Argentina es muy difícil. Pasaron como una tromba las PASO, la primera vuelta, el Pacto de Acassuso, el “por sí o por no” y voilà: Javo presidente. “Conectó con su época, ocupó un espacio vacante”, ajá, qué interesante, contame más.
Y acá estamos. Aturdidos por la velocidad y la aparente falta de lógica de los acontecimientos, vivimos la paradoja de esta realidad tan transparente (“principio de revelación”) en la que, sin embargo, las flechitas que deberían unir nuestras premisas, hipótesis y conclusiones se pierden como en el Triángulo de las Bermudas. Nos exigimos pragmatismo para aceptar los hechos, entendemos que la situación es extremadamente precaria y preferimos no echarle más leña al fuego. Sofocamos nuestros temores pensando que tenemos muchas, muchísimas ganas de tener un poco de equilibrio fiscal y estabilidad económica; cuántas ganas y a cambio de qué, bueno, vamos viendo.
Desde luego que también está la espina clavada, y qué sentido tendría ignorarla (¿aceptación, magnanimidad?): el tipo que nos trajo la épica del ajuste y el alineamiento con Estados Unidos e Israel (el que está gritándole a Occidente que se despierte, que nos llevan puestos los malos, ¡y tiene razón!) es el mismo que empezó como panelista, la Vaca Mala, master of his domains y crítico brutal de todo Cambiemos. Antes de la motosierra, hubo una amoladora aplicada con ahínco y persistencia específicamente sobre nosotros. La cuestión es que el tipo nos rompió y la verdad es que se lo facilitamos bastante: de 2021 para acá JxC fue un monumento al pato criollo, y sus restos dispersos no están teniendo un 2024 particularmente brillante. Lo dejamos ahí.
Está más o menos aceptado que el tipo fue una joda que quedó, un globo de ensayo massista que subió demasiado, un invento que reventó al inventor.
En cualquier caso, está más o menos aceptado que el tipo fue una joda que quedó, un globo de ensayo massista que subió demasiado, un invento que reventó al inventor, un loquito con traumas diversos que juntó sponsors porque daba rating, una candidatura cocinada en los pasillos de los canales y en los quinchos de los que nunca terminaron de fumárselo a Mauricio. Será que tenemos un país complicado porque nuestras élites lo son aún más: no terminan de ponerse de acuerdo en qué quieren y qué les gusta de verdad, y que eso le funcione de algún modo al resto de nosotros. Argentina es difícil, qué duda cabe.
¿Sin Acassuso ganaba Massa? ¿Sin Acassuso ganaba Milei, pero el ministro de Economía era Carlos Rodríguez? Nunca lo sabremos. Javier será libertario, anarco-capitalista o minarquista, pero no es ni del todo demente ni del todo boludo, más bien lo contrario: como en esas ferias de ropa usada de lujo, se llevó un gabinete económico a precio de regalo, porque con el que tenía él nos la dábamos en la pera. Lo de la motosierra sabíamos todos que no iba, que el ajuste a la “casta política” representa un porcentaje ínfimo de las cuentas nacionales. Fue entonces licuadora, sobre todo en las jubilaciones.
¿Dónde más, si no? No se pueden defaultear los pasivos remunerados como no se pudieron defaultear los contratos de dólar futuro, no se pueden defaultear las deudas truchas por importaciones ficticias porque no se puede blanquear del todo el robo de las SIRA. Tampoco se puede reconocer abiertamente que esos sistemas en Argentina no son un bug, sino un feature. Si los tumbás, se cae el sistema entero como fichas de dominó. El Lacunza bueno, con apenas una reperfiladita a los bonos, provocó olas gigantes de escándalo moral. Ni que hablar cuando dijo que estábamos todos subsidiados. Imperdonable. Pero en Argentina todos tiramos piedras sin estar libres de ningún pecado. Es muy difícil.
En eso estamos, entonces, en la licuadora jubilatoria, con algo de motosierra en el Estado y otro algo de desregulación, esperando la V, la U o los brotes verdes. Y sí, son las reglas. Nadie se quejó cuando el kirchnerismo metió a millones de tipos sin aportes, no hubo marchas en contra del sobredimensionamiento del Estado, no existen acá ni en Marte. Y ahí van entonces, el peronismo y la UCR en alianza (veremos si circunstancial o permanente) para correrlo al Javo y desenchufarle la licuadora. Golpe directo debajo del cinturón del superávit fiscal, el único ancla que queda para que el equilibrio se mantenga y los acreedores de todos los muertos que quedaron terminen de aceptar su Bopreal. Bienvenido a la política, Javier Milei.
Si fuiste al programa de Cúneo, si marchaste con Moyano y votaste la baja de ganancias, si llegaste porque Argentina es así de difícil y loca, ahora bancate la pelusa.
Un poquito te la buscaste, Javo. Si fuiste al programa de Cúneo, si marchaste con Moyano y votaste la baja de ganancias, si llegaste porque Argentina es así de difícil y loca, ahora bancate la pelusa. Muy linda la Ley Bases y el DNU, pero si lo que querías era gobernar con el Toto, con Sturze y con Pato, quizás había alternativas mejores que romper JxC. Ibas a tardar más en llegar, puede que incluso pasaras años estancado como subse en el GCBA y con pocas chances de ser “el topo que aniquila al sistema desde adentro”. Quisiste ir por la vía rápida: si nos matamos, nos matamos. Entendido.
Por último, ¿es el proyecto de Milei algo radicalmente nuevo en la Argentina? Puede que en muchos aspectos lo sea, pero la historia de las últimas décadas puede mostrar algunas similitudes y constantes. Los últimos dos proyectos políticos exitosos durante un período considerable fueron el menemismo y el kirchnerismo, y el de Milei se parece a ellos en más de un sentido. Los tres fueron frutos de la audacia de tipos que coparon el centro viniendo de los márgenes del sistema político, tres muchachos que leyeron sus momentos históricos y la vieron. Los tres llegaron a la presidencia en medio de y debido a crisis económicas terminales. Menem aceptó la entrega anticipada del gobierno a cambio de que el radicalismo en retirada le aprobase todas sus “leyes bases” de reforma del Estado. Enseguida licuó con la híper de Rapanelli y confiscó con el Bonex de Erman, y sólo después de dos años llegó la estabilidad. Para Kirchner fue más fácil aún: llegó casi por descarte en esa suerte de interna abierta del PJ, cuando la implosión del sistema político, de la convertibilidad y el default ya le habían hecho buena parte del trabajo sucio. Remes Lenicov pesificó asimétricamente, Lavagna selló el corralón, se consumó otra enorme licuación y los jubilados perdieron como en la guerra, calladitos, sin chistar.
Pues bien, de estos tres, Milei es el que llegó más rápido y sin una posibilidad clara de subirse al carro peronista, que solía ser “el partido del orden” 🤪. Tiene que ser su propio Rapanelli, Erman, Remes y Lavagna, todo al mismo tiempo, y rápido, antes de las legislativas de 2025. Y sólo con licuadora y reestructuración de deudas, porque la opción de la confiscación le está vedada, se supone que lo eyectarían sin más.
¿Qué pasa si no llega? Ni idea, pero hay algo más que a esta edad finalmente aprendimos: nada es tan decisivo, no hay turning points, encrucijadas ni finales de época. Se sigue, un poco peor o un poco mejor, y del daño estructural hablaremos en otro momento. O nunca. Estamos mal, parece que zafamos de lo peor, vamos más o menos, seguiremos yendo. Es lo que hay y lo que va a haber, nada más. Argentina es así: difícil.
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