A Claudio Chiqui Tapia, presidente de la Asociación del fútbol Argentino (AFA), le sobran las razones para seguir peregrinando en agradecimiento hasta el altar de la Difunta Correa, ese ritual de resonancias místicas y paganas en el que más de una vez ha sido visto y fotografiado: en el largo año transcurrido desde aquella nota en la que repasamos algunos problemas históricos del fútbol local, el Chiqui supo sufrir, rosquear, partir hacia la Conmebol, salir campeón y al fin andar sin pensamiento.
Luego de resistir varios meses en una posición cercada por los cuatro costados, con conatos de rebeliones entre sus aliados y altos funcionarios del gobierno kirchnerista esperando el momento ideal para ir por su cabeza, Tapia pudo encontrar en la selección dirigida por Lionel Scaloni el mejor argumento para sostenerse y pasar luego a un furibundo contraataque. Fue durante la Copa América jugada en Brasil el año pasado cuando la scaloneta completó una transformación tan rápida como sorprendente: de deambular por las canchas como un rejunte de jugadores inconstantes y faltos de jerarquía pasó a mostrar todas las señales de los equipos maduros, con un aplomo desconocido hasta el día mismo en que Messi levantó la Copa y nos la trajo, por fin, a casa.
El presente lo muestra al Chiqui como un jefe victorioso que va por más. Ya nadie deberá ocultar o hacer la vista gorda por los escandalosos arbitrajes en la Primera Nacional, porque su Barracas Central ya llegó a la máxima categoría; ya no importan los conflictos y las torpezas en sus relaciones con la Conmebol y la FIFA, porque el status de campeón continental resuelve muchos asuntos como por arte de magia; y hasta un desaguisado que en otro momento le podría haber costado el puesto, como el de desconocer un acuerdo de patrocinio con una empresa internacional para firmar otro similar con un competidor, ahora pasa como una de aquellas compadradas que tanta fascinación les provocaba a los seguidores de don Julio Grondona, el caudillo al que se empieza a extrañar menos.
El presente lo muestra al Chiqui como un jefe victorioso que va por más.
Así las cosas, Tapia se siente ahora con el respaldo suficiente como para consolidar su modelo. Con el favor renovado de los sectores que lo llevaron inicialmente al máximo cargo en la AFA (el fútbol del ascenso, del interior y los clubes más chicos), con la selección campeona en Brasil y ya clasificada al mundial de Catar, con la yapa del equipo de futsal campeón de América y del mundo, ahora busca recuperar lo que la extinta Superliga macrista le arrebató: el control de la Primera División en manos de la Liga Profesional de Fútbol, actualmente acéfala tras la renuncia de un devaluadísimo Marcelo Tinelli. Para ello está obligado a encontrar la forma de alinear a los clubes más grandes del país, con quienes ha tenido una relación de desconfianza mutua y conflictos más o menos solapados. Algunos de los temas pendientes con ellos son viejos y repetidos desde hace décadas (conformación de la liga y pulseadas con los clubes medianos y chicos, derechos de televisión, problemas financieros en un contexto de fuerte crisis económica en el país y con un tipo de cambio que limita seriamente la competitividad de nuestros equipos en los torneos internacionales) y otros algo más recientes (formalización de las apuestas online, implementación del VAR). Con uno de estos cinco grandes, sin embargo, la relación es particularmente estrecha y plagada de rispideces: el Club Atlético Independiente.
Los Gordos ya no van al arco
La llegada de Hugo Moyano en 2014 a la presidencia de Independiente es, al igual que la del Chiqui en la AFA, un emergente de la influencia cada vez más extendida de los dirigentes sindicales en la vida social y política de la Argentina. Si bien los lazos entre el fútbol y los gremios no son nuevos y puede rastrearse una correlación entre el auge de la actividad sindical y su presencia en los clubes a lo largo de los años, esta relación nunca fue tan relevante como en los últimos años. Así como hemos caracterizado a los clubes de fútbol como una confederación de corporaciones nucleadas en la AFA, la corporación mayor, es muy interesante observar cómo en la actualidad estas supuestas asociaciones civiles sin fines de lucro son a su vez objeto de disputas entre otro tipo de “uniones transitorias de corpos”. El valor político, simbólico y económico que conlleva el manejo de un club de fútbol obliga a que las agrupaciones internas que se disputan su control en elecciones con una muy escasa participación de los socios deban conformarse a partir de la confluencia de actores diversos: empresarios, sindicalistas, dirigentes políticos, funcionarios de los distintos niveles de las burocracias estatales (con o sin “territorio”), ex deportistas y personajes de la farándula. Desde luego, en ocasiones una misma persona puede combinar más de uno de estos roles. Y también debe hacerse notar que estas uniones ad hoc suelen conformarse entre dirigentes que pueden llegar a estar enfrentados en la política partidaria nacional, pero que por el desarrollo de sus actividades van tejiendo lazos y relaciones porosas que se convierten en el sustento mismo de sus posiciones de poder. De más está decir que, dadas las condiciones en que se disputan estas posiciones, las traiciones y los cambios de piel están a la orden del día.
Independiente reúne todas las condiciones como para ser tomado como el paradigma fallido de este modelo de control y disputa de la gestión de los clubes de fútbol.
En este sentido, Independiente reúne todas las condiciones como para ser tomado como el paradigma fallido de este modelo de control y disputa de la gestión de los clubes de fútbol. Muchos en su momento reconocieron que el desembarco del clan Moyano en el club fue la única opción viable tras el fracaso de todas las agrupaciones políticas que se las ingeniaron para terminar con el equipo en el Nacional B y la institución al borde del colapso financiero, totalmente a merced del poder acumulado por los capos de los distintos sectores de la barra brava. Los Moyano (el patriarca Hugo y su hijo Pablo, principalmente) no llegaron solos, claro. Junto a ellos se posicionaron varios otros dirigentes de diversas extracciones. Con los años muchos de ellos terminaron en agrupaciones opositoras que hoy pelean por terminar con este ciclo político. Entre ellos se destaca notablemente Cristian Ritondo, ex ministro de Seguridad en el gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal y actual presidente del bloque de diputados nacionales del PRO.
Seguramente éste es el motivo por el que todos quienes se oponen hoy a la conducción de Moyano coinciden en destacar que su primera gestión al frente del club tuvo varios aspectos positivos. Si bien más de uno recuerda las acciones de desgaste a la gestión de Javier Cantero que ayudaron a acelerar el desastre (todo con la venia de Julio Grondona, por supuesto), lo cierto es que durante los primeros años de mandato los popes del sindicato de camioneros cumplieron con buena parte de lo prometido en la campaña previa: el nuevo estadio se terminó, la infraestructura de las sedes y predios del club se mejoró, el primer equipo se reforzó y volvió a Primera y se profesionalizaron áreas como la de Marketing y Comunicación. La frutilla del postre moyanista llegó un poco por casualidad, cuando Ariel Holan se hizo cargo de la conducción del equipo casi por descarte. Para sorpresa de propios y extraños, su ciclo culminó con la obtención en 2017 de la Copa Sudamericana, nada menos que frente al Flamengo y en el estadio Maracaná. Parecía entonces que el Rey de Copas podía volver a reclamar por sus glorias pasadas.
De rey a mendigo
Pero lo bueno duró poco. Aunque los Moyano lograron reelegirse en diciembre de 2017 con un arrasador 89% de los votos, las crecientes disputas internas en el oficialismo, en especial las peleas entre Hugo y su hijo Pablo, los constantes desaciertos en la gestión y las insoportables presiones de la barra se confabularon para que el rendimiento del primer equipo (el inevitable termómetro de la vida política de los clubes) cayera en picada. Todos los referentes de la oposición coinciden en que las decisiones se fueron concentrando en una mesa cada vez más chica. Pese a que Hugo se fue desentendiendo del día a día de la gestión (un poco por su avanzada edad y su estado de salud, otro poco por la atención que le demanda el resto de su conglomerado político, sindical y empresarial), siempre se reservó la última palabra para decidir entre las posiciones enfrentadas de las dos personas con mayor poder dentro del club: su hijo Pablo y Héctor “Yoyo” Maldonado, otro dirigente de extracción sindical que llegó a convertirse en el principal lugarteniente de Hugo.
En los últimos años la situación fue empeorando en todos los aspectos, con Pablo prácticamente retirado de la conducción activa como consecuencia de sus malas decisiones y sus problemas de adicciones, una situación que desde luego no se reconoce públicamente pero que es un secreto a voces. El presente de Independiente es ciertamente caótico: la mayoría de las decisiones se concentran en Yoyo Maldonado —a quien se lo ve totalmente superado por las circunstancias—, los balances muestran un pasivo que ronda ya los 50 millones de dólares, se acumulan los embargos y las inhibiciones y el patrimonio del club se deteriora porque se gasta mucho y mal. Se repite el ciclo de compras de jugadores que luego se revelan como desacertadas y contratos caros que al tiempo sólo suman conflictos y ventas de apuro por sumas irrisorias. A Sergio Palazzo, otro personaje que sumó mucho poder en los últimos años al frente del sindicato de los bancarios, no le fue mucho mejor: luego de asumir como secretario deportivo del club con el objetivo de aportar fondos para invertir en refuerzos, tras el escaso éxito obtenido con sus compras hoy se mantiene algo apartado, sin muchas ganas ya de perder más dinero. Ricardo Cirielli, del gremio aeronáutico y vocal de la comisión directiva, tampoco parece cumplir un rol muy relevante. Por si fuera poco, la barra brava aporta su habitual cuota de violencia y caos en enfrentamientos callejeros entres sus propias facciones, o el más reciente episodio de un choque contra un grupo de piqueteros que terminó con un hincha muerto y un ataque al predio del club en Wilde.
No eran pocos los que creían que al oficialismo no le resultaría nada fácil retener el poder en las elecciones previstas para el mes de diciembre pasado.
Con semejante panorama no eran pocos los que creían que al oficialismo no le resultaría nada fácil retener el poder en las elecciones previstas para el mes de diciembre pasado. Cuatro de las principales agrupaciones opositoras, coordinadas por los buenos oficios de Cristian Ritondo, lograron confluir en un frente electoral que, bajo el nombre de Unidad Independiente, presentó como candidatos al periodista y conductor Fabián Doman, al intendente de Lanús por el PRO Néstor Grindetti y al también periodista y animador televisivo Juan Marconi (hijo de Guillermo Marconi, recordado ex árbitro y —cómo no— dirigente gremial). Para compensar quizás la fuerte impronta amarilla, dentro del frente se destaca también Carlos Montaña, actual jefe de gabinete de Sergio Berni en el ministerio de Seguridad bonaerense. Además de estos nombres con candidaturas a cargos formales, en las cercanías de este grupo se mencionan a otras figuras como Martín Redrado, Martín Lousteau, Enrique Sacco, Gastón Gaudio y hasta a Patricia Bullrich, a quien se le habría pedido que se mantenga en un segundo plano debido a su histórico antagonismo con Hugo Moyano. Detrás de este conglomerado coinciden tanto opositores de la primera hora como moyanistas que se apartaron voluntariamente o caídos en desgracia. Todo un ying amarillo con un yang azul.
Pero desde luego que a Hugo Moyano se le puede encanecer el pelo, pero nunca pierde las mañas. Pese a todas las precauciones tomadas por Unidad Independiente en la presentación formal de la lista para las elecciones, la Junta Electoral del club se las ingenió para rechazar la personería jurídica del frente, decisión avalada legalmente por la Dirección de Personas Jurídicas del gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Detrás de esta decisión todos interpretaron que la estratagema moyanista contó con el apoyo explícito del ministro Julio Alak y del gobernador Axel Kicilloff, además del implícito del presidente Alberto Fernández.
La respuesta de la Unidad no se hizo esperar. Sus principales dirigentes presentaron varios recursos de amparo con el objetivo de suspender las elecciones y que se consagrara legalmente un tercer período moyanista. Uno de ellos, el presentado por Ritondo ante la Sala III del Juzgado en lo Civil y Comercial número 3 de Lomas de Zamora, fue aceptado y, de este modo, las elecciones fueron suspendidas hasta que el juzgado resuelva la cuestión de fondo. Se abre de este modo una suerte de limbo judicial que se estima que durará al menos hasta la segunda mitad del año, ya que nadie estima probable que el oficialismo tenga previsto iniciar negociaciones para acordar una nueva fecha de elecciones con la participación de la Unidad.
Recuerdos del futuro grondonista
Mientras tanto, el Chiqui observa las alternativas del conflicto y juega sus fichas en silencio. Él mismo, después de todo, le debe buena parte de su carrera gremial y política a Hugo Moyano, con quien lo une además un parentesco muy cercano: estuvo muchos años casado con Paola Moyano, hija de Hugo y madre de sus cuatro hijos. Pese a sus reiteradas peleas con sus ex cuñados Pablo (en Independiente) y Facundo (en Alvarado de Mar del Plata), Tapia sabe que para continuar acumulando poder no puede darse el lujo de abrir un nuevo conflicto con Hugo quien, por si fuera poco todo lo anterior, además retiene aún una de las vicepresidencias de la AFA. Ésta podría ser una de las razones por las que Independiente recibió un adelanto de al menos un millón de dólares de parte de la calle Viamonte para levantar las inhibiciones que le impedían incorporar jugadores en el último mercado de pases.
Nadie tiene muy en claro cómo se resolverá el conflicto judicial y cuándo habrá finalmente elecciones en el club. Lo cierto es que, como alertan no sin razón desde el lado de la Unidad, si los Moyano se las ingeniaran para permanecer de un modo u otro al frente del club con el aval implícito de la AFA, se consumaría así una situación sumamente irregular que sentaría un pésimo precedente: cualquier otro presidente de un club que despierte menos interés y atención mediática que Independiente podría sentirse tentado de perpetuarse en el poder con maniobras similares. Mientras tanto, dondequiera que esté el fantasma de don Julio, es más que probable que aún lleve el anillo con su célebre lema: “Todo pasa”.
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