ELOÍSA BALLIVIAN

Dejarlos hablar hasta que se cansen

Los lectores también nos enseñan: para entender a Milei hay que mirar a Francia y su poujadismo.

Excelente. Da justo en el clavo de la inconsistencia argumental. Un muy buen texto de un abogado que resalta los infranqueables límites jurídicos y constitucionales que el populismo desdeña desde la ignorancia y la prepotencia. Resulta obvio que la propuesta de La Libertad Avanza resulta a todas luces insuficiente, improvisada, carente de todo sustento.

El problema radica, me parece, en cómo torcer el voto entusiasta, emocional y en gran medida fanático de aquellos que, sordos a cualquier argumentación, clausuran sus mentes al debate. “Es diferente, abuelo”, suele reiterarme mi nieto de 17 años. Cómo desarmar este simple argumento, me parece, es uno de nuestros desafíos.

–A. Pérez Núñez

Impresionantes los artículos y la entrevista de este domingo.

Cada vez mejor. Las ilustraciones son verdaderas obras de arte y análisis político. Los amo.

–Patricia Rossi

Patricia es más de lo mismo y ustedes, con su revista.

Como ustedes mismos dicen: no sean boludos, aprovechen la oportunidad de volver a ser una potencia con Milei. Dejen de lado sus intereses personales, que no los van a llevar a un buen lugar.

–Jaime Yepez Alfaro

Me encantó la nota, me hace sentir menos sola.

Lo que hace grandes a los pueblos no es su riqueza, es su calidad humana, su comprensión del mundo y su papel dentro de él; que han llegado a comprender que sin orden, institucionalización, respeto a la ley, corrupción cuasi nula, gobernabilidad compartida con los otros grupos políticos que no son sus enemigos, no es posible la política, la existencia de la sociedad en paz y desarrollo.

Los argentinos nos llenamos la boca con eufemismos insoportables de sostener: tenemos la mejor carne del mundo, las Malvinas son argentinas, pueblos originarios (Ameghino fue vapuleado cuando intentó sostener la teoría del hombre americano), Maradona era Dios. Creemos que es el país más lindo y mejor del planeta. Nos agrandamos a la primera señal de haber ganado algo. Desarrollamos un partido político que muta a cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder, poniéndose en el bolsillo aquello de la justicia social desde hace 70 años. Y hemos caído con el resto del Occidente cristiano en la animalización de la tecnología, que se sintetiza en un teléfono celular del que no nos despegamos y que nos hace soberanos porque nos permite putear por las redes sociales.

Milei encarna lo peor de nosotros mismos. Y da la posibilidad de revancha, no importa como. Total, nos ha ido tan mal en este siglo que con probar, ¿qué se pierde?

Es cierto que hay otro tipo de discernimiento cuando hay que votar de verdad. Pasó en Francia con la chica Le Pen, no hace tanto. Así que espero que aquí pase lo mismo. Que vaya a votar más gente. Que Patricia Bullrich saque pecho y avance –como lo hizo el domingo con Pablo Moyano– a poner freno y filete a los hijos de puta que sabemos muy bien dónde están.

Un saludo cariñoso a toda la banda de Seúl,

–Ana Ierace

Leí con atención su artículo. Comparto su reflexión crítica, clara, concreta y directa. Los jóvenes y ancianos que siguen a Milei están desesperados por que “la casta desparezca” y darán su voto al que promete puro humo, como soplar y hacer botellas.

Mi voto fue, es y será garantizado a Patricia.

Graciasssssss,

–Katty

Buen artículo. Prudencia en la crítica total al entorno de Milei. Tienen lo suyo y representan a mucha gente. 

–Fernando Petrella

Muy bueno el artículo de Miguel Braun. En el Mercosur habría que volver a la idea original: que sea un tratado de libre comercio y no una unión aduanera. Así podríamos negociar directamente con la Unión Europea y otros, e incorporar rápidamente a Chile y otros bloques de la región.

Los felicito,

–Javier González Fraga

¡Excelente posición en la visión de la actualidad política en Argentina!

El artículo me llegó desde Omán de parte de un amigo santiagueño que vive en la península arábiga.

Saludos cordobeses, hoy desde Ciudad de Panamá,

–Héctor Alberto Lovay Biglia

El muy buen artículo de Ergasto Riva del martes 5 de septiembre incluye una acertada mención a Guglielmo Giannini y su “uomo qualunque” y me hizo pensar que, en este momento de la Argentina, también deberíamos rescatar, no en un buen sentido, la figura de Pierre Poujade.

Poujade era el dueño de una librería-papelería en un pueblito del sur de Francia que se hizo famoso en los años ’50 por liderar una pueblada en contra de unos inspectores de la agencia de impuestos que venían a fiscalizar su negocio. Pillo y buen orador, usó esa ocasión para canalizar a su favor la bronca de los pequeños comerciantes del interior donde, en 1953, los recuerdos de la guerra todavía estaban frescos y el derrame del Plan Marshall no se notaba.

El discurso poujadista es “mileismo avant Milei”: defensa irrestricta de los pequeños franceses que se levantan temprano para ganar su vida frente al “Estado vampiro” (que les cobra impuestos), la “Gestapo fiscal” (la agencia tributaria), las “eminencias” (los intelectuales desconectados de la realidad) y los “soupiers” (un término francés para los que viven del Estado).

La cruzada libertaria de Poujade arrancó muy bien. En 1955 juntó 200.000 personas en un acto en el Parc des Princes y al año siguiente su partido, Union et fraternité française (UFF), sumó dos millones y medio de votos de votos en las legislativas, alcanzándole para 52 diputados (incluido un jovencísimo Jean-Marie Le Pen). El mayor logro de su bancada fue una ley –aún vigente– que, para defender a los almacenes de barrio, prohíbe la instalación de hipermercados en el centro de las ciudades.

El poujadismo fue, sin embargo, un fenómeno breve. Envalentonado por su victoria, Poujade abandona su discurso antiimpuestos y pasa a los “grandes temas”. Se muestra a favor de la guerra de Argelia (“ya perdimos el Sarre, pronto los italianos van a reclamar Córcega”), en contra de la democracia parlamentaria (“la Asamblea Nacional es el mayor prostíbulo de París”), odia a los estadounidenses (“tienen un plan diabólico para desmembrar Francia”) y destila un antisemitismo muy rabioso aun para los estándares de la extrema derecha francesa (“A todos los que están en contra nuestro, yo les digo: ¡vuélvanse a Jerusalén!”).

Dos años después de su elección récord, Poujade se candidatea a la circunscripción uninominal de París y pierde. Al año siguiente, con la nueva Constitución de la Quinta República, se convoca de nuevo a elecciones y la UFF pierde toda su bancada. Es el fin del experimento poujadista. Su líder pasa a ser una de las tantas figuras secundarias de la política: consigue algún carguito –Mitterrand lo nombra en el Consejo Económico y Social–, cada tanto publica algún artículo en el diario y a veces lo invitan a comer a algún ministerio.

La lección de Poujade, para mí, es que a los poujadistas hay que dejarlos hablar hasta que se cansen. El pequeño francés o argentino quiere pagar menos impuestos –quién no–, pero también suele tenerles una sana alergia a los locos mesiánicos.

–Marcos Roca

 

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