Hola! Espero que estés bien.
Como me vine unos días a la Costa Atlántica, que estoy disfrutando todo lo que el clima y el viento me lo permiten, la carta de hoy no va a ser un mini-ensayo sino tres comentarios rápidos de actualidad. Un formato que respeta mejor, de hecho, el espíritu original de los newsletters.
1. Los paranoicos
Los argentinos seguimos el patoteo de Rusia a Ucrania como seguimos la mayoría de las noticias globales: de lejos. Físicamente, porque estamos en el tobillo del mundo; y espiritualmente, porque sigue siendo muy fuerte nuestra tendencia a creer que el mundo son otros países, no nosotros.
El comunicado de esta semana de Cancillería –soso, irrelevante, calculador– refleja bien este espíritu: no tenemos nada que ver, que se arreglen ellos. Incluso los que creemos que Putin es un demente con delirios de nostalgia imperial podemos ir a la playa, comer un churro, quedarnos dormidos con el Kindle sobre la panza.
Tenemos la esperanza de que no pase nada, de que Putin arrugue o cambie de opinión1. Pero su discurso del lunes, oscuro y lleno de furia, ya auguró lo peor. Su reunión de gabinete, en la que humilló al jefe de los espías, mostró a un tipo al que nadie de su gobierno se animará a contradecir. El futuro de Europa empieza a depender más de una psicología que de la geopolítica, nunca una buena señal.
El futuro de Europa empieza a depender más de una psicología que de la geopolítica, nunca una buena señal.
Porque se puede negociar con un líder con ideas estrafalarias pero intereses geopolíticos claros. Con este Putin, en cambio, tomado por la paranoia y las conspiraciones, un agresor que se cree víctima, con un enorme complejo de inferioridad, que además tiene mucho para perder con una guerra (incluido su actual control absoluto de Rusia), se hace mucho más difícil. No funcionan ni el palo ni la zanahoria. Por eso tengo más claro qué opino de Putin que lo que opino sobre qué deberían hacer Biden, Macron o Scholz.
Escribo paranoia, teorías conspirativas, “agresor que se siente víctima”, complejo de inferioridad, y no puedo evitar pensar en el kirchnerismo. Quizás estas actitudes primarias, anteriores a la ideología, sean lo que hermane tanto con Putin a nuestro peronismo de izquierda, que ya no disimula sus simpatías.
2. Maratea en el cielo con diamantes
No tengo mayor interés en Santiago Maratea, a quien casi doblo en edad y de quien, por lo tanto, me separan profundas trincheras generacionales. Empecé a entenderlo un poco mejor después de esto que escribió Victoria Liendo para Seúl. Pero lo que ocurrió el otro día, con los más de 150 millones de pesos que levantó para donar a Corrientes, me llamó la atención. Por la velocidad y la facilidad de su campaña y por la llaga donde metió el dedo.
El oficialismo, que no se puede quedar callado ante ninguna crítica o apariencia de crítica, respondió a Maratea con dos argumentos: 1) que la beneficencia es un modelo antiguo, superado por el Estado, y 2) que los millones reunidos por Maratea eran chirolas al lado de lo que el Estado estaba poniendo en Corrientes.
Hay algo de verdad en estos argumentos: los Estados modernos tienen el (casi) monopolio de la redistribución y la magnitud de los presupuestos nacionales supera cualquier colecta. Pero como siempre, el kirchnerismo pifia la actitud y pifia el punto central. Se sigue defendiendo ante las críticas o los reclamos mostrando las garras, ignorando el dolor de las personas involucradas. Lo hizo con la tragedia de Once, de la que esta semana se cumplieron diez años; lo hizo con los padres que reclamaban abrir las escuelas; lo hace con quienes le reclaman más acción en Corrientes; lo hace con las personas que se están yendo del país, entre otros muchos casos. Finge una discusión racional, en la que revolea datos dudosos, mientras ignora o se burla de demandas genuinas de personas que están sufriendo.
Tú no has ganado nada, por ejemplo, le dijeron a Maratea: lo millones que conseguiste con tanta alharaca nosotros los ponemos en un par de horas.
Tú no has ganado nada, por ejemplo, le dijeron a Maratea: lo millones que conseguiste con tanta alharaca nosotros los ponemos en un par de horas. Hay una irritación profunda ahí, incapaz de reconocer a alguien que quiso hacer algo de buena fe por compatriotas en un mal momento. Son paranoicos, como Putin: ven enemigos hasta en los que quieren ayudar.
Más allá de la reacción del Gobierno, esperadamente mezquina, ¿por qué triunfó la iniciativa de Maratea? Porque, a pesar del monopolio estatal sobre la ayuda social, la sociedad civil igual quiere dar una mano. Un porteño o una puntana pueden sentir empatía con un correntino y ganas de ayudarlo, más allá de “pago mis impuestos, que se ocupe el Gobierno”. Es un sentimiento legítimo, positivo, que habla de un capital social que a veces pensamos que no tenemos. Y que plantea preguntas más profundas de lo que parece.
Último párrafo de este tema sobre un héroe no reconocido de esta gesta: Mercado Pago y, por extensión, toda la industria fintech que está facilitando los pagos electrónicos. Nada de lo que ocurrió en estos días habría sido posible sin la intermediación instantánea y confiable de la plataforma de Mercado Libre. Cientos de miles de personas (suponiendo un ticket promedio de 500 pesos) confiaron en Maratea y en Mercado Pago. En un momento en el que la confianza de la sociedad en las instituciones está por los suelos, es llamativo que tanta gente haya confiado en la transparencia de la plataforma y de Maratea para que los fondos lleguen a destino.
3. Los K son de Marte, Guzmán es de Venus
Voy a hacer este cortito. Las diferencias recientes en el Frente de Todos, que parecen ser sobre el acuerdo con el FMI, son, en realidad, diferencias profundas sobre la economía y la política, presentes desde el primer día. La demora de dos años en firmar el acuerdo no fue un descuido de Alberto y de Guzmán, sino la única manera de mantener viva la coalición hasta las elecciones de medio término.
Según todos los borradores, el FMI no le está pidiendo a Argentina otra cosa que ser –o acercarse a– un país normal: las cuentas en equilibrio, sin maquinita del Banco Central, precios razonables de energía, tasas de interés por encima de la inflación. No deberíamos necesitar al FMI para que nos diga estas cosas, y sin embargo acá estamos.
No deberíamos necesitar al FMI para que nos diga estas cosas, y sin embargo acá estamos.
El kirchnerismo dice que rechaza el acuerdo con el FMI, pero en realidad rechaza esta normalidad económica. Hace más de una década que el kirchnerismo es déficit, tasas negativas, cepo y tarifas pisadas. No saben hacer otra cosa. Es su única receta. Por eso es incapaz de apoyar un acuerdo en la dirección contraria, está en lo más profundo de su identidad.
Durante dos años se hicieron malabarismos de convivencia, pero la inminencia del acuerdo pone en primer plano estas diferencias, larvadas, pateadas para adelante tanto tiempo. Guzmán tendrá mil defectos, pero es, al revés que Kicillof, un habitante del planeta Tierra. Hoy Guzmán tiene que convencer a los marcianos de que se suban a su cohete y vengan a firmar. Así de difícil parece.
Gracias por leer. ¡Nos vemos dentro de dos semanas!
1. Este newsletter fue enviado antes de la decisión de Vladimir Putin de iniciar la campaña militar en el este de Ucrania.↩
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