Venía siguiendo de lejos la crisis de figuritas del Mundial, porque estoy pasado de edad para ser coleccionista (y mi hijo, que recién cumplió cuatro, todavía no la tiene), hasta esta semana, cuando la historia empezó a adquirir ribetes extraordinarios y me empezó a generar una cantidad de preguntas para las que no encontraba respuesta. En otros países de la región no faltan figuritas, pensé. ¿Tendrá algo que ver la disfuncionalidad del mercado de figuritas local con la disfuncionalidad de la economía argentina? Me puse a investigar.
Lo más espectacular de estos días, por supuesto, fue la reunión del secretario de Comercio con las partes involucradas en el conflicto: de un lado, los kioskeros, que piden mantener su monopolio histórico; del otro, la dueña de las figuritas, que quiere vender lo más posible. Pero este conflicto (muy argentino) opacó el problema original, también muy argentino, que es la escasez de figuritas. Justo cuando pibes de todo el país, después de cuatro años de espera, quisieron empezar a llenar los famosos álbumes Panini del Mundial, las figuritas no estaban. ¿Por qué?
La explicación que están dando los medios es que la distribuidora de Panini en la Argentina se vio sorprendida por el aumento de la demanda, quizás por el entusiasmo que genera la selección campeona de América. La empresa (llamada New Rita, ubicada en Martínez) también dice que está aumentando la producción en una planta en Munro y que la situación se resolverá pronto, aunque lo viene diciendo desde hace casi un mes y todavía no está resuelta.
Aunque no es la que dicen los diarios ni la que da la empresa, parece la única explicación posible.
Después de mirar algunos datos, hablar con gente del sector gráfico y de comercio exterior y atar algunos cabos, mi hipótesis de lo que está pasando es la siguiente: faltan figuritas porque una parte de las que se venden en nuestro país son importadas. O, al menos, son importados los insumos para fabricarlas. Como en Argentina importar se volvió muy complicado, y la planta contratada en Munro ya debe estar operando a tope, New Rita no está llegando a tiempo a cubrir la demanda.
Aunque no es la que cuentan los diarios ni la que da la empresa, parece la única explicación posible. Por un lado, New Rita ya importó figuritas desde Brasil durante el Mundial de Rusia, según el tipo que (dicen) más sabe sobre los álbumes Panini en el país. Por otro, personas que conocen bien el sector gráfico están convencidas de que las figuritas de este año son importadas de Brasil. No sólo una parte, dicen que la mayoría. Es cierto que en los sobres dice “Industria Argentina”, pero eso, afirman, por las reglas del Mercosur, no necesariamente quiere decir que fueron producidos en Argentina. De hecho, me marcan como algo curioso que en los sobres figura New Rita como distribuidora pero no se dice nada sobre quién los fabricó. (El gerente de Marketing de New Rita, Nicolás Sallustro, también miembro de la familia dueña de la empresa, dice en esta entrevista que las figuritas se fabrican en el país.) Por último, pedí un informe comercial de New Rita y vi que la empresa este año está importando ocho veces más que el año pasado. Las importaciones vienen un 53% desde Brasil y un 40% desde Italia, sede de Panini. Las posiciones arancelarias de esas importaciones, además, se corresponden con las de figuritas (“papel y cartón estucado por una o las dos caras…”), aunque también podrían ser los insumos para fabricarlas.
Por eso no estoy afirmando nada, sólo mostrando indicios que apuntan en esa dirección y que permitirían entender por qué Panini no pudo acelerar la producción ante la mayor demanda, que por otra parte es de sólo un 18% más que en el Mundial pasado, según la propia empresa. Si esto es así, si la escasez de figuritas se debe a que algunas de ellas son importadas (o los insumos para fabricarlas), entonces la responsabilidad empieza a ser no sólo de New Rita y Panini sino también de la fragilidad de la economía argentina.
Nos sorprenden las Navidades
Hablé ayer con un par de amigos expertos en comercio exterior, les comenté el caso y mi hipótesis les pareció creíble, por lo siguiente. Para poder importar casi cualquier cosa hoy en la Argentina, se necesita la aprobación del SIMI (o, en la jerga, una simi), el sistema de Aduana con el que el Gobierno decide quién importa y quién no. Sin la simi, el Banco Central no te da los dólares para pagar esas importaciones. Ante la falta de dólares, las simis se volvieron otro bien escaso. Hay dos tipos de simis: una con la que te dan los dólares en el momento, pero tenés que estar importando este año un 5% menos que en 2021; y otra, para todas las demás operaciones, en la que recién te dan los dólares dentro de 180 días. Como New Rita está importando mucho más que el año pasado, le niegan el acceso a los dólares inmediatos y (esto es una suposición de mis amigos del comercio exterior) la imprenta brasileña no quiere mandarle figuritas urgentes para cobrar recién dentro de seis meses o cuando lo decida el Gobierno argentino. New Rita, además, es una empresa chica (declara alrededor de diez empleados), por lo que tampoco debe tener dólares propios o la capacidad de crédito como para sortear estas trabas burocráticas.
De ser así (y creo que es así), el problema de las figuritas empieza a ser otro de esos problemas cotidianos derivados de desequilibrios más profundos de la Argentina. Faltan figuritas porque nos faltan muchísimas otras cosas. En Uruguay, Ecuador y Brasil, los otros países sudamericanos mundialistas, no hay escasez de figuritas. Ni controles absurdos a la importación. “Una lección de este episodio también es que para producir, exportar o importar hasta la cosa más sencilla en Argentina tenés que ser una especie de Don Quijote”, me dijo ayer, mientras comentábamos el caso, un amigo que conoce bien el mundo de las pymes. “No podemos hacer ni las cosas que sabemos que pasan cada cuatro años. Nos sorprenden las Navidades”.
Es la escasez la que genera, después, la guerra entre kioskeros, supermercados y distribuidores para ver quién vende las pocas figuritas disponibles. Los kioskeros agremiados, a la argentina, amenazan con piquetes y piden la participación del Gobierno. Es absurdo que la Secretaría de Comercio se meta en estas cosas, pero también es el recorrido inevitable del exceso de regulaciones. Si el éxito o el fracaso dependen menos de la oferta y la demanda que de la botonera de un funcionario, entonces hay que ir a presionar al funcionario. Es lo que llevan haciendo los empresarios argentinos, no siempre con las mejores intenciones, desde tiempos inmemoriales.
Otras consecuencias de la escasez son el mercado negro, las falsificaciones y la revancha de los kioskeros, por lo menos de algunos, que venden sobres de figuritas sólo si el cliente además compra, como le pasó ayer a otro amigo (ver foto) dos chocolates grandes. Agraviados por la sensación de injusticia, se sienten autorizados a su venganza. Otra cosa muy argentina: como a mí me cagaron, tengo derecho a cagar a los demás.
Agraviados por la sensación de injusticia, se sienten autorizados a su venganza. Otra cosa muy argentina: como a mí me cagaron, tengo derecho a cagar a los demás.
Cuando uno propone estabilizar la macroeconomía, abrirla un poco (lo que se pueda), quitar trabas y eliminar regulaciones, lo hace no sólo porque estas medidas solucionan problemas, sino también porque directamente los evitan: dejan de pasar por el dedo poderoso del Estado. Si, como todo parece indicar, los responsables de Panini en Argentina hubieran podido traer figuritas o insumos rápido desde Brasil, este problema no habría existido. No habría tenido que participar ningún funcionario. No habría habido ninguna foto en ningún ministerio. A algunos, obviamente, esto no les gusta. No sólo porque les gusta la maraña de regulaciones (ideológicamente o para hacerse un regalito). Les gusta sentirse poderosos, aun a costa de estos dolores de cabeza. Les gusta salir en la foto.
Gracias por leer. Nos vemos dentro de dos semanas, esperemos que con el álbum lleno.
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