1.
En estos tiempos, Beavis y Butt-Head se adaptan a estos tiempos. Y los tiempos no están cambiando, apenas están bajando turbios, muy turbios, a veces incluso sin agua. En primer lugar, como Beavis y Butt-Head saben que en los cines no tienen chance de competir contra los multiversos y otros tanques (tanto se trate de los verseros como de los genuinos, los que tienen alma de grandeza) entonces se estrenan “en plataformas”. En este caso, como suele suceder, a pesar del uso del plural de “plataformas” es en una en particular, en la de Paramount. Beavis y Butt-Head, entonces, en internet, ¿o era Internet con mayúscula? Ahora sí, a romper la internet.
Segundamente —ya no se usa más esa expresión pero acá estamos usándola, y por escrito—, Beavis y Butt-Head se adaptan en modo Beavis y Butt-Head a 2022; es decir, no se adaptan, o no están pensando en si se adaptan o no, o ni siquiera están pensando (o no están pensando en otra cosa más allá de fuego, ponerla y nachos). Beavis y Butt-Head rompen estos tiempos haciendo eso que ellos hacen, o que hacían. Beavis y Butt-Head rompen estos tiempos y rompen más allá, y hasta llegan a un futuro en el que todos pero todos… y atención al detalle de Beavis y Butt-Head mimos. Pero para romper todo en estos tiempos no es necesario en realidad romper nada, porque todo ya está roto. O, para traer esperanza como si nos hubiera abducido un alien emocionalmente cargado, digamos que para romper todo y poder reconstruir es necesario hacer algo. Y, como siempre, lo que hay que hacer es una comedia. Resulta que ahora la han hecho y ustedes la pueden ver en estos tiempos, yo ya la vi y la volveré a ver. Claro, no pueden verla en el cine a no ser que tengan un cine de su propiedad. Así son estos tiempos, tan contrarios a que la gente se junte a reírse con una comedia en una sala y tan a favor de la gente que tiene cines de su propiedad.
Deberían ver esta película, la película en cuestión, la que pone en cuestión a “estos tiempos” y a aquellos tiempos. Se llama ‘Beavis and Butt-Head Do the Universe’.
Deberían ver esta película, la película en cuestión, la que pone en cuestión a “estos tiempos” y a aquellos tiempos. Se llama Beavis and Butt-Head Do the Universe, o Beavis y Butt-Head recorren el universo (y en castellano se pierden los chistes que se derivan del “do”), dirigida por Albert Calleros y John Rice, pero que —todos lo sabemos— pertenece al universo autoral de Mike Judge, el gran creador, el que hizo la comedia más relevante —tal vez, sencillamente, la mejor— de lo que va del siglo XXI, y eso que ya transitamos más de un 20%. Mike Judge es uno de los (escasos) grandes cineastas americanos de la actualidad que todavía no es reconocido en el grado en que se merece, y quizás no lo sea jamás. En primer lugar porque a los autores cómicos el reconocimiento les suele llegar —si les llega— tardísimo. Y segundamente —ejem, otra vez— porque si fuera reconocido en su justa medida sus propias tesis sobre el mundo se verían afectadas y sus películas tendrían menos cantidades de certera razón. Y eso es evidente: tienen más razón que ninguna otra película en estos tiempos.
Otra vez 1.
Mike Judge dice que el mundo está en un momento idiota y que no hay remedio, que nos encaminamos hacia mucho mayor idiotez, hacia la idiotez para todos como programa, tanto público como privado. Desde esa convicción y otras aledañas hizo la comedia en cuestión, La idiocracia (Idiocracy, 2006). La película sitúa su punto de partida en 2005 y luego nos lleva, sin posibilidad de regresar, a principios del siglo XXVI (sí, corrector informático, quiero poner veintiséis y no dieciséis, creeme), exactamente al año 2505. Idiocracy nos mostraba, nos muestra y nos mostrará, en forma de gran comedia —es decir, con acidez, con brío y con destrucción e imaginación— las decadencias terminales de la lengua y del habla, las abrumadoras incapacidades para sumar, restar y multiplicar (lo de entender porcentajes hace rato que es meramente Utopía) y el fin de toda posibilidad de abstracción o conceptualización. El mundo de 2505 está habitado por tontos de capirote y también por tontos sin un atuendo en particular: todos tontos, todos idiotas.
El fracaso de la película, inducido y propiciado por los aparentemente interesados en que anduviera bien, probó unas cuantas de las tesis de Idiocracy. Sin embargo, la película quizás haya seguido un derrotero más modesto y más sigiloso hacia la permanencia, hacia la perdurabilidad. Un camino más astuto y vengativo, al punto de que la realidad nos hace volver a ella cada vez con mayor frecuencia porque el mundo se ha encaprichado en adelantarse a la idiotez de 2505 con una insistencia molesta y además asesina del futuro o de los futuros de estos tiempos, como lo demostró la idiotez supina de 2020 (y que sigue, sigue). Antes, en el siglo pasado, la censura en occidente —o sus intentos— solían señalar aquello que ocultaban, daban más relieve a lo que intentaban silenciar. En este siglo La idiocracia sufrió: no fue censurada pero sí ninguneada, revoleada hacia el olvido. Pero no debería olvidarse o no está hecha para olvidarse y, así las cosas, Idiocracy sigue ahí, deslumbrando a quienes la ven como el mejor tratado acerca de los tiempos que corren, o que nos corren desde que comenzó este siglo para el que vaticinaron el gran colapso del Y2K y después varios colapsos más, que suelen tener soluciones “por las dudas” mucho más dañinas que aquello tan apremiante y angustiante que intentan o intentaban arreglar.
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Así las cosas, en el 2505 de Idiocracy las plantas se regaban con bebidas energizantes porque “jaja, cómo las vas a regar con agua como la del inodoro”. Y las plantas no crecían y se iban a morir todos de hambre. Y, así las cosas, en 2020, se decidió que lo mejor para el mundo era cerrar las escuelas (el que apunte “clases hubo” se lleva una catarata de insultos de los que usan Beavis y Butt-Head). Mike Judge vio hace tiempo que el mundo se embrutecía a pasos agigantados, y fracasó —es decir, triunfó, como decía Leopoldo María Panero— con una excelente comedia sobre el asunto. Pero antes de eso, en la última década del siglo pasado, Mike Judge había visto una cierta tendencia en los sillones habitados por adolescentes, o por adolescentes con MTV, y lo hizo parodia sublime y lo convirtió en éxito… en MTV. Ovación para Mike Judge, creador de Beavis y Butt-Head, y también quien hace las voces de ambos adolescentes. En síntesis, la filmografía de Judge es toda extraordinaria y están a pocos clics de distancia de poder corroborarlos. Es uno de los más grandes autores de comedia de la historia del cine, pueden comprobarlo, o bien pueden persistir en la obcecación y continuar viendo series basadas en noticias de ayer. Sigan nomás.
1 más 1.
Bueno, en síntesis, en otra síntesis: científicamente hablando, Beavis and Butt-Head Do the Universe es la película más relevante en términos de crítica social desde Idiocracy, a la que cita con claridad. En Idiocracy teníamos al hombre mediocre —el hombre más promedio, el más al medio de todos, el menos destacado— de 2005 que al emerger en 2505 luego de ser criogenizado pasaba a ser el hombre más inteligente de todos. En Beavis and Butt-Head Do the Universe estos dos cosos entran en un agujero negro en 1998 y emergen, igual de pajarones, en 2022. En 1998 habían logrado entrar a un proyecto de la NASA porque nadie podía creer que fueran tan idiotas y entonces sus cortedades eran interpretadas como empeño, o dedicación, o algo así. Además, aparecía un juez que parecía caerse dentro de una olla de sopa de consignas biempensantes y —casi como cantando “Imagine” en español— se apiadaba de estos dos, los siempre culpables o los siempre inocentes Beavis y Butt-Head.
Estamos en estos tiempos en 2022, y estos dos cosos que tienen la misma edad que en 1998 deben lidiar con un mundo distinto.
Corte a 2022, luego de una misión espacial desastrosa. Estamos en estos tiempos, en 2022, y estos dos cosos que tienen la misma edad que en 1998 deben lidiar con un mundo distinto. Un mundo en el que se pueden comprar cosas con un teléfono: bueno, a comprar nachos hasta morir sin salir de la habitación. Un mundo en el que Beavis y Butt-Head se meten en una clase universitaria llena de wokes (¿en castellano woke se dice atolondrado?) en la que los acusan a ellos —a ellos— de tener white privileges —privilegios de blancos— y de ser de clase acomodada y de estar destinados a Wall Street —privilegios de bancos— gracias a sus papis. Así las cosas, ellos entienden que pueden hacer “lo que quieren” porque son blancos y ahí van, con su lógica poco kantiana —como la de los veganos pero con menos proselitismo— a hacer cualquier barrabasada. En un mundo altamente idiotizado, los más peligrosos son aquellos que se creen iluminados, los que creen que han despertado y que han descubierto la pólvora y quieren evangelizar a todos los demás o, al menos, a los del barrio. La pólvora y el fuego le gustan mucho a Beavis. Fuego… cool.
1 menos 1.
Por todo lo antedicho y mucho más (entre otras cosas el magnífico chiste “el piso no funciona”), Beavis and Butt-Head Do the Universe es una comedia fulgurante, fulminante y escrita como los dioses —incluidos los dioses del ritmo— que grita con gracia, cadencia y prestancia que “son todos idiotas”, sobre todo aquellos que creen que los idiotas son los demás porque ellos han sido iluminados y piden que retiren ya mismo las estatuas de John Wayne de lugares. Y hablando de grandes actores, hay un par de cosas en común entre esta película no estrenada en cines en ningún lado y la estrenada en cines en todos lados Top Gun: Maverick. En primer lugar, las dos son buenísimas. Segundamente, ambas recuperan a héroes de otras décadas ante la imposibilidad de la época actual de crear a héroes cinematográficos como los del propio Tom Cruise o incluso a idiotas genuinos e irreductibles como Beavis y Butt-Head.
Por último, Beavis and Butt-Head Do the Universe es algo así como otra reversión de Desde el jardín, la película de Hal Ashby protagonizada por Peter Sellers y basada en la novela de Jersy Kosinski. Chance, el protagonista de Desde el jardín, era un simplón retraído, pavo y analfabeto, pero entraba en un sistema político y social que lo empezaba a considerar un iluminado. El mayor mérito de Chance era ser eso que claramente era, no sabía ni disfrazarse —al igual que Beavis & Butt-Head— pero su estolidez era vista como brillo y sabiduría. Y así Chance llegaba a las cumbres del poder e incluso a tener la chance de lo que buscan con denuedo Beavis & Butt-Head, quienes son llevados a una misión carísima de la NASA y a ser considerados unos iluminados bárbaros durante casi todo este relato. En menos de una hora y media, Beavis and Butt-Head Do the Universe redondea, con felicidad y acidez apocalípticas, otra sátira política letal de ciencia ficción —esta vez animada y otra vez en extremo realista y contundente— de Mike Judge.
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