¿Y ahora?

Imperdonablemente estúpidos

Ahora todos critican al Gobierno y está bien, mejor tarde que nunca. Pero cabe preguntarse por qué tantos periodistas e intelectuales no vieron lo evidente.

El móvil de C5N estaba ayer esperando al presidente en Tucumán para el acto por el aniversario de la declaración de la Independencia. La periodista quiso dialogar con los chicos que estaban detrás de las vallas, llevados pobrecitos por el colegio un sábado a la mañana, con barbijo y guardapolvo. “¿Qué le van a decir al presidente cuando lo vean pasar?”, preguntó, y le acercó el micrófono al único que tenía el barbijo por debajo de la nariz. Ese dato la debería haber alertado. El chico le contestó con una sonrisa y esa encantadora y pícara tonada tucumana: “¿Por qué se deja gobernar por la Cristina?”.

Ese chico me hizo acordar a aquel otro que, en medio de la muchedumbre, gritó: “¡El Emperador está desnudo!” El cuento con aires de fábula es de Hans Christian Andersen y se llama “El traje nuevo del Emperador”. Supongo que ya todos lo conocen, al menos en alguna de sus versiones. Unos estafadores le ofrecen un traje a un Emperador muy coqueto que aseguran está confeccionado con una tela tan fina y sofisticada que es invisible a todo aquel indigno para su puesto o imperdonablemente estúpido. Ese traje no existe, pero como tanto el Emperador como sus cortesanos creen que no lo ven por ser indignos para sus puestos o imperdonablemente estúpidos, simulan ante los demás que sí. El Emperador decide presentar su nuevo traje en una procesión frente a todo el pueblo y ahí va el pobre hombre, desnudo, mientras los espectadores exclaman lo hermoso que es el traje, por temor a que los demás crean que son imperdonablemente estúpidos. Entonces es cuando un chico grita: “¡Pero si está desnudo!”.

La fábula es tan genial que la expresión “el Rey está desnudo” entró en el habla cotidiana y se usa para decir que algo que todo el mundo quiere negar, es evidente. El chico de Andersen es el único que puede decir lo que los demás no dicen, que es la verdad objetiva, porque confía en lo que ven sus ojos, confía en su sentido común y no tiene miedo de que los demás piensen que es tonto. Esa es una de las claves de la fábula. La semejanza con algunas de las cosas que nos pasan va mucho más allá del adorable niño tucumano, que al fin y al cabo probablemente estuviera sólo repitiendo lo que escuchó en su casa.

El miedo a decir lo obvio

Por eso más que ese chico me interesan aquellos que veían al emperador desnudo pero no decían nada. Su contraparte de este lado del espejo son los periodistas e intelectuales que no dijeron que el Frente de Todos era un monstruo creado por Cristina que, como una Frankenstein de Tolosa, le dio vida con la sola intención de volver al gobierno y tomar el Estado por asalto. Tan sencillo como eso.

Además, no hubo sólo un chico gritando que el Rey estaba desnudo, fuimos casi la mitad de los argentinos. ¿Por qué la gente que estudió para eso no lo dijo? Yo creo que les pasó algo parecido a lo de la fábula. Tuvieron miedo de decir lo obvio, de que los demás creyeran que son imperdonablemente estúpidos. Terror pánico de llegar con sus esforzados posgrados a la misma conclusión que @Mabel41%. Entonces estos periodistas e intelectuales se dieron manija y gritaron “¡qué hermoso estampado! ¡qué lindos colores!”, mientras observaban en la procesión el pene bamboleante de nuestro presidente Alberto Ángel Fernández.

Ahora, igual que el pueblo habilitado por el grito del chico en la fábula de Andersen, todos critican al Gobierno. Mejor tarde que nunca. Pero estoy seguro de que hay otros estafadores a la vuelta de la esquina preparando otro traje para otro emperador, y otro monstruo de Frankenstein. ¿Se animarán esta vez los periodistas e intelectuales a decir lo que ven sus ojos, lo evidente, lo simple?

Me faltó contar el final de la fábula, que no recordaba porque probablemente la había leído en una versión abreviada para chicos. Cuando el Emperador mismo se dio cuenta de que efectivamente estaba desnudo, pensó: “Ahora tengo que aguantar hasta el final”. Y siguió caminando.

 

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Diego Papic

Editor de Seúl. Periodista y crítico de cine. Fue redactor de Clarín Espectáculos y editor de La Agenda.

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