LEO ACHILLI
Domingo

La fábrica de pobres

Hay que dejar de darles tanta importancia a los informes sobre pobreza de la UCA. Son oportunistas, poco consistentes y, desde la recuperación del INDEC, innecesarios.

La semana pasada, el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA), que depende de la Universidad Católica Argentina (UCA), publicó un informe sobre la evolución de la pobreza en los últimos 20 años en la Argentina. Titulado “Argentina (2004-2023): un régimen inflacionario crónico de empobrecimiento y asistencia social”, el estudio repasa a lo largo de 32 páginas el progresivo aumento de la tasa de pobreza en el país y fenómenos relacionados, como la menor capacidad de ahorro y la creciente cobertura de los programas sociales. Su fuente principal es la encuesta anual del ODSA en alrededor de 6.000 hogares de todo el país y el panorama que pinta es desolador, una consecuencia directa del fracaso de la economía argentina en este siglo para crecer sostenidamente.

Sin embargo, el estudio llamó la atención no por su análisis minucioso de estas dos décadas sino por una filmina, incluida al final, donde el observatorio de la UCA calcula la pobreza para el mes de enero de este año (57,4%), el primer mes de la presidencia de Javier Milei. La cifra, escandalosa, muy por encima de otras proyecciones, se diseminó rápido por los medios de comunicación (fue tapa de La Nación del domingo) y permitió a su director, Agustín Salvia, ser entrevistado benévolamente en diversos programas de radio y televisión. La publicación del informe y la cobertura posterior, incluyendo la reacción de parte de la política, me irritaron un poco, por cuatro cuestiones que llevo pensando hace tiempo y que intentaré detallar en los párrafos que siguen.

La primera es que desde hace tiempo hay dudas entre los especialistas sobre el rigor del ODSA, que ha cambiado varias veces de metodología y con frecuencia publica conclusiones con mucho más margen de error de lo que el organismo admite. La segunda es sobre el oportunismo político de Salvia: ¿por qué publicar una “simulación” sobre pobreza, a partir de información de hace casi medio año, a un solo un mes del nuevo gobierno? La tercera es sobre la necesidad de seguir prestándole tanta atención a los datos del observatorio de la UCA, que fueron extremadamente valiosos cuando el INDEC intervenido primero falseó y después dejó de publicar sus cifras sobre pobreza, pero que parecen innecesarios desde que en 2016 el INDEC recuperó su credibilidad. Y la cuarta es una invitación a toda la conversación pública a analizar las estadísticas de pobreza en términos de variación y no de nivel (es decir, cómo cambian con el tiempo y no el número en sí), porque están construidas sobre una enorme cantidad de supuestos y convenciones. Toqueteando apenas un poco la metodología, uno podría tener un índice de pobreza del 20% o del 80%, y eso no cambiaría en absoluto lo que sabemos sobre nuestra realidad social.

1. Simulaciones y proyecciones

Al revés de la cobertura acrítica de la mayoría de los medios, donde nunca cuestionaron el dato del ODSA y se comunicó la cifra con una actitud casi morbosa, en las redes sociales aparecieron enseguida las dudas de especialistas sobre los métodos de Salvia y su equipo. Lo que más llamaba la atención, por supuesto, era el cálculo de pobreza para un solo mes, una práctica desaconsejada, y basada en proyecciones sobre una encuesta hecha varios meses antes. Hernán Lacunza le dedicó tres tuits al informe. Leopoldo Tornarolli, del CEDLAS de la Universidad de La Plata, quizás el instituto universitario más serio del país sobre pobreza, recomendó, muy educadamente: “No comparar mediciones con simulaciones, menos aún si refieren a períodos de tiempo distintos”. Martín González-Rozada, de la Universidad Di Tella, que viene publicando desde hace años un muy respetado nowcast de pobreza para los meses entre las mediciones semestrales de INDEC, dijo que le parecía “muy poco probable” que las cifras de la UCA coincidan con las del INDEC (se publicarán más adelante) y que la credibilidad del dato del ODSA sobre enero dependía de demasiados supuestos, entre ellos un cálculo certero de los ingresos de la población en enero, sobre los cuales todavía no hay datos oficiales: “No tengo información de la variación real de los salarios y la UCA no la informa”, explicó, también educadamente. (En general los economistas especializados en pobreza prefieren no polemizar con Salvia y si pudieran elegirían ignorarlo. Sospecho que en este desdén hay, además de dudas genuinas, algo de la histórica pica entre economistas y sociólogos.) Un economista especializado en indicadores sociales con el que hablé en estos días y prefirió no revelar su nombre, para no entrar en una polémica, me dijo que el dato de la UCA de enero es “un crimen de lesa estadística”. El que sí se animó a decir lo que pensaba fue el economista Nicolás Ajzenman, profesor de la Universidad McGill, en Canadá, que se declaró “orgulloso hater” del índice de pobreza de la UCA y citó un tuit suyo anterior donde decía que la metodología del ODSA “se ríe de la ciencia”.

¿Cuáles son los problemas técnicos de la proyección de la pobreza de enero del informe del ODSA? Uno, como escribió Rozada, es que su encuesta de ingresos es del tercer trimestre de 2023: ésa es su foto sobre cómo viven los argentinos. Entre septiembre y enero esa foto seguramente se ha movido, sobre todo en lo laboral. Es arriesgado (tiene margen de error) usar una foto de septiembre para sacar conclusiones sobre el enero siguiente. Otro problema, también mencionado por Rozada, es que no hay todavía datos oficiales sobre los ingresos de los argentinos en enero.

Hace unos días le envié un mail a la responsable de prensa de la UCA para preguntarle cómo los habían calculado y horas más tarde me respondió el propio Salvia, muy amablemente, y me explicó que en enero habían computado el mismo aumento de salarios que había registrado el INDEC en noviembre y diciembre. Una cuestión importante es que esos datos de diciembre cubren sólo a los ingresos formales, porque los ingresos informales el INDEC los publica con cinco meses de retraso. Es decir, los salarios informales incluidos en el reporte sobre diciembre en realidad son los de julio, lo que además es doblemente relevante porque la pobreza se mueve mucho más por los cambios en los ingresos informales que en los formales.

El informe debería ser tomado, dadas las arenas movedizas donde se funda, como una aproximación, una primera mirada, una llamada de atención.

Ante la ausencia de datos oficiales, el recurso del observatorio de la UCA (cortar y pegar lo del mes anterior, aunque sólo se aplique a los salarios formales) podría ser un atajo razonable. Pero es algo que sin duda aumenta mucho el margen de error, porque ya estás comparando dos cosas (una foto laboral vieja y un aumento de ingresos a ojo) que vienen con muchos parches. No digo que el del ODSA sea un ejercicio inválido: el salto de la inflación en diciembre y enero seguramente ha tenido un impacto fuerte en el índice de pobreza, eso no lo niega nadie. Pero debería ser tomado, dadas las arenas movedizas donde se funda, como una aproximación, una primera mirada, una llamada de atención.

En cambio, fue comunicado como un dato firme (a pesar de que la UCA dio pocos detalles sobre sus métodos) y replicado de esa manera por los medios y parte de la política. Perdón que insista con la tapa de La Nación del domingo, pero “Dramático salto de la pobreza: llegó al 57,4%, el nivel más alto en 20 años” es un título demasiado asertivo para el rigor y la consistencia del estudio, sobre todo cuando el propio informe se define a sí mismo como una “simulación”.

Nadie niega que este trimestre la pobreza está aumentando, porque la inflación viene creciendo por encima de los ingresos y en Argentina desde hace años tenemos a muchos hogares muy cerca de la línea de la pobreza, un poquito por arriba o un poquito por abajo. De todas maneras, los especialistas están casi seguros de que el número estará por debajo (en algunos casos, bastante por debajo) del 57,4% de la UCA. Igual, como escribió Tornarolli, nunca vamos a saber de cuánto fue la pobreza en enero (o si el ODSA tenía razón), porque el INDEC no da información sobre meses individuales.

2. ¿Oportunismo político?

Agustín Salvia sabe que su simulación ad hoc sobre la pobreza de enero puede ser acusada de oportunista. Por eso, en una entrevista con Luis Majul el lunes pasado, aclaró, como atajándose: “Estas estimaciones las hemos hecho en los distintos gobiernos. Somos un observatorio de la deuda social, lo lamento”. Y luego agregó: “Lo mismo [hicimos] con Cristina de Kirchner cuando en 2014 viene la devaluación y actualizamos la cifra de pobreza después de la devaluación. Y lo mismo ocurrió en 2016, cuando terminó la devaluación de Macri y actualizamos por la devaluación”. La razón de la filmina extra de este nuevo informe, explica Salvia en sus entrevistas, es actualizar sus conclusiones sobre 2023 a la situación post-devaluación de diciembre pasado. Nada novedoso, según Salvia: lo mismo, dice, había hecho en 2014 y 2016.

¿Esto es así? Sin dudas ocurrió lo que Salvia cuenta sobre 2016: el 1º de abril el ODSA publicó un informe con indicadores sociales del período 2010-2015 al que enganchó al final, como la semana pasada, una “estimación” de pobreza para el primer trimestre (que había concluido apenas horas antes): la pobreza había saltado a 34,5%, en apenas tres meses Macri había creado, según la UCA, un millón y medio de nuevos pobres. Aquel informe tuvo una difusión similar al de estos días, Salvia hizo varias entrevistas y la prensa dio el dato como bueno en un momento en el que el INDEC aún estaba en proceso de reconstrucción. En una entrevista con la agencia AFP, Salvia dijo dos días después que ese 34,5% “muy probablemente” iba a aumentar en el trimestre siguiente, “debido al proceso de despidos y suba de alimentos y tarifas”, pero no ocurrió. La pobreza, incluso medida por el ODSA, bajó durante casi dos años hasta que volvió a subir tras la devaluación de mediados de 2018.

Lo que cuenta Salvia sobre 2014, en cambio, es bastante más dudoso.

Lo que cuenta Salvia sobre 2014, en cambio, es bastante más dudoso. Para empezar, ni en la web ni en la cuenta de Twitter del observatorio hay registros sobre un informe de principios de 2014 con la actualización del índice de pobreza de 2013 para reflejar la devaluación de Axel Kicillof de enero. La UCA recién publicó a fines de abril su informe sobre 2013, cuya cifra estelar era un índice de pobreza del 27,5% para el cuarto trimestre, pero en el cual no hay ninguna “simulación” o estimación, ni en el texto ni en los gráficos, para el nuevo escenario pos-devaluación. Todos los medios que le dieron difusión al informe (acá, acá, acá o acá, por ejemplo) titularon con el dato del 27,5%, aclarando que se trataba del cuarto trimestre del año anterior. Ninguna de esas notas mencionaba a la devaluación de enero o una posible actualización del índice del observatorio de la UCA.

Dos  días después de la publicación del informe, Salvia dio una nota en Radio Continental y tampoco parece haber hablado del tema. Dos meses más tarde, Eduardo Donza, uno de los investigadores del equipo de Salvia, dijo en Perfil que la pobreza “probablemente el próximo trimestre sea más alta por la devaluación”, pero sin dar datos concretos o hacer referencia a algún estudio. En el mail que mandé al departamento de prensa de la UCA, pregunté si me podían guiar hacia el informe mencionado por Salvia en la entrevista con Majul. En su respuesta, detallada y cordial en otros temas, Salvia me envió enlaces a varias publicaciones del ODSA de esos años, pero en ninguna de ellas se actualizaban los datos de pobreza de 2013 con el efecto de la devaluación de enero de 2014.

O sea que si la estimación pos-devaluación de 2014 no existió (y yo creo que no existió), las únicas tres veces que la UCA se corrió de su calendario para publicar simulaciones ad hoc fueron en abril de 2016, al comienzo del gobierno de Macri; en febrero de 2024, al comienzo del gobierno de Milei; y en diciembre de 2019, cuatro días antes del final del mandato de Macri, cuando por primera vez publicó una estimación de pobreza para un tercer trimestre (le dio 40,8%) y otra vez tuvo un gran impacto en los medios: Macri, que había prometido “pobreza cero”, se iba del gobierno con más de un 40% de pobres. (Meses más tarde, el INDEC diría que el índice de pobreza al final del gobierno de Cambiemos había sido del 35,5%.) Esta cadena de tres eventos, ¿es suficiente para decir que el observatorio de la UCA tiene más simpatía por unos gobiernos que por otros? Salvia diría que no, por supuesto, y argumentaría que dos de estos desvíos de su calendario fueron inevitables porque necesitaba reflejar los efectos de devaluaciones. Pero en 2022 y 2023 también hubo devaluaciones fuertes, que no merecieron “simulaciones” del ODSA, como tampoco la mereció en 2020 la cuarentena por el COVID, que provocó un salto importante en la pobreza.

En 2022 y 2023 también hubo devaluaciones fuertes, que no merecieron “simulaciones” del ODSA, como tampoco la mereció en 2020 la cuarentena por el COVID.

Parece haber, por lo tanto, una doble vara por parte de la UCA para decidir cuándo reaccionar ante la coyuntura y cuándo no. Cuándo vale la pena poner en riesgo sus estándares metodológicos en estimaciones con mucho margen de error y cuándo no. ¿Por qué pasa esto? No lo sé. Pero pasa. Salvia dice que no, pero cuenta una historia de 2014 que no parece haber ocurrido y omite explicar (tampoco nadie le pregunta) por qué, por ejemplo, no hizo una estimación urgente después de la devaluación pos-PASO de Sergio Massa el año pasado, que duplicó la inflación.

Otra cuestión política sobre las simulaciones de la UCA que molesta a los economistas es que estos saltos de la pobreza se deben al sinceramiento de variables que estaban contenidas artificialmente. Massa y Alberto Fernández llegaron al final de sus mandatos con un dólar artificialmente bajo, tarifas pisadas desde hace años, importaciones cerradas y controles de precios que no podían durar mucho más pero que, mientras duraron, también empujaron hacia abajo artificialmente el índice de pobreza. ¿Cuál era entonces la pobreza real de 2023 mientras se incubaba la pobreza de 2024? ¿Y cuánto de la pobreza posterior a devaluaciones no es más que un paso inevitable en un proceso de saneamiento macroeconómico?

3. Ya no hace falta

El tercer punto que quiero decir lo resumió mejor que nadie Gustavo Noriega, autor de Seúl y de un libro sobre el INDEC cuya presentación en La Rural fue vandalizada por una patota de Guillermo Moreno. Noriega dijo el otro día, tras la publicación del informe del ODSA: “Desde que Todesca arregló el Indec (y Lavagna lo sostuvo) no tiene el menor sentido mirar UCA”.

En el segundo mandato de Cristina Kirchner, cuando el INDEC primero mintió (llegó a darle menos del 5%) y después dejó de publicar sus indicadores de pobreza, los informes del observatorio de la UCA fueron indispensables para ver cómo el estancamiento de la economía y el aumento de la inflación estaban deteriorando la situación social. Frente a un gobierno que escondía información y atacaba a quienes intentaban suplir esa falta (pasaba lo mismo con la inflación), Salvia y su equipo fueron valientes y sufrieron duras críticas por parte del kirchnerismo. Pero, como dice Noriega, tras la reconstrucción del INDEC no tiene sentido seguir dándole tanta importancia a sus informes sobre pobreza, por la sencilla razón de que los estudios del INDEC son mucho mejores. 

La UCA termina gastando una fortuna en encuestas y equipos para después buscar repercusión con la versión menos robusta y más marketinera de sus investigaciones.

El INDEC releva más de 20.000 hogares en todo el país, la UCA unos 6.000. El INDEC encuesta todo el año (por eso se llama Encuesta Permanente de Hogares) y publica sus datos cuatro veces al año, agrupados en trimestres. La UCA hace una sola encuesta, en cada tercer trimestre. El INDEC publica sus microdatos (es decir, cada respuesta de cada hogar a cada una de las preguntas), la UCA no lo hace. El INDEC publica sus estimaciones de pobreza dos veces por año (en marzo y septiembre), para evitar que las estacionalidades, como el aguinaldo, le empiojen los resultados. La UCA hace a veces cálculos trimestrales, otras veces mensuales, otras veces anuales. El INDEC nunca hace proyecciones o simulaciones: sólo publica resultados basados en sus encuestas. Esto baja mucho su margen de error. La UCA, en cambio, con frecuencia, como la semana pasada, publica simulaciones y proyecciones que tienen mucho más margen de error del que se atreve a admitir. El INDEC, finalmente, es un organismo público, que si es confiable debería ser la única voz relevante sobre estos datos.

De todos modos, la culpa de la popularidad de los informes de la UCA no la tienen Salvia y su equipo, que buscan lógicamente tener el mayor impacto posible, sino de los periodistas y los políticos que se suben a cualquier número, sobre todo si son altos y dramáticos como los de la UCA, casi siempre más elevados que los del índice del INDEC. También creo, por otra parte, que estos informes híbridos del ODSA (un estudio plurianual enganchado a una simulación de candente actualidad) tienen como objetivo llamar la atención del público y conseguir los clicks que la versión más seria de su trabajo no conseguiría. Esto es una pena porque perjudica la mejor parte del trabajo del observatorio, que suele ser responsable y detallado. La UCA termina gastando una fortuna en encuestas y equipos para después buscar repercusión con la versión menos robusta y más marketinera de sus investigaciones.

Exhorto, por lo tanto, a periodistas, políticos y tuiteros (?) a dejar de darle tanta importancia a las estadísticas de pobreza del observatorio de la UCA, por las razones que expuse más arriba: sus simulaciones de corto plazo tienen mucho margen de error, sus motivaciones para publicarlas no son consistentes y, existiendo los informes de pobreza de un INDEC creíble, ya no hay razón para seguir de cerca sus mediciones.

Segunda exhortación, ya que estoy, que me remite al cuarto punto de mi introducción: dejemos de enfocarnos tanto en los niveles y concentrémonos en la variación de los índices. Miremos menos cuánto dan y más, cuánto cambian. Cuando un índice mide algo de la misma manera a través del tiempo, lo que importa es ver cómo va evolucionando: es una mala noticia si sube el índice de pobreza, es una buena noticia si baja. Pero eso no quiere decir que la cifra describa el fenómeno a la perfección. Cuando alguien dice, por ejemplo, “en la Argentina hay 20 millones de pobres” debe saber que ese número está construido sobre una cantidad enorme de supuestos.

Para empezar, los índices se hacen con encuestas, donde la gente dice cuánto gana y tiende a sub-reportar sus ingresos. Si se usa una muestra amplia y la gente siempre sub-reporta igual, eso afecta el nivel, pero no la variación. Después está el “coeficiente de Orshansky”, que es el número por el que se multiplica la canasta alimentaria para calcular la canasta de consumo total de un hogar. En 2016 la aplicación del método del INDEC resultó en un coeficiente de Orshansky mayor, y por lo tanto elevó la línea de pobreza: ese cambio, apenas un decimal, metió a cientos de miles de hogares en la pobreza. Pero eso no importa, porque lo que importa, lo que debemos mirar, es la variación.

Otro supuesto problemático de nuestras estadísticas de pobreza es que se hacen sobre la base de una encuesta de consumo de 2004.

Otro supuesto problemático de nuestras estadísticas de pobreza es que se hacen sobre la base de una encuesta de consumo de 2004. Es decir, la canasta de consumo que se usa para calcular la pobreza (y también la inflación) es la que tenía un hogar típico de hace casi 20 años, a pesar de que muchas cosas cambiaron desde entonces. Y el INDEC de Cristina usó hasta el final, incluso cuando mentía, una encuesta de consumo de 1985, treinta años anterior. Por supuesto que lo ideal sería actualizarla y de hecho el INDEC hizo una nueva en 2018, que todavía espera a ser incorporada a las estadísticas. Los expertos dicen que los políticos demoran en hacer esto porque seguramente darían inflación y pobreza más altas, ya que a medida que pasa el tiempo la gente gasta relativamente menos en alimentos y más en servicios y bienes no alimentarios, que se encarecen más rápido. Pero en algún momento hay que hacerlo, porque pronto la de 2018 también quedará vieja. A ver si este gobierno, que se jacta de decir la verdad a cara de perro y sincerar situaciones ocultas, toma la iniciativa.

Me despido con otro pedido: bajemos un poco la obsesión con el índice de pobreza y démosle más bola al crecimiento de la economía, que viene siendo igual de dramático y causa central del aumento de la pobreza. No veo en la tele informes tenebrosos, con música de fondo, cuando se conoce cuánto fue el crecimiento (o no) del PBI. Debería tener la misma importancia, o más, que el de la pobreza, porque no habrá reducción de pobreza en Argentina sin un crecimiento sostenido de la economía. Por supuesto que hay una parte de pobreza estructural, áspera, difícil, pero también hay mucha pobreza que se podría eliminar si la economía funcionara. Y no viene funcionando, por las razones que fuera. Yo creo que el gran responsable es el modelo de bombeo al consumo y desprecio por la inversión dominante en este siglo. En esto con Salvia estamos de acuerdo.

 

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Hernán Iglesias Illa

Editor general de Seúl. Autor de Golden Boys (2007) y American Sarmiento (2013), entre otros libros.

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