LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#23: El aperitivo de la final

El partido por el tercer puesto fue más intenso que de costumbre. Los croatas son un buen equipo, y lo saben. Marruecos tiene un potencial que no le habíamos descubierto.

Tercer puesto: Croacia 2×1 Marruecos

 

En una época era obligatorio decir que el partido por el tercer puesto era irrelevante, aburrido, superfluo y que nadie quería jugarlo, ni aun los involucrados. Estoy en desacuerdo con la idea y esta instancia de los mundiales siempre me gustó. Desde luego que no es lo mismo ser tercero que cuarto, sobre todo para los equipos que no sienten como una frustración absoluta el no ser campeones. Por lo general, los del tercer puesto son partidos interesantes, pero el de hoy fue el más intenso que yo recuerde. La alegría de los croatas en la premiación y la desesperación de los marroquíes por no poder llevarse la medalla de bronce hablan de un partido que valió la pena ver.

Recuerdo, sin embargo, que en otros mundiales los jugadores exhibían cierto cansancio al llegar aquí, pero no ocurrió esta vez. Se los veía enteros, con ganas de seguir jugando hasta el final y ese fue un rasgo de esta copa, aun con matices. De los cuatro alargues, sólo en Marruecos – España y en Japón – Croacia los equipos no parecían ya en condiciones de convertir. Es curioso que Croacia y Marruecos hayan protagonizado esos alargues inanes, así como el hecho de que se enfrentaran entre sí en el primer partido de la fase de grupos y este terminara en un 0 a 0 soporífero, que no hacía prever el destino final de los equipos en el torneo. Es que ambos salieron a jugar el mundial con miedo escénico (como le pasa a la mayoría), pero terminaron teniendo confianza en sus fuerzas. Y esa es una característica de los mundiales, pero más de este, en el que el tiempo de preparación previo fue muy escaso: nadie sabe bien cuál es el potencial de los demás, pero tampoco sabe del todo cuál es el propio. Sin embargo, al llegar a estas instancias, los equipos saben que tienen algo para ofrecer.

Así ocurrió con Marruecos y Croacia, aunque Croacia demostró hoy que era más, como se podía prever. Es cierto que, antes de que Argentina le ganara con autoridad, pudo quedar afuera contra Brasil, pero desde Rusia 2018 que los croatas son un buen equipo y lo saben. Incluso, ahora, lo saben también sus adversarios. Pero también sabemos todos ahora que Marruecos tenía un potencial que no le habíamos descubierto y que lo llevó lejos en Qatar.

Desde Rusia 2018 que los croatas son un buen equipo y lo saben. Incluso, ahora, lo saben también sus adversarios.

Hoy el partido arrancó como para batir un récord de goles. A los 6 minutos ganaba Croacia, a los 8 empató Marruecos. Ambos fueron cabezazos a partir de pelotas paradas, aunque hubo una diferencia: el gol marroquí vino de un tiro libre de Ziyech que quiso despejar Majer pero le cayó al central Dari; el croata fue la ejecución más bella del torneo: amague de Modrić, centro de Majer, cabezazo de Perišić y palomita del enmascarado Gvardiol. La planificación de la jugada confirma la importancia que el partido tenía para Croacia. Después del empate, los dos intentaron imponer su juego. Croacia jugó mejor en el primer tiempo y se puso en ventaja con un gran tiro de Oršić después de un pase de Livaja. Me dio la impresión de que Livaja y Majer debieron ser titulares en Croacia. Livaja lo fue algunas veces y, por otra parte, es muy difícil sacar a Brozović o a Kovačić, aunque este, a pesar de que recibe invariables elogios de los comentaristas, sigue siendo muy deficitario en el área rival, ya que muy rara vez convierte o asiste (hoy se perdió el tercer gol en una jugada típica de sus ataques de torpeza frente al arco). Croacia tiene jugadores: Modrić y su espectacular vigencia, Livaković (el arquero del torneo), Gvardiol (su figura emergente, un defensor que puede cambiar las reglas del puesto), Perišić (que hoy tuvo otro partido colosal). Pero le falta un delantero de talento. Este equipo sería tremendo si los vecinos serbios le prestaran a Mitrović.

En el segundo tiempo, Croacia tuvo algunas posibilidades de liquidarlo, como la ya citada de Kovačić y una incursión de Gvardiol que, marcado por Amrabat, terminó cayendo frente al arquero, como para que Pasman gritara que había sido penal. Por suerte ni el árbitro catarí ni el chileno Bascuñán en el VAR cayeron en la trampa. Y eso me lleva a recordar que, si bien no desapareció del todo, el VAR se fue convirtiendo en una presencia menos ostensible durante los partidos eliminatorios. Hubo excepciones, algunas que sólo existen para la cámara lenta, pero no recuerdo manos y tampoco goles anulados por offsides imperceptibles en la última parte del torneo. Esto último puede ser una casualidad, pero la disminución de penariolas VAR suena a una indicación de la FIFA.

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Pero, volviendo al segundo tiempo, Marruecos lo quería empatar a toda costa, tanto que terminó arrinconando a los croatas contra su arco y, en el descuento, En-Nesyri falló un cabezazo por centímetros. Marruecos no llegó entero a la final, tenía dos centrales averiados, se le lesionaron otros dos y Amrabat terminó jugando de último defensor. Ounahi, gran descubrimiento, jugó sólo unos minutos y el pobre Boufal volvió a salir antes de tiempo. Pero Ziyech fue un capitán a la altura de la tarea y empujó al equipo con la pelota y sin ella: los marroquíes protestaron todo, hasta terminaron el partido rodeando al árbitro sin motivos a la vista. Hay algo sudamericano en estos marroquíes, empezando por el juego. Esta es gente que tuvo una buena escuela futbolística. Supongo que los seguiremos viendo en sus (nuevos) clubes.

¿Fue un buen mundial?

Hay una pregunta que me vengo rehusando a contestar. Es si el de Qatar fue o no un buen mundial. Yo diría que fue un buen mundial light. Es decir, un torneo en el que hubo pocos partidos que hicieran doler los ojos (y se acumularon en los primeros días), pero también pocos en los que sucedieran cosas deslumbrantes. Algunos grandes minutos de Francia, de Brasil, de Argentina, de Inglaterra, de Croacia, pero contra rivales fáciles. Algunos goles lujosos (entre otros, Al-Dawsari contra Argentina, Chávez contra Arabia Saudita, Richarlison contra Serbia, Neymar contra Croacia, Julián Alvarez contra Croacia, Aboubakar contra Bélgica, Mitrović contra Suiza, Khazri contra Francia), que siempre se agradecen. Algunos partidos fueron muy disputados (Suiza contra Serbia, Argentina contra Holanda), otros de gran técnica (Francia contra Inglaterra, España contra Alemania), pero ninguno fue de una emoción sobresaliente. Las figuras fueron en general previsibles (Messi, Mbappé, Modrić en el podio) y hubo pocos emergentes. Les dejo una selección de nombres no previstos, aunque pueden faltar algunos: Livaković; Sergiño Dest, Gvardiol, Souttar, Théo Hernandez; Tchouaméni, Amrabat, Enzo Fernández; Dōan, Julián Alvarez, Richarlison.

Dicho de otro modo, Qatar no careció de emociones, los partidos fueron muy limpios, hubo buenas actuaciones, figuras destacadas. El VAR molestó sólo hasta cierto punto. No se perdió tiempo, o se recuperó en exceso gracias a los descuentos draconianos, pero no recuerdo arqueros amonestados por demorar, un asunto siempre irritante.

Diría que, salvo por Messi, que alcanzó su leyenda, todavía no ocurrió nada extraordinario. Lindo mundial si el equipo de uno sale campeón o avanza más allá de lo previsible; un poco desabrido en caso contrario, en parte por el desinterés de los europeos. Mundial tercermundista si se quiere, pero tampoco del todo. Supongo que los jeques cataríes, Infantino y los que orquestaron este espectáculo estrafalario donde no había nada, habrán quedado contentos. La jugada les salió bien. Incluso aportaron una novedad: un mundial sin viajes, concentrado en una ciudad, como los Juegos Olímpicos. Para el público, debe haber sido un poco duro: un país caro y sin alcohol, aunque con aire acondicionado. Pero todos los mundiales terminan por parecerse, con sus hinchadas metiendo ruido porque si no se aburrirían mortalmente (igual deben aburrirse mucho).

Diría que, salvo por Messi, que alcanzó su leyenda, todavía no ocurrió nada extraordinario.

A los que nos mantuvimos lejos, en particular a los argentinos, el clima mundialista nos rodeó por todas partes. Tanto que acabo de leer un tuit de una cuenta llamada “Fernando Valdivia” que decía lo siguiente: “Afortunadamente en un par de días se termina toda esta falopa del mundial. No tolero la argentinidad tradicional, así que la versión futbolera es una de las peores cosas que me pueden pasar”. Me hizo gracia, porque si no me gustara el fútbol, estaría muy cerca de sentir algo parecido. Tengo un consejo para los que quieren evitar el clima mundialista: encerrarse a ver los partidos y a escribir sobre ellos.

En el repaso de Qatar que publicamos hace algunas horas, no mencioné a algunos equipos que acaso lo merecieran por distintas razones. No hablé de Inglaterra, un equipo que hizo un poco más de lo que hace siempre. De hecho, aunque empató 0 a 0 con Estados Unidos, goleó a Irán, a Gales y a Senegal y terminó eliminado por Francia en un partido parejo. Se podría decir que la Inglaterra de Southgate cumplió pero no dignificó y se quedó en la puerta. Alguien podría objetar que si Kane convertía el segundo penal otro gallo, que no el francés, hubiera cantado. Pero aunque Inglaterra descubrió a Bellingham, un jugador para muchos años, le sigue faltando un impulso para adueñarse de los partidos difíciles, esos que nunca termina ganando. Pero podemos declarar a Inglaterra como campeón mundial de los partidos fáciles. Algo es algo.

Mencioné a Gales, y fue otro de los grandes fiascos cataríes, otra prueba de que los equipos europeos de medio pelo están un poco de adorno. Pero Gales no fue ni siquiera de medio pelo y su capitán y figura, Gareth Bale, le peleó a Cristiano su lugar de futbolista fraudulento. A los dos les regalaron un penal que convirtieron para después reducir su contribución a cero. De todos modos, Bale me cae más simpático: lo suyo es el golf. Así como sufro con Hazard, otro de los candidatos al premio a peor jugador, por su imposibilidad psicológica de volver a jugar bien.

Dejo para el final a Irán, nación futbolera castigada no sólo por las derrotas sino por un régimen dictatorial que obligó a los jugadores a cantar el himno bajo amenazas y que condenó a muerte a uno de sus colegas, Nasr Azadani, por participar en las protestas contra la dictadura y sus enfermizos actos de represión y discriminación. Les sugiero a los lectores que firmen la solicitada de change.org para pedir que no ejecuten a Nasr Azadani. Acaso el mundial sirva para lograrlo, aunque son centenares los ejecutados por estos asesinos de quienes no conocemos el nombre.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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