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(Este artículo fue publicado originalmente en nuestro Anuario 2024, que enviamos gratis la semana pasada a todos nuestros socios suscriptores. Publicaremos el resto de la edición durante el verano, mientras nos tomamos unas semanas de vacaciones. Si todavía no sos socio y querés recibir el próximo, anotate acá.)
Hace un año, los miembros del staff de Seúl votamos casi todos por Patricia Bullrich en primera vuelta y por Javier Milei en el ballotage. Conocido el resultado final, nos preguntamos cómo seguiría la revista después de tres años iniciales en los que habíamos sido opositores al gobierno de Alberto Fernández y al conjunto de ideas arcaicas y obsoletas representadas por el kirchnerismo. Con el tiempo, y algo de sorpresa, nos dimos cuenta de que el triunfo de Milei había sido un buen desenlace para la revista. Si hubiera ganado Patricia, en cuya campaña [disclaimer] trabajé durante casi todo 2023, habríamos tenido demasiados amigos en el Gobierno, y eso nos habría quitado independencia y la necesaria distancia para comentar la marcha de las cosas. Si hubiera ganado Massa, por otro lado, corríamos el riesgo de estar otros cuatro años refunfuñando y protestando, lo que tampoco es una buena actitud ni una manera agradable de pasar la vida.
El triunfo de Milei y el ascenso de su troupe estrafalaria nos pusieron entonces a prueba: ¿somos realmente una revista de ideas, como decimos ser? ¿Podemos estar de acuerdo o en desacuerdo con distintas medidas, más allá de dónde vengan, sin hacer cálculos oportunistas, partidarios o ideológicos? El mes pasado hicimos una encuesta entre nuestros lectores y suscriptores, a quienes les enviamos una serie de preguntas sobre qué nuevos productos les interesaban para el año que viene (nos dijeron que les gustaría que publiquemos libros, y estamos trabajando en ello). También los consultamos sobre nuestra relación con el Gobierno. ¿Somos demasiado oficialistas, demasiado opositores o mantenemos una distancia razonable?, les preguntamos. Y más de dos tercios, para nuestra satisfacción, respondieron que estábamos teniendo una distancia razonable, ni muy oficialista ni muy opositora. Eso muestra, o es una señal, que nuestra intención de mantenernos fieles a nuestras ideas —básicamente, la defensa de la democracia liberal y la economía de mercado, por eso nos llamamos Seúl: porque estamos al sur del paralelo 38— había recibido al menos el apoyo de nuestros lectores. Este año, además, aumentamos un 25% la cantidad de suscriptores y otro tanto la cantidad de lectores registrados y visitas a la web.
Esta actitud nos permitió mantener una dosis saludable de perplejidad y curiosidad frente al huracán político que sacudió a la Argentina en estos meses. En lugar de creer que teníamos todas las respuestas, como quizás sí nos habíamos sentido durante la resistencia inicial al progresismo albertista, nos sentimos cómodos planteándonos dudas. Autores de todo tipo en nuestras páginas, por ejemplo, desde Lucas Llach y Julio Montero a Diego Papic y Luz Agüero, se preguntaron cómo debe sentirse y posicionarse un liberal frente a este Gobierno que mezcla tantas tradiciones y conductas en apariencia contradictorias. ¿Es posible apoyar la agenda de reformas económicas sin subirse al trencito de la alegría? Seguimos sin tener una respuesta clara, pero la seguiremos buscando.
¿Es posible apoyar la agenda de reformas económicas sin subirse al trencito de la alegría?
No hicimos, por lo tanto, propaganda por el Gobierno ni nos encerramos en las acusaciones de “ultraderecha” o “fascismo”, gastadas y exageradas. Esto último nos generó críticas, incluidas las de algunos excompañeros de viaje, que sólo admiten como válida la oposición total, en modo resistencia, frente a Milei y su avanzada libertaria. A nosotros eso nos parece una actitud equivocada, por el contenido (no es un gobierno ni fascista ni de ultraderecha) y por la disposición: el modo resistencia te hace menos curioso y menos inteligente. Vemos a Milei como un animal nuevo, original, que está aplicando en la economía rumbos y reformas por las que venimos lloriqueando desde hace años (¿cómo no las vamos a reconocer?) y que en lo político es todavía una fuerza insolente pero débil, de contornos aún difusos, capaz del mayor idealismo y del mayor cinismo con cinco minutos de diferencia. Aun con la progresiva consolidación de su gobernabilidad en estos meses, sigo creyendo (esto es una opinión personal) que en la Argentina hay menos riesgo de tiranía que de anarquía, por ponerlo en términos decimonónicos. Todavía veo más probable un despiste del plan económico (y su consecuente vacío de poder y crisis social) que una hegemonía mileísta de tintes autoritarios y recorte de derechos constitucionales. En parte porque Milei no tiene, al menos todavía, el poder para lo segundo, pero también porque ni siquiera creo que es lo que desea o tiene como objetivo. Pero esto se verá con el tiempo: las enormes dificultades de gobernar y lo cambiante que es políticamente un mandato presidencial (algo que, siento, subestiman los estrategas oficialistas) pueden modificar este panorama. Aunque este es un gobierno que a veces parece tener una visión clara del futuro (“el país más libre del mundo”), también, por personalidad y necesidad, está obsesionado con ganar la batalla de cada día, todos los días. Y cuando uno se obsesiona con el día a día debe saber que hay un tradeoff con la visión de largo plazo.
Globalismo para todos
Intentamos comprender a Milei, también, mirando más allá de nuestras fronteras, poniendo al presidente y su movimiento deshilachado en un contexto global, donde candidatos y presidentes parecidos a él, pero no idénticos, están pareciendo captar algo de la rebelión popular contra élites y castas. Milei despotrica contra el globalismo, pero su plan económico es (por suerte) full globalista Consenso de Washington: racionalidad macroeconómica, apertura comercial, inversión privada, tipo de cambio (eventualmente) flotante. Aun así, es uno de los protagonistas principales de la ola posneoliberal que parece estar asomando en el mundo: 40 años después de los consensos que hicieron convivir la inflación baja y la dureza macroeconómica con una burocracia socialmente progresista, votantes de medio planeta parecen estar demandando otro tipo de respuestas y levantan sus dedos acusadores contra élites de todo tipo. Las gobernantes, para empezar, pero también contra los periodistas, los académicos y los expertos, a quienes atribuyen los peores pecados. A pesar de su ortodoxia económica, acá es donde el personaje de Milei sintoniza mejor: sus cascotazos contra una élite que, en Argentina, impedía la competencia y perpetuaba un statu quo corporativo (algo que venimos señalando desde siempre en Seúl) es lo que lo conecta con el clima de época.
¿Cómo no te van a generar curiosidad estos cambios? ¿Cómo vas a ningunearlos con etiquetas no sólo de otra década, sino de otro siglo? Nuestro rol es empujar nuestras ideas pero también tratar de entender lo que pasa, siempre con el rigor y el respeto que, creemos, hemos mantenido en este tiempo. En 2024 exploramos esta rebelión plebeya desde varios ángulos: el político, por supuesto, que devolvió a Donald Trump a la Casa Blanca; pero también desde la conversación pública y la crisis de los medios tradicionales, que están reaccionando con más bronca que autocrítica a su crisis de autoridad y modelo de negocio. Es, sin dudas, una época interesante para pensar sin ataduras y sin complejos. A veces la vamos a pifiar, quién no, pero preferimos pifiar por valentía y riesgo que por conformismo e inercia.
En 2025 queremos seguir creciendo, como lo venimos haciendo pasito a pasito cada año. No recibimos fondos de ningún tipo y nuestros únicos ingresos son los de nuestros socios y auspiciantes. Eso nos impide dar saltos más largos, pero también nos permite dar pasos más firmes. Este año finalmente debutamos con Seúl Radio, que tuvo una gran recepción y queremos expandir, y ampliamos nuestra oferta de newsletters, muy valorados por nuestros lectores. Nuestras próximas avenidas, creemos, son los libros y los eventos, poder vernos cara a cara para seguir charlando y debatiendo. Nos enorgullece y nos alegra la comunidad que formamos en estos años, pero tenemos que salir de nuestra madriguera y darnos un abrazo. A quién lo gusta darse un abrazo.
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