VICTORIA MORETE
Domingo

Un Paka Paka de papel

Los gobiernos peronistas de los '70 publicaron un diario revisionista y de izquierda para repartir en las escuelas. Duró poco, pero muestra que algunas mañas de vienen de lejos.

Soy, entre otras cosas, autor de literatura infantil y juvenil. Escribo para chicos desde mediados de la década del ’90, pero eso no me convierte en un experto en el tema. Durante muchos años tuve una mirada ingenua con respecto a qué se publicaba y qué no. Pensaba que daban a conocerse las mejores historias, las más originales, las que jugaban de manera más bella con el lenguaje. Pero entonces, avanzados los 2000, aparecieron los planes de promoción de lectura del kirchnerismo. Por temporadas, el Estado se transformó en el principal comprador de libros infantiles, para distribuirlos “gratuitamente” a escuelas y alumnos, y alteró la industria. Florecieron sellos ignotos. Hubo favoritismos. Los editores buscaron contenidos que agradaran al Gobierno, o que no lo molestaran. Ya bastante representadas en el segmento, las temáticas afines al progresismo (derechos humanos, diversidad, pobreza, pueblos originarios y un largo y difuso etcétera) ganaron espacio. En cambio, el entretenimiento puro (el que más me interesa porque, al parecer, tengo un costado Micky Vainilla con su frase de cabecera “yo sólo hago pop, pop para divertirme, nada más”) retrocedió casilleros. Admito igual que alguna compra nacional, provincial o municipal me benefició en la volteada.

Como soy un poco corto de entendederas, recién a principios de 2015 constaté en toda su magnitud hasta qué punto había llegado la injerencia estatal en la selección de los títulos que veían la luz. Acababa de perder un año esperando que una de las editoriales majors resolviera si incluía en sus planes mi novela El skate del diablo, una de terror y patinetas en un pueblo chico, infierno grande. La respuesta fue negativa y me lancé a mostrar el original a casas de segundo orden. Quería repartir los huevos en otras canastas. Ir más allá de Sigmar y Quipu, que me habían publicado hasta entonces.

Promover el pensamiento crítico, la lucha contra los poderes establecidos y hasta cierta rebeldía en los niños está bien, a menos que gobierne el peronismo.

Una editorial que no voy a nombrar se mostró muy interesada en imprimir El skate…, pero (siempre hay un pero) pedía achicar una subtrama de corrupción que involucraba al intendente, al comisario y al juez del lugar. El problema, sobre todo, era el intendente y, de paso cañazo, mejor si sacaba a algún secretario de Deportes que aparecía por ahí. En una charla telefónica, la editora se sinceró y, palabras más, palabras menos, me dijo: “Hay demasiado cuestionamiento a la autoridad y yo necesito venderle al Estado”. O sea que promover el pensamiento crítico, la lucha contra los poderes establecidos y hasta cierta rebeldía en los niños está bien, a menos que gobierne el peronismo, porque el peronismo es bueno.

Como tengo mis principios y, si no les gustan, tengo otros, el diálogo se desvaneció y el contrato quedó en la nada. Finalmente, El skate del diablo salió por Editorial Del Naranjo, que respetó la obra en su totalidad. El libro no entró en ningún programa oficial, al menos hasta ahora. Con la pandemia de por medio, recién obtuvo cierto reconocimiento a fines de 2022, cuando ganó el primer premio, dentro de la categoría colegios secundarios, en Los Favoritos de los Lectores, una movida organizada por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina (ALIJA), donde votan los pibes. La novela no les gustará a los funcionarios, pero engancha al público al que va dirigida. ¡In your face, editora ensobrada!

Revisionismo histórico ‘for kids’

Toda esta historia, que tenía prácticamente archivada, volvió a mi memoria días atrás, cuando leí El diario de los chicos, un libro editado por la Universidad Nacional de Quilmes sobre el eslabón perdido del adoctrinamiento peronista a las infancias (como se dice ahora) entre 1973 y 1974, cuando la juventud maravillosa se creyó el verso de que Perón se había vuelto socialista y todo terminó virando a la derecha más derechosa, empeoró tras la muerte del viejo y sálvese quien pueda.

Me considero, en el promedio, una persona bastante informada, pero nunca tuve, hasta ahora, la menor idea de que entre el gobierno de Cámpora y la tercera presidencia de Perón se gestó, desde el Ministerio de Cultura y Educación, dentro de una dependencia comandada por un periodista integrante de Montoneros, una breve pero intensa “experiencia revolucionaria de comunicación” dirigida a alumnos de sexto y séptimo grado de la primaria en todo el país, con tiradas de hasta 600.000 ejemplares. Algo así como un Paka Paka de la gráfica. Un canal Encuentro de papel. Faltaban décadas para Zamba, pero El diario de los chicos desbordaba de héroes indígenas, caudillos y revisionismo histórico for kids, a la vez que se adelantaba, nobleza obliga, a las discusiones sobre el cambio climático.

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Olvídense de los manuales escolares del primer peronismo, donde los niños aprendían a leer con textos que repetían “Evita me ama” y “Perón es el líder”. En 1973, la liberación parecía a la vuelta de la esquina, por eso El diario de los chicos explicaba que unas inundaciones bíblicas en Santiago del Estero se debían al desmonte, y que las ganancias por la rapiña de madera habían terminado en Inglaterra.

El libro que despertó mis recuerdos fue escrito por dos autores que se definen como kirchneristas: Lucía Abbattista (profesora en Historia y magíster en Historia y Memoria, docente y autoridad de las universidades de La Plata y Quilmes) y Daniel Badenes (doctor en Ciencias Sociales, profesor de Historia de los Medios en la Universidad de Quilmes y secretario académico de la misma casa de estudios). Además, Abbattista y Badenes son pareja. Lo cuentan al explicar la génesis y el desarrollo del proyecto. Su trabajo final y el medio que investigaron llevan el mismo título.

Una aclaración: El diario de los chicos no fue exactamente un diario, sino un periódico con el aspecto de la prensa escrita cotidiana, para que los niños se familiarizaran con el formato que leían “los grandes”. Su ciclo de vida fue corto, poco más de un año desde la presentación de la iniciativa al Gobierno hasta el cese de la publicación en medio del caos que significó la gestión de Isabel Perón.

‘El diario…’ explicaba que unas inundaciones en Santiago del Estero eran por el desmonte, y que las ganancias por la rapiña de madera habían terminado en Inglaterra.

La primera prueba salió en octubre de 1973 bajo la consigna “Los chicos tienen derecho a saber lo que pasa todos los días”. El Departamento de Comunicaciones Sociales del Ministerio de Cultura y Educación era el organismo responsable. El diario… tenía doce páginas (tres pliegos en formato tabloide) y alcanzó apenas cinco ediciones, la última en agosto de 1974. Se trató de dos números cero que tuvieron tiradas de 90.000 ejemplares para recibir feedback de docentes y alumnos de todo el país. Luego vinieron las vacaciones y la idea era arrancar a full con el ciclo escolar. Pero en la práctica el número uno chocó con la demora en el presupuesto y sólo se imprimieron mil ejemplares para autoridades. Los números dos y tres sí alcanzaron el objetivo de 600.000 ejemplares.

“Queremos que cada chico sepa lo que quiere, tenga una opinión propia. Y para tener opiniones hay que estar informados”, era otro de los principios rectores del periódico. Así enunciado, resultaba irreprochable. ¿Quién podía oponerse? La “derecha peronista” encarnada en el nuevo ministro Oscar Ivanissevich, quien desató la caza de “zurdos” en Cultura y Educación. Apenas asumido, Ivanissevich repudió que durante la gestión de su antecesor Jorge Alberto Taiana (el padre del Jorge Taiana que conocemos ahora) se hubiesen hecho “un diario para chicos y muchas cosas desagradables”.

La directora de El diario… fue Marta Dujovne. Formada en Letras de la UBA, venía de ser jefa de guías del Museo Nacional de Bellas Artes y tenía vínculos con el mundo editorial. Luego de esta experiencia fue librera y autora para niños, se dedicó a la docencia universitaria y estuvo en el Museo Etnográfico de Filosofía y Letras. Taiana, por su parte, era uno de los médicos de Perón, juró en Cultura y Educación el mismo día que asumió Cámpora y –a pesar de las presiones por derecha– sobrevivió en el cargo durante el interinato de Lastiri y hasta casi dos semanas después de la muerte del General. Tras el golpe, estuvo preso desde 1976 hasta 1982.

En un principio, Dujovne pensó El diario… para el sector privado. Quería desarrollar el proyecto como suplemento de un diario de edición nacional o como fascículos del Centro Editor de América Latina. La inspiración era Le Journal du Monde, una enciclopedia francesa para chicos que presentaba “la historia como noticia” en 54 supuestos periódicos, desde la prehistoria hasta mediados del siglo XX.

Con el cambio de clima generado por el triunfo de Cámpora, el proyecto rumbeó para el Estado. Dujovne se lo presentó a Andrés Zavala, un joven periodista de Montoneros.

Para plasmar las ideas en papel, Dujovne se asoció con el dibujante y diseñador Lorenzo Amengual. Juntos redactaron un documento de cuatro páginas donde detallaron cómo sería la publicación. Se daría preponderancia al entretenimiento con fines formativos y educativos. Decía la propuesta: “Se considera que las historietas son sólo para divertirse, y bastante inofensivas, pero el más superficial análisis de las que publican en Billiken y Anteojito nos muestra que la mayoría responden a una filosofía netamente colonial. Creemos fundamental la inclusión de una historieta de signo exactamente inverso”.

Con el cambio de clima generado por el triunfo de Cámpora, el proyecto rumbeó para el Estado. Dujovne se lo presentó, concretamente, a Andrés Zavala, un joven periodista integrante de Montoneros que estaba a cargo del Departamento de Comunicaciones Sociales. Zavala aceptó de inmediato. Luego del derrocamiento de Isabel, Zavala se exilió y volvió a la Argentina con la democracia, en 1983. Fue editor de Política del diario La Voz. Falleció en 1990 mientras dirigía un diario en San Luis.

En una entrevista para el libro, Marta Dujovne recordó que aquella reunión con Zavala fue el 13 de julio de 1973. Cuando salió del Ministerio, escuchó por radio la renuncia de Cámpora. “Esto ya no sale”, pensó. “Pero como Taiana siguió hasta la muerte de Perón, se pudo, aunque salió ya a contramano”.

“Se hace o se hace”

En la web de la Biblioteca Nacional del Maestro puede verse, íntegro, el segundo número cero de El diario de los chicos, fechado en noviembre de 1973. Uno de los títulos de tapa es “Declaraciones de Perón”. Las páginas dos y tres están ocupadas por A volar se ha dicho, una historieta sobre los orígenes de la aviación. Luego viene una noticia acerca de la futura construcción de la represa de Yacyretá y hay una entrevista a Taiana realizada por chicos periodistas. La doble central (páginas seis y siete) está ocupada por una PNT de la Secretaría de Comercio que lleva por encabezamiento “No pagues de más: hay precios máximos”. Sigue, con un salto de página, la historieta La Vuelta de Obligado. Hay dos páginas de una encuesta dirigida a los lectores y, en la contratapa, bajo el título “La columna de América”, hay una nota sobre la exposición 12.000 años de Patagonia, que se realizaba en el Museo Etnográfico.

A propósito de la segunda historieta, el libro de Abbattista y Badenes deja algunos indicios sobre cómo se construyó, hace medio siglo, la recordación actual del Día de la Soberanía Nacional (feriado desde 2010). “Para el 20 de noviembre de 1973 el gobierno de la provincia de Buenos Aires, encabezado por Oscar Bidegain, estaba planificando la conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado. A 128 años del hecho, su elección contribuía a la rehabilitación de la figura de Rosas y, a la vez, permitía tematizar la soberanía y una gesta popular antiimperialista. En la misma línea, el Ministerio (de Cultura y Educación) produjo una película alusiva, titulada El combate de la Vuelta de Obligado, que contó con la actuación de Víctor Laplace”.

Para integrar el Departamento de Comunicaciones Sociales del ministerio de Taiana, el periodista montonero Andrés Zavala convocó a una cantidad de gente. Se destacaron el escritor, filósofo y periodista Nicolás Casullo y el cineasta Santiago Carlos Oves, en un universo de más de 70 contratados para cubrir distintas áreas. Por ejemplo, Carlos Ulanovsky y Mario Mactas hacían el programa Ruidos en la cabeza por Radio Argentina. También trabajaba ahí la periodista Ana Amado. Para las producciones discográficas convocaron al músico Enrique Masllorens. Y estaban los actores Laplace y Norman Briski y los semiólogos Oscar Steimberg y Oscar Traversa.

El Sector Discos del Departamento de Comunicaciones Sociales grabó dos simples de 33 rpm en los estudios TNT. Uno de ellos se llamó ¡Vamos, estudiantes!. De un lado incluía la canción del título y, del otro, “Humanizándonos”. Ambos temas fueron interpretados por un conjunto llamado Futuro 5, que no era otro que Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. En cambio, quedó trunco un simple de Roque Narvaja con las canciones “La patria grande” y “El trabajador latinoamericano”.

Los números cero se imprimieron en los talleres gráficos de la revista católica Esquiú, mientras el ministro Taiana promovía la expropiación de la Editorial Códex.

Dentro de la redacción de El diario de los chicos, otra figura importante fue el maestro Pablo Medina, quien –tras el desguace del Departamento de Comunicaciones Sociales– fundó junto a Marta Dujovne La Nube, una librería especializada en infantiles que también vendía juguetes alternativos. Dujovne luego se desligó y La Nube, con el correr de los años, se transformó en una biblioteca y centro de documentación de referencia en temas de infancia. Su sede actual queda en Chacarita y cuenta con apoyos oficiales de Ciudad y Nación.

Los números cero de El diario de los chicos se imprimieron en los talleres gráficos de la revista católica Esquiú, mientras el ministro Taiana promovía en el Congreso una ley de expropiación de la quebrada Editorial Códex para convertirla en una empresa dependiente de Cultura y Educación. No obstante, la burocracia pudo más y Taiana se encontró sin presupuesto para imprimir el número uno en el comienzo del ciclo lectivo de 1974. El dinero apareció para las grandes tiradas de los números dos y tres, que se realizaron en Códex, no estatizada pero sí intervenida por un comité interministerial donde mandaba gente de López Rega. De hecho, cuando se produjo finalmente la expropiación hacia fines del ’74, Códex quedó a cargo del Ministerio de Bienestar Social.

Una muestra del delirio de la época es que en Códex, a la vez que hacían El diario… y otras producciones del Departamento de Comunicaciones Sociales como Historietas de la liberación, se imprimía la revista El Caudillo, un pasquín del ala derecha del PJ que exigía la renuncia de Taiana y lo acusaba de deformar las mentes de los niños.

Otro ejemplo de locura se produjo con la muerte de Perón, el 1º de julio de 1974. Andrés Zavala le planteó a Marta Dujovne que debían sacar un número dedicado íntegramente al líder extinto. “Yo le dije que no, que eso iba en contra de todo el planteo de El diario de los chicos, y que no era buena política. Que era hablarle a los propios. Que no había que hacerlo. Era obvio que ya todo se acababa, entonces lo que pasó es que ahí sí, fue la única vez, Andrés me dijo: se saca o se saca. Yo le dije: no hay problema, pero no sale como El diario de los chicos”.

En efecto, el Ministerio de Cultura y Educación sacó una edición especial en tabloide sobre Perón. Utilizó la mano de obra, el papel y el sistema de distribución de El diario…, pero era una publicación distinta. Un one shot, en la jerga actual de la gráfica. El diario… abordó la noticia en cuatro páginas del número dos.

Soy, entre otras cosas, autor de literatura infantil y juvenil. Durante muchos años tuve una mirada ingenua con respecto a qué se publica para niños.

Ya no.

 

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José Montero

Periodista, escritor y guionista. Autor de literatura infantil y juvenil.

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