Por estos días se cumplen 20 años de aquella entrevista que le hicimos con el equipo de la agencia norteamericana Bloomberg al entonces presidente uruguayo Jorge Batlle en la que dijo que “los argentinos son una manga de ladrones, del primero al último”. Se trata de una de las frases más recordadas por un presidente de la región en los últimos tiempos y es una sentencia que se metió, paradójicamente, en el corazón de los argentinos. No es casualidad que cada vez que el dólar se dispara y en la Argentina hay olor a crisis, el “cabrón” uruguayo reaparece con su frase.
Como periodista para mí fue una experiencia inolvidable. El cara a cara con Batlle, en sí, fue emocionante y con mucha vibración. Las repercusiones fueron increíbles y fuera de nuestros mejores cálculos. Nunca más volví a hacer algo de semejante nivel de “viralización”, en épocas en las que no existían las redes sociales ni el Whatsapp (faltaban dos años para que Marck Zuckerberg sacara su Facebook). Y si algo le faltaba a todo eso fue un intenso debate en los círculos periodísticos, académicos y también políticos, sobre si a Batlle le violamos o no el off the record.
Ya me referiré a eso más adelante, a lo que pienso sobre si al uruguayo le violamos o no el sagrado off, que por estos días volvió a estar en el candelero por las acusaciones de Cristina Kirchner al eyectado Matías Kulfas. Pero antes vamos a meternos en la máquina del tiempo para retroceder 20 años exactos y situarnos en el contexto de aquellos días turbulentos.
Nunca más volví a hacer algo de semejante nivel de “viralización”, en épocas en las que no existían las redes sociales ni el Whatsapp.
Vivíamos una época de gran incertidumbre y con Bloomberg estábamos justo en el corazón de la city porteña, donde latía el pulso de una Argentina que hasta hacía apenas unos meses había vivido en vilo con un indicador llamado riesgo país, que fuera de los círculos financieros nadie sabía bien qué quería decir. Así de importante era todo lo que pasaba en la bolsa con los bonos, acciones, fuga de capitales, devaluación de la moneda. Algo que luego se trasladaba a la política.
Con Bloomberg teníamos un estudio de televisión nada más y nada menos que en el piso de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, donde todavía se compraban y vendían las acciones voceando las ofertas. Era un lugar cargado de tensión y adrenalina. Transmitíamos cuatro horas en vivo, desde las 13 hasta las 17 justo con la campana de cierre, al ritmo del sube y baja del riesgo país con nuestro programa Desde la bolsa en directo, un clásico que tenía como figuras a Santiago Roca, Rubén Rabanal y Roberto Sica.
En aquellos días también turbulentos para Uruguay, Brasil y el resto de los mercados emergentes vecinos, fuimos con un equipo de Bloomberg Televisión y de Bloomberg News a Uruguay a ver qué pasaba ahí y si ellos iban a ser los próximos en caer. Bloomberg News era por entonces el servicio de noticias financieras más sofisticado del mundo. Con su servicio carísimo de “tomalo o dejalo” de 3.000 o 4.000 dólares al mes de abono, Bloomberg era un iPhone, mientras que Reuters era un Samsung, confiable pero más barata.
Al frente de Bloomberg en Nueva York estaba Michael Bloomberg, que en unos meses más iba a meterse en la carrera (y ganarla) para ser alcalde de la ciudad. Pero todavía estaba ahí en las oficinas de Park Avenue, muy al corriente de todas las cosas importantes que pasaban en su imperio. Nunca supimos si él tomó la decisión final de emitir la entrevista, que una vez realizada digitalizamos y enviamos inmediatamente a los estudios de Nueva York con toda la secuencia de la entrevista formal y la parte del diálogo fuera de la entrevista, por la que era probable que los uruguayos nos acusaran de haber violado el off.
El próximo en caer
Uruguay, como el resto de los países de la región, sufría también una crisis espejo con fuga de depósitos, disparada del riesgo país y la amenaza del default y crisis política. Nosotros fuimos a hacerle una sola pregunta a Batlle, que repetimos una y otra vez de distintas maneras: si Uruguay no iba a seguir los pasos de la Argentina. La información que teníamos venía de los bancos de inversión de Wall Street e indicaba una alta probabilidad para Uruguay de una devaluación y una reestructuración de su deuda.
Batlle quería por todos los medios diferenciarse de la Argentina: “Compáreme con cualquier país, pero no con Argentina”, me dijo, durante un ida y vuelta que si bien fue picante, iba a empalidecer ante las verdades que soltó el mandatario cuando explotó un rato después. Como muchos saben a esta altura, eso ocurrió recién en el after de la entrevista, ese momento cuando entrevistador y entrevistado se quedan charlando y aparecen las cosas más jugosas. Ahí el mandatario uruguayo, quizás acicateado por mi odiosa insistencia en recordarle que se estaban yendo, como nosotros, al descenso financiero, me dijo aquello que me dijo.
“Los argentinos son una manga de ladrones, del primero al último”, estalló Batlle en aquel despacho amplio, sombrío y bastante desordenado. Sin saber que estaba diciendo la frase por la cual lo recordarían toda su vida y mucho después de su muerte (falleció en octubre de 2016).
Cuando sucede algo así, cualquier periodista auténtico ya no piensa en la crisis política que puede profundizar o los contratiempos que eso puede generar.
¿Le violamos el off? Es bueno repasar cómo fue aquel momento crucial, en el que todos estábamos tensos y también excitados por lo que estaba sucediendo. A todos los que no son periodistas, que les quede bien claro esto: cuando sucede algo así, cualquier periodista auténtico ya no piensa en la crisis política que puede profundizar o los contratiempos que eso puede generar. Sencillamente, ya no piensa en nada más. Se nos cae la baba por aquello que estamos obteniendo, y el que diga lo contrario sencillamente miente o no es un periodista de raza. Como periodistas sabíamos que había pasado algo fuerte y que todo lo demás quedaba en segundo plano.
Quiero recordar al resto del equipo que participó de esa entrevista en ese despacho del palacio de gobierno de Uruguay: Jorge García Brito, el camarógrafo que tuvo el buen tino de dejar la cámara prendida y seguir grabando (sin él, no habría entrevista); el productor Hernán Stella, después vocero de María Eugenia Vidal; y mi colega norteamericano David Plumb, un profesional notable. También me gustaría mencionar al resto del team Bloomberg: Hernán Dobry, Gabriela Scalise, Federico Mallo, Carlitos Varona, Alejandro Stratiotis, Juani Paradiso, John Lyons, Helen Murphy, Eve Rosestein, María Inés Scala, Paula Piccinin, Eliana Raszewski y Juanjo Méndez.
Después de los dichos de Batlle y antes de que empezara a grabar una nueva entrevista con David, me acerqué al uruguayo y le pedí una nueva entrevista al otro día. Para mí, en ese momento lo que había dicho Batlle era off e iba a tratar de hacer todo lo posible por hacerlo calentar otra vez, pero en on. El uruguayo todavía estaba molesto conmigo. Se notaba ante mi presencia cercana. Me dijo que no tenía tiempo. Mientras David conversaba con él en inglés (tenía un inglés muy bueno el presidente), el secretario de Prensa también me preguntó: “No van a usar esa última parte, ¿no?” Le dije que pensaba que no. Aunque no tenía nada claro ahí y en ese momento.
“Do it”
Salimos y tuvimos entre todos un intenso debate. No llegamos a ninguna conclusión sobre qué hacer. La primera disyuntiva era si contarle a Bloomberg la diferencia entre la entrevista formal y los dichos de Batlle fuera de ese marco. Alguien sugirió no decir nada, no aclarar nada e ir a por todo con los dichos más explosivos. Era viernes y mientras discutimos y nos preparábamos para pasar una noche más en Montevideo, David tomó el avión a Buenos Aires y se llevó el precioso material.
Al otro día, cuando desayunábamos antes de salir para las entrevistas que teníamos pactadas, nos llamó nuestro jefe en Bloomberg Televisión en Buenos Aires, Al Kleiman (que falleció hace diez años), y nos dijo “vuelvan ya, cancelen todas las entrevistas”. Desde la oficina de Batlle ofrecían hacer una nueva entrevista, pero no querían que la hiciera yo. Milagrosamente le había aparecido el tiempo en la agenda al mandatario uruguayo.
Desde Buenos Aires habían enviado el material a Nueva York para que lo analizara la cúpula de Bloomberg, probablemente con el propio Bloomberg y el jefe y creador del servicio de noticias, el ex Wall Street Journal Matthew Winkler, a cargo de la decisión final. Mi mayor preocupación era asegurarme de que los norteamericanos conocieran bien las circunstancias en las que Batlle había dicho lo que había dicho. No fuera cosa que el lunes nos estuvieran indagando sobre detalles que omitimos y poniéndose del lado de los uruguayos ante la probable acusación.
Volvimos a Buenos Aires en las primeras horas de la tarde del sábado y en lugar de ir para casa me fui derechito a las oficinas de Bloomberg en Corrientes 485, totalmente vacías ese día. Le escribí un largo correo al jefe de Bloomberg Television Americas, en el que le expliqué con lujo de detalles cómo obtuvimos las declaraciones más explosivas, y que probablemente Uruguay nos terminaría acusando de violar el off the record. Los norteamericanos nos dijeron que estaba todo claro y que desde ahí ellos se hacían cargo de la decisión. El lunes a la mañana, bien temprano, nos mandaron el mensaje: “Do it”.
Los norteamericanos nos dijeron que estaba todo claro y que desde ahí ellos se hacían cargo de la decisión.
Al parecer, habían consultado a los equipos legales y muchas horas de televisión de CNN, Fox, CNBC y otras cadenas. De hecho, ese mismo día nos despacharon por Fedex un archivo grueso con decenas de ejemplos de casos parecidos en entrevistas polémicas, diálogos en los que el entrevistado había acusado al entrevistador o a la cadena en cuestión de violar el off the record y cómo se habían resuelto esas zonas grises.
Para ellos estaba claro: el off no se viola nunca. El debate es si esto o aquello es off o es on. Como en el fútbol, los penales se cobran siempre, la discusión a veces es si esta mano casual fue o no penal.
Lo demás es historia conocida. Nunca antes vi en una entrevista semejante nivel de repercusión. Me llamaron durante una semana de los canales y radios de Argentina y otros países. Bloomberg no nos permitió salir a gozar de nuestro momento de fama. “No hablan con nadie”, fue la orden tajante desde Estados Unidos. Durante años siguieron llamando de Colombia, Uruguay y Chile personas que escribieron libros o tesis sobre esa entrevista. El día después de que emitimos la nota, me subí a un taxi y el conductor escuchaba la radio. No se hablaba de otra cosa. El tachero bajó el volumen y me explicó su teoría sobre toda la cuestión. Apenas me dejó meter un bocadillo, le dije: “Sabe que casualmente yo le hice la nota”. Apenas hizo un gesto imperceptible, como diciendo: “Me interrumpís con ese chiste que no tiene gracia”.
Naturalmente, nuestro único mérito fue estar en el lugar indicado en el momento exacto. Pero no es un mérito menor. La nota es recordada pura y exclusivamente por Jorge Batlle, a quien recuerdo a pesar de todo con cariño. Aun cuando parecía que criticaba a los argentinos, el hombre estaba dando en el clavo. No hizo otra cosa que expresar en voz alta, desde el otro lado del charco, un sentimiento que 20 años después sigue más vivo que nunca.
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