ZIPERARTE
Milei presidente

No sos la dictadura

Hay más Incógnitas sobre la gobernabilidad y el liberalismo que sobre la democracia.

Cualquiera de los dos resultados habría producido una anomalía. La anomalía que evitaron los resultados de ayer fue que ganara un ministro que causó hiperinflación. La anomalía que produjeron fue la llegada a la Casa Rosa del primer político no profesional. Milei genera tres preocupaciones: puede ser un riesgo para la democracia, puede ser demasiado de derecha (fascista, según varios), puede ser demasiado débil para gobernar. Yo agrego una cuarta, hecha en casa, que se desprende de la tercera: puede, si fracasa, quemar al liberalismo para siempre. Esto en un país que nació tan liberal que no necesitó partido para defender las ideas de la libertad y por lo tanto careció de armas partidarias sofisticadas para enfrentar la emergencia de un partido anti-liberal, el peronismo, que hizo hegemonía del anti-liberalismo.

Antes de las preocupaciones, empecemos por la anomalía que sí se produjo. Ganó el outsider en el pago de los insiders. Es fácil explicar la anomalía subsumiendo a Milei dentro de una ola global de ultraderecha. Me parece poco interesante e incompleto no mirar el proceso nacional, es decir, la victoria de Milei como el efecto natural de la larga agonía de la Argentina peronista, que adquirió una nueva y frondosa temporada con los bolsos de López, las piedras contra el gobierno de Macri, el vacunatorio VIP, la condena de la ex presidenta Fernández de Kirchner por corrupción y el desmadre económico en curso. Hasta un socialdemócrata europeo hubiera corregido con la única solución que respeta la ley de la gravedad: austeridad fiscal. La motosierra de Milei no es más que una figura de marketing específica –que resultó especialmente efectiva– para un problema bien general, ante el que el peronismo parece haber capitulado.

La preocupación democrática: incluso si tiene algún fundamento, es la más débil de todas. Fue tan esgrimida por políticos y militantes cuya suerte profesional estaba tan atada a la continuidad de las formas de hacer negocios de Massa que costó no sólo creerles sino tratar de reconstruir, a partir de ella, un argumento creíble y claro. Las dos evidencias más preocupantes que logré encontrar fueron muy “literales”. Una vez le pidieron a Milei pronunciarse sobre si la democracia era el mejor régimen político y respondió con la re-pregunta: “¿Usted conoce el teorema de la imposibilidad de Arrow?” La otra es la repetida referencia de Milei a un pasado argentino que tuvo mucho de glorioso pero poco de democrático: las tres presidencias fundadoras y el roquismo (1862-1910). Quizá algunos apunten a una tercera mala señal: su modos de bullying y polarizantes. Si la democracia sobrevivió al bullying polarizante de Cristina, La Cámpora, sus comisarios delegados y sus adalides inorgánicos, no veo por qué no lo haría al estilo de Milei. Antes que desestimar estos indicios, prefiero rescatar dos hechos claramente democráticos: la enorme movilización de fiscales de mesa en busca de un resultado electoral justo. Y que, con el 55% de los votos, a Milei le conviene mucho más la democracia que a la extrema izquierda argentina, que con 3% de los votos en época de cosecha, ya amenaza con tomar las calles.

Si la democracia sobrevivió al bullying polarizante de Cristina, no veo por qué no lo haría al estilo de Milei.

Sobre el giro ideológico que provocarán las políticas de Milei, el foco debe caer en la prioritaria: la económica. La propuesta central, la liberación de la economía de trabas, impuestos y subsidios, que a su vez requiere un Estado más austero, es simplemente una necesidad mecánica frente a dos décadas de desmanejo fiscal que quebraron miles de empresas y personas y quebrarían muchas más. Lo que hay que notar es que cualquier fuerza racional ajustaría, sea de centro izquierda, de centro o de derecha halcona. La prueba está en que casi cualquier dirigente peronista hubiera preferido un ajuste a tiempo antes que volver al llano. Claro, dentro del kirchnerismo, hacer el ajuste a lo mejor no era una cuestión de voluntad sino una imposibilidad, anidada dentro de la estructura de gobernanza del partido y de su coalición social.

La preocupación por la gobernabilidad es la más real de todas. Milei tiene un equipo de amateurs. Necesita 100 políticos profesionales y 200 tecnopols para empezar a hablar. No los tiene. El PRO se los prestaría. El Peronismo Federal se anota. Pero además de policy makers, Milei necesitará protest breakers. Las protestas tardarán en llegar. Pero poco: lo que dure la luna de miel y la yapa de meses que entregará el peronismo sumido en pases de factura sangrientos. Para estabilizar la economía, Milei deberá poder controlar la reacción social contra sus medidas de reforma, fiscal, monetaria y laboral. Como siempre en política, el método será una mezcla de cooptación y represión (si vamos a seguir creyendo lo literal, en su discurso de victoria enfatizó represión “dentro de la ley”). Pero el resultado de esa reacción y contra-reacción es un partido de fútbol de final muy abierto.

De aquí se desprende la cuarta preocupación, la mía, por si a alguien le interesa: que la política económica de shock de Milei no dé resultado antes de que la movilización opositora del peronismo y el trotskismo espante a los pocos inversores que podrían revivir la economía argentina. Milei hizo una gran victoria, con una inestimable e inescrutable ayuda de Mauricio Macri. Pero la apuesta por Milei es jugarse un pleno no sólo al éxito de un gobierno que en los papeles no es más fuerte que el de Fernando De la Rúa. Si el pleno no sale, se quema el liberalismo en la Argentina, un país donde las llamas del fracaso lo van a devorar con mucha más voracidad e irreversibilidad que el avance de cualquier riesgo a la democracia.

 

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Sebastián Mazzuca

Politólogo (UBA). Doctor en Ciencia Política y máster en Economía en la Universidad de California. Profesor de Ciencia Política en la Johns Hopkins University. En Twitter es @SLMazzuca.

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