Descubrí entre viejas pertenencias familiares un tesoro literario: esos pequeños volúmenes del Centro Editor de América Latina que, pese a la falta de espacio, me niego a abandonar.
Desde Meursault disparando por insolación en «El extranjero» de Camus hasta los mundos sofocantes de Faulkner, las altas temperaturas han sido un motivo recurrente en la literatura.
El ultraje a las víctimas israelíes evidencia una barbarie que la antigua Ilíada ya advertía: cuando la civilización olvida los límites morales ante sus enemigos.
El moderno sentido del ocio es la expresión de una promesa incumplida: la de un futuro lleno de robots que nos liberarían para siempre de la obligación de trabajar.