ELOÍSA BALLIVIAN

La gente pide un rumbo claro

Comentarios de nuestros lectores a notas de Fernando Iglesias, Carlos González Guerra, Vicente Palermo, Gustavo Noriega y Hernán Iglesias Illa

Sobre “La heladera y la urna”, de Fernando Iglesias

(podés leerla acá)

Excelente y realista su análisis de los argentinos. A diferencia del peronismo, permanente mutante del espectro político acomodándose a la ideología más conveniente para el momento, la oposición (y hablo de Juntos por el Cambio), no parece tener un rumbo claro.

Para el común de la gente, están en una pelea egocentrista por llevarse la candidatura presidencial y no en un gran acuerdo político para poder gobernar con más o menos posibilidades de éxito. No posee el poder de convocatoria del peronismo, que vive de la mentira mística de defender a los más necesitados. A la hora de votar, la devaluada clase media va a buscar quien le mejore el bolsillo. Ese fue el principal motivo por el que votaron a Frente de Todos en 2019.

JxC no termina de adquirir un carácter político definido. Memorables fueron las marchas en favor de la democracia y la justicia, o de protesta por el asesinato de Nisman. Hoy no se vislumbra un liderazgo que concentre todas las fuerzas políticas de JxC . Milei crece y favorece al oficialismo, generando un gran riesgo para JxC en las elecciones. Es sabido que el peronismo en los comicios se une, además de sus clásicos fraudes, voto cadena, votos de fallecidos, etc.

A mi modesto entender, creo que JxC debería definir sus candidatos a la brevedad, sino puede caer en el descreimiento de la gente que piensa que se están peleando por una candidatura y no por una sólida alianza política. Ese versito de que en las PASO se definen las candidaturas no es bueno. Va a haber ganadores y perdedores, y sabemos que después es difícil juntar los pedazos.

Abogo para que todas las corrientes de JxC se pongan de acuerdo y definan antes de las PASO sus principales candidatos, incluso apoyo la idea de Martín Tetaz de acercar a Milei al espacio. Mostrarán cohesión y razonabilidad al votante. La patria hoy sí está en peligro de desintegración. No lo permitamos. ¡¡¡UNÁMONOS!!!

Norberto Vago

 

Leí la nota de Iglesias y aunque no me gusta mucho verlo porque tiene un estilo enojoso que no conviene a Juntos por el Cambio, cuando lo leo sabe argumentar y transmite buena información. De modo que no puedo sino estar de acuerdo con su nota.

Sin embargo… Nací en 1945, el año en que se consagra Perón como dirigente de masas. De allí en más la agenda política argentina la manejó el peronismo. En el poder, desde afuera, desde adentro, con los gremios, perseguidos, desde la lucha armada o los grupos paramilitares, siempre manejaron el país. Menem definió su quehacer, conseguir o conservar el poder por cualquier medio, y un empresario afín al menemismo lo precisó aún más: “el poder es impunidad” (Yabrán).

Me permito transmitirles mi última versión de lo que pienso de la política argentina.

2015. El peronismo (no importan sus desinencias, la última es K) pierde la hegemonía con el menos pensado (Mauricio Macri), pero como la hegemonía no es todo el poder, se unen para hacerle imposible gobernar y que se vaya antes. Pero no pudieron. Iban mostrando su debilidad.

2019. Ganan las PASO con un contubernio eficaz, pero no pueden hacer nada bien porque sus métodos perdieron eficacia. Se insultan entre ellos y los K vacían de poder al presidente elegido por su jefa, lo llaman “okupa” y “mequetrefe”. Ambos términos resumen su “ideología”: marginales y atrasados. Sueltan a los presos como en los ’70 a los montoneros (yo estuve allí) y dan platita a los marginales de siempre. Aun así pierden las elecciones de medio término.

2023. La batalla no está ganada. Ya hay un estado narco al que ellos le abrieron las puertas (Rosario) y la provincia de Buenos Aires arde. Y van a venir con nuevos artilugios para dejar el país en llamas. Lo hicieron con el Jockey Club: “¡quieren leña, den leña!” Los alentaba el general en los ’50 como a los montos en los ’70. Resultado: pérdida del edificio y de obras de arte en los ’50 y de muchas vidas jóvenes en los ’70.

Pero acá aparece Borges: “Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”.

¿Cómo corregiremos nosotros esta historia nefasta que lleva 80 años?

Próxima a cumplir esa edad, considero que apostando a presentarle a la sociedad un plan. Eso que ellos dicen no tener para gobernar. (Y que se nota…)

Programas, puntos básicos que juntos podamos llevar adelante. JxC tiene gente muy valiosa como candidatos, y cada uno debería presentar, antes de las PASO, un programa de puntos básicos en los que estén de acuerdo, marcando claramente lo que los diferencia del otro en su ejecución. Son candidatos a jefes del Poder EJECUTIVO.

Ojalá no lo olviden.

Gracias por leerme.

Mirta Vázquez de Teitelbaum

 

Estimados amigos de Seúl:

Leo esporádicamente algunas de sus notas. No soy un suscriptor fiel, pero paso por sus columnas de vez en cuando. Acabo de leer la nota de Fernando Iglesias, “La heladera y la urna”. Me pareció una de las notas más lúcidas que he leído en mucho tiempo. Les pido si son tan amables de pasarle este correo a Fernando.

Estimado Fernando:

Te sigo en Twitter, te veo en los programas políticos, leo tus columnas y leí tus libros. No encuentro en el arco político un referente como vos con el que coincida absolutamente en todo y que no haya traicionado sus ideas (me refiero a Waldo Wolff y a Florencia Arietto, particularmente).

Coincido también con tu mirada sobre Alejandro Borensztein, que como todo periodista busca congraciarse con su público en lugar de liderarlo. Pero no descuido que “es de los nuestros”.

Fernando: la culpa de todos los males es el peronismo, el “partido populista”, como vos decís.

En estas líneas sólo quiero transmitirte una idea: cumplís un rol fundamental en el escenario político porque decís lo que nadie se atreve (ni Mauricio ni Patricia). Has aportado mucho en tu prédica contra el peronismo. Por favor, continúa en esa línea. No importa lo que digan de vos.

Te lo voy a agradecer muchísimo como ciudadano y como padre de cuatro hijos ya adultos y abuelo de una nieta que han emigrado a buscar un futuro o, mejor dicho, un presente que aquí no existe ni existirá por mucho tiempo.

Saludos.

–Victor Candi

 

 

Sobre “La democratización de la justicia”, de Carlos González Guerra

(podés leerla acá)

Quisiera saber cuál es la relación entre el título, “La democratización de la justicia”, y el resto de la nota, que en su mayoría analiza sólo un caso puntual desde el dogma y no justifica la generalización del título, que además incluso aplicado al caso en cuestión es incorrecto y pomposo (no hubo ningún procedimiento democrático de la sociedad, más bien una mediatización).

Por otra parte, la nota menciona la función de la cárcel como “reinserción social” en forma muy superficial. Tengo la impresión de que todas las notas mediáticas sobre penales hablan de “reinserción social” omitiendo la igual de importante función de “proteger a la sociedad de los elementos peligrosos”.

Está última función se cumple cada vez menos en la Argentina. Los mismos condenados tenían antecedentes de riñas sin consecuencias legales, y una especulación válida es que por eso la sociedad exige penas más duras que el dogma que conoce tan bien González Guerra.

En este caso, la pregunta es por qué pone el foco sólo en los victimarios y no al menos también en la víctima, con la cual la sociedad se siente identificada. Hablar más sobre las víctimas y su indefensión, estimo, es el cambio que se pide. Sino seguimos en la misma, y notas como ésta caen en una irrelevancia que contradice la ambición del título.

–Andrés Glavina

 

Sobre “Estilo 1 versus Estilo 2”, de Vicente Palermo

(podés leerla acá)

A mi entender, las propuestas de funcionamiento de la economía (y, en buena aunque menor medida de la política) de quienes a juicio (hasta cierto punto compartido por mí) de Palermo encarnan el Estilo 1, nunca estuvieron ni remotamente cerca de tener vigencia en la Argentina de, por lo menos, las últimas ocho décadas.

Tampoco con Menem, ya que en ese tiempo, lo poco (sí, muy poco) que se hizo con esa orientación, no era por convencimiento sino instrumental, y por tanto, sin bases sólidas. De ahí que en poco tiempo se desplomara como un castillo de naipes.

–Enzo Prestileo

 

 

Sobre “Algo hay que hacer”, de Gustavo Noriega

(podés leerla acá)

Es realmente muy bueno este artículo. Se podría trabajar mucho más sobre la misma idea. En economía, que es un campo que yo domino con más fluidez, suele suceder lo mismo. Se produce, por ejemplo, un aumento del precio de algo por alguna circunstancia específica (ejemplo: aumento del costo de la energía porque hay un conflicto que involucra a Rusia) y, en lugar de dejar que la estructura de precios relativos se reacomode espontáneamente, se toman medidas para neutralizar ese aumento, sin contemplar que para lograr ese efecto es necesario detraer recursos que estaban afectados a otros usos, de modo tal que, en lugar de restablecer el estado anterior a la circunstancia que motivó el aumento inicial, se generan nuevas distorsiones derivadas, no sólo de la causa primera, sino también de las acciones tomadas para anular aquel aumento.

Y así, tratando de neutralizar uno tras otro los efectos de todas las acciones que se toman para ir corrigiendo las consecuencias negativas de las sucesivas medidas, es como se provoca un enredo gigantesco que le hace perder productividad a la economía, genera pobreza, desincentiva las inversiones, la creación de empleo, etc.

La cuestión que planteás amerita investigaciones mucho más profundas y creo que admite hasta un enfoque filosófico novedoso. Habría que estudiar los análisis referidos al orden social espontáneo de Hayek, y posiblemente haya otros autores a los cuales consultar como para tener referencias. Pero probablemente no haya una teoría formal sobre el problema de la sobreactuación, sus causas y sus efectos.

¡¡Felicitaciones por el artículo!!

Saludos.

–Alejandro Sala

 

 

Sobre “Buleadores buleados”, de Hernán Iglesias Illa

(podés leerla acá)

¿Somos la mayoría los que nos avergonzamos de nuestro hijo buleador? Vemos constantemente cómo a la salida de boliches de barrios menos o igualmente glamorosos (?) que el de Villa Gesell los pibes y las pibas se amasijan con igual agresividad que los rugbiers, mano a mano o entre patotas y, en el peor de los casos, una patota contra uno/una. La diferencia está en la respuesta obtenida en general por sus coetáneos (que suelen celebrar al vencedor/a y glorificarlo).

Vivo en contacto con gente de todos los sectores socioeconómicos (sospecho que más por vivir en un pueblo chiquito que por mi versatilidad social) y no veo el mismo grado de preocupación en todos esos sectores. A las mamis del jardín les preocupa más que a su hijo buleador dejen de invitarlo a los cumples que el hecho de que su hijo sea un bully. En la primaria es igual, y con los chicos/as en edad del secundario es parecido (ahí sí empieza a haber alguna condena de su grupo, pero se limita al 50% escolarizado).

A varios padres (¿la mayoría?, no lo se) de esos sectores suele preocuparles más la posibilidad de que, motivo de una gresca, su hijo/a caiga en cana que la condena social. Tal vez porque en su círculo no ocurre esa condena o no ocurre tanto. Sectores en los que “pararse de manos” es valorado positivamente, en los que las chicas no dejan de ver atractivo al pibe que puede (y lo hace habitualmente) romper a palos a otro a la salida de una fiesta, la cancha o un boliche.

A veces caigo en la cuenta de que veo (¿vemos?) muy cerquita nuestro al hacer análisis social. Aplica también a la política para los que deambulamos por Twitter: hacemos análisis basados en un universo chiquito y bastante elitista (sobreeducados, con acceso a un mango, con experiencias en el extranjero, con acceso a gente con más educación que nosotros, alfabetizados, todos “con el baño adentro”, como dice un amigo).

El sentido de estas líneas, creo, es más íntimo que público. Coincido en todo en los sentimientos que describe Iglesias Illa, pero creo también que somos los menos. El país está poblado mayormente por gente distinta, con una formación (ética, moral) más acorde a las urgencias que atravesó en su vida.

“Lo urgente nos quita tiempo para lo importante”, escribió alguien, y creo que aplica también a estos sectores arriba descriptos. Entre ética y almorzar eligieron lógicamente lo segundo, entre preocuparse por un bully en la familia y pagar el alquiler o esquivar un balazo narco en el pasillo, también.

–Sergio Simoni

 

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