El domingo 29 de agosto el 76,7 % de los ciudadanos de Corrientes ratificaron a Gustavo Valdés como su gobernador. Con tal acompañamiento, este radical de 52 años logró ser reelecto para el período 2021-2025 con la mayor proporción de votos de la historia local.
Este número cobra más contundencia con el dato de que el único competidor de Valdés, Fabián Ríos, del Partido Justicialista, obtuvo sólo un 23,2 % de adhesiones; es decir, 53,5 puntos menos. Sin embargo, es en comparación con las elecciones provinciales de 2017 donde se dimensiona la magnitud tanto del crecimiento oficialista como del deterioro opositor: en aquella contienda entre legisladores nacionales, el entonces diputado Valdés fue elegido gobernador con el 54% frente al senador Carlos “Camau” Espínola, quien obtuvo el 45,2%. Es decir que, en cuatro años, la alianza oficialista sumó 22,7 puntos, número casi idéntico al que perdió el peronismo: casi 22. La pregunta que cabe hacerse, entonces, es simple en su formulación aunque compleja en su respuesta: ¿qué pasó?
El presente y el futuro versus el pasado
En favor de Valdés es importante señalar que, además de la gestión –caracterizada por un sostenido ritmo de inversión en infraestructura que suma 703 obras entre finalizadas y en ejecución–, el Gobernador mantuvo el equilibrio macroeconómico que heredó de su antecesor, Ricardo Colombi, e impulsó un gobierno desarrollista: además de de invertir en puertos, parques industriales, energía, fibra óptica y caminos, consolidó alianzas estratégicas de cooperación mutua con cámaras empresarias, asociaciones productoras, emprendedores y gremios.
Esta última característica es lo que lleva a Valdés a sostener, permanentemente, que la alianza que lidera, ECo + Vamos Corrientes, es “política y social“. El entramado de relaciones es muy sólido, frente a un peronismo en constante disyuntiva: ¿cómo defender, por ejemplo, el cierre de las exportaciones de carne impulsado por el presidente Alberto Fernández, a la vez que dialogar con el sector ganadero correntino que genera trabajo y divisas sosteniendo, al mismo tiempo, el relato del cuidado de la mesa de los argentinos? Es sencillamente imposible.
¿Cómo defender el cierre de las exportaciones de carne a la vez que dialogar con el sector ganadero correntino que genera trabajo y divisas? Es sencillamente imposible.
Ante el dilema, el PJ elige arroparse en el discurso nacional, desatendiendo lo local. Se le abre, a partir de allí, un problema irresuelto hace décadas: la incapacidad de articular un mensaje propio, que interpele a la sociedad a la que quiere gobernar, la correntina. La permanente referencia a Buenos Aires ha demostrado, una vez más, su irrelevancia.
Trasladado esto al discurso político, lo primero que hay que señalar es que el peronismo nunca logró unificar una narrativa entre sus dirigentes ni diseñó una estrategia territorial-digital cohesionada acorde a la pandemia, a diferencia de ECo + Vamos Corrientes. Frente a esto, la alianza liderada por la UCR tuvo tres grandes virtudes: centralizar el discurso en torno a tres ejes –modernización, inclusión y desarrollo–, replicarlo en redes sociales profesionalmente administradas y apropiarse de la idea de correntinidad, repleta de elementos sonora y visualmente ricos, como el chamamé, los Esteros del Iberá y el guaraní. A partir de allí, se construyeron símbolos políticos, que llevan a una asociación mental inmediata y efectiva: Corrientes = ECo, así como a nivel nacional ocurre, por caso, con justicia social = peronismo. Lo importante no es que haya lógica en la relación, sino simplemente que se crea como posible y se sostenga en el tiempo.
Si bien nunca se sabrá cuán determinante resulta esto al momento de definir el voto, sí está claro que la disputa también se da en la mente, y allí ECo + Vamos Corrientes acaparó toda la simbología local ante un peronismo que, desprovisto, parece forzado e incómodo cuando apela a estos elementos, simplemente porque no está asociado a ellos.
Gustavo Valdés, incluso, supo adaptarse a las nuevas tendencias de consumo musical y tuvo un trap como jingle de campaña. Allí también supo adaptarse e innovar frente a un PJ enamorado de su liturgia que atrasa, por lo menos, 70 años: no hay indicios, siquiera, de que se esté buscando una readaptación al siglo XXI.
Es la política
En cuanto al armado político, ambos frentes también mostraron profundas diferencias. Desde inicios de año, Valdés y los partidos que lo apoyaron enviaron señales primero sutiles, luego claras, de que conjuntamente robustecieron su candidatura. Se administraron los tiempos con inteligencia, a sabiendas de que la preocupación de la sociedad pasaba no por las elecciones si no por la economía y la salud.
Mientras tanto, el peronismo era corroído por las internas y eligió el espacio público para exponer diferencias, cuestionamientos y críticas. Tan absorbido estaba por este proceso que llegó al sábado 10 de julio, día del cierre de listas, sin candidato a gobernador. En el transcurso de esa jornada se confirmó que Fabián Ríos, gerente de obras de Aña Cuá, volvería –como en 2009– a disputar la gobernación, pero el tiempo ya corría en su contra: faltaban siete semanas para la elección y debía instalarse como candidato, plantear ejes discursivos, profesionalizar su comunicación y cohesionar a su espacio. No lo logró. El PJ nunca salió del letargo ni tuvo la capacidad –¿o el interés?– para mostrarse como opción de poder y disputante del sentido.
La sustentación partidaria fue otro hecho significativo. Valdés lideró la conformación de la alianza más grande de la historia provincial, ECo + Vamos Corrientes, que cuenta con 32 partidos políticos entre nacionales –como UCR, PRO y ARI– y provinciales –como Liberal, Autonomista y Popular–. Por su parte, el armador del frente Corrientes de Todos fue un foráneo, Juan Zabaleta, ministro de Desarrollo Social de la Nación e interventor del PJ local. Si bien logró reunir a 23 partidos, se exhibía con orgullo haber incorporado al vicegobernador, Gustavo Canteros, quien rompió con Valdés para ser candidato a intendente de la Capital por la oposición. Canteros obtuvo el 29,22 % de los votos frente al 70,77 % del radical Eduardo Tassano, que con su triunfo también ha hecho historia al convertirse en el primer jefe comunal reelecto de su ciudad. Canteros, ahora, deberá cumplir con su mandato como vice hasta el próximo 10 de diciembre, día en que deberá dejar el poder y transitar el ostracismo hasta, al menos, 2023.
Valdés, por otro lado, supo cultivar el diálogo y mantener una relación institucional madura con los dos presidentes con los que compartió el ejercicio del gobierno, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Se alejó de la grieta y evitó la polarización.
Valdés contará con mayoría calificada en ambas cámaras, por lo que las expectativas de transformación están exclusivamente depositadas en él y la alianza gobernante.
En la faz legislativa, el resultado electoral significó que cuatro de las cinco bancas en disputa en la Cámara de Senadores fueran para el oficialismo y la restante para la oposición, en tanto que en la de Diputados, la proporción fue de 12 para ECo + Vamos Corrientes y 3 para el Frente Corrientes de Todos. Traducido: desde el 10 de diciembre, Valdés contará con mayoría calificada en ambas cámaras, por lo que las expectativas de transformación están exclusivamente depositadas en él y la alianza gobernante.
¿Será el momento de que la provincia avance, finalmente, en las leyes de Paridad de Género y Voto Joven o en una reforma política, por ejemplo? Los temas ya están en la agenda, así que sólo resta discutirlos. Mientras tanto, y ante los tentadores dos tercios legislativos, Valdés ya advirtió: “La República está garantizada en Corrientes. (…) No vamos a reformar la Constitución para un nuevo período de este gobernador”.
Fuera de la grieta
Valdés capitalizó la herencia política de Colombi al ampliar la base de sustentación político-partidaria que lo apoyó y erigirse en el líder de la alianza, supo construir nuevos vínculos y estructurar un discurso coherente que giró en torno a temas clave. El 76,75 % de los votos, además, se explican por la centralidad que adoptó en la gestión de la pandemia, ya que además de decisiones planificadas –como la construcción de un hospital de campaña ultramoderno, la ampliación del sistema sanitario en 1000 camas y 300 respiradores o un sistema de fases por ciudad y ante brotes grandes, evitando decisiones homogéneas ante situaciones disímiles–, se erigió en el comunicador principal de la situación, transmitiendo serenidad y confianza en momentos en que el discurso público mayoritario era de psicopateo. La estrategia derivó en éxito y, en parte, esa es la base de los altos índices de imagen positiva de los que goza, que rondan el 70 % desde el inicio de la pandemia. Lo dicho: ratificó su liderazgo y, por si alguna duda quedaba, más del 76 % de los correntinos lo votaron.
El peronismo, por su parte, debe mirar su pasado y su presente si quiere construir un futuro. Debe, por ejemplo, preguntarse por qué gobernó Corrientes una sola vez en su historia, entre 1973 y 1976; qué falló en su armado electoral; por qué no permea socialmente su discurso; cómo resolver la falta de liderazgos; hacia dónde quiere ir, en definitiva. Y no es que la provincia, como se sostiene livianamente, sea profundamente antiperonista, porque los resultados de las presidenciales de 2003 a 2019 demuestran exactamente lo contrario: en Corrientes ganaron Carlos Menem (2003), Cristina Kirchner (2007 y 2011 –primarias y generales–), Daniel Scioli (2015 –primarias, generales y ballotage–) y Alberto Fernández (2019 –primarias y generales–). Hay algo que impide la provincialización de estos triunfos. Averiguar qué, responsabilidad de la dirigencia.
Mientras tanto, arropado por el 76 %, Gustavo Valdés sonríe con satisfacción por haber sido reelecto con un porcentaje abrumador y porque sabe que la Nación lo empieza a considerar para que dé un paso más. Él, sin embargo, no lo piensa –o no lo dice, que es diferente–: tiempista como es, disfruta de este momento, proyecta su segundo gobierno, imagina su legado.
En paralelo, con su nombre como protagonista de la política local, se escribe la historia ante sí.
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