque le saque del atolladero donde están, y ahora mismo Rusia se les aparece como una tabla de salvación en ese sentido.

Ucrania recibe armamento de diferentes orígenes y épocas. Casi un zoológico de armas. ¿Cómo hace para coordinar este popurrí? 

Tardaremos tiempo en saber con exactitud cómo Ucrania coordina y emplea la plétora de armamentos que posee gracias al apoyo occidental, porque por obvias razones no trasciende mucho. Hay que tener claro que alrededor del 80% u 85% de sus materiales son de herencia soviética. Tanto la artillería como los vehículos son de herencia soviética, entonces continúan teniendo en la logística que ya tenían de antes, sin grandes cambios

Por otro lado, Ucrania equipa con el material nuevo sólo a unidades puntuales y concretas, para que la logística sea simple, ordenada y ágil. Es mucho más sencillo llevar recambios a una unidad específica que repartir por todo el frente y a todo el ejército. Así crean brigadas especializadas, unidades nuevas como las que hemos visto en Kherson, equipadas casi totalmente con materiales occidentales. Estas unidades nuevas son el germen de un nuevo ejército ucraniano, con aspiraciones de ser un ejército OTAN. Europa y Estados Unidos, además de material, están brindando asesoramiento militar, formación, apoyo de todo tipo. Y estos elementos contribuyen para que Ucrania vaya preparando su futuro militar como una fuerza moderna, totalmente separada de su herencia soviética. 

En realidad, estamos frente a dos ejércitos ucranianos: el que ya estaba, que va tirando con lo que tenían más el equipamiento de los países de Europa del Este, que envían su propio material soviético que ya no utilizan. Y un ejército nuevo, totalmente formado y equipado por Estados Unidos y Europa Occidental. 

¿Qué escenario te parece más posible en el futuro inmediato? 

Hoy por hoy estamos frente a una guerra de desgaste, en la cual, a la larga, va a impactar la capacidad económica, material y la voluntad de cada uno de los contendientes por seguir luchando. La especificidad de las guerras de desgaste es que el final puede ser abrupto, pero en este caso yo sigo viendo meses de guerra por delante. Ninguno de los dos bandos logró cerrar la guerra antes del invierno y, aunque Rusia esté intentando buscar una salida negociada, no me parece que Ucrania tenga voluntad para ello. No veo a Zelensky apareciendo mañana con un acuerdo y todos contentos. Porque al día siguiente lo matan. Recordemos que Ucrania tampoco es una gran democracia. Sigue siendo un país corrupto, con muchos problemas de base, una democracia que no está asentada y que sigue luchando por su supervivencia. Ojalá me equivoque, pero yo creo que por ahora tenemos muchos meses de guerra por delante. 

 

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Albertina Piterbarg

Experta electoral desde hace 13 años en Naciones Unidas. Vive con su familia en París y colabora como consultora electoral para UNESCO. En Twitter es @AlberPiter.

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