¿Y ahora?

Que pase rápido

Este gobierno peronista bajó muchísimo la vara sobre lo que debe ser un proyecto político potable. Eso tiene efectos en todos, incluida la oposición.

El ciudadano siempre siente que algo de lo que dice el político está bien, pero inductivamente capta el fin último, que no es más que una pregunta a sí mismo que en el fondo no se quiere hacer y va y se la cede al político, nos la cede: “¿Puede ser hermosa mi vida?”
–Ángeles Salvador, La última fiesta

 

A Menem le gustaba decir que la política era un verdadero arte. Como para ponerse al nivel de Mariano Grondona, secretamente en joda, o para elevarse un poco de su naturaleza fenicia, aquello que lo hizo llegar y durar. Un arte, también, en joda, es lo que hace el kirchnerismo cuando soluciona un problema creando otros dos, que lo diluya o lo integre al berenjenal de calamidades colectivas e históricas. Bajo esa alquimia, miles de personas perfectamente inútiles lograron ocupar cargos públicos, muy relevantes, durante los últimos 19 años. Nunca tuvo demasiado sentido hacer bien el trabajo, dado que el costo de hacerlo mal es muy bajo, y el costo de hacerlo bien es alto porque expone a todos los que lo hacen mal y no es de buen compañero. La negligencia dinamiza la corrupción, habilita tercerizaciones, por lo que las funciones deben mantener solo su apariencia.

Los políticos de las generaciones precedentes a ésta no han sido una maravilla, pero la promoción parida en el 2001, qué final, se encontró rápido con los beneficios mientras que está completamente desentendida de las responsabilidades. Igual, ya no importa, ¿no es cierto? Aprendimos a vivir con seguridad privada, educación privada y supranacional de calidad para el 1 por ciento, corredores urbanos que nos permiten eludir los asentamientos misérrimos, aunque todavía no podemos privarnos de oír los golpazos de los containers a medianoche y, de día, a los pobres tipos que improvisan cañas de pescar lácteos descompuestos.

El peronismo hace de la incompetencia un gesto estético per se, no sufre su condición, y no le hace falta el marketing, ni la pinta, ni los doctorados, para encubrir lo que no pueden dar. Esa informalidad es parte de su atractivo electoral y social. La carencia, incluso moral, del compañero peronista es la prueba de que es un compañero peronista. Es la compañera Eva no entendiendo demasiado de qué iba la cosa, pero mandándose igual porque el vivo de Perón la alentaba y porque ella misma tenía el verguenzómetro roto o, quién sabe, no estaba bien del balero, todo lo que su muerte prematura y posterior mistificación les impidió profundizar a los psicohistoriadores.

Orgullosamente brutos

Nótese que el dirigente radical promedio sufre si se percibe ignorante, y corre a que lo asistan los profes de la UTDT, que es como comprar ravioles en La Juvenil. Distinto, el dirigente del PRO no cree ser ignorante, aunque lo sea, o sea no sufre por serlo, pero a diferencia del peronista orgullosamente bruto que puede quedarse encolumnado, el dirigente de PRO se ensaña con algún atributo que cree tener y que estima que es útil en el mercado comunicacional, cumplir una función en el circo, ser gritón, o gorilón, explicar la economía con seriedad, con gracia, o con hartazgo, o representar, de pronto, con mucha dureza la posición del campo. O ser, como Larreta, un mensajero de la paz.

La selección de Sampaoli predijo el gobierno de los Fernández.

El peronismo, con este gobierno, bajó la vara doscientos metros y destrabó un nuevo nivel de negligencia al no tener la más remota idea de qué hacer con los problemas que tiene entre manos. La selección de Sampaoli predijo el gobierno de los Fernández. Esta baja brutal tiene todos los efectos obvios del mal gobierno, pero tiene también una repercusión sobre el resto de la política. Ajusta la predisposición a hacer bien el trabajo también a la baja. Nótese el poco esfuerzo de Larreta, quien se muestra más presidenciable por presentar un país que le resulte deseable. Entendible, hay que avanzar sin hacer ruido, para crear una mayoría, sin que algunos de esa coalición adviertan que los traicionará. Con el primer Macri, aún con las concesiones al kirchnerismo state of mind en el campo de la cultura y los medios, la fantasía de una segunda modernización del país estaba presente, no sólo latente, desde antes que asuma y cuando asumió toda la administración, los profesionales y los chicos de la UTDT que hicieron su pasantía en el Estado sabían cuál era la intención histórica de ese gobierno. Pero, ¿de Larreta qué podemos esperar? ¿Nos dará al fin el Apple Store en la 9 de julio? ¿Le pondrá fin al fake indigenismo? ¿Se explotará el subsuelo con fracking o no?

Aun con todo lo que deja en blanco, Larreta tiene más facilidad para asumir como propias las conversaciones de moda del kirchnerismo bilingüe que para resistirse a ellas. Y las usa para hacer políticas públicas, o al menos para justificarlas. Larreta transformó la Avenida del Libertador en una Súper Cabildo para ayudar a disminuir la huella de carbono. Risas. Y mantuvo a su ministro de Salud, guionado como el más exagerado y paranoico de los infectólogos mundiales, para cuidarnos. Otra pregunta, ¿hará campaña para enchufarle la vacuna del COVID a los bebés?

La complejidad de los problemas verdaderos supera la preparación de los actores, y eso Larreta sí lo entiende bien y por eso tiene normalmente tres funcionarios designados por problema.

La complejidad de los problemas verdaderos supera la preparación de los actores, y eso Larreta sí lo entiende bien y por eso tiene normalmente tres funcionarios designados por problema. Al menos uno lo hará bien y los otros dos no se irán con Bullrich. El mismo criterio que aplica para crear la expectativa del dedazo sobre su sucesor en el coworking de Uspallata. Cinco candidatos reventando recursos durante un año a ver qué pasa.

La piedad argentina funciona como bálsamo. La mayoría de las veces los periodistas, que no son tan malos como se los presenta en Twitter (para ver dónde estamos parados hay que leer la prensa de México, Perú y  Brasil, o los diarios de Estados Unidos que no son los cinco grandes, o el anglo-pharma The Guardian), no preguntan más a los políticos, no porque estén comprados, que un poco comprados pueden estar porque la torta publicitaria es chica y el Estado es re presente en ese campo, sino porque cuando avanza la entrevista y se traba en alguna inconsistencia ya no insisten por bondad, porque el show debe seguir, y porque hay que entrevistarlo la semana que viene de nuevo.

Como dijo el otro día el colega Gustavo Noriega: esto de que en la Argentina no te aburrís nunca ya no se verifica, la vuelta cien mil de esta interna entretenimiento (¿intertainment?) es un “plomo insalvable” y es el estiramiento inconsciente y colectivo de algo que terminará rebalsando, convulsionando, quebrando el cuerpo social más temprano o más tarde. Desde la parada del 39 pedimos que lo que tenga que pasar, pase rápido. De paso lo ayuda a Larreta a definirse.

 

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Esteban Schmidt

Periodista y escritor. Autor de The Palermo Manifesto (2008).

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