Los gurúes de newsletters –sí, hay gurúes de newsletters– me dijeron que tengo que escribir en segunda persona del singular, dirigiéndome a vos querido suscriptor de una forma coloquial. Me suscribí a varios newsletters de otros medios como para ver la onda y me causó mucha gracia cómo todos empiezan hablando del clima para dar una sensación de small talk. ¡Qué calor!
Voy a tratar de evitar todo eso. Lo que voy a hacer es escribirte martes por medio para contarte qué películas y series estuve viendo, y qué de toda la enorme oferta que hay en cine, streaming y torrent vale la pena. Seguramente en muchos casos hablaré también de películas viejas, pero mi idea es enfocarme en lo actual y a la vez no morir con el catálogo de Netflix. No me gusta la postura de que todo tiempo pasado fue mejor (aunque tal vez lo haya sido) y por eso la idea de este newsletter es la siguiente: “Todavía se hacen películas buenas, vamos a encontrarlas”.
Es importante que sepas algo: no todo lo que voy a recomendar está disponible en plataformas. Muchas cosas sí, y en ese caso te voy a decir en cuáles, pero otras cosas quizás solo se consigan (de momento) en el vasto y para muchos enigmático universo de los torrents. Cualquier persona con una conexión a internet tiene la posibilidad de conseguir esas películas, o al menos conoce a alguien que sabe cómo hacerlo. Pedile a tu sobrino, a tu prima, a tu cuñado. Es un pequeño esfuerzo con una recompensa enorme. Sino podés ver la temporada dieciocho de La casa de papel. Tu LED, tu decisión.
Dos armatostes
Los casi dos meses entre febrero y marzo suelen ser días de dudas y angustia para el cinéfilo. Son los días entre que se anuncian las nominaciones al Oscar y se entregan los premios. Comienza ahí una carrera loca para ver las películas que no vimos, pero que muchas veces nos interesan solo porque participan de esa fiesta cada vez más aburrida, decadente y anacrónica. Y mientras tanto se estrenan otras películas que nos interesan más. ¿Qué vemos? ¿El poder del perro o Cow? ¿Belfast o Tre piani? ¿Vamos a lo casi seguro o participamos de la conversación? Yo trato de mechar.
Pero mechando me va mal. Vi en un día El poder del perro (Netflix) y El callejón de las almas perdidas (cine y torrents), dos de las nominadas al Oscar. Me parecieron dos armatostes. Las dos recrean a su modo dos géneros del cine clásico: el western y el film noir. La película de Jane Campion intenta de una manera obvia y solemne poner en discusión la “masculinidad tóxica” del cowboy, pero termina “castigando” al macho con la homosexualidad. Me llama la atención cómo no ven que hacer del homofóbico un gay en el closet es lo más conservador que hay. Pasaba también con el personaje de Chris Cooper en Belleza americana (HBO Max), otra película detestable.
Es imposible no pensar en la extraordinaria Secreto en la montaña (Netflix y HBO Max), otro neo-western de temática gay. Leo en Wikipedia que Jane Campion mantuvo correspondencia con Annie Proulx, la autora del cuento en el que se basó Secreto en la montaña (que también escribió el epílogo de la novela de Thomas Savage en la que se basó El poder del perro). ¿Por qué una funciona tan bien y la otra tan mal? El tono melancólico es parecido, la tragedia, la potencia de lo que no se dice… pero una anda y la otra no.
Mi teoría es que Secreto en la montaña está construida sobre el amor, pero El poder del perro está construida sobre la bronca. O, dicho de otro modo, Secreto en la montaña está construida a favor de algo y El poder del perro, en contra. No sé si puedo decir con fuerza de ley que prefiero las películas a favor de cosas que las películas en contra de cosas, pero tal vez sí.
El caso de El callejón de las almas perdidas es diferente porque no parece haber en la película de Del Toro una crítica al género sino más bien un homenaje. Está todo: la femme fatale y la ingenua, el alcohol, el protagonista maldito e irredimible, pero la suma de las partes no construye un todo. A veces es difícil de entender en dónde está el alma de una película. Del Toro sabe filmar, eligió un noir muy para él (lleno de monstruos; la película es una remake de una de Edmund Goulding de 1947), pero El callejón de las almas perdidas justamente no tiene alma.
Hay un par de escenas que lo pueden llegar a explicar. Cuando Bradley Cooper llega a la oficina de Cate Blanchett y ella le dice “¿No escuchó las novedades? Estamos en guerra”, y casi al final cuando escuchamos en una radio que Churchill le va a declarar la guerra a Japón. Percibo ahí un intento poco disimulado de contrabandear atmósfera de fin del mundo, la atmósfera clásica de los noirs (que florecieron durante la Segunda Guerra), pero infructuosamente, sin que lo podamos sentir de verdad. En un sentido, le pasa como a El poder del perro: se esfuerzan demasiado, se les nota y por eso no lo logran.
La verdad
Después de mi fracaso con dos de las más comentadas de los Oscar, decidí ir por otro lado y vi Red Rocket (torrents), la séptima película de Sean Baker. Quizás te suene por Proyecto Florida (Amazon Prime y HBO Max), que se estrenó acá en los cines hace cuatro años.
Baker es de los directores americanos más interesantes y coherentes surgidos en este siglo. Su mundo es el de las ciudades marginales del Sur de los Estados Unidos con sus moteles baratos, los carteles de neón rotos, las mamás luchonas, las prostitutas, los drogones, la TV basura y el trumpismo. Sus historias tienen tanta potencia y color que el ambiente no parece deprimente, aunque por supuesto tampoco hace una celebración de la marginalidad.
Es muy extraño lo que logra: cuenta historias objetivamente tristes con un tono de alegría. Y le sale muy bien. Creo que el secreto está en los actores, casi siempre descubiertos por él, a quien no llamaría actores no profesionales porque son geniales siempre, y en lo hiperkinéticos que son sus personajes.
Red Rocket cuenta la historia de Mikey (Simon Rex, bestial), un actor porno retirado que vuelve sin un mango a vivir con su ex mujer y su ex suegra a un pueblito de Texas. Mikey es un chanta y un fabulador que al principio resulta un poco adorable pero después se va descubriendo cada vez más siniestro. Como en las mejores películas, hay algo que pasa por detrás de lo que estamos viendo. La verborragia y las mentiras de Mikey ocultan una historia que Baker no explicita pero que el espectador atento entenderá.
Además, hay más verdad en un solo plano de Red Rocket que en todas las películas nominadas al Oscar (bueno, quizás exceptuando Licorice Pizza).
La oriental
Desde Parasite (Netflix), todos los años parece haber un hueco en los Oscar para una película oriental. El año pasado fue Minari (Amazon Prime) y este Drive My Car (torrents), de Ryusuke Hamaguchi, una adaptación de tres horas del cuento homónimo de 40 páginas de Haruki Murakami.
Solo voy a decir esto: una película es buena si la querés ver por segunda vez. La primera vez te puede no gustar, la podrás odiar, te podrás haber aburrido, pero si la ves una segunda vez y sentís algo distinto, o te dan ganas de verla una tercera, y es una película que cada tanto ves, es una buena película. No me imagino a nadie queriendo ver Drive My Car más de una vez. Quizás si hay una retrospectiva en el Festival de Cannes con la presencia del tipo, vas. Pero no vas a poner Drive My Car en el Chromecast un domingo a la tarde con el mate. Ojo, quizás algunos lo hacen, hay gente para todo. Y los banco. Yo no soy de esos.
Hay una escena cerca del final, la escena cúlmine, en la que los protagonistas dicen unos monólogos, reconcentrados, serísimos, y el plano está quieto, sin cortes durante cinco minutos (los conté). Me imaginé la misma escena con Esteban Lamothe y Lola Berthet y comprendí que estoy en contra de Drive My Car. Ojo: mi opinión.
Una película minúscula (en el buen sentido)
Para terminar con algo positivo (porque no voy a colaborar con el lugar común del crítico de cine que odia todo) quiero recomendar Kimi (HBO Max) , la última película de Steven Soderbergh. Es su película número 34 en 33 años, si conté bien. Impresionante.
En una época estaba medio mal visto Soderbergh, o al menos eso me parecía, pero yo fui a ver Traffic (Amazon Prime y Paramount Plus) dos veces al cine, lo confieso. Es indudable que sabe narrar, sabe lo que quiere y nunca va para el lado que uno espera, a menos que el lado que uno espera sea el mejor lado al que se pueda ir.
Kimi es un thriller que parece hecho con el diario de hoy porque toca temas como el covid, el Me Too, las redes sociales, las grandes compañías tecnológicas, pero es todo solamente para generar un ambiente de película distópica del presente en el que una chica (Zoe Krävitz, obviamente con pelo azul) descubre un crimen y tiene que llegar al FBI antes de que los asesinos den con ella.
Es una película minúscula, que escamotea explicaciones y no tiene una sola vuelta de tuerca. Dura 90 minutos y parece que durara 15. Una verdadera rareza.
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