PATRICIA BRECCIA
Mucho texto

#23 | Lo que estuve escuchando

Un recorrido por diversos canales y podcasts literarios, desde videos en inglés hasta programas en español, entre hallazgos y lugares comunes.

Claro que la literatura no se trata solo de leer libros. Está todo ese mundo que la rodea —la crítica, las reseñas, las entrevistas a escritores, las biografías— que puede ser tan fascinante o decadente como pueden serlo los libros, depende cómo se haga.

A modo de ejemplo virtuoso están las antológicas entrevistas que The Paris Review empezó a hacer en 1953, retratos de los mejores escritores ensamblados a partir de una fórmula tan antigua como eficiente: la conversación. Para los que no las han leído, hay un buen panorama en esta nota que escribió Matías Bauso. Me gusta cómo lo cuenta:

Los que entrevistan en The Paris Review son conscientes del artificio del género. No buscan grandes revelaciones, ni confesiones intempestivas. Llegan al encuentro convencidos de que no se debe traicionar al entrevistado. Saben que deben pasar desapercibidos, ser propiciadores: médiums tímidos. Se despojan de su personalidad y se convierten en lo que todo buen entrevistador debe ser: en el hombre (o la mujer) invisible.

Lo de convertirse en invisible no es fácil. Y está lleno de ejemplos no virtuosos —cada uno tendrá los suyos para citar— cuyo principal defecto es la endogamia. Un grupo de gente, toda dentro del mismo círculo y por lo tanto sin esa asimetría fundante del género entrevista.

Voy a hacer un repaso de cosas sobre literatura que estuve escuchando en el último tiempo. Algunas son en video pero no son productos audiovisuales; si no lo ves no te perdés nada. Empezaré con algunas en inglés, no porque sea cool ni bilingüe, sino porque, como ya les conté, me fuerzo a manejar lo que no domino. Vamos con la lista.

Better than Food, Book Reviews es un canal de YouTube que empezó hace diez años. El primer capítulo está dedicado, según las palabras de su presentador, al mejor libro que haya leído: las ficciones reunidas de Jorge Luis Borges. El nombre lo tomó del escritor inglés Jeff Noon, que se refirió a la obra de Borges como “mejor que la comida”. Abro paréntesis: Creo que las peores lecturas de Borges se han hecho en Argentina. Mezquinas, chiquitas, provincianas: un ejemplo son las famosas clases de Piglia en La TV pública sobre las que escribí hace tres años en Seúl: «El hecho maldito del país peronista». Me cito:

Dice Piglia: “Vamos a trabajar sobre historia y política en Borges. Vamos a tratar de ver si podemos encarar esa especie de obstáculo que siempre ha sido Borges. Es un hombre de derecha, sobre todo el Borges que conocemos después de los años ’50. Yo diría que es el último intelectual de derecha. Yo creo que eso lo hemos dicho alguna vez. Es el único que dice las cosas que la derecha no se anima a decir. Por eso lo citan tanto, porque él dice cosas que son muchas veces irritantes y también tienen que ver con su manera de encarar una posición ética, ser capaz de estar en posiciones, digamos, no tan populares”. En un país con una cultura de izquierda, dice, Borges se animó a ser de derecha.

A propósito de quiénes son los mejores lectores de Borges, uno que me gusta es el escritor mexicano Juan Villoro. Si les interesa, hay varias clases y conferencias disponibles.

Los comentarios sobre libros de Better than Food están bien, el presentador es globalista, reseña muchísimas traducciones y, algo poco común en el mainstream angloparlante, no cae en el exotismo y mide con la misma vara a Clarice Lispector, Herman Hesse, Umberto Eco o Cormac McCarthy. Se nota que desde el comienzo buscaba un tono propio e intentaba reemplazar la típica imagen de lector nerd con una informalidad que se fue acentuando con los años para volverse cada vez más punk y quizás demasiado canchero.

Si entregara premios, le daría el de revelación al canal Life On Books, no porque me haya gustado sino porque el presentador es imperdible: un gordo rapado con gorra y barba larga que no sabemos por qué está frente a un micrófono hablando de libros y no arriba del camión recorriendo la América profunda. Recuerden que llego a estas cosas con el único afán de practicar listening comprehension.

Hay un booktuber muy famoso en Estados Unidos, Jack Edwards, que tiene casi un millón y medio de suscriptores. Estudió literatura, creo que en Harvard, y no apunta a la crítica o la reseña sino al show. Hace listas del tipo “un libro por cada país de Sudamérica o de Asia” o “los clásicos más sobrevalorados de la historia”, una reorganización de su biblioteca con los libros leídos y no leídos o todos los títulos que leen los personajes de la serie Normal People. Según testimonios directos, es muy popular entre adolescentes y es una demostración evidente del giro que está dando la historia de la popularidad desde la aparición de las redes.

El último en inglés es un canal que se llama Hardcore Literature, presentado por Benjamin McEvoy, un joven profesor formado en Oxford que parece no temerle a la extensión ni preocuparse por el flagelo de la desconcentración. Sus entregas duran alrededor de una hora y se asemejan a clases con el formato “cómo leer a Shakespeare”, etcétera.

Por esas sugerencias que, como dije, no recuerdo dónde leí pero fue hace poco y creo que era un newsletter, llegué a algunos podcasts en español. Contratapas es uno colombiano; probé con varios capítulos pero no pude avanzar con ninguno: aburrido. Máquinas de escribir es otro, producido por Eterna Cadencia, al que intenté entrarle pero qué sé yo, muy palermitano. En las recomendaciones había también uno de la madre patria: Grandes infelices, y hacia allá fui para descubrir pronto que tenía un subtítulo “Luces y sombras de grandes novelistas” que era una inmensa bandera roja. ¡Luces y sombras! Pero hay veces que el morbo puede más y seguí escuchando.

La premisa es tan simple como canalla: escarbar en la vida privada de los escritores para contar sus miserias, aunque el verbo es una exageración mía ya que la escarbada tiene la profundidad de los pocitos que hacen los gatos para esconder la mierda. Los lugares comunes están todos; a eso se suma un tono solemne, la lectura de un guion esquemático completamente alejado de las más mínimas nociones de la narrativa oral y, por supuesto, la previsible mala leche de los progres que no escatiman sus juicios morales. Ellos te van a decir cómo debe comportarse una buena persona.

El podcast, producido por una editorial de Barcelona y conducido por un escritor, tiene episodios de unos cuarenta minutos y cada uno está dedicado a un autor. Elegí el de J.D. Salinger. Nada de hablar de literatura si podemos hablar del hombre y, lo que es más importante, si lo hacemos a través de la versión que de él dio una de sus parejas, Joyce Maynard, que mucho después de muerto lo acusó de egocéntrico, maltratador, abusador de mujeres y niñas y de haber coartado su carrera literaria. De todo eso lo acusa también el podcast. Debe ser una excepción, pensé, tal vez se dejaron llevar por un feminismo ramplón y se encarnizaron con Salinger. A ver qué dicen de Marguerite Duras (“entre copa de vino y copa de vino, ha llegado a la cirrosis”) o de Elena Garro (“se casó con un hombre tiránico que solo quería anularla”). Suficiente para mí.

Me voy con mis recomendaciones. Hay un podcast que se llama Come cuento y es un gusto. Lo conduce una escritora colombiana, Mima Peña, y convoca en cada episodio a un autor a leer uno de sus cuentos preferidos y después conversar sobre el relato. Hay cincuenta entregas y ahí te podés encontrar con David Foster Wallace, Silvina Ocampo, Kafka o Fontanarrosa. Entre los invitados pasaron Mónica Ojeda, Juan Gabriel Vázquez, Patricio Pron o Gonzalo Garcés, pero lo más interesante es la posición de la conductora: es una medium tímida que no se las da de nada. Si no conocía al autor del texto traído no tiene problemas en decir que lo leyó para preparar el episodio, pregunta con interés sobre la lectura de quien está del otro lado, consciente de la asimetría, simple, no pretenciosa. Y, por supuesto, tiene el plus del hallazgo inesperado, escuchar un cuento al que no habrías llegado de otra manera, descubrir autores o redescubrir un relato bajo el prisma de otros lectores.

Llegué a este podcast de casualidad, en el número 38 de la serie en el que Martín Castagnet leyó «Un par de medias de seda» de Kate Chopin, una autora a la que nunca leí y que probablemente no vaya a leer pero me gustó mucho y entonces los escuché todos.

Finalmente, dos sugerencias más: Demasiados libros, el podcast del cordobés Guido Padin —un amigo de la casa, en palabras de Gustavo Noriega— y todo lo que este señor Noriega hace a partir de la literatura, que puede escucharse en el canal Conversaciones de Spotify. A los dos les agradezco sobriedad y calidez.

Nos leemos en quince días.

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Andrea Calamari

Doctora en Comunicación Social. Docente investigadora en la Universidad Nacional de Rosario. Escribe en La Agenda, JotDown, Mercurio y Altaïr Magazine.

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