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Elecciones 2023

Era mejor la libertad

Para mantener la unidad, todo Juntos por el Cambio debería dejarles a sus votantes hacer lo que quieran en el ballotage.

Plantear el eje de las acciones y discursos en la obsesión por “terminar con el kirchnerismo” fue un error en la campaña y es un error ahora que Bullrich, con el aval de Macri, manifieste su apoyo a Milei para el balotaje. No lo pienso tanto en términos electorales. A pesar de todos los análisis con el diario del lunes, es difícil saber cuál hubiese sido el resultado de las elecciones si Bullrich hubiera enfocado la campaña de otra forma. De la misma manera, es imposible vaticinar qué impacto tendrá el apoyo a Milei en aquellos que el domingo eligieron a Juntos por el Cambio. Pero está claro que lo que se puso en riesgo es la identidad y el futuro de la coalición.

El día previo a la elección general pensaba qué era lo que me hacía elegir a Juntos por el Cambio frente a las demás opciones. No era, claramente, un entusiasmo particular respecto a la figura de Bullrich. Me parece una persona decente y la sentía capacitada para ser presidenta, sobre todo en la comparación con los otros candidatos; pero no coincido con muchas de sus ideas y posicionamientos y creo que sus dificultades para enhebrar un discurso sólido, sobre todo en temas económicos, generaron una incertidumbre que no se subestimó. Pero mi voto tampoco tuvo que ver con la idea de elegir al “menos peor”, o con votar por quién me garantizara un contraste más claro respecto al oficialismo, representado por Massa, más allá de su estrategia (evidentemente eficaz) de despegarse de cualquier responsabilidad vinculada a estos cuatro últimos años de gobierno.

Mi apoyo y mi voto fueron a los valores y concepciones ideológicas que estaban representadas en la coalición, los cuales se pueden identificar con las tradiciones de los partidos políticos que lo integran. Lo que voté es lo que yo veo de positivo en el PRO: una concepción moderna del Estado, con eje en la gestión, más en función del bienestar del ciudadano que al servicio de las corporaciones, una apuesta por reformas racionales y una política exterior alineada a las democracias liberales del mundo; lo que representa la Coalición Cívica: la lucha por la transparencia en los actos de gobierno, el valor de la decencia y el ojo atento para detectar focos de corrupción; algunos de los valores de la UCR: la tradición republicana, el respeto a la división de poderes, el rescate de la importancia del Estado para proteger los derechos civiles, el valor del diálogo político y una adhesión al concepto de justicia social ajeno al populismo. Liberalismo, república y transparencia.

Mi apoyo y mi voto fueron a los valores y concepciones ideológicas que estaban representadas en la coalición, los cuales se pueden identificar con las tradiciones de los partidos políticos que lo integran.

Todos estos valores, que en ningún caso entran en contradicción entre sí sino que se complementan, y que eventualmente iban a derivar en políticas concretas de gobierno, son los que me hubiera gustado que se trasmitieran de una forma positiva y vigorosa en la campaña, sin hacer tanto foco en los defectos de los adversarios, especialmente los de Massa y el kirchnerismo. Es muy posible que no hubiese alcanzado, pero la derrota hubiera sido más digna. Estoy convencido de que Bullrich era la mejor opción, pero también hay que decir que su campaña fue muy errática y poco seductora.

Massa me parece un político habilidoso pero resbaladizo, un profesional del poder, un ambicioso sin ideas propias; pero su campaña fue precisa, clara y sostenida sin fisuras. La idea de un candidato que se presentaba, al mismo tiempo, como sostén del gobierno presente y paladín de su renovación parecía absurda y destinada al fracaso, pero Massa tuvo el mérito de hacerla viable. Cristina tenía razón cuando dijo que esta elección se ganaba con un piso alto y no con un techo alto. A Massa le alcanzó con retener el voto kirchnerista y sumar el de otros sectores del peronismo tradicional y el de independientes no afines al macrismo pero que tampoco simpatizan con las locuras libertarias. Su techo no es muy alto, pero posiblemente sea más bajo que el de su contrincante en el balotaje. La gran paradoja es que la candidata que tal vez hubiera tenido un techo más alto, porque recogía el menor volumen de oposición absoluta, fue la que tuvo menos votos de los tres.

Desgastes

Bullrich se desgastó demasiado en mostrar lo que no era, en que quedara claro a qué se estaba oponiendo, pero no fue lo suficientemente eficaz en explicar cómo iba a ser su gobierno, qué políticas iba a plantear. La aparición de Milei en las PASO como un tercer tercio competitivo la desdibujó y le fue muy difícil encontrar un lugar propio. No era una situación fácil. No estuvo cómoda en el lugar del medio, en el de la moderación. Fue muy explícita en su desprecio por todo lo que tenía que ver con el kirchnerismo, aunque no tanto con su otro rival. Eso fue evidente incluso en su discurso de la noche del domingo de la derrota. El apoyo a Milei, aun cuando no implique por el momento un acuerdo político, pareció confirmar esa tendencia. Yo creo que es un error gravísimo. Bullrich lo justificó desde la imposibilidad de mantenerse neutral frente a la posibilidad de una continuidad del kirchnerismo en el poder.

Es cierto que la perspectiva de un gobierno de Massa, para la mayor parte de los votantes que eligieron a Bullrich, está llena de sombras y malas vibraciones, que incluyen la supervivencia de los peores vicios del kirchnerismo. Pero también es cierto que la idea de Milei en el poder está muy lejos de lo que la coalición ha venido representando en cuanto a valores democráticos, formas de ejercer la política, respeto institucional y en concepciones humanistas. Si la intención era mantener la unidad de la coalición, si el camino era seguir defendiendo las ideas y las convicciones más allá de la derrota electoral, lo que Bullrich debió haber hecho era dejar en libertad de opción a sus votantes, no apoyar a un candidato sobre otro, concentrar las energías en la autocrítica interna, en la reconstrucción de los lazos rotos entre los partidos y los dirigentes, en empezar un nuevo camino para convertirse nuevamente en una opción democrática y plural para volver al poder en 2027.

La gran paradoja es que Bullrich termina apoyando precisamente al candidato cuya irrupción fue tal vez la que le impidió convertirse en presidente. Es posible que su obsesión por terminar con el kirchnerismo termine siendo la que le de una sobrevida que ni sus propios simpatizantes imaginaban hace pocos meses.

 

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Juan Villegas

Director de cine y crítico. Forma parte del consejo de dirección de Revista de Cine. Publicó tres libros: Humor y melancolía, sobre Peter Bogdanovich (junto a Hernán Schell), Una estética del pudor, sobre Raúl Berón, y Diario de la grieta.

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