LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#4 | Fútbol, whisky y vino

España tiene cracks, Alemania y Japón jugaron un partidazo y Canadá... hace vino canadiense.

Grupo F: Croacia 0x0 Marruecos
Grupo E: Japón 2×1 Alemania
Grupo E: España 7×0 Costa Rica
Grupo F: Bélgica 1×0 Canadá

Empecemos con lo que quedó en el tintero. Un lector amigo, Tomás C., me hizo llegar la imagen del túnel de un jugador saudita a un argentino que no había podido identificar en el diario de ayer. El autor fue el número 23, Mohamed Kanno y la víctima el Cuti Romero, que salió a cortar lejos y quedó pagando. Un caño riquelmeano. La imagen que me mandó Tomás viene de otro tuit que aprovecha para denostar a Romero y revela que el autor de ese tuit nunca jugó al fútbol (nadie que haya jugado dejó de comerse un túnel alguna vez). Pero también es interesante escuchar el audio, cómo los hinchas festejan ese túnel, como para demostrar que en Arabia Saudita son muy futboleros.

Más tintero. Ariel, otro lector, dijo en Twitter que a Argentina le faltó templanza. Me parece que está muy bien eso. Podría ser también “temple”. Templanza no sería confianza, eso que se puede perder de un momento a otro, sino un sentimiento más bien estoico, que tiene que ver con saber lo que uno está haciendo y hacerlo hasta el final. Así, si se pierde, será porque el contrario fue superior, no porque se desvaneció una euforia que tenía pies de barro.

Última del tintero. Cuando escribí el capítulo #0 de este diario, me olvidé de repetir algo que venía diciendo en las crónicas que cada semana escribo en La agenda sobre fútbol europeo. Últimamente, cuando veía a un jugador japonés me impresionaba su calidad. Por eso, varias veces escribí “ojo con los ponjas“. Siempre me gustó como jugaba Japón en los mundiales y nunca entendí por qué no tenía mejor suerte. Pero siempre mostraron un sistema de juego basado en la dinámica, la energía y también en la técnica de sus jugadores, que hoy andan desparramados por el mundo y permiten pensar que son más de lo que el consenso futbolístico supone de ellos. Ah, y antes de salir del tintero: ayer no elogié lo suficiente a Mbappé, que la rompió.

Hoy fue el día de Japón, por su victoria contra Alemania en el mejor partido del torneo.

Hoy fue el día de Japón, por su victoria contra Alemania en el mejor partido del torneo. Algunos pensarán (y muchos lo dirán) que fue algo parecido a la derrota argentina contra Arabia Saudita. Seguramente no vieron el partido. Alemania jugó un gran primer tiempo y perdió cuando al técnico Flick se le acabó la templanza y se dedicó a contradecir el juego que el equipo había desplegado en esa primera parte, en la que fue muy superior. Eso no le quita mérito a los japoneses, que dieron vuelta el partido cuando éste cayó en ese Triángulo de las Bermudas futbolístico que se produce cuando un equipo está para golear pero no concreta y empieza a rondar la sensación de que puede pasarles algo desagradable.

Pero vayamos por partes, o por tiempos. Primero hablemos de los alemanes. Como es su mejor tradición, Alemania salió a atacar. Pero hoy lo hizo juntando jugadores dispuestos a tocar, gambetear y pasarse la pelota en corto para entrar por el medio o descargar sorpresivamente hacia las puntas. En la tarea de la construcción colaboraron Kimmich, Gündoğan, Müller, Havertz y, especialmente, Jamal Musiala y en la llegada al fondo el lateral Raum y el delantero Gnabry. Nadie había jugado así en el torneo y, mientras duró, fue ejemplar. Alemania hizo lo que muchos equipos se negaron a hacer hasta aquí, algunos por imposibilidad y otros por voluntad (como la Argentina). Mientras Alemania jugó a tocar en velocidad, dominó el partido. Cuando dejó de hacerlo lo perdió. Se había puesto en ventaja con un penal dudoso (otro más), pero después tuvo una cantidad de situaciones de gol muy claras. Un tiro en el palo de Gündoğan, unas atajadas monumentales del arquero Gonda y una apilada de Musiala que hubiera sido el gol del torneo si la terminaba bien.

Pero llegó el momento fatal, cuando el técnico Flick sacó a Müller y Gündoğan, dos de los participantes del juego bonito, dos que entienden los movimientos del fútbol, para poner a Goretzka, un volante más potente que hábil (y muy sobrevalorado por la prensa) y a Hofmann, un delantero convencional. En cambio, su colega, el impasible Moriyasu, renovó el equipo con jugadores veloces e incisivos : Asano, Mitoma, Dōan, Minamino. Y así, primero Neuer sacó una pelota imposible y después rechazó un centro de Minamino que Dōan, el jugador del Freiburg, conectó al gol. Allí Flick perdió definitivamente la línea y sacó a Musiala y Havertz para poner al tanque Füllkrug y, acaso por cábala, a Mario Götze, el que le hizo el gol a Argentina en la final de Brasil y poco más en el resto de su carrera.  Alemania no llegó más, Japón se animó y terminó dándolo vuelta con un golazo de Asano, que dominó con categoría un pase largo del central Itakura y le pegó al ángulo. ¿Qué puede pasar con Alemania y Japón? No sé, pero quiero volver a verlos.

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En cambio, no quiero ver a ninguno de los equipos del grupo E. No quiero ver a Croacia ni a Marruecos, que empataron cero a cero en otro partido en el que una selección africana demuestra que no es menos que una europea, pero que tampoco es más. Marruecos es un equipo de díscolos con talento, como Hakimi, Amrabat, Ziyech y Sofiane Boufal. Marruecos puede jugar bien. Pero resultó un equipo disciplinado, muy preocupado por la marca y no tuvo un solo momento de imaginación. Algo parecido se puede decir de los croatas, que parecen depender de que el gran Luka Modrić se inspire por todos sus compañeros. Croacia es una versión avejentada y achanchada del subcampeón en Rusia. Otro partido sin vida y sin gracia, en el que me pregunté por qué jugaban así, con tan poco espíritu.

Bélgica y Canadá fue un poco mejor. Pasé un tiempo enojado con los belgas y el otro con los canadienses. En primer lugar, cómo puede ser que la selección del técnico Martínez no haya incorporado en ocho años un jugador talentoso al equipo titular. Bélgica juega con los dos viejos centrales, Alderweireld y Vertonghen, depende del talento de jugadores devaluados por la edad o por las bajas actuaciones como Hazard, el suplente que nunca entra en el Madrid (no jugó mal, sin embargo). El gol depende de que Kevin De Bruyne corra cien metros y fabrique un contraataque mientras ocho compañeros esperan al rival en el fondo (hoy a Kevin no le salió una). Así jugó Bélgica en Rusia y así juega ahora, pero peor.

Cuando empezó el partido, me puse a favor de los canadienses, que hicieron una épica de su participación en el mundial y hoy arrancaron atacando con gran ímpetu. Así consiguieron un penal VAR por mano casual (octavo penal en 12 partidos, casi todos discutibles o absurdos). Alphonso Davies, un muy buen jugador, se paró frente a Courtois y cometió el error de mirar al arco. Es imposible mirar a esa mole y no sentirse intimidado, encima cuando uno es chiquito como Davies. Y Courtois atajó el penal. Canadá siguió un rato más dominando hasta que el fuego se apagó o, mejor dicho, se demostró la verdadera naturaleza del juego canadiense. Mientras Canadá se diluía en corridas voluntariosas, centros sin destino y rechazos a la bartola, los comentaristas de DirecTV cantaban loas a ese juego sin pausas, sin lucidez y con el talento opacado por querer jugar más rápido de lo que se piensa. Me acordé entonces de mi amigo Mark Peranson, al que le agarró un inesperado ataque de patriotismo y dedicó el editorial de Cinema Scope, la revista canadiense de cine que dirige, a hablar de la gloria del fútbol compatriota. Mientras tanto, la chica que comentaba elogiaba al técnico, un inglés que venía de dirigir en Nueva Zelanda, por las técnicas motivacionales que lo acercaban a Bilardo.

Cracks y fundamentos

Más pensaba en esos elogios desmesurados a un equipo que había renunciado a los fundamentos del fútbol para reemplazarlos por un despliegue de potencia atlética y de introspección psicológica y más bronca me agarraba. Mientras eso ocurría, Toby Alderweireld tiró uno de esos magníficos pelotazos como en su época del Tottenham, falló un defensor, Batshuayi (el reemplazante del lesionado Lukaku) corrió, esperó el pique y le pegó de zurda para conseguir el único gol del partido. Eso fue a los 44 minutos. Durante todo el segundo tiempo deseé que los belgas liquidaran el partido porque, si bien son viejos y cobardes, forman parte del fútbol como se lo conoce en los lugares civilizados.

En el otro extremo de estos equipos que no conocen la pausa, el cambio de ritmo, ni el pase corto está España, cuya selección debe su importancia en el concierto mundial del fútbol a jugar a baja velocidad y a tener la pelota todo lo que pueden. A veces les sale mejor que otras y hoy fue una gran tarde, frente a un equipo como Costa Rica que debería replantearse para qué quiere jugar un mundial si sólo se limita a evitar que lo goleen, como hizo hoy. Y encima, sin conseguirlo porque le hicieron siete. Costa Rica, como Holanda, Croacia, Marruecos o Bélgica (y no son los únicos) es otro equipo envejecido de mundiales anteriores, que pasa papelones por tratar de evitarlos. España jugó bien. Todos jugaron bien. Hasta Ferrán Torres, el novio de la hija del técnico. A veces pienso que Luis Enrique lo pone de titular porque es su yerno. Pero también Xavi lo pone de titular en el Barcelona. Terminé concluyendo que acaso Ferrán tenga dos novias.

Juan Pablo Varsky dijo al empezar la transmisión que España no tiene cracks. Pero después se pasó cantando alabanzas a Busquets. Que, ciertamente, se las merece. ¿No es un crack Busquets? ¿Y no es Pedri un crack? ¿Qué es un crack? Un jugador único, como Luka Modrić, héroe del mundial anterior. Pero también Pedri que, a los 19 años, sabe dos cosas que no sabe nadie: cuándo acelerar y cuándo ralentar el ritmo de un partido. Y también, cosa muy rara en un joven, cuándo ser protagonista de una jugada y cuándo dejar que la armen sus compañeros mientras ocupa una posición secundaria. Y además sabe otro montón de cosas, todas las cosas que hacen al fútbol. Pedri es un crack, como lo son Musiala y Bellingham, los tres nombres que este torneo está incorporando a la historia del fútbol.

Pedri es un crack, como lo son Musiala y Bellingham, los tres nombres que este torneo está incorporando a la historia del fútbol.

Después de pensar un rato sobre la velocidad en el fútbol, hice un poco de autocrítica y me pregunté por qué me caían simpáticos los japoneses y no los canadienses, ya que ambos juegan a mil. Creo que tengo una respuesta (o más bien una leyenda), además de que hay muchos más japoneses hábiles y distinguidos para jugar, además de que tienen una gran templanza (que los canadienses no tienen, como hoy se vio). Es que los japoneses, reyes de la imitación, han estudiado durante años el fútbol mejor jugado, el de Europa y América del Sur, y han tratado de jugar lo más parecido posible, aunque con la velocidad que les es propia.

En cambio, los canadienses (también los americanos, aunque estos empezaron a cambiar) quisieron inventarse un fútbol propio, que no tiene los principios ni los conceptos del fútbol real, porque en el fútbol no se trata de dominar la pelota sino de no maltratarla. Los japoneses no la maltratan, los canadienses sí. Algo parecido ocurre con el whisky y el vino. Los japoneses intentaron hacer su propia versión del escocés y, con el tiempo, lograron un producto digno, aunque esté muy alejado de sus tradiciones. Los canadienses, por su parte, intentaron hacer vino e hicieron vino canadiense. ¿Lo probaron alguna vez? Me dijeron que es como el fútbol canadiense.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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