No llegamos a entender del todo cómo llegamos hasta acá, pero acá estamos. Moderamos expectativas y temores, porque sospechamos que al final nada es tan crucial ni decisivo.
La abolición del Estado es una simplificación seductora frente a la catástrofe K, pero engañosa e impracticable. El rol de la oposición responsable es desarmarla y proponer otra cosa.
El Gobierno aún es joven y cuenta con apoyo popular, pero ya aparecieron los primeros signos de cansancio. Queda esperar que alcance la madurez y abandone los dogmatismos como un adulto.
La aprobación de Milei se mantiene alta a pesar del ajuste y la recesión porque una parte de la sociedad conserva la esperanza de que, esta vez sí, la inflación será controlada.