LEO ACHILLI
Diario del Mundial

#0 | Qatar no es un verbo

Primera de las 25 entradas sobre el mundial que el autor escribirá todos los días que haya partidos. Qué esperar (qué no), candidatos y deseos personales.

Empecé a escribir sobre fútbol hace 16 años, con el Mundial de Alemania 2006, pero veo mundiales desde 1962, de modo que el que empieza esta tarde será el número 16. Soy casi tan viejo como Macaya Márquez, que asistió a todos desde 1958. Yo, en cambio, vi algunos partidos del ’78 en la cancha, pero el resto frente al televisor. Al principio en diferido (Chile 1962 e Inglaterra 1966) y después en directo. Hasta el ’78 en blanco y negro, después en colores. Ahora tengo una pantalla algo más grande que entonces, pero mi vista no es la misma, de modo que se compensa. 

Por otra parte, no sé si aprendí algo. Puedo asegurar que tantos partidos no me hicieron más sabio y que mis deseos siguen siendo los mismos: quiero que gane el que ataca, el que se asocia para jugar, el que confía en la habilidad, trata bien la pelota, arriesga y juega limpio. Desde Brasil en 1970 ningún equipo fue campeón cumpliendo con esas premisas (tal vez el que más se haya acercado haya sido Argentina en el ‘86, a pesar de Bilardo). De hecho, tampoco las cumplieron los perdedores, salvo Holanda en el ’74 y Brasil en el ’82 (entre los que llegaron lejos, ya que nadie se acuerda, por ejemplo, de Francia en 1978). De todos modos, estoy dispuesto a reconocer que no es indigno ganar de otra manera, aunque sí hay formas indignas de ganar. De todos modos en el deporte, salvo raras excepciones, la victoria dignifica: en cualquier caso, el campeón habrá hecho un gran esfuerzo, habrá mostrado momentos brillantes, jugadores admirables, goles emotivos y el coraje necesario. 

Dice Pep Guardiola que la mejor manera de ver el Mundial es frente al televisor con una copa de vino. Supongo que los vinos que toma Guardiola están fuera de mi alcance, aunque para mí estarían muy bien los que me vende Musu. El problema es que este año, tras una fecha inaugural de un solo partido seguido de otra con tres, se vienen siete días seguidos de cuatro partidos sucesivos y el consumo de alcohol desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde podría provocar algún desastre. En verdad, el problema que me plantea este calendario es que desde ese ya lejano 2006 hasta 2018 cubrí los partidos uno por uno, escribiendo apenas terminaban (siempre hay una excepción, que son los días en los que se definen los grupos: allí se juegan cuatro partidos pero en dos turnos y hay que elegir forzosamente). Pero ahora, durante esos siete días sobrecargados, me iba resultar imposible escribir entre las nueve y las diez, entre las doce y la una, entre las tres y las cuatro y después de las seis. La prudencia me aconsejó entonces publicar una sola nota por día que cubra todo lo ocurrido en la fecha, ya sea un partido, dos, tres o cuatro (consecutivos o simultáneos). Tal vez este formato me permita incluso nadar unos minutos en el mar. Y al lector, en una de esas, le sirve para no saturarse leyéndome a toda hora si es que algún lector me leyó tan asiduamente en el pasado. Aunque debo confesar que mientras escribo, ya estoy extrañando la gimnasia de correr todo el tiempo entre el televisor y la computadora. 

De todos modos, estoy dispuesto a reconocer que no es indigno ganar de otra manera, aunque sí hay formas indignas de ganar.

Ya llevamos tres párrafos y todavía no dije nada de Qatar. Voy a usar otro para enunciar lo que todo el mundo sabe. Este será un mundial cuya sede se decidió de modo fraudulento en 2010, que se jugará en estadios construidos con mano de obra esclava por una monarquía absoluta y religiosa, que no respeta los derechos humanos y en la que rigen leyes intolerantes, discriminatorias y puritanas. El Mundial es una gigantesca operación de propaganda y posicionamiento encabezada por el emir Tamin bin Hamad Al Thani con la colaboración de la FIFA y los sponsors. La familia real catarí no solo ha invertido en el mundial 200.000 millones de dólares (el doble de lo que costó el de Rusia, otra operación de propaganda de una dictadura) sino que es dueña del Paris Saint-Germain, el club más caro del mundo, en el que juegan Messi, Neymar y Mbappé, las tres figuras más esperadas del torneo, cuyos equipos respectivos (Argentina, Brasil y Francia) son los mayores candidatos a ganarlo. A todos les da vergüenza participar de un acontecimiento de estas características y algunos lo dicen.

Entre quienes lo disimulan (además de los agentes pagos de los cataríes, esos miles de hinchas de todos los países contratados para hablar bien y denunciar a todo aquel que no lo haga) circula un argumento atenuante: que el mundial servirá para exponer el déficit de Qatar en materia de derechos humanos y a corregir sus violaciones en el futuro. Como apoyo de esa idea utilizan el ejemplo de Argentina 1978 diciendo que, lejos de difundirse lo que quería la dictadura, sirvió para exponerla ante el mundo y para que las organizaciones de derechos humanos (entre ellas, las Madres de Plaza de Mayo) hicieran llegar al exterior su mensaje. No estoy seguro de que el Mundial ’78 haya servido para atenuar las atrocidades de las Juntas pero, en todo caso, uno podría preguntarles a los optimistas si los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 frenaron los planes imperialistas y genocidas de Hitler o, por el contrario, le permitieron avanzar en ellos mientras Alemania exhibía a los visitantes la apariencia civilizada que suele acompañar a los eventos deportivos.

 

1. Hablemos de fútbol

Ahora sí, hablemos de fútbol. Dada la fecha del torneo (se jugará por primera vez en el invierno boreal) y la compresión que han sufrido los calendarios de las ligas nacionales y continentales como consecuencia del cambio, los equipos llegarán al mundial con jugadores cansados y fuera de forma. Muchos no estarán listos para el debut. Otros se quedaron afuera, entre ellos Kanté, Mané, Werner, Lo Celso, Nkunku, Reece James, Diogo Jota. Las selecciones pasaron de tener tres semanas para entrenar a menos de una y, si bien la vida de los futbolistas entre sus lugares de concentración y los estadios será la misma de siempre (incluso con menos tiempo de traslado y sin vuelos durante el torneo), el exotismo afectará sin dudas a los espectadores (que, según se decidió en estos días, ni siquiera podrán consumir cerveza en los estadios). Pero para quien mira por televisión, la experiencia de los enviados periodísticos en el metro de Doha es irrelevante. No estoy seguro sobre el clima, pero es muy posible que la temperatura (regulada o no) sea adecuada para jugar. Más allá de las diferencias en la arquitectura de los estadios y en el aspecto del palco oficial, los partidos de alto nivel se han vuelto idénticos en todas partes. 

Es un lugar común decir que no se sabe lo que puede pasar en Qatar porque se trata de “algo nuevo”, pero creo que la verdad es la opuesta: va a pasar más o menos lo mismo de siempre. Ni Costa Rica ni Marruecos van a ser campeones y si bien siempre pasa algo sorprendente (como la llegada a la final de Croacia y la derrota de Alemania frente a Corea del Sur en el Mundial de Rusia), las selecciones que lleguen más lejos serán parte de esa lista corta que todo el mundo futbolístico conoce.

Es un lugar común decir que no se sabe lo que puede pasar, pero creo que la verdad es la opuesta: va a pasar más o menos lo mismo de siempre.

También sabemos que difícilmente se jugará un fútbol brillante. La semana pasada, el técnico argentino Lionel Scaloni declaró en una conferencia de prensa lo siguiente: “El Mundial lo ganan los equipos inteligentes, cautos, que saben cuándo atacar y cuándo defender. Raramente gana un equipo que avasalla, que está constantemente en campo contrario. La inteligencia forma parte del fútbol y tendremos que adaptarnos para saber lo que nos conviene”. Más allá de que esa asociación entre inteligencia y cautela corre por cuenta de Scaloni y de que el último torneo en Rusia lo ganó un equipo amarrete como el francés, el anterior al de Rusia fue en Brasil y lo ganó Alemania, el más ofensivo de los participantes (recordemos que le hizo siete goles en la semifinal al local). Pero es cierto que la mayoría de los entrenadores comparten la idea de que lo primordial es no descuidarse y asegurar el cero en el arco propio hasta que, llegado un momento que depende de cada equipo y del resultado, tal vez no quede más remedio que arriesgar un poco.

Pelotas paradas

Tampoco creo que vayamos a ver en Qatar grandes innovaciones tácticas. En general, estas aparecen en los equipos de clubes, que tienen mejores técnicos (los mundialistas no suelen ser hoy los mejores en su oficio) y más posibilidades de entrenar las novedades. Así que, en esa materia, se tratará de saber (tampoco creo que importe mucho) si cada equipo jugará con dos centrales o con tres, si hará subir a los laterales, si atacará con una punta o dos, si habrá un volante retrasado o dos, si pondrá un triángulo en el medio y, en ese caso, dónde ubicará el vértice. En fin, las variantes que se ven cada fin de semana en las ligas, igual que veremos muchas jugadas ensayadas en los corners y tiros libres. 

No creo que vayamos a ver muchos partidos con un juego fluido. Tiendo a pensar que los partidos serán más bien trabados y cargados de infracciones, por tres motivos. Uno es que a eso lleva tanta cautela, otro es que las pelotas paradas son hoy un factor preponderante en la obtención de los goles (el 30% en el mundial anterior) y los arbitrajes tenderán a sancionar las faltas insignificantes más que a dejarlas pasar. A la lentitud de los partidos contribuirá seguramente el VAR. Este es el segundo mundial en el que se emplea y en los cuatro años que lleva en ejercicio no se hizo el mejor uso de él si es que del VAR puede hacerse un buen uso. Sólo los ingleses intentaron en este tiempo que el VAR se dedique a señalar errores claros y obvios de los árbitros, como se suponía que era su propósito, y no a  inspeccionar las pantallas en busca de faltas que sólo ocurren en cámara lenta y manos que los jugadores no pueden evitar. Pero gracias al VAR, el mundo del fútbol (comentaristas, hinchas, entrenadores) se rige hoy por ideas tan absurdas como que no es natural que los jugadores separen las manos del cuerpo cuando corren o que las levanten cuando saltan.

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En cuanto al offside, se anunció que en Qatar se empleará una nueva tecnología para determinarlo, llamada SAOT (Semi-Automatic Offside Technology), que es mucho más precisa, incluye doce cámaras y un chip en la pelota, se basa en la Inteligencia Artificial, no necesita trazar líneas, permite resolver mucho más rápido y genera unos bonitos dibujos en 3D. Veremos cómo funciona. La mala noticia es que con la SAOT habrá más goles anulados (su precisión va en la dirección contraria a perdonar el offside por aproximación a “la misma línea” y sus fallos son muchas veces contrarios a lo que el ojo del mejor línea puede detectar). Por otra parte también nos hemos acostumbrado a que la emoción del gol se diluya en dos tiempos: el de su conversión y el de su ratificación, a veces varios minutos más tarde. 

Una modificación interesante respecto de los mundiales anteriores serán los cinco cambios permitidos por equipo (seis si hay alargue). La medida se adoptó a partir del Covid y quedó. Se argumenta contra ella diciendo que favorece a los equipos poderosos, con bancos más nutridos de talento. Pero un equipo débil, que se está defendiendo como puede, apelará a todos los cambios de los que disponga para reemplazar a los jugadores agotados por el trajín. Los cinco cambios implican el reemplazo de la mitad de los jugadores de campo y la posibilidad de replantear completamente un partido. La lógica indica que un equipo que tiene un plantel más o menos parejo puede jugar a toda máquina con los titulares y reemplazarlos cuando se cansan, haciendo así un uso de todo su potencial. En la última Eurocopa Italia lo hizo y salió campeón, pero Italia quedó afuera de Qatar y nunca sabremos si podría haber repetido la estrategia. Es muy posible que otros entrenadores intenten pensar los partidos como si contaran con un equipo de 15 o 16 jugadores. También es muy posible, casi seguro, que cuando un equipo se asegure tempranamente el resultado, reemplace a los titulares para cuidarlos. Por eso es difícil que veamos grandes goleadas.

 

2. ¡Candidatos! Primero Brasil

Brasil aparece como el gran candidato. Desde que Tité asumió en junio de 2016, la selección brasileña consiguió un 81% de los puntos en juego. Ganó una Copa América, fue subcampeón en otra y atravesó invicto las eliminatorias para Qatar (aunque quedó pendiente un partido contra Argentina). Sin embargo, fue eliminado en cuartos de final en Rusia (aunque ese partido contra Bélgica fue el mejor del torneo) y perdió la final de la última Copa América contra Argentina, lo que fue un golpe muy duro para un equipo al que la confianza suele abandonarlo de golpe. En la transición de Dunga a Tité, Brasil pasó de una cautela ridícula, irracional y antigua a una cautela moderna, equilibrada, en la línea de esas declaraciones de Scaloni. Brasil no arriesga mucho aunque tal vez podría, pero tiene sin duda el mejor plantel, una combinación sin igual entre técnica y potencia (cualidades no repartidas entre los distintos jugadores sino juntas en varios de ellos), muy acorde a una época cuyo ícono podría ser el noruego Erling Haaland, el gigante dúctil y ausente.

Desde el dominio de su biotipo, a un gran crack como Neymar Brasil le agrega una orquesta que puede dialogar con el solista, aunque Tité haya dejado afuera a dos históricos para esa misión como Coutinho (lesionado y de mal presente) y a Firmino (un error, no tiene un jugador de esa lucidez). Brasil tiene dos arqueros como Alisson y Ederson que están entre el top 4 de los arqueros, con Courtois y Neuer; al mejor volante defensivo del mundo como es hoy Casemiro, ya que Kanté no estará; y una cantidad enorme de jugadores ofensivos y jóvenes de primer nivel como Vinicius, Gabriel Jesús, Richarlison, Raphinha, Antony, Martinelli, Rodrygo y Pedro (como no veo fútbol latinoamericano, Pedro es al único al que no conozco), que podrían abastecer las delanteras de varios equipos distintos de esta copa. Lo menos destacado de Brasil son sus laterales. Los titulares en esa posición serán, aparentemente, Danilo y Alex Sandro, nada especial. Tal vez por eso Tité convocó a Dani Alves, que tiene 39, un año más que Thiago Silva pero menos actualidad. Tampoco me convencen del todo los volantes que deberían acompañar a Casemiro (Fred, Paquetá, Fabinho y Bruno Guimarães, acaso el más promisorio). Pero con todo ese talento, no está claro cómo va a jugar Brasil, no sé si los delanteros debutantes van a cumplir con las expectativas. Pero para eso se juegan los mundiales, para ver si Brasil está a la altura de su talento.

Messi es único, tan único que, después de un par de años de aparente declive, llega a este mundial rejuvenecido, alegre, sabio.

Claro que Brasil no tiene a Messi. Messi es único, tan único que, después de un par de años de aparente declive, llega a este mundial rejuvenecido, alegre, sabio. Creo que en estos meses, desde de que Argentina ganó la Copa América y jugadores, hinchas y periodistas entraron en una burbuja de euforia, Messi superó la adaptación al PSG para terminar luciendo mientras su juego se integraba cada vez más al de sus compañeros, no sólo de equipo, sino también de selección. Incluso, creo que Messi logró que se superara una especie de grieta futbolística, la que lo separaba de Maradona. Con la muerte de Maradona y el renacimiento futbolístico de Messi, los maradonianos empezaron a ver a Messi con buenos ojos y los messistas tuvieron (tuvimos) que aceptar que Diego, a pesar de sus claudicaciones en materia familiar y política, fue un grande dentro y fuera de la cancha, un ser muy querido por quienes fueron sus compañeros. 

Este Messi en estado de gracia llega a Qatar con una selección agrandada, que parece haber superado los traumas de torneos anteriores y, a partir de la victoria en la Copa América después de casi 30 años, adquirido una confianza amplia y novedosa, que ahora le permite no amontonarse atrás cuando hace un gol. Su juego se desarrolló, adquirió un funcionamiento que le permite cerrar los espacios ajenos en defensa, crear los propios en ataque y potenciar el diálogo con Messi. En estos años a la Argentina le aparecieron jugadores: un arquero sólido como Dibu Martínez (muy superior a los que presentó durante mucho tiempo), dos centrales de gran jerarquía como Cuti Romero y Lisandro Martínez, un punta de primer nivel como Lautaro Martínez, jóvenes muy promisorios como Julián Alvarez, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister, mientras que otros jugadores se asentaron (sobre todo cuando juegan para la Selección), ente ellos Otamendi, Paredes, De Paul, Acuña y Di María. La ausencia de Lo Celso es de lamentar, pero Dybala puede ofrecer soluciones importantes. Argentina también entendió cómo defender y cómo atacar en las proporciones escalonistas, pero teniendo a Messi adelante y usándolo bien, como no ocurría en el ciclo anterior. 

Me preocupan, en cambio, Paredes, De Paul, el Papu Gómez, los muchachos de la sonrisa socarrona. Y especialmente el arquero.

Lo que me preocupa es el otro lado de esa confianza, que cuando está sobreactuada se transforma en lo opuesto: una inseguridad oculta por cierta tendencia a la agresión y cierta creencia de que para ganar hay que intimidar a los contrarios. No hablo de jugadores como Otamendi o Lisandro, que siempre fueron de copar la parada y pegar alguna, pero dentro de lo normal. Me preocupan, en cambio, Paredes, De Paul, el Papu Gómez, los muchachos de la sonrisa socarrona. Y especialmente el arquero. Martínez se hace amonestar en todos los partidos, en todos simula lesiones, en todos hace tiempo, en todos se distrae en alguna jugada por concentrarse en ese papel patotero. En el último partido que jugó para el Aston Villa por la Premier League, de entrada entregó mal la pelota y Mac Allister, que juega para el Brighton, le hizo un gol. Después el Villa lo dio vuelta y Martínez mostró todo su repertorio de trampas, como si al hacerse el malo compensara el error inicial. Era cuestión de apostar al minuto en el que lo iban a amonestar. Finalmente, no fue por perder tiempo, sino por encarar con aires perdonavidas a un delantero contrario que nada le había hecho. Hay quien disfruta de esas actitudes irrespetuosas por el fútbol, pero a mí me espantan. 

En el balance, creo que Argentina puede pelear el título. Hasta hace un par de días yo estaba más confiado, pero no me gustó que Scaloni reemplazara, cuando ya estaban en Qatar, a Joaquín Correa y a Nico González, acusándolos de intentar disimular sus lesiones. Esta vez la lista mundialista se amplió de 23 a 26 y no son los primeros jugadores que tratan de convencerse de que están para jugar. Pero, además, eran dos jugadores marginales en el equipo y Scaloni decidió esperar la recuperación de otros más medulares como Romero y Dybala. Su gestión había logrado revertir el mal clima del vestuario en la era Sampaoli (de la que él formó parte), pero esta señal de autoritarismo no fue lo mejor que podría haber hecho en ese sentido. Si me apuran, apostaría a que Scaloni se arrepintió de no haber elegido a Angel Correa y a Thiago Almada y aprovechó la ocasión para llevarlos a Qatar. 

Uruguay para adelante

Hay un tercer sudamericano a considerar entre los que pueden jugar siete partidos (la manera rebuscada de referirse a los que llegan a semifinales), que es Uruguay. Superado el largo y nefasto ciclo del Maestro Tabárez, que desperdició el potencial del equipo renunciando al ataque, el nuevo técnico parece haberse liberado de ciertos atavismos orientales y el plantel se renovó con presencias como Bentancur, Valverde y Núñez, que se vienen luciendo en Europa mientras que veteranos como Suárez, Cavani, Giménez y Vecino puede servir para que Uruguay (que siempre obtuvo resultados por encima de sus posibilidades) dé pelea. Siempre me pregunto si Uruguay va a jugar consistentemente con un volante ofensivo (en este caso sería De Arrascaeta), pero Tabárez no era muy amigo de esas aventuras. Pero no vi jugar a Uruguay, como tampoco vi jugar a Ecuador, ni a México ni a Canadá ni a Estados Unidos ni a Costa Rica (ni a la gran mayoría de sus jugadores), de modo que hasta acá llega lo que puedo decir sobre la presencia continental en Qatar. 

Desde ya, tampoco puedo decir gran cosa sobre los seleccionados de Asia y Africa. En cuanto a las selecciones europeas, son muy difíciles de evaluar. Compiten todo e tiempo entre sí (Eurocopa, Eliminatorias, Nations League) y su rendimiento es irregular e impredecible. No da la impresión de que ningún equipo europeo llegue a Qatar en un gran momento. Sus jugadores vienen de grandes trajines, porque la mayoría juega en las ligas más importantes. De todos modos, la última vez que un equipo no europeo ganó el mundial fue hace veinte años (Brasil en Corea-Japón). Pero tomemos, por ejemplo, a Francia, el último campeón mundial que, en las apuestas, figura como el tercer favorito. No estoy convencido de que vaya a hacer un gran papel. Excluidos Kanté y Pogba, dos figuras de Rusia 2018 y también Nkunku (un candidato a ser revelación), esta vez jugará Benzema. Es cierto que Benzema y Mbappé conformarían la mejor dupla ofensiva que puede ofrecer hoy cualquier selección. Pero Benzema llega lesionado y tampoco recuerdo que hayan funcionado bien juntos. Francia es uno de los países que más jugadores produce. Pero ¿qué podemos esperar de Tchouaméni, Dembélé, Camavinga o Theo Hernandez en su debut mundialista? ¿Se apoyará otra vez en Griezmann y Giroud? Es muy difícil de predecir. Pero lo mismo se puede decir de España, de Inglaterra, de Alemania, otros ex campeones, e incluso de selecciones importantes pero sin títulos como Portugal, Bélgica y Países Bajos. Y de otras que parecen haber progresado como Dinamarca, Croacia, Suiza o Serbia. En todas esas formaciones hay talento, expectativas y nervios frente al debut. Pero predecir su suerte es hacer ejercicios de adivinación. 

 

3. Mis favoritos

En lugar de eso, me gustaría terminar con algo que se suele hacer al final del torneo, que es el Seleccionado del Mundial. No voy a predecir cuál va a ser porque, entre otras cosas, en ese XI final suelen aparecer demasiados jugadores del campeón. Pero voy a hacer algo que sí está a mi alcance. Un seleccionado compuesto por los jugadores que me gustaría que tuvieran un gran torneo porque se lo merecen, porque los vi destacarse y porque me caen bien. Es éste:

Emerson (Brasil)
Alexander-Arnold (Inglaterra) | Romero (Argentina) | Van Dijk (Países Bajos) | Alphonso Davies (Canadá)
De Bruyne (Bélgica) | Casemiro (Brasil) | Pedri (España) | Neymar (Brasil)
Musiala (Alemania) | Messi (Argentina) 

Si gustan, también tengo para ustedes el seleccionado suplente:

Courtois (Bélgica)
Trippier (Inglaterra) | Kim Min-jae (Corea) | Lisandro Martínez (Argentina) | Theo Hernández (Francia)
Modric (Croacia) | Bellingham (Inglaterra) | Eriksen (Dinamarca) | Bruno Fernandes (Portugal)
Dembélé (Francia) | Vinicius (Brasil)

Y, por las dudas, otro seleccionado más:

Navas (Costa Rica)
Kimmich (Alemania) | Thiago Silva (Brasil) | Kjaer (Dinamarca) | Olivera (Uruguay)
Bernardo Silva (Portugal) | Partey (Ghana) | Zielinski (Polonia) | Joao Félix (Portugal)
Kane (Inglaterra) | Mbappé (Francia)

Los espero a la tarde con el comentario del partido inaugural entre Qatar y Ecuador.

Que tengan un buen mundial.

 

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Quintín

Fue fundador de la revista El Amante, director del Bafici y árbitro de fútbol. Publicó La vuelta al cine en 50 días (Paidós, 2019). Vive en San Clemente del Tuyú.

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